Cuatro razones para la esperanza y cuatro reglas para

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Cuatro razones para la esperanza y cuatro reglas para construir
futuro
Inés Artajo
Directora DIARIO DE NAVARRA
Buenos días a todos. Quiero dar la enhorabuena a Pedro J. por su
Mundo, el que cambia de piel y abre caminos. A Bieito Rubido,
colega antes en prensa regional, por la excelente marcha que
lleva su ABC en hacerse con columnistas que yo también querría
y a los que no renuncio. Y A Paco Marhuenda por los 15 años de
La Razón y que sean muchos más y con éxito-.
Y empiezo así, porque se lo merecen y por tener un comienzo
amable, porque lo que de verdad me pide el cuerpo es decirles
que vengo aquí contrariada. Con ustedes, los editores; con los
directores generales. Y por supuesto con nosotros, los directores.
Porque miren que lo hemos hecho mal. Que lo hemos hecho
rematadamente mal. Hemos conseguido casi lo imposible. Nada
más y nada menos que quitar el hábito de la compra de
periódicos. Con lo difícil que es adquirir o erradicar hábitos en la
vida. Pues en ésas estamos desde hace 15 años ni más ni menos.
Acostumbrando a la gente al gratis total. Inoculando (ya no sé si
inconsciente o irreflexivamente) un virus letal sin siquiera haber
previsto el antídoto. Mientras nosotros les hemos quitado el
hábito de pagar, otros se lo han creado, y ya hay millones de
personas que compran las aplicaciones en su móvil o iPad e
incluso compran monedas con las que seguir jugando al
Apalabrados.
Y lejos de haber reconducido ya los errores de estrategia, nos
dedicamos a dolernos e incluso a contratar a pseudo expertos
que, en vez de ayudar, se llevan el dinero por dedicarse a
describir el agua cuando nos estamos ahogando.
Pero bueno, a lo que venía es otra cosa. A compartir con todos
ustedes razones para la esperanza. A inyectarla en vena. Y a
intentar encontrar, entre todos, caminos para ver cómo nos
entrelazamos con el futuro, fusionando el mejor periodismo con
los nuevos lenguajes y los nuevos soportes.
Allá vamos. ¿Por qué creo que tenemos futuro los periódicos?
- Primero.- Porque, aunque la sangría ha adquirido tintes de
hemorragia, los periódicos seguimos conservando una
enorme masa crítica. Más de 3 millones de personas se
acercan cada mañana a los kioskos y hacen el ejercicio de
sacar del bolsillo más de un euro para compartir el relato
de la actualidad que les ofrecemos.
- Para conocer dónde hemos puesto el foco ese día cada una
de las cabeceras que, juntas, llegamos a 11 millones de
personas. (Poco menos que la suma de nuestras propias
ediciones digitales, que son gratuitas y están a sólo un
click).
- Nuestra masa crítica, nuestros lectores de papel, no son
cualesquiera ni en términos sociológicos, ni en poder de
compra ni en influencia social. Son el epicentro más
apetecible, la clase que tiene hambre de saber.
-
Con un perfil todavía algo más masculino, tienen una edad
media de 45 años, lo que nos da amplio recorrido de
acompañamiento. Se mueven entre la clase media y media
alta, justo las que históricamente sustentan las base social
de las democracias europeas y las que mueven el consumo.
La mayoría cuentan con estudios medios y superiores. Un
perfil que da esperanza: El de las personas formadas,
intelectualmente más exigentes,
que reclaman
información y están dispuestas a pagar por ella porque
perciben que detrás de nuestras páginas hay profesionales
y criterio.
- Yo vengo de Navarra, de una comunidad que encabeza el
índice de lectura en España, lo dobla. 117 navarros de cada
mil habitantes compran periódicos todos los días, un índice
que se acerca a la media europea (140) y del que
esperamos no apearnos. Ni hablar.
Y los diarios aún guardamos otro tesoro. El de los lectores más
fieles. Los suscriptores. Permítanme que abra un paréntesis para
mi periódico. En nuestro caso, 1 de cada tres ejemplares que
vendemos son suscripciones. Personas que abren la puerta cada
mañana y se encuentran su periódico en el felpudo. Porque sí,
se lo subimos hasta la puerta de su piso. Que nos pagan un año
por adelantado, sin saber siquiera cómo les vamos a sorprender
cada mañana.
Con este capital que seguimos teniendo, ¿Cómo no vamos a
esforzarnos? ¿Cómo no vamos a luchar y mantener la ilusión?
Voy con un segundo argumento.
-
Tenemos futuro porque los periódicos aportamos marca. Y
los lectores asocian a cada cabecera sus atributos, que son
muchos y granados. Les damos certidumbre, conocimiento,
cercanía, criterio,
crédito, complicidad, contexto,
confianza, calidad, curiosidad.
La marca discrimina,
prestigia, imanta, enlaza. Representa saber quién me está
diciendo qué en cada momento frente a la confusión de las
fuentes que campa a sus anchas en el mundo digital.
Y la marca no se improvisa. Se construye a lo largo de décadas,
incluso de más de un siglo para muchos periódicos. Y aunque
suene paradójico porque hablamos de presente y, sobre todo de
futuro, la marca de los periódicos es la esencia que queda hoy
del buen hacer del pasado y por eso es la llave maestra que sigue
abriendo millones de hogares para las noticias. Y también, que
en este foro no se olvide, de la publicidad.
De hecho, la marca es uno de nuestros principales imanes para
atraer a esos millones de lectores del mundo digital por los que
tenemos que luchar para que sean el relevo en nuestras
cabeceras. Porque lo importante es que lean nuestro relato de la
actualidad. Que escojan la mirada que cada uno de nosotros
aporta para ofrecer luz sobre la representación diaria de la vida.
Nos lleguen al papel, al ordenador, a las tablets, al móvil o a
cualquier nuevo soporte.
3) Dejen ahora que arrime el ascua a lo que me es más cercano,
los periódicos regionales. Por cierto, a los que representan la
mayoría de ustedes.
¿Por qué tenemos futuro? Les desgrano una tercera razón.
- Porque un periódico regional crea comunidad. Nuestras páginas
trenzan un lazo de pertenencia a un espacio vital. Somos
vertebradores de un territorio social, de una geografía humana.
Mucho más que los políticos y, a veces, que las instituciones
porque resultamos menos partidistas. Porque los ciudadanos nos
perciben más cercanos. Sienten que conectamos de lleno con
sus problemas e inquietudes y que nuestro trabajo es darles voz.
¿Por qué creen que la viuda de Lou Reed prefería, hace unas
semanas, publicar el obituario del rockero universal en un
periódico local de los Hampton, en NY? Pues sin duda porque
quería despedirle no del mundo sino de sus vecinos, de su
comunidad.
¿Por qué el oráculo de los inversores Warren Búffett sorprendió
a todos comprando 63 periódicos locales norteamericanos hace
un año y desde luego con afán de ganar dinero?
Él mismo lo explicó cuando dijo: “En las ciudades donde existe
un sentido muy fuerte de comunidad no hay institución más
importante que el periódico local”.
¿Por qué Jeff Bezos, el creador de Amazon acaba de comprar el
Washington Post en la era del declive de los periódicos? ¿Lo
saben?
Yo tampoco… (pero estoy segura de que nos
enteraremos pronto)
Y vuelvo. Los periódicos regionales aportamos proximidad.
Nosotros acercamos el foco de nuestro trabajo a la calle con el
teleobjetivo más potente de toda la galaxia periodística. El de la
cercanía. Ahí somos imbatibles. Por conocimiento del terreno,
porque tenemos los recursos para patearlo y vocación y voluntad
de cumplir ese pacto con el lector.
Un pacto con
ciudadanos que demandan informaciones
contrastadas, certeras, exactas. Algo que obliga a elevar mucho
el listón de nuestro trabajo porque nuestros lectores casi
siempre son testigos directos del relato que compartimos.
Y hay ocasiones en que lo compartimos hasta el extremo. Miren,
el otro día, por ejemplo, murió en accidente de tráfico la
directora de un instituto. Todos los días recorría la misma
carretera comarcal para ir a dar clases. Al trenzar sus datos
biográficos para elaborar la noticia de su muerte descubrimos
sobrecogidos que pocos meses antes habíamos publicado una
carta que ella misma nos había enviado para que le ayudáramos
a denunciar el estado de la vía en la que luego se dejó la vida.
¿Creen que si no fuéramos el referente de las preocupaciones
de nuestros lectores, si no existiera confianza en el periódico,
sería posible esa hilazón y esa complicidad?
Y, ojo, lo hacemos con independencia porque la cercanía no
puede, no debe ser ni componenda ni silencio.
El lector de los periódicos de proximidad es también
doblemente exigente. Un lector que nos demanda por igual
información sobre el drama de Filipinas que análisis sobre la
deriva de su comunidad.
Porque los periódicos regionales no renunciamos a que nuestros
lectores tengan una información completa. Y eso nos da un
blindaje que sirve también de cortafuegos a la entrada de lo que
ustedes llaman prensa nacional y que nosotros llamamos prensa
de Madrid. Vuelvo a mi tierra. En Navarra, todos mis
compañeros de Madrid, venden juntos, el 7% de los periódicos.
El resto del mercado es nuestro, de la prensa regional.
Me voy a detener en una razón más.
¿Por qué tenemos futuro los periódicos?
Porque un periódico sigue siendo un producto global. Y, como
todos tenemos interiorizado, el periódico da certezas, jerarquiza,
analiza y contextualiza, discrimina, discierne y clasifica la
información de una manera ordenada. La tierra orbita de
memoria hace millones de años, ya lo sabemos, y que el mundo
es un caos también, pero a nosotros los periodistas nos toca
bailar sobre él y ordenarlo para el lector.
Pero es que además un diario es, cada día, una sorpresa. Los
lectores quizás no sabemos qué queremos en un periódico, pero,
cuando nos lo dan, lo reconocemos a la primera. Es lo que
podríamos llamar la relevancia inesperada.
Y en esta tarea encontramos ventajas donde otros sólo ven
debilidad. Por ejemplo, en la limitación de espacio. En internet
cabe todo. Es un océano infinito que a veces hace perder la
perspectiva. En el papel, sin embargo, hay que elegir y aportar
criterio. Y en tiempos acelerados y con gran necesidad
informativa, destacar lo importante y eliminar el ruido de lo
superfluo tiene un enorme valor.
Vamos ahora a algo esencial para que, a través de nosotros, la
sociedad confíe en sí misma. Los periódicos seguimos siendo los
que, con análisis y opiniones contrastadas, espoleamos en los
lectores el sentido crítico y también los que
mejor lo
canalizamos. Las redes sociales pueden hacer lo mismo, sí, pero
hoy de forma más desestructurada y anárquica.
Un periódico sigue siendo una excelente plataforma para que la
sociedad controle al poder, sea político, sea económico o de
cualquier otro tipo. Control férreo para espolearlo en su
quehacer. Para evitarle las tentaciones de excesos. Para no
dejarles hueco a la autocomplacencia.
-------------------------------------------------------------------------------------Y ahora me gustaría acotar los raíles sobre los creo que vamos a
tener que circular si queremos conservar el tren del futuro. El
camino no está planificado. Pero algunas reglas están claras.
Todo estamos en que el futuro, además del papel, tendrá un
centro de gravedad digital, y en ese nuevo sistema planetario,
seguirán cohabitando otros múltiples soportes. Los que ya
conocemos y muchos más. Porque seguro que algunos de ellos ni
siquiera están hoy en la cabeza de los más jóvenes de Silicon
Valley.
- Ahora bien, regla número uno, en papel o digital, el futuro
será de pago o no será. Ya erramos todos hace más de una
década cuando decidimos regalar nuestro producto,
nuestro valor. No repitamos el fiasco. Pongamos precio a
nuestro producto. Todos. Llamémosles muros de pago,
diques o esclusas.
Pedro J, yo admiro que seas un buque rompehielos al plantear
modelos de negocio, Pero, ojo, que sean precios razonables (y
no de saldo) para no malvender lo que tanto nos cuesta.
Y el de la AEDE es un foro para trabajar juntos por este objetivo.
Porque si no es éste, ¿qué otro lugar de encuentro existe?
-
Eso sí, regla número dos, mantener modelos de pago exige
ofrecer valor para que te compren. Por eso debemos
reforzar nuestra apuesta por el talento. Los periodistas
hemos sido y somos sus gladiadores en la batalla por la
audiencia. Vivimos tiempos terribles de EREs y recortes que
diezman las redacciones. Pero piensen que los
profesionales no se improvisan. Y que si queremos dar la
batalla de los contenidos, la batalla decisiva, necesitamos al
mejor ejército. Una redacción debe atesorar especialistas
con sentido crítico. Equipos donde se enseñe y donde se
aprenda. Donde se tomen y se respalden decisiones
arriesgadas y donde se intercambien, se limen y se
perfeccionen ideas y proyectos.
Una redacción moderna debe ser un gran laboratorio de ideas,
un think tank de proyectos periodísticos, una red donde atrapar
y pescar los cambios sociológicos que navegan bajo la superficie.
Adelgazar las redacciones en extremo será una solución fácil
para la crisis, pero mañana lo pagaremos.
Y cuando haya que tomar alguna medida, que ojalá no más
porque creo que ya están todas, por favor no hagamos ERES
fijándonos en las canas o a las arrugas (que no es otra cosa que
mirar a las nóminas más altas) porque el tesoro de una redacción
es la convivencia de hasta tres generaciones. Se necesita savia
joven que refresque y empuje, se necesita la templanza que da
la madurez y no puede faltar la voz de la experiencia, que es la
que da el criterio y la fortaleza para mantener el pulso frente a
las presiones.
- Renovar el papel de radical independencia del periodismo
es la regla número tres.
Porque hoy, en tiempos de desafecciones y de escepticismo
general, los periodistas NO hemos quedado ajenos al desgaste.
La calle nos ve demasiado cercanos al poder y eso desangra
nuestra credibilidad. No hay cáncer mayor para esta profesión
que saber de antemano qué posición va a tener un periodistaopinador sobre cualquier tema,( sea cual sea), por sus simpatías
políticas. No hablo de mantener equidistancia, pero sí de que un
periodista tan solo tiene que estar atado a su profesión. También
aquí nos jugamos el futuro.
- Es cierto que la nostalgia no nos va a resolver el mañana. Y
que hay que empeñarse en rastrear nuevas soluciones ante
los nuevos escenarios.
Pero regla número cuatro,
ahuyentemos el fatalismo. El duelo se contagia. Y hay un
montón de apocalípticos dispuestos a explotarlo e incluso
con el dinero que ustedes les pagan. No confíen en quienes
no ayudan.
Busquemos a quien aporte modelos de negocio, a quienes
apuesten por estrategias para vivir, a quien crea en el
periodismo y, sobre todo, a quien trabaje por hacerlo rentable.
Necesitamos desarrollar equipos:
- que sepan conectar los valores esenciales del periodismo con
los de los nuevos lectores de la red,
- que construyan puentes para extender el apetito informativo y
crítico a nuevas generaciones,
- que logren visualizarnos como referentes de la fiabilidad, de la
ética, de la indignación ante los abusos,
- que inventen plataformas, soportes, formatos con horizontes
de sostenibilidad.
Y eso NO lo van a hacer los expertos en el desaliento.
Y precisamente en este apartado, quiero dirigirme a los
anunciantes. En un mundo de audiencias cada vez más
segmentadas, los diarios aportamos la mayor capilaridad para
extender su mensaje.
No crean a esos gurús que cierran rotativas de antemano. Los
periódicos tienen hoy más influencia que nunca. Empresarios,
políticos, directivos, profesionales, gente normal, que es la que
consume sus productos, quieren salir cada día en nuestras
páginas. Los que estamos aquí podemos dar fe de ello.
Y, por último, una reflexión –humilde- desde los que llegamos
desde la periferia: sumemos fuerzas. Miren, la desafección de la
audiencia penetra también por las brechas que dejan las riñas
internas en la profesión. No demos espectáculo.
En ese afán por querer colocar nuestro producto primero, se nos
va la mano. Las guerras periodísticas, tan españolas, son hoy más
peligrosas que nunca porque fortalecen a los que viven de las
miserias ajenas y debilitan a las grandes marcas y su reputación.
Disputemos la noticia y el enfoque, pero no descalifiquemos al
rival a todas horas, incluso cuando lo hace bien. Porque no sólo
zaherimos a la mancheta -y a sus profesionales y a nosotros
mismos- sino también y, sobre todo, a la libertad de sus lectores.
En fin, son cuatro razones para la esperanza y cuatro reglas para
el futuro. Un futuro que estoy absolutamente convencida de
que existe y de que, además, sabremos encontrarlo.
Gracias.
-
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