Favor de leerse antes del 12 de junio La Pecadora Perdonada Lucas 7, 36 - 8,3 Orejita: Hola amigo. Hoy te quiero contar lo que le pasó a un fariseo y a una pecadora cuando se encontraron con Jesús. Orejita: Los fariseos eran personas que habían estudiado muy a fondo la Ley. Eran muy exigentes de cumplir rigurosamente con su propia interpretación de la misma Ley. Bizy: Pero antes, ¿tú sabes qué es un fariseo? Bizy: Y ¿sabes qué es una pecadora pública? Orejita: Es una mujer que se había portado muy mal, y toda la gente lo sabía. Bizy: Pues bien, el fariseo le rogó a Jesús que comiera con él. Jesús entró en la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Orejita: Había en la ciudad una mujer pecadora pública. Al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume. Entró en casa del fariseo, sin que nadie la invitara y se puso a los pies de Jesús. De pronto comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojó los pies. Como no tenía una toalla, tomó los cabellos de su cabeza para secarlos; luego besó sus pies, lo cual era un signo de que estaba muy agradecida con Jesús. Y por último los ungió con el perfume. Al verlo el fariseo que había invitado a Jesús, se decía para sí mismo: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora». 1 Bizy: Los profetas, que son personas escogidas por Dios para dar un mensaje, generalmente, tienen de parte de Dios, el regalo de conocer el corazón de las personas con las que están. Orejita: Seguramente este fariseo había escuchado a Jesús y se había dado cuenta que Él daba un mensaje de parte de Dios, es decir, que era un profeta. Sin embargo, dejaba que una pecadora se le acercara mucho y eso no estaba bien visto. Bizy: Jesús entonces le va a contar una parábola. ¿Tú sabes qué es una parábola? Orejita: Una parábola es un regalo que nos da Jesús, pues un mundo nuevo nos quiere abrir, por eso con parábolas nos va a enseñar, los secretos que debemos descubrir, para su grandeza poder admirar y su enorme amor poder valorar. Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte». Orejita: Él dijo: «Di, maestro». Bizy: «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta». Orejita, ¿qué es un acreedor, un deudor y un denario? Bizy: Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le estará más agradecido? Orejita: Simón respondió: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Bizy: Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Bizy: En todas las parábolas que cuenta Jesús, siempre hay un secreto que debemos descubrir. Orejita: ¿Estás listo para escuchar esta parábola? Orejita: Un denario era una moneda romana de plata, que valía un día de trabajo en una viña. Supongamos como unos $50.00. Entonces Pedro le prestó a Juan quinientos denarios y a Andrés cincuenta. Orejita: Volteando a ver a la mujer, Jesús le dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra». Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados». Bizy: La mujer seguramente estaba muy arrepentida de haberse portado mal y por eso quiere ungir los pies de Jesús con perfume. Pero se siente tan amada y perdonada por Él que seguramente por eso se puso a llorar y quiso demostrarle a Jesús cuánto lo amaba. 2 Orejita: La mujer sabe que Jesús le ha perdonado muchos pecados y que todos quedan borrados para siempre de su corazón. Bizy: Todos debieron haberse quedado muy felices de saber que Jesús perdona aunque sean muchísimos los pecados. Orejita: Tal vez sí, pero algunos de los que también estaban sentados en la mesa empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz». Bizy: Seguro que sí se fue en paz. Pues de su corazón Jesús borró todos sus pecados. ¡Qué afortunada! Orejita: ¿Sabes que todos los niños y sus papás pueden ser igual de afortunados? Bizy: ¿Jesús los puede perdonar y borrar de su corazón todos sus pecados? Orejita: Claro. Jesús a través del sacerdote, Él mismo, perdona los pecados. Cuando un niño o un adulto está arrepentido de haberse alejado de Dios, de haber hecho o dicho algo malo y va a confesarse, Jesús lo perdona y le regala su paz. Bizy: Amigo que estás leyendo, ¡qué afortunado eres! No te pierdas esa gran oportunidad que Jesús te da. ¡Aprovéchala! Sigrid Villaseñor Johnsson Hay algunas personas que reaccionan muy raro cuando las perdonan. En vez de sentirse muy agradecidas, creen que hubieran podido portarse todavía peor, pues al fin, de todos modos las iban a perdonar. ¿Te acuerdas de la parábola que nos acaba de contar Jesús? Seguramente al que debía mucho y le perdonaron la deuda quedó muy agradecido con el Señor que lo perdonó; pero, al que le perdonó poco, te imaginas que en vez de estar agradecido, pudo pensar: “De haberlo sabido, le hubiera pedido mucho más dinero, al fin que de todos modos me iba a perdonar”. 3 A algunos de nosotros, algunas veces, se nos olvida fácilmente todo lo que Jesús nos ha perdonado y creemos que como siempre nos va a perdonar, pues no importa que nos portemos mal. ¿Crees que esta actitud es la que le gusta a Jesús? Él desea que cada vez que nos perdona, quedemos agradecidos por el perdón que nos ha dado y que cada vez le amemos más. Y así, porque le amamos, dejemos de entristecerlo alejándonos de Él o haciendo lo que no le gusta. Pero hay algo más. Cuando rezamos el Padre Nuestro decimos: “…perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…” ¿Tú te has ocupado de ir sacando de tu maleta de ofensas recibidas todas las que se acumulan cada día, perdonando a quienes te han ofendido? A veces no perdonamos porque creemos que quien nos ofendió, nos debe pedir perdón primero. Pero no debe ser así; debemos hacer como Jesús hace con nosotros. Tal vez no “sientas” ganas de perdonar, y hasta puede ser que la persona que te ofendió, te siga “cayendo mal”; pero si tú decides perdonarla, es como si le pusieras azúcar a tus recuerdos amargos. Es como hacer agua de limón. Al limón que si te lo tomas solo es agrio y te hace poner gestos chistosos, se vuelve agradable cuando le pones agua azucarada. Pues si no aprendes a perdonar la amargura, el enojo y la frustración te van aprisionando cada vez más fuerte, tanto que hasta ver a la persona que te ofendió te causa malestar. Por el contrario, cuando decides perdonar, eres verdaderamente libre y alegre. Tú puedes perdonar sin condición alguna y aunque todavía sientas dolor por la ofensa, si le pides a Jesús que te ayude a perdonar a “fulano” por “eso” que te hizo, verás que cuando decides perdonar, Jesús te da la fuerza y además te da una especial alegría: La alegría de perdonar, que te quita esa carga del rencor hacia el que te ofendió y te permite gozar mejor del perdón que Jesús te da a ti. Lo difícil es aprender a perdonar, y eso se logra con la ayuda de Jesús y con práctica, es decir practicando a perdonar. La primera vez, puede ser que se te atore, pero poco a poco verás que se te hace más y más fácil perdonar. ¿Te gustaría hacer un experimento de Perdonar y ser perdonado? Con tu Familia o con amigos y compañeros puedes hacer el experimento. Erika M. Padilla Rubio 4 Piensa en alguien al que le hayas hecho algo que le hizo enojarse mucho contigo. Puede ser tu mamá, tu papá o alguno de tus hermanos o amigos. Luego piensa en alguien que te haya hecho enojar a ti. El ejercicio consiste en: Pensar en una persona que te hizo algo desagradable y que no has perdonado; y conseguir: dos limones, 5 cucharadas de azúcar, 1 litro de agua potable, una jarra, un chuchillo, un recipiente pequeño, dos cucharitas y un exprimidor. Procedimiento: 1. Lava dos limones 2. Pártelos por la mitad (con la ayuda de un adulto). 3. Exprímelos para sacarles todo el jugo y coloca el jugo en un recipiente pequeño. 4. Llena una jarra con 1 litro de agua potable 5. Disuelve 5 cucharadas de azúcar en el agua. Toma el jugo de limón y las dos cucharitas. Acércate con la persona a quien debes perdonar por lo que te hizo y cuando estés frente a ella, dile: Lo que me hiciste me sabe tan feo como este jugo de limón amargo. Ten pruébalo con esta cuchara. (Si tú quieres, tú también pruébalo usando para eso la segunda cucharita). Luego pídele que te acompañe a preparar el agua de limón. A continuación puedes decirle: “Si al limón le ponemos agua azucarada, queda una bebida muy agradable. Así es mi perdón. Es dulce. Por eso te perdono por lo que me hiciste. Quiero que volvamos a estar contentos como antes”. Vacía el jugo de limón al agua azucarada y disfruten los dos de una rica bebida, hecha con el ingrediente especial: el perdón. Este mismo experimento te servirá también con alguien a quien tú hayas hecho enojar. ¿Ya pensaste en alguien? Toma el jugo de limón y dos cucharitas. Acércate con la persona a quien debes pedirle perdón. Cuando estés frente a ella, dile: Lo que te hice te sabe tan feo como este jugo de limón amargo. Ten pruébalo con esta cuchara. (Si tú quieres, tú también pruébalo usando para eso la segunda cucharita). Luego pídele que te acompañe a preparar el agua de limón. A continuación puedes decirle: “Si al limón le ponemos agua azucarada, queda una bebida muy agradable. Así es el perdón que te pido. Es dulce. Por eso te pido perdón por lo que te hice. Quiero que volvamos a estar contentos como antes”. Repite este ejercicio cuantas veces quieras y luego, para terminar, piensa despacio, que crees que Jesús siente cuando decides perdonar o pedirle perdón a alguien. Verás que alivio y gusto vas a sentir, porque Jesús siempre te perdona y lo hace porque te ama. 5 María Enriqueta Rubio Pineda