Ventanas abiertas - Universidad de Zaragoza

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Heraldo de Aragón l Martes 31 de marzo de 2015
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ŢŢ I La Ley de Transparencia de Aragón, aprobada por consenso,
constituye un paso muy positivo para acercar la Administración a los ciudadanos y debe ser la oportunidad para crear un nuevo modelo de gestión pública
Por José María Gimeno Feliu
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Santiago Mendive
Ventanas abiertas
TIEMPO DE PACTOS
Y DE VERDADES
VITICOR
LAS Cortes de Aragón aprobaron
el martes pasado la Ley de Transparencia de Aragón. Una excelente noticia por varios motivos. El
primero, que es una ley aprobada
por consenso de los distintos grupos políticos, lo que demuestra capacidad de acuerdo en una materia de tanta trascendencia. Un
ejemplo de política al servicio de la
ciudadanía. Otro motivo es que esta ley, tan necesaria, sin duda es
más avanzada que la ley estatal
aprobada en 2013, al incorporar
más derechos y garantías, en un intento de hacer de la transparencia
una seña de identidad en la gestión
pública. Por último, porque, aunque pueda criticarse el retraso en
su aprobación –debería haber sido
una de las principales normas ya
en los años ochenta–, el momento
es claramente oportuno, pues viene a dar respuesta efectiva a una
de las principales demandas de los
ciudadanos, que solicitan cada vez
más y mejor información y que
postulan una mayor participación
activa.
Con esta ley –y con el portal
puesto ya en funcionamiento por
el Gobierno de Aragón– se trata de
‘abrir la ventanas’ para que la ciudadanía pueda comprobar cómo y
por qué se toman las decisiones
públicas. Y, desde esa base, solicitar explicaciones o pedir responsabilidades.
Pero lo importante de esta norma –y sus principios– es que con
ella se aspira a promover una nueva cultura de la transparencia como hecho diferencial. La transparencia no es una carga para la Administración, sino uno de los principales medios de garantizar su legitimidad democrática.
El Portal de Transparencia es el
instrumento sobre el que descansa la ley, pues sin información no
puede haber transparencia. Portal
que debe contener información sobre la organización administrativa
(y empresas públicas, fundaciones,
consorcios, etc.), el personal público y sus retribuciones, el currículum de las personas que desempeñan puestos clave (e información
relevante para detectar conflictos
de intereses), cómo y a quiénes y
con qué importe se adjudican las
subvenciones públicas; los contratos públicos adjudicados (incluyendo necesidad de los mismos,
importes, modificaciones, empresas adjudicatarias…), inventario de
bienes y propiedades públicas….
Pero una ley como esta, para su
efectividad, exige la convicción de
todos los titulares de los poderes
públicos, que deben adoptar una
verdadera estrategia que les permita liderar un nuevo modelo de
gobernanza pública, que tenga por
objetivo la rendición de cuentas.
La información debe ser accesible,
actualizada, comprensible y manejable. Y debe servir para que sea la
propia Administración la que, tras
el análisis de los datos, adopte las
decisiones oportunas para mejorar
o corregir deficiencias, pues esa es
la seña de identidad del compromiso con el interés público y la intrínseca vocación de servicio. La
función del Consejo de Transparencia será clave, pues del mismo
depende que la transparencia no
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se utilice como arma política, para
lo que deberá actuar con neutralidad e imparcialidad.
Pero también es necesario que
los ciudadanos, de forma responsable, se comprometan con este
nuevo modelo de gestión pública,
usando sus mecanismos activamente y, sobre todo, exigiendo que
se materialice el espíritu de la ley,
más allá de la mera formalidad.
Como política pública, la transparencia es, insistimos, rendición
de cuentas y exige un cambio de
actitudes para reforzar la confianza entre instituciones y ciudadanos. La transparencia no es una
moda que pasará. Debe ser uno de
los paradigmas sobre los que reformar nuestro modelo de organización y actividad administrativa, para implantar (de acuerdo con el Libro Blanco sobre la Gobernanza
Europea aprobado en el año 2001
por la Comisión) la denominada
buena gobernanza, que se debe
sustentar en los siguientes principios: apertura, participación, responsabilidad, eficacia y coherencia.
Por último, la transparencia debe servir para limitar prácticas
clientelares y supuestos de corrupción. Pero para esto último no será suficiente. Además de una nueva educación en el valor de la integridad, son necesarias reformas estructurales muy importantes, sobre todo en el campo de la contratación pública, que es el principal
teatro donde analizar –y reflexionar sobre– la función y el efecto de
la trasparencia, y donde se prodigan la mayoría de los casos de corrupción. Ojalá podamos dar cuenta pronto de esas necesarias reformas.
José María Gimeno Feliu es catedrático
de Derecho Administrativo
de la Universidad de Zaragoza
LLEGA, llegará la hora de los pactos. El momento de la prueba del algodón, la confirmación de la diferencia que se establece, con
frecuencia, entre lo que unos se cansaron de
transmitir en campaña y lo que realmente
harán, lamentablemente después de que los
ciudadanos hayan depositado su voto. Nadie
quiere pactar con nadie a priori, es una pregunta molesta que siempre sortean de manera monótona los partidos en España: «Salimos a ganar». ¿Pero qué harán? La primera
disensión ha surgido en Andalucía. La líder
de Podemos en la Comunidad, Teresa Rodríguez, recorrió los platós y los pueblos blandiendo sus tres argumentos innegociables
para sentarse en una mesa con Susana Díaz
y facilitar su investidura: los desahucios, la
reducción de altos cargos y la responsabilidad subsidiaria de las formaciones en casos
de corrupción. Ahora, Iglesias contesta que
ya veremos. La política española, tan alérgica a la transparencia, se enfrenta a una oportunidad y, a la vez, a una asignatura pendiente: desarrollar un compromiso con los ciudadanos mucho más allá de la relación automática del voto. ¿Qué hará usted si gana? ¿Y
si no gana? ¿Qué partidos son sus probables
aliados de viaje? ¡Cuánto les cuesta!
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Ramón J. Campo
El fiscal
francés
EL fiscal de Marsella Brice Robin ha demostrado que Francia
no es España. La comparación
del accidente de los Alpes con
el del Yak-42 es odiosa, pero
ayuda a recordar que en 2003
España nunca le llegó a la suela de los zapatos a Turquía, cuya Fiscalía facilitó la información de los 30 muertos no
identificados. Ahora el Ejecutivo de Rajoy también tiene mucho que aprender de la justicia
francesa. El fiscal concedió
una histórica rueda de prensa
a los tres días del suceso a medios de todo el mundo, después de dar explicaciones primero a los familiares de los fallecidos en un encuentro modélico. Un familiar zaragozano
que se encontraba allí, Eduardo Ruiz Bosch, agradeció la
manera de ser informado por
el fiscal y el trato de las autoridades francesas, porque la verdad allana muchas horas de
duelo y dolor, como las que sufrieron los familiares de los
militares del Yak. Mientras el
fiscal francés compareció
«con las lágrimas a punto de
estallar» para compartir la in-
formación con los ciudadanos,
en 2003 la Audiencia Nacional
española escondió la versión
del caso del Yak de los forenses turcos. El equipo de la
Guardia Civil dispuesto para
hacer las pruebas de ADN no
salió hacia Trabzon aquel 26
de mayo de 2003 y el equipo
médico español, integrado por
un general y dos oficiales, fue
condenado por falsificar 30
identificaciones, después de
un calvario de seis años. En esta ocasión, agentes de la Guardia Civil y de la Policía han tomado el ADN a los familiares
antes de que salieran hacia
Marsella. Forenses de Francia,
Alemania y España colaboran
sin las prisas de los políticos
detrás, sino en busca de la verdad. Los familiares han vuelto
con la idea de que los restos de
los suyos tardarán en volver
un mes o un mes y medio,
cuando todos sean identificados, no la mitad y deprisa y corriendo para un funeral maldito en la base de Torrejón, como en 2003. Aquel mes de mayo, Turquía se prestó a concluir las identificaciones de los
militares españoles, pero España se negó por sus prisas y
mintió a sus ciudadanos sobre
la identidad de los fallecidos,
así como no contribuyó a esclarecer la gestión del alquiler
del avión ucraniano Yakovlev.
Ahora Francia devolverá los
restos cuando concluya la
identificación y los familiares
ya saben la causa del siniestro
gracias a un fiscal francés.
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