Reflexión sobre el Egoísmo. Hace algunas semanas leía un artículo acerca de cómo la mayoría de nuestras supuestas obras de misericordia y de caridad o son fariseicas o están contaminadas con el egoísmo, esto me puso a reflexionar acerca de lo egoístas que somos y como somos capaces aún, de auto engañarnos creyéndonos mucho más santos, de lo que realmente somos. Vamos a comenzar con una definición de egoísmo que me parece muy adecuada en este momento; “egoísmo, es darse el gusto de complacerse a sí mismo”. Es complacerse a sí mismo en todo o en casi todo. Cuando éramos Niños teníamos la tendencia de escoger siempre el regalo más grande sin importar su contenido, ni a quien le quedara el regalo más pequeño. El problema es que llegamos a viejos y todavía seguimos pensando lo mismo, queremos la casa más grande, el carro más grande, el título más alto, no nos conformamos con un “magister” sino que queremos el doctorado, ni nos conformamos con la vicepresidencia, si podemos tener la presidencia. Piensen solo por un momento si nos acercan una bandeja que contiene un pedazo grande de torta y otro más pequeño?. Cuál de ellos tomamos, ¿teniendo en cuenta en que es, nuestra torta favorita y se nos hace agua la boca con solo verla. ¿Le dejarías al vecino el pedazo más grande en un alarde de generosidad, o solo en el caso en que estés a dieta o seas diabético y no puedas comer dulce? Existen diferentes tipos de egoísmo y quiero aprovechar para exponerlos aquí, la mayoría de ellos son “refinados” y esconden las verdaderas intenciones que tenemos al hacer las cosas. El primero que quiero analizar es el egoísmo de darse el gusto de complacer a los demás” Muchas veces, actuamos para darnos el gusto de aparentar misericordia ante los demás, allí también está “el qué dirán”, es decir cuando actuamos más pensando en lo que piensen de nosotros, que en el hacer el bien al prójimo. Damos una limosna para que nos vean, intentado que los demás piensen en lo buenos que somos. Allí, también están cosas como, sentarnos en la primera banca de la iglesia, para vean lo santo que somos o en ceder el pedazo más grande de torta para disimular. La mayoría de las obras de caridad se convierten en simples intercambios, Yo te doy algo y tú en cambio me das algo, así al dar una limosna, recibimos una recompensa inmediata, sentimos paz o se acalla nuestra conciencia, etc. Miremos ahora el egoísmo como respuesta al temor: En ocasiones somos generosos para quitarnos de encima a alguien que nos molesta o nos produce temor, recuerdo una época en Bogotá, cuando al llegar a los semáforos aparecían los limosneros pidiendo limosna con un palo en la mano, la mayoría de los conductores se mostraban “generosos” en esas condiciones. Otra posición es el temor al “infierno”, es temor nos mueve a realizar obras de caridad que seguramente no haríamos sino lo sintiéramos. Recuerdo un video donde se atemoriza tanto a los feligreses que de allí, salen corriendo arrepentidos a confesarse y realizar obras de misericordia. El acallar nuestra conciencia es otro de los egoísmos refinados que utilizamos, nos sentimos culpables de “no ser buenos”, que con las limosnas que damos, terminamos tranquilizándonos y sintiéndonos mejores personas. Este egoísmo podría ser parte de otro que utilizamos y es de “si no lo hago no me perdonaría”. Aquí cuando actuamos volvemos a pensar en los posibles remordimientos que tendríamos y no en el bien que hacemos. ¿Recuerdan el pasaje del buen samaritano?, Allí el sacerdote quien fue el que paso primero, solo pensó en que se contaminaría si tocaba un muerto y el segundo que paso, el levita pensó en como lo afectaría el ayudar al herido, por ello no actuaron. En la mayoría de los casos lo que hacemos generalmente, es en una combinación de varios tipos de estos egoísmos. Al hacer una “buena Obra”, además de impresionar al vecino, acallamos nuestra conciencia y dejamos el temor al infierno, la pregunta es “¿en quién estoy pensando cuando actuó”? ¿En mi mismo o en el que recibe my ayuda?, El diablo es tan sagaz que se mete en todo lo espiritual y cuando menos nos damos cuenta es Jesús el que nos responde “NO LOS CONOZCO” Mateo, 7, 22 Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” 23 Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; = apartaos de mí, agentes de iniquidad. Lo cierto es que la única lección que hemos venido a aprender en esta tierra es la del AMOR, como nos dice la primera carta a los Corintios en el capítulo 13: 1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. 2 Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. 3 Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La verdadera caridad se mide con el amor al prójimo que ponemos en nuestros actos y no estamos hablando de amor propio. Cada vez que realicemos un acto de misericordia la pregunta será, que tanto amor hay en ella, que tanto desinterés existe o sigo incluyendo egoísmo refinado en mis actos? Piensen por un momento en una madre que se arroja a salvar a su hijo, no es eso amor puro?, pero porque no hace lo mismo por el hijo de la vecina? Si ese es el caso, entonces empezamos a descubrir la presencia del egoísmo en este ejemplo, tal vez la madre responda es que es mi hijo o he invertido mucho en él. Cuando decimos que estamos dispuestos a morir por Jesús, o por la doctrina, pero sin embargo no estamos dispuestos a morir por el Jesús que hay dentro de cada prójimo, realmente existe un verdadero amor? Pensemos en el que da su vida por una causa, recuerdan los pilotos kamikazes que en la segunda guerra mundial dirigían sus aviones en un acto suicida, hacia los barcos como si fueran misiles, podríamos decir que les lavaban el cerebro y en un supuesto acto de amor a su patria, realizaban el acto? ¿Qué hay de errado allí? O en el soldado que se lanza encima de una granada para evitar que lastime a sus compañeros. No podemos juzgar nada, como lo pide Jesús, cada acto en sí mismo no nos dice nada de las intenciones del que lo realiza; podría ser que el que se arroja sobre la granada, esté pensando más en que no podría seguir viviendo sino lo hace, en vez de pensar en los que está salvando. Mateo 7 1 «No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. 3 ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? 4 ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo? 5 Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. Todo acto será evaluado al final por el amor que se ha puesto en él. En ocasiones pensamos que ya tenemos una pata en el cielo o que sudamos agua bendita, cuando en realidad, es que él que está a nuestro lado, lo que empieza a oler es a azufre. El día que hice una charla sobre este tema, una amiga me dijo que la había dejado con el canasto vacio, pero creo que es preferible tener conciencia de que esta vacio y no llegar al juicio final pensando que está lleno. Muchos de nuestros actos pueden ser amor propio disfrazado de Altruismo, pero es mejor empezar a ser sinceros con nosotros mismos y no auto engañarnos, pienso que Dios apreciará mejor la sinceridad egoísta que el egoísmo disfrazado. Podemos pasarnos la vida orando, predicando y anunciando el evangelio y haciendo cosas para Dios, pero si no hay AMOR de nada me vale. El Amor es un don, que nos da el Espíritu Santo, a él debemos pedirle que nos lo de, ya que por nuestros propios medios es difícil alcanzarlo.