“Seguir a Cristo es encontrar a los pobres

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“Seguir a Cristo es encontrar a los pobres
sobre la propia vía”
Libro de la Sabiduría (Sab.18,6-9)
“Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran
ánimo al conocer con certeza la promesa de que se fiaban.
Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables.
Pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas llamándonos a
ti.
Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas, y de común
acuerdo se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los
peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.”
Salmo Responsorial (Salmo 32)
R/. Dichoso el pueblo a quien Dios escogió como heredad.
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos;
dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Carta a los Hebreos (Hb. 11,1-2.8-19)
“Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por
su fe son recordados los antiguos: por fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia
la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como
extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob,
herederos de la misma promesa- mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos
cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por fe también Sara, cuando ya le había pasado la edad, Obtuvo fuerza para fundar un
linaje, porque se fio de la promesa. Y así, de una persona, y ésa estéril, nacieron hijos
numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo
del hombre.”
Aleluya.
Evangelio de san Lucas (Lc. 12,32-48)
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-No temas, pequeño rebaño: porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un
tesoro inagotable en el cielo, a donde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque
donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y
encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva
de la boda, para abrirle, apenas venga y llame.”
Reflexión
El hombre y la mujer en su reflexión moral siempre han visto como un
peligro de alienación riqueza. Por esto, en las religiones hay un llamado al
alejamiento de los bienes materiales con vista a la liberación y a la
realización de la persona. La pobreza que nos propone Cristo en el
evangelio no está en esta línea; no la niega, sino que la trasciende. No es
moralística ni está centrada sobre el hombre, sino sobre la persona de
Cristo. La pobreza evangélica es una consecuencia de la fe en Jesús y en
el advenimiento del reino de Dios.
Jesús mismo siendo rico se hizo pobre y predicó la pobreza no solamente
como liberación espiritual o moral, sino como condición de la Encarnación
redentora, paso necesario hacia la Resurrección y preparación de su
regreso (Flp 2,5-11; 2Cor 8,9-13). El llamado de Jesús a la pobreza está
fundamentado en su persona. Sabe y declara que con él y en él está
presente el reino de Dios. Este hecho, cuando es conocido a través del
anuncio, invita a tomar una posición, obliga a una decisión absoluta. No se
trata simplemente de escoger entre el bien y el mal ante lo que se
encuentra la conciencia en todo momento, y ni siquiera de la afirmación o
negación de Dios. Se trata de una realidad más profunda y decisiva: en
Jesús, Dios hace al hombre la suprema y definitiva oferta de la salvación, y
por esto con su iniciativa lo impulsa a tomar una decisión definitiva.
La riqueza, según Jesús, pone al hombre en el peligro más grave de no
acogerse a su venida, de no percibir la última llamada de Dios, de no
poseer aquella radical libertad del corazón y de todas sus energías que es
necesaria para la aceptación plena del reino de Dios.
Por esto él pide a aquellos que quieren acoger el reino de Dios y seguirle
más de cerca, dar como limosna los propios bienes y llegar a ser pobres
ellos mismos. El término de la donación son los pobres. El hombre para
"tener", está dispuesto a todo, incluso a derrumbar y destruir al hermano: la
donación libre y gratuita es el signo de una "inversión" de marcha. Es el
signo de la venida del reino que es "comunión de los hombres entre ellos y
con Dios" y no oposición.
Tengamos siempre presente que la lucha por el dinero es uno de los signos
reveladores más evidentes del egoísmo humano y de la división, que cada
uno y todos tenemos que ir superando.
La donación libre y gratuita de los bienes es una respuesta al evangelio; es
un acto de fe en la venida del reino y en la unidad entre los hombres por
obra de la gracia de Dios; es un acto de amor por el hombre en respuesta al
acto de gracia y de amor de Dios.
Seguir a Cristo significa encontrar a los pobres sobre la propia vía. El haber
dado de comer al hambriento, vestido al desnudo, visitado al enfermo o al
preso, será título determinante al momento del juicio definitivo. Y aquel juicio
final está ya en acto hoy, en cada una de nuestras acciones. Sólo quien
siente el hambre, la desnudez, la tristeza, la necesidad, el abandono sufrido
por los otros y hace todo lo posible para que sean liberados, es decir: se
hace voluntariamente “pobre”, es quien entra y posee el Reino de Dios.
Francisco Sastoque, o.p.
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