Explotación, jubilación y rebeldía

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Explotación, jubilación y
rebeldía
Francisco Pineda
I
La Sexta Declaración de la Selva Lacandona inscribe la explotación en la raíz de la insurgencia
zapatista: “nuestra pequeña historia es que nos
cansamos de la explotación que nos hacían los
poderosos y pues nos organizamos para defendernos y para luchar por la justicia”.
En esta proclama, destinada a extender una
nueva página de la historia, la explotación es la
clave desde el primer apartado, “De lo que
somos”.
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A continuación, “De cómo vemos el
mundo”, los zapatistas nos dicen: el capitalismo
es el que está más fuerte ahorita, se basa en la
explotación de los trabajadores y también hace su
riqueza con despojo. Además de servir para comprar y vender, el mercado también sirve para
esconder la explotación de los trabajadores. En el
mercado vemos mercancías, pero no vemos la
explotación con las que se hicieron. La globalización neoliberal es una guerra de conquista de
todo el mundo, elimina y desprecia a los que no le
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sirven y quita las leyes que no lo dejan hacer
muchas explotaciones.
Igualmente, los zapatistas observan que los
explotados de cada país no se conforman sino
que se rebelan, resisten y no se dejan ser eliminados. Hay también una globalización de la
rebeldía.
todos ellos y en todo el país. Y cuando decimos que
todos los explotados de México también estamos
hablando de los hermanos y hermanas que se han
tenido que ir a Estados Unidos a buscar trabajo
para poder sobrevivir”.
En este sentido, podemos asumir que la
lucha contra la explotación es la raíz y la razón de
“De cómo vemos a nuestro país que es
México”: el salario que se paga es una miseria, no
importa el precio de los productos que necesita el
pueblo trabajador. La gran explotación se impone
a los niños y muchos mexicanos tienen que dejar
su patria para buscar trabajo en Estados Unidos,
donde los explotan, los persiguen, los desprecian
y matan.
En nuestro país hay luchadores sociales,
hombres y mujeres que toda su vida se la han pasado luchando por el pueblo explotado.
“Vamos a seguir luchando por los pueblos
indios de México —expone el EZLN—, pero ya
no sólo por ellos ni sólo con ellos, sino que por
todos los explotados y desposeídos de México, con
la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y le
da contenido anticapitalista a la Otra Campaña.
“Cualquier palabra que esté inscrita en un
movimiento anticapitalista en contra de la explotación es la que queremos escuchar”, explicó el
Subcomandante Insurgente Marcos, el 9 de agosto pasado, durante la primera reunión preparatoria de la Otra Campaña. La Sexta plantea una
concepción de la realidad —explicó posteriormente—, una idea de lo que es el mundo y el país.
Esta idea es también una toma de posición: esto
soy en este lugar, en este tiempo, con esta experiencia.
Compañeros, los zapatistas nos han convocado a una gran movilización con estas palabras:
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“Suponemos que comparten parte o la totalidad
de esa idea sobre el mundo, el continente y el
país, y agregan la de su respectivo horizonte... el
reconocimiento de la explotación, el desprecio y
la represión, así como el reconocimiento de otras
resistencias y rebeldías”.
La marcha de los explotados se empieza a
organizar, se forman ya los primeros contingentes y se escucha el rumor de la otra tormenta...
“Y a fuerza de sumar nuestras debilidades, seremos los más fuertes del mundo, de la historia y
de las luchas de la razón”, arenga el EZLN, recuperando palabras del poeta salvadoreño Roque
Dalton.
Recordemos también que la rebeldía de los
trabajadores del Seguro Social, la dignidad de una
lucha por las generaciones venideras de trabajadores, fue el contexto del comunicado zapatista, Después de la tormenta viene... la “otra” tormenta,
difundido en octubre pasado.
Desde ahí, en seguida expondré algunas consideraciones acerca de la importancia que tiene
asumir plenamente las ideas zapatistas y tomar
posición ante la explotación y el despojo de las
jubilaciones y pensiones.
II
Si queremos obtener un litro de agua en el mercado, primero pagamos y luego lo consumimos.
Así sucede también, por ejemplo, si queremos obtener un servicio de salud. Primero cotizamos al IMSS o al ISSSTE y luego recibimos la
atención médica.
Pero el capitalista, primero explota al trabajador y después de una semana, de quince días o un
mes, paga el salario. Primero consume la fuerza de
trabajo, después la paga.
Ese es un mecanismo conocido por todos y,
también, sabemos que el consumo anticipado de
la fuerza de trabajo no funciona como crédito.
En el sistema salarial, el capitalista no paga
intereses por consumir la fuerza de trabajo anticipadamente.
Si, por el contrario, alguno de nosotros
quiere consumir un producto pagando después el
precio correspondiente, entonces debe pagar un
costo adicional, los intereses del crédito. El
explotador, no.
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En este sistema, el trabajador es un vendedor
de su fuerza de trabajo en desventaja.
Tal situación —que el trabajador vive diariamente— será más desfavorable con los años.
En la edad mayor, es tratado como mercancía de
desecho; en este sistema, sólo cuenta en tanto se
consume en el proceso de trabajo. Y, debido a
ese mecanismo de salario diferido, el capitalista
desprecia y deprecia al trabajador de mayor
edad.
En el capitalismo, la fuerza de trabajo es una
mercancía especial. Pero esta helada realidad, sin
embargo, tiene consecuencias candentes, pues la
explotación se ejerce sobre personas, no sobre una
determinada capacidad del trabajador. Quienes
padecen la explotación son los trabajadores, hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos, ancianos y
sus familiares. Así, la explotación invade todos los
ámbitos de la vida.
La fuerza de trabajo es la única mercancía
que tiene la capacidad de generar un nuevo valor,
un valor excedente, en el proceso de trabajo.
Necesita, a su vez, un tiempo para formarse o
habilitarse; un tiempo de descanso para reponer
su desgaste; un tiempo para reproducirse a sí
misma y, por lo común, vive un periodo mayor, la
vejez. Todos esos tiempos diversos, con sus necesidades propias incluyendo a su familia, son
indispensables para que exista la fuerza de trabajo en el mercado. Lo que determina la magnitud
de su valor como mercancía es, por tanto, la cantidad de trabajo necesario para su producción y su
reproducción, desde que se forma en el vientre,
hasta que vive sus últimos días.
Si consideramos, entonces, lo que los explotadores deben pagar como salario es la magnitud
de valor necesario para la producción y reproducción del trabajador y su familia, desde la gestación
hasta los últimos días. Ese sería el salario si correspondiese al valor de la mercancía fuerza de trabajo. Pero sabemos que el explotador viola
permanentemente el valor de la fuerza de trabajo,
la consume pagando después y menos de lo que
vale1.
Es más, en el sistema jurídico capitalista, una
parte de la remuneración del trabajador ni siquiera
se reconoce como salario, sino que se le llama de
manera especial, no salario sino “prestación”.
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Así —como por arte de magia— las personas y las cosas aparecen exactamente al
revés. El explotador, quien primero consume y
luego paga sin intereses, aparece como “prestador”. Y el explotado, quien primero dio a consumir su fuerza de trabajo sin recibir los
intereses correspondientes al anticipo, aparece
como receptor de una “prestación”. Luego se
dirá —como bien sabemos— que por recibir
esa “prestación”, el trabajador, el explotado, es
un “privilegiado”.
En este sistema capitalista, el explotador es
presentado como dador y el explotado es presentado como “privilegiado”, con el fin de dividir,
aislar y reprimir su lucha de resistencia El mecanismo, que permite realizar cotidianamente de
ese movimiento de dominación, reside en la
forma del salario.
La forma del salario borra toda huella de la
división de la jornada laboral entre trabajo necesario y plustrabajo, entre trabajo pagado y trabajo no pagado. Bajo la forma del salario, escribió
Marx, todo trabajo aparece como trabajo pagado
y “sobre esta forma de manifestación, que vuelve
invisible la relación efectiva y precisamente
muestra lo opuesto de dicha relación, se fundan
todas las nociones jurídicas tanto del obrero
como del capitalista, todas las mistificaciones
del modo capitalista de producción y todas sus
ilusiones de libertad” 2. Esa forma salarial oculta
también el pago diferido.
¿Qué sucede si consideramos las jubilaciones y pensiones no como “prestación” sino como
salario diferido?
Puesto que el patrón es quien consume la
fuerza de trabajo, es el patrón quien debe pagar
el valor íntegro de la fuerza de trabajo. El explotado no tiene porqué poner ni un centavo, todo el
valor de esa mercancía debe pagarlo quien la
consume.
El sistema de pago diferido de salarios tiene
otras agravantes.
1. Establece diferencias entre los explotados, puesto que la inmensa mayoría de los trabajadores del campo y la ciudad no recibe el pago
de la parte del salario que corresponde a jubilaciones y pensiones. En esta medida, el sistema de
explotación capitalista se funda en el despojo de
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una masa enorme de salarios no retribuidos, que
se quedan en el bolsillo de los patrones como
ganancia.
2. Una parte del salario diferido, la que va a
parar a los fondos de jubilaciones y pensiones,
funciona como capital especulativo en las cuentas bancarias que operan los estafadores públicos y privados. El salario así retenido rinde
beneficios, pero no al trabajador sino a los
explotadores, y luego de un tiempo simplemente
desaparecen los fondos. El despojo, la estafa
financiera, multiplica los efectos de la explotación.
3. Con las políticas neoliberales, adicionalmente, se está produciendo un movimiento capitalista mundial para incrementar la edad de
jubilación. Si consideramos esta medida desde el
punto de vista del trabajador, globalmente, equivale al incremento de la jornada de trabajo sin retribución. Al aumentarse la edad de jubilación se
reduce en años el tiempo de descanso. Esto significa que se reduce el tiempo de vida que el trabajador tiene y debe tener para sí y para su familia, en
la edad mayor.
Tengamos presente, también, que el valor
de la fuerza de trabajo, su desgaste, aumenta al
aumentar el tiempo durante el cual funciona y en
proporción mayor que éste. Pero, además, que
ese consumo mayor por el aumento de la edad de
jubilación no se paga como tiempo extraordinario, como años extra. El capitalista sólo paga
con el desprecio a la edad y la muerte prematura
debida al desgaste excesivo de la fuerza de trabajo.
Asimismo, al aumentarse la edad de jubilación artificialmente, por decreto, se incrementa la
oferta de mano de obra y, por consiguiente, el
salario real tiende a bajar todavía más. La competencia que se genera de ese modo entre los trabajadores, pone al capitalista en condiciones de
reducir el precio de la fuerza de trabajo, y la baja
de este precio le permite, a su vez, prolongar aún
más el tiempo de explotación.
“De esta suerte se constituye, primero esporádicamente y luego, poco a poco, de manera fija,
un precio de venta de la mercancía anormalmente
bajo, precio que a partir de ahora se convierte en
fundamento constante de un salario mísero y de
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una jornada laboral desmesurada”3. La persecución y la violencia complementan este dispositivo capitalista.
En todos esos aspectos el capitalismo opera
conjuntamente como un sólo mecanismo de
explotación, despojo, desprecio y violencia, destruyendo la vida de millones de trabajadores y sus
familias. Del desastre y de la muerte, que el neoliberalismo exacerba, los explotadores hacen un
negocio.
En la actualidad, la catástrofe neoliberal se
ha “naturalizado” a tal grado que difícilmente
podemos recordar que la jubilación debiera significar júbilo. Al fin de cuentas, como dijera un viejo
en el siglo XIX, las canas representan la dignidad
de la vida.
Compañeros: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional nos convoca a engrosar las filas
de la rebeldía en la Otra Campaña. Asumamos el
reto que significa reconocer la explotación, el
despojo, el desprecio y la represión. La Sexta
Declaración de la Selva Lacandona nos emplaza
a que hagamos nuestra historia en la resistencia y,
pues, a organizarnos para defendernos y para
luchar por la justicia.
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Notas:
1. La intensificación del trabajo, la prolongación de la jornada
y la expropiación de parte del trabajo necesario para reponer el
desgaste configuran un modo de producción fundado exclusivamente en la mayor explotación del trabajador. En los tres
mecanismos la característica esencial está dada por el hecho de
que se le niega al trabajador las condiciones necesarias para
reponer el desgaste de su fuerza. En términos capitalistas,
estos mecanismos significan que el trabajo se remunera por
debajo de su valor, y corresponden, pues, a una superexplotación del trabajo. Al respecto: Ruy Mauro Marini, Dialéctica de
la dependencia. (www.marini-escritos.unam.mx)
2. Carlos Marx, El Capital, t. I, Capítulo XVII “Transformación del valor (o, en su caso, del precio) de la fuerza de trabajo
en salario”.
3. Carlos Marx, El Capital, t. I, Capítulo XVIII, “El salario por
tiempo”.
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