CELEBRAMOS A JESÚS, BUEN PASTOR Ambientación El Evangelio del último domingo del año litúrgico, solemnidad de Cristo Rey, nos hace asistir al acto concluyente de la historia humana: el juicio universal: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas ante él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a la derecha y los cabritos a su izquierda". El evangelista propone la imagen del juez soberano con una resonancia rural, pues lo describe separando las ovejas de las cabras, en razón de cómo haya vivido cada uno la caridad. Ante la majestad de Dios, ante el juicio definitivo y la hora de la verdad, surge la adoración, el temor, la llamada a la sinceridad de la conciencia. Sin querer devaluar el sentido del juicio de Dios, la misma Iglesia ha querido juntar, sin embargo, los textos anteriores con la visión profética de Ezequiel y la del salmista: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 22). Vamos a meternos en clima de oración en el Salmo que nos propone la Liturgia. Reflexión (Leída en voz alta por una persona) Imaginemos un rebaño de ovejas. Por la verdes laderas del campo. Retozan a placer, pacen a su gusto, descansan a la sombra. Nada de prisas, de agitación o de preocupaciones. Ni siquiera miran al pastor; saben que está allí y eso les basta. Ellas están libres par disfrutar de prados y fuentes. Felicidad abierta bajo un cielo azul... Alegres y despreocupadas, las ovejas no calculan... ¿Cuánto tiempo les queda? ¿A dónde iremos mañana? ¿Bastarán las lluvias de ahora para los pastos del año que viene? Las ovejas no se preocupan porque hay alguien que lo hace por ellas. Las ovejas viven de día en día, de hora en hora. Y en eso está la felicidad. “El Señor es mi pastor”. Sólo con que llegue a creer esto cambiará mi vida. Se irá la ansiedad, se disolverán mis complejos y la paz volverá a mis nervios atribulados. Vivir de día en día, de hora en hora, porque El está ahí. El Señor de los pájaros del cielo y de los lirios del campo. El Pastor de sus ovejas. Si de veras creo en El, quedaré libre para gozar, amar y vivir. Libre para ser feliz. Cada instante será transparente porque no está manchado con la preocupación del siguiente. El Pastor vigila y eso me basta. Felicidad en los prados de la gracia. Soy fruto de una Bendición de Dios. Es Bendición el creer en la Providencia del Padre. Es Bendición el vivir en el Amor del Hijo. Es Bendición el seguir las indicaciones del Espíritu. ECOS BÍBLICOS: Ezequiel 34, 1-20; Mateo 25, 31-46 Salmo 22 EL BUEN PASTOR El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. REFLEXION Pero ¿Cómo puedo sentir a Jesús si no me siento oveja? o Soy una oveja que ha tenido una historia de Alianza de Amor. Soy única. Mi existencia es única. Me siento don de Dios y mi vida es Regalo. Regalo para ser regalada. o Es el Pastor que me dio la libertad. No puso alambradas en las verdes praderas, y yo me puedo salir. Puedo decir ¡No! a su amor (Recordemos momentos de negación a su amor) ¡Cuántas veces he sustituido su amor, por baales, por falsos dioses...! ¡Cuántas faltas de fe, sobre todo cuando he atravesado “cañadas oscuras”...! ¡Cuántas veces me he convertido en explotador/a de mis hermanos, especialmente de los débiles...! ¡Cuantas veces he tratado de “comprar” a Dios con mi culto, mi oración sin compromiso, mis ritos, el quedarme en el mero cumplir…! ¡Cuántas veces me he creído que los beneficios recibidos eran mérito propio...! ¡Cuántas heridas por escaparme del redil, por alejarme del Buen Pastor...! ¡Cuántas…! (En unos momentos de silencio trato de identificar estas heridas, estas escapadas...las recuerdo con paz y gráficamente las puedo colocar sobre la oveja que he elegido, con una frase...) Y cuando peor estaba oigo una voz que me dice: Yo te quiero. Tú eres mía. Te amo como eres y como estás. Te conozco antes de que nacieras...Conozco tus entradas y salidas...Ven a Mí. Déjate curar las heridas. ¡Ven a Mí que Yo te aliviaré! (Sentimos la ternura de Dios curando nuestras heridas y lo significamos...sobre la oveja. Procuramos hacerlo como lo haría El.) El me coge en brazos y de nuevo me lleva a las verdes praderas. De nuevo en el redil, a su lado, me siento tranquila, porque El va conmigo. Su vara y su cayado me sosiegan. Sí. Porque ha habido en mi historia vocacional muchos buenos momentos de encuentro, de intimidad con El que me han hecho sentirme plenamente feliz, tiempos que han llenado mi existencia. (Recuerdo ahora momentos especialmente gratificantes de intimidad con el Señor: el regalo de su ternura, de su bondad, de su amor¡¡¡cuántos!!! Detente unos minutos y escribe algo de ellos) Me siento reflejada en la oveja, y rezo con el salmo 22 o también puedo componer mi salmo de abandono, de confianza, mi propio Salmo 22, fruto de mi experiencia... TIEMPO PARA COMPARTIR Podemos ahora compartir espontáneamente nuestra oración, nuestro salmo, o bien mostrar nuestra oveja y dejar que la observen, pregunten, etc. RESONANCIAS CONCEPCIONISTAS “Imitad los ejemplos del Buen Pastor...Basta con que escuchéis con caridad e interés...porque más se consigue con el cariño y la dulzura que con la dureza y el rigor” (Carmen Sallés. ORACIÓN FINAL Peticiones Mira Señor, a los hombres que más sufren, las ovejas más débiles, las más heridas de tu rebaño (podemos poner algún nombre en silencio...) R: Confórtalas Mira, Señor, a los hombres que más hacen sufrir, que son lobos para el rebaño (...) R: Toca sus corazones. Mira, Señor, a los hombres violentos, que provocan las guerras y las divisiones: R: que sean pacificadores e integrados en tu rebaño. Mira, Señor, a los hombres más alejados, a las ovejas más descarriadas y perdidas (...) R: que recuperen la luz y encuentren el camino hacia tu Rebaño. Mira, Señor, a tantas ovejas que no tienen pastor; R: que puedan tener los pastores que necesitan. Mira, Señor, los pastores en tu Iglesia, R: para que ninguna parte del rebaño deje de ser atendida Multiplica, Señor, las vocaciones laicas y consagradas (...) R: que entreguen enteramente a Cristo y lo hagan presente entre nosotros. Oremos: Mira, Señor, a todos tus hijos, ovejas de tu rebaño, extiende tu mano protectora sobre cada uno de nosotros, sobre nuestras familias, amigos, conocidos,… y guárdanos en tu amor. Amén