En memoria de Oscar William Calvo

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En memoria de Oscar William Calvo: vocero de
paz y pionero de la constituyente del 91
Álvaro Villarraga Sarmiento
Fundación Cultura Democrática
El asesinato en 1985 de Oscar William Calvo constituye un caso altamente
representativo de violación a los derechos humanos, al derecho humanitario y
de crimen contra la paz de responsabilidad estatal. Aunque quedó en la
impunidad los testimonios y las circunstancias existentes revelaron el
compromiso del Ejército en los hechos, la ausencia de garantías desde el
Gobierno para los voceros de las guerrillas en tregua, ataques con
responsabilidad oficial contra personas que participaban o apoyaban las
gestiones de paz. Además, no fue un caso aislado, pues en violación al pacto de
cese al fuego bilateral con el EPL fueron atacados por las Fuerzas Militares los
campamentos guerrilleros en tregua y también asesinados otros voceros del EPL
y dirigentes políticos y sociales en distintas regiones, en represalia a su
participación o apoyo a este proceso de paz.
Es de recordar que el gobierno del presidente Belisario Betancur tras sostener
conversaciones de paz firmó en 1984 pactos de tregua bilateral con las guerrillas
de las FARC, el M19 y el EPL. Entonces, se dio a conocer en la opinión pública
Oscar William Calvo, en calidad de vocero político nacional de esta última
guerrilla, quien a la vez era integrante de la Comisión Ejecutiva del Diálogo
Nacional, emprendido en cumplimiento de estos acuerdos con amplios y
diversos sectores de la sociedad y la institucionalidad en los ámbitos nacional y
regionales.
En tal situación, Oscar William Calvo con inteligencia, especial locuacidad y
carisma difundió la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente
que introdujera una reforma democrática en el régimen político y definiera
reformas sociales, como base para que se consiguieran acuerdos de paz
definitivos. Para ello argumentó con apoyo en lo definido por el Partido
Comunista (ML), del cual era uno de sus dirigentes nacionales, que era necesario
recurrir a un plebiscito o un referendo, puesto que se estimaba que el Congreso
no estaba en capacidad de hacerlo, y que se debía precisamente recuperar las
formas de expresión de la soberanía popular. Este fue el discurso que también
asumió el EPL en tregua, bajo la comandancia de Ernesto Rojas –su hermanoy con respaldo en su vocería política, de forma que este movimiento insurgente
emprendió una campaña nacional, entre 1984 y 1985, en demanda de la
convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
Oscar William Calvo había sido un destacado dirigente político que desde la
clandestinidad se proyectó a la actividad política pública y legal. Fue director del
periódico Unión, dirigente de la agrupación política Unión Democrática
Revolucionaria y fundador de la JRC, proyectos en los que consiguió durante el
primer lustro de los años ochenta un amplio despliegue nacional e incursiones
internacionales. Sin embargo, precisamente cuando realizaba la actuación
política más relevante de su vida a instancias de este proceso de paz, fue
asesinado junto con dos jóvenes líderes de la JRC, Alejandro Arcila y Ángela
Trujillo, en Bogotá, el 20 de noviembre de 1985. A ello se agregaba la
desaparición forzada y homicidio de Fernando Lalinde en Antioquia por parte del
Ejército, otro joven dirigente de la JRC, y la tortura y asesinato de Bernardo
Franco por parte del Ejército en Urabá, vocero regional del EPL. Estos, entre
otros hechos de persecución y ataque contra personas y organizaciones sociales
que participaban en acciones a favor del logro de la paz.
El crimen de Oscar William Calvo y las demás violaciones a los derechos
humanos referidas quedaron en la impunidad. Investigaciones realizadas luego
por el abogado Eduardo Umaña Mendoza, también asesinado, y por varias
organizaciones de derechos humanos, señalaron la presunta responsabilidad del
Ejército en los hechos. Además, sobrevino la persecución contra la familia Calvo
Ocampo: su hermano Héctor -ajeno a la actividad política- fue asesinado; su
hermana Fabiola quien se desempeñaba como periodista y se había destacado
en el periódico Unión y en actividades políticas fue amenazada y tuvo que
exiliarse un largo periodo en España con su esposo y cuatro hijos; e igualmente
otros miembros de esta familia fueron perseguidos y atacados en los años
siguientes.
En tal circunstancia al final de 1985 se rompió esta tregua, de manera que el EPL
retomó las acciones guerrilleras en varias regiones hasta 1990, momento en el
cual gracias a la facilitación hecha por organizaciones civiles como la Comisión
de Convivencia Democrática y la Comisión de Notables conformadas por varios
expresidentes, se reiniciaron contactos hacia la solución política del conflicto
armado. A pesar, de que en 1987 el comandante general del EPL, había sido
capturado fuera de combate y asesinado en estado de indefensión por la Policía
Nacional, tras asistir a reuniones políticas de la Coordinadora Guerrillera en el
exterior, ése movimiento insurgente mantuvo su propuesta de que se consiguiera
el paso de las insurgencias a la vida política legal, a partir de convocar una
Constituyente que introdujera una reforma democrática en el régimen político y
se ofreciera por el Estado un marco de garantías efectivo.
De tal forma, al producirse ese mismo año la convocatoria a la Asamblea
Nacional Constituyente, gracias al movimiento estudiantil por la Séptima
Papeleta y al fallo histórico de la Corte Suprema de Justicia, se convocó una
Asamblea Nacional Constituyente en 1990 y se instaló en 1991, la cual introdujo
un significativo cambio democrático en el régimen político. En tal situación, el
EPL, junto con el M19, el PRT y el MAQL, consolidaron sus respectivos pactos
de paz suscritos con los sucesivos gobiernos de Virgilio Barco y de Cesar
Gaviria, con su directa participación en dicha Constituyente. Se agregarían luego
nuevos pactos de paz con la CRS y las MP en 1994 y con el MIR COAR en 1998.
Pero a pesar del logro de estos procesos de paz, no puede haber olvido ni
pueden cesar las demandas de esclarecimiento, justicia y reparación de las
víctimas individuales y colectivas ocasionadas. Ahora que se demandan
acciones de memoria las nuevas generaciones deben conocer que Colombia
perdió en la segunda mitad de los años 80 parte importante del liderazgo de las
principales organizaciones políticas de izquierda y de las organizaciones
sociales del ámbito popular relacionadas con ellas. Sin exageración puede
afirmarse que fue asesinada, desaparecida o desterrada parte sustancial de una
generación decisiva para los destinos del rumbo político y social del país. A los
nombres de Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, José Antequera, Carlos
Pizarro y Oscar William Calvo, se sumaron los de miles de hombres y mujeres
congresistas, diputados, concejales, alcaldes, dirigentes sindicales, campesinos,
indígenas, de movimientos cívicos y comunitarios de reconocida y decisiva
actuación en todas las regiones del país.
Al Estado, los gobiernos y la fuerza pública le caben responsabilidades directas
en lo sucedido porque esta situación fue resultado de la aplicación de la
estrategia de conformación, apoyo, connivencia o permisividad en la actuación
de los grupos paramilitares que proliferaron en este período. Actuaciones de la
fuerza pública se vieron comprometidas de forma directa, así mismo existieron
actuaciones combinadas entre entes estatales y grupos paramilitares y
actuaciones oficiales encubiertas bajo denominaciones que supuestas
estructuras paramilitares. El informe del Procurador General de 1982 Carlos
Jiménez Gómez que estableció la participación de más de 160 integrantes de la
fuerza pública en grupos paramilitares fue desatendido y el propio informe del
DAS de 1989 conocido como el Dossier sobre el paramilitarismo no llevó a
medidas en consecuencia.
Más aún, los ataques selectivos contra estos liderazgos y sectores políticos y
sociales se fueron conjugando con masacres contra pobladores rurales y en
algunos casos urbanos, tras el señalamiento de supuesta colaboración o
simpatía con las guerrillas, o simplemente por militar, simpatizar o hacer parte
del entorno social, poblacional y comunitario de organizaciones políticas de
izquierda como la Unión Patriótica, el Frente Popular y A Luchar, de forma que
se amplío el blanco de ataque contra sectores sociales y poblacionales bajo tal
tipo de señalamiento. Se agregaron entonces entre las víctimas personas y
organizaciones de derechos humanos, intelectuales y académicos progresistas,
activistas estudiantiles, periodistas y voces críticas ante tal estado de cosas.
Por tanto, hoy, a treinta años de este caso emblemático de grave violación los
familiares y amigos de Oscar William Calvo, personas y colectivos de ex
militantes amnistiados en el proceso de paz del EPL y ex militantes amnistiados
con otros pactos de paz realizados en los años 90, quienes por más de dos
décadas han desarrollado proyectos políticos, sociales y de vida en la legalidad,
en unión con varias organizaciones de derechos humanos, sociales y ONG que
promueven la paz, convocan en Bogotá, Medellín y otras ciudades a realizar
actos de recuperación de la memoria histórica de lo sucedido este caso y en
otros asociados. Convocatoria que también es apoyada por el Centro Nacional
de Memoria Histórica, el Centro Memoria Paz y Reconciliación de Bogotá DC y
el Museo Casa de la Memoria de Medellín.
Edición 473 – Semana del 20 de al 26 de noviembre de 2015
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