Ópera en Francia Alcina en Versalles El Festival de Händel en Versalles deslumbró con una Alcina que no se olvidará pronto. Christophe Rousset a la cabeza de Les Talents Lyriques retomó con gusto una obra que conoce bien, porque la ha interpretado en repetidas ocasiones (como la recordada de febrero del 2003 en la Cité de la Musique en París también con Karina Gauvin como Alcina). Su orquesta tuvo un buen desempeño de un lado al otro de la partitura, que inició con una abertura de ritmo rápido e inesperado “algo triste” pero en sintonía con el drama (se omitió el coro de celebración final previsto por el compositor). Nueve años después, la voz de Karina Gauvin es más satisfactoria, más consistente y cremosa para ampliar un papel que le es ideal. La soprano canadiense supo transmitir con una voz suave, casi blanca y delicada a veces con cuerpo y vehemente, los sentimientos de una Alcina amorosa, doliente y conmovida. Si esto fuera poco, sus da capo provocaron escalofríos. El Ruggiero de Ann Hallenberg impresionó aun más. Sus arias fueron un virtuoso y espectacular tour de force que culminó con un grandioso ‘Sta nell’Ircana’. Entusiasmó con los recitativos, generalmente aburridos para el público, porque en cada palabra o inflexión tuvo pasión y ardor, así como sutiles expresiones que hicieron que su personaje fuera eminentemente creíble. Con una aria en cada acto la Bradamante de Delphine Galou se mostró como fiera antagonista de la maléfica Alcina, lista para recuperar a Ruggero, como en la destacada y resonante aria ‘Vorrei vendicarmi’ con voz de fuego. El punto débil del elenco fue la soprano Mónica Piccinini, quien a pesar de una prestación honesta mostró los límites de su voz ante la insolencia vocal de los demás. Como su amante Oronte, el tenor Emiliano González Toro adornó su personaje de un timbre cálido y aunque algunas notas agudas estuvieron ausentes su rendimiento fue muy apreciable. Por último, la soprano española Erika Escribá como Oberto y el bajo barítono Olivier Lallouette, Melisso cumplieron un trabajo satisfactorio. por Ruggero Meli Arabella en París En la Opéra Bastille vimos a la gran Renée Fleming en espléndida madurez, bien rodeada por Julia Kleiter (Zdenka), Joseph Kaiser (Matteo, con algún agudo rígido), Doris Soffel y Kurt Rydl (los padres), Iride Martínez (Fiakermilli, muy musical aunque de voz algo reducida) y excelentes comprimarios, más un Mandryka a veces demasiado simplón y zafio (Michael Volle). Muy buena la dirección de Philippe Jordan, a veces algo fuerte y notable el desempeño de la orquesta. La producción de Marco Arturo Marelli es la mejor de cuantas le he visto, destacando por su simplicidad y buen gusto aunque a veces se pierda un poco de “espíritu vienés”, y un muy buen trabajo con los artistas. por Jorge Binaghi septiembre-octubre 2012 Renée Fleming como Arabella en París Foto: Ian Patrick Hyppolite et Aricie en París En la Opéra Garnier los coros e instrumentistas del Concert d’Astrée a las órdenes de Emmanuelle Haïm se lucieron mucho aunque la propuesta de la directora sigue siendo sobre todo formal y nunca parece ir al fondo de las cosas, incluso en una partitura que le es muy afín como Hyppolite et Aricie de Rameau. El espectáculo de Ivan Alexandre, creado en Toulouse y reelaborado para la escena parisina, es muy bello y poco teatral, y nos retrotrae a los telones pintados y las pelucas (nada en contra, pero sí hay algo más que ilustración: decepcionante la escena en el Hades). Entre los cantantes destacaron Stéphane Degout como Teseo y Sarah Connolly (Fedra), tanto por canto como por actuación. En este segundo aspecto poco pudieron hacer los protagonistas, un Topi Lehtipuu excelente como siempre, pero en el que por primera vez resultaron evidentes las limitaciones en el grave, y una Anne Catherine-Gillet de más volumen pero más tensión en el agudo que otras veces. Del, como de costumbre, numeroso elenco destacaron Aurélia Legay en diversos papeles, y Jaël Azzaretti (un Amor simpático y bien cantado), y sólo hubo que lamentar la voz opaca y algo estridente de Andrea Hill como Diana. En ambas funciones las salas a rebosar decretaron un triunfo para ambos espectáculos. por Jorge Binaghi pro ópera Le nozze di Teti e di Pelleo en Rennes Llego a Rennes porque tengo una cita con Rossini en Nápoles y con Spinosi de una obra poco ejecutada, una cantata escrita en 1816 por Rossini basada en un tema mitológico. De inicio JeanChristophe Spinosi y el Ensamble Matheus ofrecieron la Sinfonía 82 de Haydn, una obertura ideal para este matrimonio, juguetón y rítmico, y cuando Spinosi es Spinosi, es tiempo de divertirse, ya que baila con la partitura y va creciendo el ambiente festivo en el teatro. Sin intermedio, y sin tarima para los solistas y el coro, comenzó el preludio de la cantata, de manera ligera, rítmica y tan italiana como uno pudiera imaginarse. Hace su entrada el coro y la orquesta con vestidos multicolores para las mujeres y trajes para los hombres, dan inicio a la fiesta, porque se trata de un casamiento, el de Teti y Pelleo, y con ese ambiente de celebración continuó su curso la cantata. Foto: Agathe Poupeney Jean-Christophe Spinosi dirigió la cantata rossiniana pro ópera septiembre-octubre 2012 Foto: Edouard Brane Hyppolite et Aricie en París Se presentaron cinco jóvenes solistas, frescos, con espíritu y con sentido del escenario. No fue necesario entender cada palabra del libreto, ni era necesario conocer al pie de la letra todas las óperas de Rossini para disfrutar, como alguna vez lo hiciera el rey de Nápoles. La actuación de los solistas y la música de Rossini hicieron su trabajo. Fue entretenida, cautivadora y estuvo repleta de arias, recitativos, ensambles y coros. Peleo (Sébastien Obrecht, tenor) y Teti (Marlène Assayag, soprano) estaban felices por su matrimonio pero temerosos de su futuro. ¿Estarían las furias dispuestas a arruinar todo? Sí, pero Júpiter (Xavier Mauconduit, tenor), Juno (Marianne Delacasagrande, mezzo-soprano), Ceres (Camille Poul, soprano) y otros dioses más descendieron del Olimpo para ahuyentar a los espíritus malignos y dejar que la joven pareja fuera feliz. El coro afirmaba con sus cantos esta celebración. Fue una fiesta exitosa de buen canto, de ligero y un poco irónico bel canto, que fue matizado con vigor y precisión por la orquesta, y los solistas repitieron el furioso final antes de retirarse. Grazie, Signor Rossini! por Suzanne Daumann