Festa de l’Estendard Discurso del alcalde de Palma 31 de diciembre de 2012 Sala de sesiones Dignísimas autoridades, Señoras y señores, Muy buenos días. Sean todos bienvenidos a la celebración de la Fiesta del Estendard en el salón de sesiones del Ayuntamiento de Palma. Gracias a todos por su asistencia. Hoy, como cada 31 de diciembre desde hace casi ocho siglos, estamos aquí todos juntos en torno a la figura del rey Jaume, fundador del antiguo reino de Mallorca. Hoy celebramos la conquista de 1229, que fue tanto el punto de inicio de la historia de los mallorquines, y por tanto de los ciudadanos, como el momento en que la ciudad y la isla de Mallorca se incorporaron a la Corona Aragón y por extensión a la cristiandad. No hacemos más que seguir celebrando lo que celebraron nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos, y así, siguiendo y siguiendo hacia atrás. Lógicamente, a lo largo de estos casi 800 años, la celebración ha ido evolucionando, adaptándose a las necesidades y sensibilidades de cada época. Eso sí, podemos decir que se ha mantenido su espíritu fundacional: la unión de los ciudadanos para mantener presente la raíz de lo que somos, de nuestra singularidad como ciudadanos y como hijos de Mallorca. La Fiesta del Estendard es una de las celebraciones civiles más antiguas de Europa. Y, de hecho, su declaración como bien de interés cultural inmaterial el año 2008 no hace sino reforzar la idea de un valioso patrimonio colectivo, un patrimonio, intangible pero real, que hemos heredado de nuestros antepasados y tenemos el deber y el privilegio de entregar a las futuras generaciones para hacerlas partícipes de esta herencia. Hoy finalizamos el año 2012, y no quiero hacerlo sin dedicar unas palabras de recuerdo y homenaje a las personas que este año nos Hoy, nombrándoles los mantenemos vivos entre nosotros. En este momento, rodeado por los retratos de los hijos ilustres que ha dado Mallorca los últimos ocho siglos, quiero recordar especialmente las figuras de: Miquel Lladó, empresario y Defensor de la Ciudadanía de este Ayuntamiento. Feliciano Fuster, ex ejecutivo de Endesa. Marcial Sánchez Barcaiztegui, contraalmirante de la Armada. Los empresarios Miguel Codolà, Fernando Perelló y Pedro Vidal. Del mundo de las artes, el escultor Jaume Mir, el escritor Cristóbal Serra y Emili Fernández Miró, nieto del artista. Hemos dicho también adiós al jesuita e intelectual José Llompart; al geógrafo Bartomeu Barceló, a Josep Bonnín, vicepresidente de la Cruz Roja, a Josep Lluís Mercadal, presidente de la Asociación de Gent Gran de Son Costa Parc, y a Guillem Gual, vecino de Can Pastilla, muerto en el accidente del Costa Concordia. Y recientemente nos ha dejado Miguel Garro, fundador de la mítica peña El Graderío y de la Federació de Penyes del Mallorca. A ellos y a todos los que nos han dejado a lo largo de 2012 les dedicamos en este momento un recuerdo especial. Hoy hemos vivido también un momento muy emotivo con la entrega de las Medallas de Oro de la Ciudad, que hemos recuperado después de algunos años. Miquel Lladó, a quien ya he mencionado porque este año nos ha dejado, el colegio de Nostra Senyora de Montision en el 450 aniversario de su fundación, la Comisión Educativa de los Centros Educativos de Son Gotleu, galardonada con el premio Acción Magistral por su proyecto "El barrio educa. Educamos el barrio ", y la lingüista Aina Moll Marqués, por su contribución a la Todos ellos, con sus trayectorias y aportaciones hacen grandes las Medallas de Oro de la ciudad. Sus ejemplos son un estímulo y un referente para todos nosotros, como sociedad y como personas, para avanzar y mejorar cada día. Finaliza hoy mi primer año completo como alcalde de Palma, un honor que continuo agradeciendo con la misma sinceridad y emoción que sentí el día de mi toma de posesión en este salón de plenos. Ha sido un año complicado, que se ha hecho largo para muchos ciudadanos, dramático en algunos casos, sin duda demasiado. No lo negaré: para mí también han sido meses difíciles. Cuando decidí embarcarme en esta aventura política sabía que la empresa no sería fácil, pero era casi imposible prever la magnitud de unos problemas desconocidos en nuestra sociedad desde hacía décadas. Ha habido días tristes, de nubes tan grandes, tan grises, que por momentos parecían instalarse para siempre en nuestro horizonte. Días tapados en que la responsabilidad y el interés general nos han obligado a tomar decisiones dolorosas, incluso alguna vez -y esto ha sido lo más difícil para mí- en contra de la palabra dada. En ocasiones me he referido al problema creciente que representa la desconexión entre la política y la sociedad civil, la distancia creciente entre la ciudadanía y sus representantes. Las causas de una cuestión tan grave son múltiples, pero una de ellas, y no la de menor importancia, es la tendencia, casi la obligación que sentimos los políticos de presentarnos ante la opinión pública como personas que no dudamos, seres infalibles, inasequibles al desaliento, que no nos podemos permitir ni siquiera pestañear ante lo que sucede a nuestro alrededor, porque tenemos una misión superior a cumplir en nombre del bien común. Esto supone un error descomunal que nos hace aparecer ante los ciudadanos como auténticos extraterrestres. Pues bien, yo he pedido disculpas cuando me he equivocado. Pero hoy os quiero confesar algo más: en este año que concluye he tenido días de desánimo. Y también he dudado. Porque las decisiones conllevan consecuencias, y las decisiones dolorosas conllevan consecuencias dolorosas. Y estas no se quedan en un papel o en unos números, sino que afectan a personas con nombres y apellidos, familias, proyectos de vida, muchos de los cuales truncados por la lacra del paro. Y créanme si les digo que cada día pienso en los que más sufren, en los más débiles, en los más expuestos al vendaval de esta crisis. Y, por paradójico que resulte, son estas personas las que me animan a seguir adelante con más ilusión que el primer día. En 2013 nos tocará gestionar un presupuesto con un 25% menos de recursos que el de hace dos años, pero los servicios sociales seguirán siendo nuestra prioridad. Les aseguro que contribuir a paliar el sufrimiento de las personas más necesitadas es la mayor satisfacción personal que obtengo, y compensa muchísimo las dificultades y los problemas del día a día para intentar hacer lo mismo con mucho menos dinero. Sin embargo, hay otro gran colectivo de ciudadanos con el que todas las instituciones públicas y sus representantes están en deuda. Es el de los hombres y mujeres que huyen de las excusas y luchan cada día para mejorar su futuro, los que son capaces de levantarse cuando caen, de sobreponerse a la adversidad, los que no esperan que otros afronten sus obligaciones por ellos. Son las personas que no invierten todo su tiempo en buscar culpables, ni consideran la protesta permanente, por muy justificada que esté, una especie de poción mágica que obrará el milagro y sanará nuestra economía. Me habrán oído decir que no me gusta quejarme de la herencia recibida. No es ni más ni menos que lo que hacen miles de ciudadanos en su día a día: mirar hacia delante, responsabilizarse de sus vidas, esforzarse y dar lo mejor de sí Ellos son el espejo en el que los políticos nos debemos mirar, para intentar devolverles el ejemplo de esfuerzo y sacrificio que nos ofrecen. Porque esta es la premisa fundamental del progreso de una sociedad. Es el afán de superación personal lo que sitúa a un país en el camino de la competitividad, entendida ésta no como una opción, sino como la única oportunidad de prosperar. Pero las administraciones no pueden ser un lastre para el desarrollo económico que impulsan los trabajadores responsables, los emprendedores entusiastas, los empresarios que arriesgan. Debemos ser capaces de modernizar, de actualizar la forma de administrar los recursos públicos. Es necesario incorporar sin demora formas de gestión donde la elección de los proyectos y los objetivos se efectúe no por criterios de oportunidad política o de presión mediática, sino por su rentabilidad social y su retorno. Así lo estamos haciendo en este Ayuntamiento. Les he hablado antes de este divorcio tan pernicioso entre política y sociedad. El gran problema, que a su vez constituye el gran reto, es que los partidos políticos han construido una lógica que es no sólo diferente sino a veces opuesta a la de la correcta gestión y el interés público. O cambiamos esto con urgencia, o serán los ciudadanos los que cambien a los políticos. Las nuevas tecnologías y las redes sociales han contribuido decisivamente al desarrollo de un fuerte individualismo en la expresión de las ideas, y las organizaciones políticas van quedando alejadas de los ritmos modernos. Incluso en una de sus funciones tradicionales, la de seleccionar las élites de gobierno o los cargos electos, las actuales estructuras se ven incapaces de reclutar personas de contrastado currículum profesional, las más capaces, las más válidas, y no sólo las más fieles. Sólo un proceso de desprofesionalización de la política puede Y no sólo eso. Las buenas formas, el respeto por el adversario, huir del insulto, la humillación o el chascarrillo fácil sobre el oponente, son premisas fundamentales para recuperar la confianza de los ciudadanos. Además, considero metafísicamente imposible que una persona dotada de un mínimo de inteligencia y sentido común esté equivocada en todos sus planteamientos. Por divergentes que sean las ideas, desde la responsabilidad siempre debería existir un espacio para explorar el acuerdo, sea en grandes o en pequeñas cuestiones. Y esto sin duda contribuiría a legitimar la clase política ante los votantes. Espero que coincidan conmigo en que este sería un buen propósito para todos en el año que estamos a punto de estrenar. Muchas gracias. ¡Feliz 2013!