Diario: La Nación Fecha: Lunes 17 de septiembre de 2007 Sección: Opinión “La lección es comparar con inteligencia y recaudos” Por Silvina Gvirtz Los resultados del sistema educativo de Finlandia son admirables. Las pruebas internacionales que miden la calidad de la educación en lengua, matemática y ciencias ubican a este país entre los primeros del mundo. Supera a Corea, Canadá, Estados Unidos y a otros varios países centrales. Como todo buen ejemplo, Finlandia mueve a explorar las características de su sistema educativo y las políticas públicas que lo sostienen. Despierta la curiosidad de muchos y atrae especialmente a expertos inquietos por saber si existirán estrategias y políticas útiles para la mejora de la realidad educativa local. Frente a esa intención, resulta inevitable comparar. Comparar exige detenerse y tomar algunos recaudos. En varias oportunidades hemos tenido que sobrellevar las consecuencias de extrapolaciones e intentos de transferencias de políticas que, exhibiendo buenos resultados en otras latitudes, devinieron inútiles y hasta desfavorables en las nuestras. Comparar Finlandia con nuestro país exige considerar dos realidades muy distintas. Atendamos a los siguientes datos: 1. Finlandia cuenta con una infraestructura edilicia y recursos didácticos para sus escuelas muy superiores a la mayoría de las escuelas argentinas. 2. Brinda más horas de clases. Alcanza progresivamente las 31 horas por semana, mientras que en la mayoría de nuestras escuelas dictan 20. 3. El concepto de gratuidad educativa es más amplio que el nuestro. Allí el Estado se hace responsable de la provisión de útiles escolares, libros de lectura y de texto, almuerzo y transporte cuando el alumno vive a más de cinco kilómetros de distancia. 4. La profesión docente es de alto prestigio. Sólo acceden a la carrera docente el 20% de los aspirantes. Ser maestro en Finlandia es tan notorio como ser médico o abogado y, si bien los salarios no alcanzan los más altos de Europa, son mucho más apetecibles y competitivos que en la Argentina. Recorridos algunos rasgos generales del sistema educativo finlandés, surge la preocupación por el estado de cosas en la Argentina ¿Quién no quisiera políticas y condiciones similares para nuestro país? Son la base de cualquier mejora. También son una lección: no hay magia en la construcción de un buen sistema. No se pueden abaratar los costos y tener calidad. En aquel país, la obligatoriedad escolar comienza a los siete años. Mientras nosotros, en la ley de educación nacional, tenemos escolaridad obligatoria desde los cinco años, allí empieza bien tarde. ¿Deberíamos imitarlos? Este es un buen ejemplo para observar cómo la extrapolación sin considerar los contextos, historias y realidades sociales puede ser problemática. La pobreza en nuestro país es una realidad que sigue afectando a un tercio de la población. Lo ideal es buscar políticas que eliminen la pobreza, pero hoy, en este contexto, las posibilidades de acceso a bienes materiales y culturales están desigualmente distribuidas. Es probable que en Finlandia toda la infancia tenga vías de acceso no estatales a la cultura. En nuestros países no parece ser el caso. Por ello, entre otros motivos, la obligatoriedad del preescolar y la universalización del servicio de la sala de cuatro años (que "obliga" al Estado a proveer el bien) se torna una herramienta de la legislación que no podemos dejar de celebrar, sobre todo si viene acompañada de políticas concretas que la pongan en ejecución a la brevedad. La autora es directora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés.