José Ángel Hoyos Perote - CEIP Cuevas del Castillo

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José Ángel Hoyos Perote
Vidas Maestras 2012 / José Ángel Hoyos Perote
L
os que cumplíamos los sesenta después del 31 de agosto de 2011
quedamos excluidos de la jubilación LOGSE y, con ello, de la
correspondiente ayuda económica. Había que seguir currando un
poco más… ¿Hasta cuándo? Pese a que por mi trabajo no estaba “quemado”, había decidido poner el contador hacia atrás. Dos
hechos me lo pusieron a cero en tan solo un par de días. Primero, porque no se iba a cubrir
la plaza de mi compañero Fernando de la Torre, por lo que tendría que hacer doble trabajo;
y, después, porque nadie me garantizaba hasta cuándo podríamos acogernos a la jubilación
anticipada. En noviembre de ese año hice mi último servicio (un año después me reafirmo
rotundamente en la decisión). Atrás quedaban casi cuarenta años que difícilmente puedo
resumir aquí, pero agradezco esta iniciativa que me brinda la posibilidad de contar un poco
de mi vida de MAESTRO.
Nací en Helguera de Reocín en 1951, el Día de los Difuntos, un día como otro cualquiera
para nacer, aunque sea una contradicción entre la vida y la muerte. Era el segundo hermano
de cuatro; los dos más pequeños, Antonio y Satur, también hoy maestros. Mi padre trabajaba
de administrativo en el Ayuntamiento de Reocín y junto con mi madre atendía el bar-tienda
del pueblo, además de unas vacas de leche. Todo era necesario para sacar adelante a la familia en unos tiempos siempre difíciles, bastante más que ahora. Vivíamos en el epicentro del
pueblo, en la plaza en donde estaban la iglesia, el lavadero y la bolera.
A los cuatro años comencé la escolaridad, no oficial, acudiendo a las clases de doña Ascensión, en donde tomé contacto con el ábaco y con los pizarrines. Y a los seis, a la escuela de
los mayores. A la de niños, naturalmente, con patio diferente al de las niñas y con el maestro
don Tomás Mateo, un hombre que en los cuatro años que estuve con él me dejó una huella
imborrable. Nos preparaba para realizar las pruebas de Ingreso en el Instituto de Torrelavega, y, en mi caso, posteriormente, también de Primero de Bachillerato. No era plan, y mis
padres, haciendo un notable sacrificio que en aquellos momentos uno no sabía valorar, me
llevaron al viejo Colegio de la Paz, aunque luego estrenara el nuevo construido un poco más
arriba. Mi estancia en ese colegio estuvo marcada por las luces y las sombras. Las luces me
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Cartilla de Escolaridad en la Escuela de don Tomás Mateo Real, en mi pueblo de Helguera de Reocín (1958).
dejaron los buenos recuerdos y los buenos amigos; las sombras me obligaron a tomar la decisión de abandonarlo y acudir al Instituto Marqués de Santillana. Allí recuperé la autoestima
y el placer por las matemáticas (con don David). No volví a suspender nunca más y tomé
contacto con el baloncesto y el balonmano gracias a la labor de los profesores Carmelo Oria
y José Luis Martín de Jorge.
Aprobada la reválida de 6º, me matriculé en la Normal de Santander. No había muchas
posibilidades de elegir estudios, pero lo hice a sabiendas de que la profesión me gustaba: el
ejemplo de don Tomás, las clases particulares que daba para sacar alguna perrilla y, quizás
sin saberlo, también los genes. En 1897, un paisano del pueblo dejaba en su testamento el
mandato de construir una Escuela de Instrucción Primaria. Para atenderla llegó, desde un
pequeño pueblo vallisoletano, mi bisabuelo Román Perote, que terminó formando familia
aquí. En 1920 estuvo de maestro en ella el escritor Manuel Llano, que tuvo buena relación
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Arriba izquierda. Equipo de balonmano de Magisterio,
en el patio de la Aneja. Yo, a la izquierda. A la derecha,
Isidro Iruzubieta, segundo entrenador (1971).
Arriba derecha. Primer nombramiento, como
Provisional, de 15 de marzo de 1974, en el Colegio
José María Pereda de Torrelavega, plaza que no llegué
a ocupar por estar cumpliendo el Servicio Militar en
Artillería en Las Palmas de Gran Canaria.
con mi otro bisabuelo, Manuel Hoyos, un hombre de letras que era secretario del Ayuntamiento de Reocín.
De mi paso por la escuela de aprendices de maestro tengo poco que decir. No recuerdo que
allí aprendiera nada y lo que intentaron enseñarme de poco me sirvió en mi vida de docente. Destacar tres notas: la pensión, los deportes y las prácticas. De nuevo un gran esfuerzo
de mis padres para facilitar mis estudios me proporcionó residir en una pensión en la calle
Cádiz; con el paso del tiempo, Josemari y Fina se convirtieron en mis segundos padres. Mi
afición al balonmano me llevó a entrenar al equipo femenino de Magisterio y a arbitrar
partidos a nivel regional; también hice mis pinitos en el equipo de voleibol de Magisterio.
El año de Prácticas en el Colegio Círculo Católico, el tercero de la carrera, resultó muy importante en mi formación, rotando cada mes con un maestro, entre los que quiero recordar a
Emilio Ibáñez y Juan Álamo. Tampoco puedo olvidar que ese año ya cobraba casi cinco mil
pesetas al mes. Mi primer sueldo.
Acababa la carrera en el 72 y el año con mal pie: me quedaba fuera del Acceso Directo por
31 milésimas y en el Servicio Militar me destinaban a África. Pero dicen que “Dios aprieta
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Arriba izquierda. Con los alumnos de la
Escuela Unitaria de Aés (Puente Viesgo)
en 1976, mi primer destino definitivo, en
donde estuve cinco bonitos años, con Josefa
García de los Salmones, “Fuca”, como
excelente compañera.
Arriba derecha. Con los maestros y
maestras de las unitarias de los cinco
pueblos del municipio de Puente Viesgo
tras una reunión (estoy a la derecha). Las
maestras, cuando se abrió la concentración
de Vargas, se quedaron en los pueblos con
los alumnos de 1º y 2º.
Abajo. Siempre fui tutor de Octavo en el
Colegio Cuevas del Castillo de Vargas, al ser
el encargado de los Viajes de Estudios. En
la foto, con los alumnos del curso 1982-83.
pero no ahoga”, comenzando a trabajar de contratado en el Colegio Menéndez Pelayo de
Torrelavega y haciendo la mili en Canarias, librándome del Sahara. En ese tiempo, por renuncia de una compañera, accedí al Cuerpo de Maestros, eligiendo como destino definitivo
la Unitaria de Aés. No puedo olvidar mi primer día, a primeros de octubre de 1974, recién
licenciado de la mili. Camino de la escuela, en mi nuevo Seat 133, paré en casa de Blanca a
recoger las llaves. Allí me abordó una madre que me dijo que en la puerta estaba su hijo, que
le atara una rueda de molino al cuello y lo tirara al río. Evidentemente no lo hice, pero creo
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Arriba izquierda. Después de comprar cinco
ordenadores, con la ayuda de la Asociación de Padres, y
de poner en marcha el Aula de Informática, participé en
el curso de formación del Proyecto Atenea celebrado en
Gijón en el verano de 1994.
Arriba derecha. En la bolera del Colegio Cuevas
del Castillo, con los alumnos de la Escuela de Bolos
perfectamente uniformados para la competición. La
bolera fue construida en 1981 con la ayuda de los padres
e inaugurada por los mejores equipos del momento,
Santa María del Sel (de mi pueblo de Helguera) y
Construcciones Rotella.
Abajo. Abriendo el paso, a la salida de la plaza de toros
de Mijas en el Viaje de Estudios de 1996 a Andalucía.
que en ocasiones lo pensé. El primer año me hice cargo de los ocho cursos de niños, pero al
siguiente, superada la prueba, mi compañera “Fuca” accedió a repartir los cursos y me quedé
con los niños y niñas mayores. Me quedaba en la casa del maestro, encima del aula, y tras la
merienda los alumnos volvían para hacer las tareas, jugar al ajedrez (campeones provinciales)
y a las damas.
Se rumoreaba la inminente construcción de la concentración escolar, y junto a mis compañeros Antonio Espeso (Puente Viesgo), José Luis Polanco (Hijas), Luis Oruña (Vargas) y
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Arriba izquierda. Equipo ÑQM (¡Ño, qué maera!)
de maestros de Vargas y Pesués en un Viaje de
Estudios: Luis Oruña (delante) y, de izquierda a
derecha, Paco Setién, José Antonio Prada, Enrique
Lago, yo y Mauri Ruiz.
Arriba derecha. Escrito oficial que nunca hubiera
querido firmar mi siempre amigo Enrique, en el
que se me comunicaba la supresión de mi plaza de
Vargas. Un escrito igual también lo recibió Luis
Oruña. Éramos, curiosamente, los dos maestros más
antiguos del municipio.
Abajo. Recibiendo una placa de padres y alumnos
en mi despedida de Vargas. Un homenaje sencillo
y sincero: “en agradecimiento a tus 25 años con
nosotros”. Me emocioné.
Enrique Lago (Las Presillas) comenzamos a realizar actividades tendentes a las relaciones y
conocimiento entre los alumnos de los cinco pueblos del municipio: los Juegos del Ahorro
(especie de olimpiadas) y excursiones, incluso un primer Viaje de Estudios a Salamanca.
Hubo problemas por la ubicación del colegio, finalmente construido en Vargas. No podíamos esperar más. A primeros de octubre de 1979, con la ayuda de los padres, cargamos con
los encerados y pupitres de las unitarias y nos instalamos en el nuevo colegio, nombrando
director a José Luis Polanco (a mí me tocó ser secretario por ser el más joven) y aprobando
nuestro primer Reglamento de Régimen Interior.
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Izquierda. Con los compañeros del Colegio Cuevas del Castillo tras la comida de despedida en Arce, en
donde me regalaron un reloj con la grabación: “Colegio Cuevas del Castillo - 1999 - ÑQM”.
Derecha. Trabajando las frutas con mis “polluelos” del Colegio María Blanchard. Falta Antonio “Azul”, un
grandullón especial, afectado por la meningitis, que me dejó una huella imborrable.
Hablar del Colegio Cuevas del Castillo es hablar de toda mi vida profesional. Era mi segunda
casa y siempre me sentí muy a gusto con niños, padres y compañeros. Éramos una gran familia y el ambiente era excepcional, lo que te motivaba para realizar interesantes actividades
porque te sentías siempre respaldado: festival de Navidad, Carnaval, excursiones, publicaciones de los alumnos o el álbum de la mitología de Cantabria, cuando casi pierdo el pulgar
en la cizalla preparando el cromo de un inventado ser mitológico denominado “Birríos”, en
honor a los dos ríos, Pas y Pisueña, que se juntan muy cerca del colegio. Con algunas de ellas,
como la Informática, los Bolos y los Viajes de Estudios, me sentí especialmente vinculado.
Envenenado en los cursos del ICE por la incipiente llegada de la informática, trasladé la
inquietud a mis compañeros, y en el año 1992 compramos el primer ordenador para la
secretaría. Les daba clases en la hora de la Exclusiva, yo sentado frente al “bicho” y ellos de
pie mirando. En tan solo dos años montamos un aula y entramos en el Proyecto Atenea. Me
congratula saber que la semilla prendió porque Enrique supo coger el testigo tras mi marcha.
También con la ayuda de los padres construimos una bolera, poniendo en funcionamiento
la Escuela de Bolos, llegando a ganar un año la Liga Escolar Infantil. Desgraciadamente su
vida fue efímera, aunque la bolera allí continúa. Los Viajes de Estudios ponían fin a muchos
años de estancia en el cole, camino del Instituto. Desde comienzos de curso se preparaban
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Contando la historia
de Miguelito, un
niño que quería jugar
a los bolos y como
sus padres no se los
podían comprar se
los pidió a los Reyes
Magos. En el viejo
aula de Madera de
Ser, en La Albericia,
año 2001.
con ilusión eligiendo el destino, desmenuzando el programa y recaudando fondos, con cuotas, rifas y lotería que nunca tocó. Compartirlo con los alumnos del Colegio de Pesués me
dio la oportunidad de formar con sus maestros el equipo ÑQM, un equipo insuperable. Con
el fin de recaudar fondos y recuperar las tradiciones perdidas, en 1980 preparé a los alumnos
para cantar Las Marzas por sus pueblos, y también me enorgullece saber que la actividad se
ha perpetuado.
Siempre tenía en el horizonte el traslado a Santander, pero no era fácil ni el cuerpo me lo
pedía. Pero otros lo hicieron por mí. En 1996 me “expropiaron” mi plaza, aunque el papel
oficial pone “suprimida”. Nacía la ESO, trasladaban a los alumnos al IES de Castañeda… y
a la calle, con la misma titulación o más que los que se quedaban. Nunca entendí la actuación
de la Inspección y tampoco la de los sindicatos. Nos metieron un buen gol a los maestros y
perdimos muchas plazas. Tampoco entendí que los alumnos estuvieran mejor atendidos en
el instituto.
Los padres también pensaban lo mismo y durante tres cursos paralizaron el exilio de sus
hijos, permaneciendo allí como Provisional, ¡con 25 años en el municipio! Suprimido, concursé y me asignaron un aula de 1º en el Colegio Público María Blanchard de Santander.
Solamente estuve un año, pero la experiencia fue muy positiva pues tuve que reciclarme por
completo después de tantos años con alumnos mayores. Nunca leí más cuentos, nunca estuve más relajado en el aula y nunca sentí, como allí, la satisfacción de ver cómo tus “polluelos”
comenzaban a leer y escribir en tan solo unos meses.
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Diploma del Congreso Mundial Juegos Tradicionales y Salud Social celebrado en Aranda de Duero (2009), en el
que expuse el Proyecto Educativo Madera de Ser a participantes de los cinco continentes.
En 1999 nuestra Comunidad recibió las transferencias de Educación, y desde la Federación
Cántabra de Bolos, con mis compañeros Fernando de la Torre y Enrique Torre, solicitamos la puesta en marcha del Proyecto Educativo Madera de Ser, con el objetivo principal de
hacer llegar a los escolares las cuatro modalidades de bolos practicadas en Cantabria. En
junio del 2000 se inauguraban las instalaciones de La Albericia y en enero del año siguiente
comenzaba la actividad. Después de once cursos, Madera de Ser atendió a casi sesenta mil
participantes. Además de conocer a muchos docentes y tratar con tantos alumnos, también
pude difundir la experiencia formando parte de la Asociación Europea de Juegos y Deportes
Tradicionales. Una experiencia enriquecedora e inolvidable y una gran satisfacción por poder
permitirme conjugar mis dos grandes vocaciones: los niños y los juegos tradicionales.
Pero todo tiene un final. A los que empiezan, especialmente a los que esperan oposiciones,
como mi hijo Adrián, un poco de paciencia y mucha ilusión y entrega cuando se les dé la
oportunidad, que tarde o temprano les llegará. Recibir ahora un saludo de un antiguo alumno es una satisfacción impagable. Solamente por eso, ¡merece la pena ser MAESTRO!
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