Domingo XIX del Tiempo Ordinario

Anuncio
Domingo XIX del Tiempo Ordinario
Estad preparados
(Lc 12,32-48)
ANTÍFONA DE ENTRDA (Sal 73,20.19.22.23)
Piensa, Señor, en tu alianza, no olvides sin remedio la vida de los pobres. Levántate, oh Dios,
defiende tu causa, no olvides las voces que acuden a ti
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el
espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida.
PRIMERA LECTURA (Sab 18,6-9)
Castigaste a los enemigos y nos honraste llamándonos a ti
Lectura del Libro de la Sabiduría
La noche de la liberación se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo al
conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los
inocentes y la perdición de los culpables. Pues con una misma acción castigabas a los enemigos y
nos honrabas llamándonos a ti. Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a
escondidas, y de común acuerdo se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios
en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.
SALMO 32,
R/. Dichoso el pueblo a quien Dios escogió como heredad
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos;
dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R/.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
SEGUNDA LECTURA (Hb 11,1-2.8-19)
Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios
Lectura de la Carta a los Hebreos
Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son
recordados los antiguos. Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a
recibir en heredad. Salió sin saber a dónde iba. Por fe, vivió como extranjero en la tierra prometida,
habitando en tiendas - y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa -mientras esperaba
la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por fe, también Sara,
cuando ya le había pasado la edad, para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo
prometía. Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, numeroso- como las estrellas del
cielo y como la arena incontable playas.
Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido lo prometido viéndolo y saludándolo de lejos,
confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están
buscando una p añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos
ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque
parada una ciudad.
Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era lo que ofrecía, el destinatario de la promesa,
del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia.» Pero Abrahán pensó que Dios
tiene poder hasta para hacer resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 24,42-44)
R/. Aleluya, aleluya
Estad en vela y estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Lc 12,32-48)
Estad preparados
Lectura del Santo evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha
tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen
a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla.
Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su
señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor,
al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá
sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un
boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo
del hombre.»
Pedro le preguntó: - «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le
respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su
servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar,
lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el
empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a
comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera
y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo
quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace
algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se
le confió, más se le exigirá. »
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, los dones que le has dado a tu Iglesia, para que pueda ofrecértelos, y transformarlos
en sacramento de nuestra salvación.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (SAL 147, 12-14)
Glorifica al Señor, Jerusalén, que te sacia con flor de harina
o bien (Jn 6,52)
El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
La comunión en tus sacramentos nos salve, Señor, y nos afiance en la luz de tu verdad.
Lectio
El evangelio habla de nuestra relación con el Señor: con la lámpara del corazón ardiendo y siempre
con la mejor disposición para servir al Maestro.
La constante vigilancia y la constante prontitud que con tanta fuerza hoy se nos inculcan, indica una
orientación viva e intensa hacia el Señor. Aunque Él esté lejano de los ojos, debe estar siempre en
nuestra mente, en nuestro corazón y también en nuestras manos servidoras.
Es en esta tensión espiritual de la esperanza como nuestra vida desde ya permanece llena de Él y
como nos preparamos adecuadamente para la plena comunión gozando de su presencia visible. En
este ejercicio no perdemos de vista que de diversas formas el Señor “ausente” continúa presente. El
Señor viene en el pan y el vino eucarísticos -su cuerpo y su sangre- , en su palabra, en los
necesitados, en sus servidores, en aquellos testigos de Jesucristo que han plasmado su imagen en el
encuentro vivo con Él.
Hay que respirar profundo el espíritu de este pasaje del evangelio y despertar para lo esencial.
Como indican las parábolas, los discípulos son servidores que permanecen unidos de manera
dinámica a Él en la fidelidad y el sentido de responsabilidad. Si esto es claro, entonces, nuestro
buen Señor podrá llegar en cualquier momento porque estamos despiertos y listos para servir a
Aquel que como Hijo del hombre se puso al servicio del mundo entero.
1. “Donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”
a). Una exhortación y una parábola de Jesús. En el evangelio de hoy (Lc 12, 32ss) advertimos
estas tres partes:
1ª. Exhortación de Jesús al desprendimiento de los bienes materiales con ánimo confiado: “no
temas, pequeño rebano –expresión típica de Lc-, porque vuestro Padre a tenido a bien daros el
Reino”. Prosigue el tema del domingo anterior: no acumular egoístamente, porque donde está el
tesoro allí quedará prisionero el corazón (vv. 32-34).
2ª. Parábola de los siervos que esperan la vuelta de su amo. El acento recae sobre la vigilancia,
tema que viene a resaltarse intercalando la parábola breve ya afín del ladrón (vv. 41-48).
3ª Explicación de la parábola a los discípulos. Jesús pasa del plural al singular, de los siervos que
esperan a su señor, al administrador de confianza, cuya fidelidad se pone a prueba con el retraso de
la venida del amo (alusión a la demora de la Parusía de Cristo). Al singularizar, se apunta
posiblemente a los responsables de la comunidad, porque al que mucho se le confió, más se le
exigirá (vv. 41-48: supresión opcional).
2. Bienes y felicidad no son equivalentes
Si es verdad, según Jesús, que donde esta nuestro tesoro allí estará nuestro corazón, también es
cierto que donde esta nuestra fe allí estará nuestra esperanza ultima. El que solamente cree en lo
tiene, se cierra el camino a la esperanza, a la solidaridad y al compartir con los otros.
a). La soledad del egoísmo insolidario.
Las cosas nos son necesarias para vivir, es cierto; pero no son la fuente de la vida ni está en ellas la
clave y el secreto para ser persona. Porque solamente el que ama y vive en solidaridad y apertura a
los demás, dándose a Dios y al prójimo, tiene vida autentica y, en definitiva, es feliz porque
entiende la vida con sabiduría. El sinsentido de la vida hace su aparición cuando el hombre se cierra
a Dios y al hermano, pues sin relación a los valores perennes que representan a Dios, Cristo y el
prójimo, las cosas y los bienes carecen de referencia que les dé un valor que en sí mismos no poseen
para la felicidad humana, como lo demuestra la experiencia.
Si no, ¿por qué hay ricos infelices? ¿Por qué el índice de suicidios es más alto precisamente en los
países más ricos y entre las clases más pudientes? La incomunicación con Dios y con los demás, la
soledad y el egoísmo, el ser ricos solo para sí sin compartir con los otros, crean desequilibrios muy
lamentables en las personas. Solamente en Dios y en amar está la vida, la plenitud, la seguridad y
las esperanzas definitivas, que no podemos alcanzar con todo el oro del mundo. Por eso en el
evangelio de las bienaventuranzas Jesús nos propuso un camino de liberación y felicidad, aunque en
clave paradójica.
¿No es verdad que conocemos poca gente feliz? Parece mentira que el hombre actual, conociendo y
teniendo tantas y tantas cosa, no sepa o no haya a prendido a ser feliz. Quizá el secreto de la
“común felicidad” que denunciaba S. Freud, esté no en lo que él lo ponía: la insatisfacción sexual,
sino en crearnos necesidades sin cuento para ser felices en medio del vacío de la humanidad, que es
vacío de Dios.
Conscientes del ahogo y asfixia que produce esta loca espiral del adquirir para tener y tener para
gastar, surgen movimientos minoritarios de contestación, protesta y “contracultura”, denunciando el
error de un ilimitado crecimiento meramente cuantitativo y la alineación que supone buscar una
imposible felicidad y plenitud basadas en el “tener” en lugar del “ser”. Por eso intentan liberarse y
romper el mecanismo frustrante de la civilización del bienestar, abriendo caminos de satisfacción
de las necesidades más propias del hombre: amar sin hipocresía, verse libre de la cárcel, invisible
pero real, que crea la dependencia de los bienes de consumo, sentir el placer y la plenitud de una
creatividad que no obedezca al mito y la ley de la eficacia, la creación y adorar al Absoluto,
buscando el Reino de Dios y su justicia, en definitiva.
b). Más que cosas, necesitamos razones para vivir y compartir.
La felicidad está dentro de nosotros y no fuera, porque es un estado de ánimo, posesión del espíritu
y realización personal. Hay gente muy feliz con muy pocas cosas. Son los que han entendido la
bienaventuranza de la pobreza efectiva y afectiva o de espíritu, y saben ser solidarios en el
compartir con los demás. Son los que se dan cuenta de que la civilización del consumismo, de la
abundancia y del desarrollo económico ilimitado da, efectivamente, medios de vida al hombre,
cosas y más cosas pero no le da razones para vivir ni puede darle la sabiduría de la vida que nos
descubre los motivos para trabajar y luchar, sufrir y gozar, esperar y amar a fondo perdido.
Jesús lo sabía hace ya muchos siglos y proclamo felices y dichosos a los pobres de bienes y vacíos
de sí mismos, que son solidarios y comparten con los demás lo que tienen, porque así están en
disposición de ser llenados por Dios y enriquecidos con los dones de su Reino. En definitiva, la
felicidad humana no consiste más que en nuestra plenitud como personas, como hijos de Dios y
como hermanos de los demás; por eso, alcanzar el pleno desarrollo humano, espiritual y material es
la vocación integral del hombre.
c). Amar en profundidad es la base de la solidaridad y del compartir.
Amar en profundidad es amar como Cristo nos amó; y en ello nos va el ser cristianos o no, el ser o
no ser felices.
Apéndicie
CATECISMO DE LA IGLESIA
La fe es garantía de lo que se espera
145: La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados insiste
particularmente en la fe de Abraham: «Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar
que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba» (Heb 11,8). Por la fe, vivió
como extranjero y peregrino en la Tierra prometida. Por la fe, a Sara se otorgó el concebir
al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio.
146: Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: «La fe es
garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Heb 11,1). «Creyó
Abraham en Dios y le fue reputado como justicia» (Rom 4,3). Gracias a esta «fe poderosa»
(ver Rom 4,20), Abraham vino a ser «el padre de todos los creyentes» (Rom 4, 11.18)
147: El Antiguo Testamento es rico en testimonios acerca de esta fe. La carta a los Hebreos
proclama el elogio de la fe ejemplar de los antiguos, por la cual «fueron alabados»
(Heb11,2.39). Sin embargo, «Dios tenía ya dispuesto algo mejor»: la gracia de creer en su
Hijo Jesús, «el que inicia y consuma la fe» (Heb 11,40; 12,2).
La esperanza nos mantiene alertas
706: Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como
fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo. En ella serán bendecidas todas las naciones de
la tierra. Esta descendencia será Cristo en quien la efusión del Espíritu Santo formará «la
unidad de los hijos de Dios dispersos» (Jn 11,52). Comprometiéndose con juramento, Dios
se obliga ya al don de su Hijo Amado y al don del «Espíritu Santo de la Promesa, que es
prenda... para redención del Pueblo de su posesión» (Ef 1,13-14).
1817: La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la
vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y
apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
«Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa»
(Heb10,23). «El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de
Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos
herederos, en esperanza, de vida eterna» (Tit 3,6-7).
1818: La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el
corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres;
las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo
desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de
la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
1819: La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene
su origen y su modelo en la esperanza de Abraham, colmada en Isaac, de las promesas de
Dios y purificada por la prueba del sacrificio. «Esperando contra toda esperanza, creyó y
fue hecho padre de muchas naciones» (Rom 4,18).
1821: Podemos, por tanto, esperar la gloria del Cielo prometida por Dios a los que le aman
y hacen su voluntad. En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios,
«perseverar hasta el fin» y obtener el gozo del Cielo, como eterna recompensa de Dios por
las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que
«todos los hombres se salven» (1Tim 2,4). Espera estar en la gloria del Cielo unida a Cristo,
su esposo:
«Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo
se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira
que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás
con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin» (Sta. Teresa de Jesús).
Descargar