Fénix de los ingenios

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Fénix de los ingenios
Kotepa Delgado
Si aún fuera válido el calificativo que dieron a Lope de Vega en el Siglo de Oro, bien
podríamos decir, guardando la distancia y el espacio, que Miguel Otero Silva fue
nuestro Fénix de los Ingenios, el que abordó todos los géneros literarios dejando en cada
uno las huellas de su maestría.
Nosotros creemos que de no haber sido por las numerosas distracciones que le
acarreaban su dinero y su periódico, Miguel hubiera sido quizá el escritor más destacado
en América.
En el verso humorístico Miguel sólo cede ante Aquiles Nazoa, superando a Job Pim por
la acabada factura del verso aún cuando el Jobo era más chispeante. Andrés Eloy, el
cuarto en discordia, a pesar de ser el gran poeta del Canto a España y del Canto a los
hijos y a la madre, no logró plasmar en la cuartilla humorística el caudal de ingenio que
derrochaba en su conversación. Las pocas veces en que Andrés Eloy asistió a las
reuniones semanales de El Morrocoy Azul no había sesión de trabajo porque el poeta
agarraba la palabra y durante dos horas mantenía embelesado a su auditorio.
También Miguel, aunque peroraba relativamente poco, se convertía en astro-rey de las
reuniones con sus amigos por el uso del chiste oportuno, la salida inesperada, el
calificativo certero y su risa ronca y contagiosa.
Con el humorista venezolano con quien más se vinculan Miguel y su estilo, es con
Carlos Arvelo, señor del humorismo en el siglo pasado. Tenía dinero y vivía
opíparamente, al igual que Miguel y hasta fue presidente de la República por varios
meses. (Su estilo era algo así con el de Rodrigo Caro en las Ruinas de Itálica traducido
al idioma de la guasa).
Las Sinfonías Tontas de Miguel, con ser muy buenas, no llegan a superar el Teatro
para Leer de Aquiles porque las notas explicativas rompen la unidad de tan estupendos
versos. El Responso al Grupo Viernes, los sonetos y las imitaciones de Quevedo y
otros, junto con muchos de los cuartetos de Las Celestiales, son gloria imperecedera de
Miguel Otero Silva.
En prosa no fue tan excelente como en verso pero hay episodios de Cuando quiero
llorar no lloro , que hubieran envanecido a cualquier humorista mundial.
Última aclaratoria
Hay un dicho griego que dice: Ni los dioses pueden modificar el pasado .
José Ramón Medina, José Carta, Omar Pérez y Jesús Sanoja Hernández, de opiniones
muy respetables, han lanzado en diversas ocasiones la versión de que Miguel Otero
Silva fue el iniciador y fundador de El Morrocoy Azul . No por bombo sino por
respeto a la verdad histórica, junto con Carlos Irazábal, gran intelectual y flamante ex
embajador, hemos desmentido tal aserto.
Si algún antecedente tuvo El Morrocoy fue en el Semanario Petróleo que publicaron
en Maracaibo a raíz de la muerte de Gómez el que esto escribe y Juan Bautista
Fuenmayor, Elio Montiel, Olga Luzardo y Espartaco González. Aquel tabloide de ocho
páginas y a locha fue un éxito periodístico sin precedentes, alcanzando gran autoridad
política y enorme acogida popular en los estados Zulia y Falcón y en las poblaciones
andinas más cercanas a Maracaibo.
Petróleo contenía varias secciones humorísticas redactadas por este servidor y
presentaba la particularidad de que todos sus avisos eran de deliciosa guasa, escritos por
el estudiante Ludovic Durán quien después se pasó hasta llegar a ser uno de los
principales abogados de la Gulf Oil.
Durante nuestros destierros en Bogotá analizamos muchas veces a Petróleo con el
gran periodista que fue Víctor Simone De Lima y planeamos repetir esa hazaña en
Caracas, pero con un tabloide hecho todo en el más fino humorismo, a diferencia de
Fantoches de humor burdo y de muchas páginas. Cuando en 1940 regresamos del
exilio, Carlos Irazábal y éste su siempre amigo afectísimo. Fundamos una Publicidad,
llamada Eclerc y trabajamos durante todo el año 1940 en conexión con la Publicidad
ARS, dirigida con su altura característica por nuestro inolvidable compañero del 28,
Carlos Eduardo Frias. Cansados de trajinar con avisos, resolvimos cambiar la
Publicidad en una Editora de periódicos populares. Lo primero que abordamos fue el
Semanario Humorístico. Convocamos a Víctor Simone De Lima, a Pardo, a Yépez (los
dos grandes caricaturistas de la época) y no recuerdo si a Claudio Cedeño y Manolo
García Maldonado, realizando dos o tres reuniones preparatorias en el consultorio dental
del también notable humorista Gabriel Bracho Montiel. (La insigne Helena, su viuda,
puede atestiguar esto porque ella presenció todas las reuniones).
Contratamos una imprenta que quedaba frente al Colegio Santa María , cerca de la
esquina de Velásquez, propiedad de un señor Arenas y su asociado.
El nombre que habíamos escogido era Mujiquita , que también garantizaba el éxito,
porque era el más popular y picaresco de los personajes de Gallegos.
Cuando ya íbamos a salir, se presentó Miguel en nuestras oficinas de Ibarras a Pelota, y
nos propuso asociarse a la empresa, cosa que nosotros aceptamos de buen grado, así
como su propuesta de que en vez de Mujiquita lo denomináramos El Morrocoy
Azul .
Salimos al aire en los primeros días de marzo de 1941, agotándose los 4.000 ejemplares
en una sola mañana. Luis Jerónimo Pietri, ministro del Interior de López Contreras
pensó muy sanoja hernández mente que eliminando a Miguel se acabaría
automáticamente El Morrocoy, y esa misma mañana lo detuvieron y embarcaron en
avión en calidad de confinado en su nativa ciudad de Barcelona.
El siguiente número del Morrocoy lo imprimimos en la imprenta de Fantoches, con gran
agrado de Leo y de Guindo, su administrador. Pero los 15 mil ejemplares de esa semana
volaron materialmente y tuvimos que hablar con Edmundo Suegart y Ramón David
León propietario de La Esfera, quienes accedieron a que utilizáramos su rápida y
potente rotativa.
De los excelentes colaboradores que logramos posteriormente sólo Andrés Eloy escribió
varios muy buenos artículos. También colaboraron desde el primer momento los
insignes actores cómicos Rafael Guinand y Antonio Saavedra.
De los excelentes colaboradores, los primeros números los hicimos a base de grandes
reportajes humorísticos en primera y última página. Una gran historieta cómica, el
Bachiller Mujiquita de Simone De Lima, nos ayudó bastante.
A los dos meses, cuando López Contreras entregó el mando a Medina, Miguel fue
autorizado a regresar a Caracas y lo recibimos con la grata noticia de que estábamos
vendiendo cuarenta mil ejemplares.
Se incorporó Miguel como jefe de Redacción y desde entonces su gloria humorística
creció como las sombras al declinar el sol.
©El Nacional
24-08-1986
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