REVISTA ANUNCIOS TOTUS TUUS “CENACULO EUCARÍSTICO” Consolar y Acompañar en Adoración al Santísimo Sacramento con el Rezo del Santo Rosario, Santa Misa y Sacramento de la Reconciliación Los primeros Viernes de mes 19 a 21 horas Capilla del Colegio Maria Auxiliadora, Zona 9 Voluntaria Parqueo interior, ingresando sobre la calle A Fecha: Hora: Lugar: Ofrenda: Ñ AR SACERDO L I B U TA OJ L ACADEMIA MARIANA Todo lo que un católico formado debe saber sobre la Virgen María; según la doctrina de la Iglesia “DAR RAZÓN DE NUESTRA ESPERANZA” Enseñanzas 2010 Adoración al Santísimo Sacramento, Rezo del Santo Rosario y Enseñanza. Fecha: Hora: Lugar: Ofrenda Todos los Martes de Mes de 9 a 12 horas Sede Centro Mariano Q50.00 mensuales st es n Do s oles de EDITORIAL Apostoles de los DOS CORAZONES Centro Mariano REGNUM MARIAE lo s Apo RAMA SEGLAR DE LA FAMILIA DE LOS CORAZONES TRASPASADOS DE JESÚS Y MARÍA C orazo GUATEMALA Capellanía: Monseñor Guillermo Flores Coordinación General: Gonzalo Agudelo Maira Prado Coordinación Impreso: Colaboradores: Norma de López Carlos López M. Ramiro Mac Donald, Silvia de Mac Donald Centro Mariano REGNUM MARIAE: Edif. Torre Cristal 6 calle 5-28 Zona 9 Oficina 103 Tel.: 23 39 16 70 Pag. Web: www.regnummariae.org Correo Electrónico: [email protected] www. corazones. org Si usted desea colaborar con una ofrenda, puede hacerlo en el Banco Agromercantil, Cuenta N0. 49-0059891-9 a Nombre de: Centro María Reina SAN MAXIMILIANO KOLBE DESDE EL CORAZÓN DEL PAPA DESDE EL CORAZÓN DE LA IGLESIA ¡Amen a la Inmaculada! María es modelo perfecto para sacerdotes "el 'sí' de María es la puerta a través de la cual Dios ha podido entrar en el mundo, hacerse hombre. Así María está realmente y profundamente involucrada en el misterio de la Encarnación, de nuestra salvación. Y la Encarnación, el hacerse hombre del Hijo, era desde el inicio lo que realizaba el don de sí; al donarse con mucho amor en la Cruz, para hacerse pan para la vida del mundo. Así este sacrificio, sacerdocio y Encarnación van juntos y María está en el centro de este misterio". Al hablar luego del pasaje evangélico en el que el Señor desde la Cruz deja a María como Madre de todos los hombres en el Apóstol Juan, que podría considerarse como prefiguración de todos los sacerdotes y que "desde ese momento la recibió en su casa", Benedicto XVI subrayó que esta acción "significa introducirla en el dinamismo de la entera y propia existencia –no es una cosa exterior– y en todo constituye el horizonte del propio apostolado". "Me parece –continuó– que ha de comprenderse por ello cómo la peculiar relación de maternidad existente entre María y los Dialogo de San Maximiliano con sus frailes. Domingo, 10 de enero de 1937 presbíteros constituye la fuente primaria, el motivo fundamental de la predilección que nutre por cada uno de ellos (los sacerdotes). María los prefiere por dos razones: porque son más similares a Jesús, amor supremo de su corazón; y porque también ellos, como Ella, están comprometidos en la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo". "Por la propia identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre", añadió. El Concilio Vaticano II, dijo luego el Papa, "invita a los sacerdotes a mirar a María como el modelo perfecto de la propia existencia, invocándola como 'Madre del sumo y eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles, Auxilio de los presbíteros en su ministerio'. Y los presbíteros –dice el Concilio– 'deben entonces venerarla y amarla con devoción y culto filial'". Refiriéndose después al Cura de Ars, el Pontífice resaltó como este santo sacerdote amaba repetir: "Jesucristo, luego de habernos dado todo aquello que podía darnos, nos hizo incluso herederos de lo más precioso que tenía, es decir a su Santa Madre". "Esto vale –concluyó el Papa– para todo cristiano, para todos nosotros, pero de modo especial para los sacerdotes. Queridos hermanos y hermanas, rezamos para que María haga que todos los sacerdotes, en todos los problemas del mundo de hoy, que sean conformes a la i m a g e n d e s u H i j o J e s ú s, dispensador del tesoro inestimable de su amor de Pastor bueno. ¡María, Madre de los sacerdotes, ruega por nosotros!" DESDE EL CORAZÓN DE LA MADRE ADELA Juan Pablo II, sacerdote con la cruz sobre sus hombros, caminó con la cruz a cuesta la larga senda de la historia del siglo XX. Conoció de forma personal, familiar, sacerdotal, pastoral, eclesial y mundial, la hora de la cruz, del dolor, de la agonía. Cuando la palabra no podía pasar del corazón a los labios en su último domingo de Pascua aquí en la tierra, cuando se despidió con una lágrima, bendiciendo al mundo con un silente pero elocuente gesto paterno. Cuando supo hacer de su lecho un altar y de su agonía una ofrenda… Cuando viendo a la ventana que por 27 años escuchó un constante eco: “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo” y otra lágrima se deslizó en su mejilla... Cuando Dios le concedió la gracia de terminar su peregrinación aquí en la tierra pronunciando su último “Amén” y así muriendo tal como había vivido…. Cuando nos daba su último testimonio sacerdotal, proclamaba ardientemente lo que asumió con amor y responsabilidad el día de su ordenación: ser otro Cristo, amando y haciendo en todo la voluntad del Padre y la humanidad. Madre Adela Fundadora de la Familia de los Corazones Traspasados de Jesús y María. Una dulce velada navideña --Joselka, de mucha fama en Polonia -- está entreteniendo a los cientos de frailecitos de Niepokalanow. Sólo un grupo de voluntarios prefiere rodear al P. Kolbe en un encuentro confidencial. Es el domingo 10 de enero de 1937. -- Queridos hijos -- comenzó el P. Maximiliano como envuelto en un halo de dulzura y de estremecida emoción --. Ahora estoy con Uds. Uds. Me quieren y yo los quiero. Yo moriré y Uds. quedarán. Antes de abandonar este mundo, deseo dejarles un recuerdo. --Uds. me llaman Padre Guardián y hacen bien, porque lo soy. Me llaman P. Director y está bien, porque dirijo las publicaciones. Pero, ¿qué más soy? Soy el Padre de Uds., Padre más verdadero que el les ha dado la vida física. Por mi medio Uds. han recibido la vida espiritual, la vida divina, la misma vocación religiosa, ¿verdad? --¡Oh! Sí, ¡es la verdad! Sin Ud., Padre, sin "El Caballero de la Inmaculada", nosotros no estaríamos en el convento--expresó el primero. --Leyendo "El Caballero", yo conocí el apostolado franciscano--añadió el segundo. --En mí "El Caballero" hizo brotar y afirmar la vocación religiosa--continuó el tercero. Y cada uno expresaba con sinceridad su propia experiencia personal. El P. Kolbe los escuchaba sonriendo. --Pues bien, soy el Padre de Uds. No se dirijan a mí como P. Guardián o P. Director, sino sencillamente como Padre. Yo los tuteo, porque Uds. son mis hijos. Abarcándonos a todos en su mirada, el Padre pareció preocupado y a la vez ansioso de comunicarnos algo grande y divinamente hermoso. Pugnaba por superar su timidez. Tenía los ojos bajos y la cabeza inclinada. En ese momento, el aire parecía impregnado de densos misterios. --Muchachos míos, ya soy anciano. No estaré siempre con Uds. Deseo dejarles un recuerdo. ¿puedo? --Sí, sí, dígalo, Padre--gritaron en coro, casi reteniendo el aliento y apretándose aún más a su alrededor. --¡Oh si supieran cuán feliz me siento esta tarde! ¡El corazón está inundado de gozo y paz!...Tengo muchas preocupaciones, es verdad; pero mi corazón está siempre dominado por la paz, por una alegría que no sabría cómo expresarles. Calló un instante, luego tomó aliento y siguió en voz baja: --Hijos míos, ¡amen a la Inmaculada! ¡Ámenla y los hará felices! Ámenla y confíen en Ella sin límites. No a todos es dada la gracia de comprender a la Inmaculada. Sólo la alcanza quien se la pide de rodillas, en la oración. La Inmaculada es la Madre de Dios. Sabemos lo que quiere decir madre. Pero, ¿sabemos lo que quiere decir Madre de Dios? Sólo el Espíritu Santo puede dar la gracia de conocer a su esposa, la Virgen, a quien quiere y cuando y como lo quiere. Quisiera decirles algo más. Pero, ¿no es ya bastante lo dicho? Entonces nos miró con timidez, como temiendo decirnos algo. Nosotros comenzamos a suplicarlo e insistir, para que nos dijera todo y no nos ocultara nada. --Esta bien. Se lo diré. Les he dicho que soy muy feliz y que mi alma rebosa de dicha. ¿Saben por qué?.. Porque con toda certeza se me ha dado la seguridad del cielo...Hijitos míos, amen a la Inmaculada. Ámenla cuanto más puedan y sepan... Hablaba con tanta emoción, que sus ojos se velaron de lágrimas. El silencio era total. Todos retenían el aliento. Luego prosiguió: --¿No les basta haber sabido esto? --Hable, Padre... Díganos más, mucho más. Jamás, quizás, tendremos una ocasión semejante. Es como la última cena. --Ya que tanto insisten, voy a añadir que cuanto les comuniqué, sucedió en Japón...Bien, ¡basta! No diré más nada, ni pregunten más... En vano los frailes le suplicaron descubriera un poquito más sus secretos y que se explayara en más detalles. El callaba, como absor to en profundo recogimiento. Cuando estuvimos tranquilos, paternalmente siguió: Les he revelado mi secreto, y lo hice para infundirles ánimo y energía espiritual en las pruebas, que los esperan. Sobrevendrán tentaciones y sufrimientos. Quizás caerán presa de abatimiento. Entonces recuerden lo que les he dicho y aprendan a estar dispuestos a los más grandes sacrificios, a todo lo que la Inmaculada les pida. --Queridos hijos, no aspiren a cosas extraordinarias. Ansíen sólo cumplir la voluntad de la Inmaculada. ¡Que se cumpla su voluntad y no la nuestra!... Les pido ¡no digan a nadie cuanto les he dicho!... ¡Prométanmelo! --Prometemos--dijeron con voz sumisa, pero firmemente, todos los presentes. “ La extraordinaria velada estaba terminada. Nos alejamos con un gusto a cielo, mientras nuestros oídos se sentían acunados por esas palabras: “¡Amen a la Inmaculada, hijos queridos, amen a la Inmaculada!” El P. Maximiliano ya estaba preparando a sus muchachos, a sus hijos, para la gran prueba: el cataclismo de la Segunda Guerra Mundial, que de Niepokalanow no dejaría piedra sobre piedra, dispensaría a sus habitantes a los cuatro vientos y llevaría al propio O. Maximiliano hasta las cámaras de incineración del campo de concentración de Oswiecim.