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Poder Judicial de la Nación
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
Año del Bicentenario
Causa Nro. 38.693 “F., J. s/ sobreseimiento.”
Interlocutoria Sala VI (10)
Juzgado de Instrucción Nro. 40, Secretaria Nro. 139
///en la ciudad de Buenos Aires, a los 17 días del mes de febrero de 2010,
se reúnen los integrantes de esta Sala VI y la Secretaria autorizante, para
resolver la apelación interpuesta a fs. 909/910 por la querella, contra el auto
de fs. 890/905vta. que dispuso el sobreseimiento de J. D. F. en orden al delito de lesiones culposas por haber actuado en legítima defensa (artículo 34
inciso 6° del Código Penal).
AUTOS:
En la audiencia, el apelante fundamentó su recurso y efectuada la deliberación, nos encontramos en condiciones de expedirnos.
Y VISTOS Y CONSIDERANDO:
I.- Se imputa a J. D. F. haber lesionado a A. E. B. al disparar su pistola calibre 9 mm. marca Glock contra quienes ingresaron armados
con fines de robo al local propiedad del último de los nombrados ubicado
en …… de esta ciudad el 28 de junio de 2006 aproximadamente a las 20:50
horas, sin adoptar los recaudos necesarios atento al lugar en que se hallaba y
la cantidad de personas presentes.
II.- Agravia al recurrente que se encuadre el hecho como un
supuesto de legítima defensa pues, a su criterio, el encartado con su accionar provocó el intercambio de disparos y con ello sus lesiones que no se
habrían producido de haber permanecido pasivo y dejado que el suceso siguiera su cause normal y se consumara el robo.
III.- Ha quedado acreditado que una de las lesiones de carácter leve (ver fs. 866) sufrida por el querellante en su pierna izquierda,
debajo de la cadera, fue producida por un proyectil del arma del imputado
(cfr. fs. 847/849) y la restante, en la pierna derecha tramo inferior, sin per-
juicio de que el plomo no ha podido ser extraído de su cuerpo, pero conforme lo indica el Servicio de Radiología del Cuerpo Médico Forense (fs.
805) es compatible con una de calibre mediano, como el que corresponde a
la pistola de F..
Resta determinar si la conducta es susceptible de reproche
penal.
Analizadas las constancias de la causa concluimos, al igual
que lo hizo el Sr. Juez de la anterior instancia, que la respuesta a tal interrogante es negativa. Veamos por qué.
A partir de los testimonios de los empleados del comercio,
de ocasionales clientes, del propio querellante y de su hermano (ver entre
otras fs. 18/18vta., 176/176vta., 187/187vta., 739/740, 811/812, 814/815,
817/vta., 819/819vta., 821/822vta., 839/840) ha podido establecerse que
ingresaron al local dos sujetos armados, uno de los cuales se dirigió a la oficina en la que se hallaba el imputado (empleado de seguridad y custodia en
una agencia privada) que aguardaba la finalización del recambio de cubiertas de un rodado, en tanto el restante permaneció en el playón del estacionamiento cerca del sitio en que el damnificado trabajaba en una máquina.
Cuando F. advirtió la presencia del delincuente forcejeó con él, iniciándose
un intercambio de disparos al que inmediatamente se sumó el que permanecía en la zona del taller. De este modo, el encartado intentó repeler simultáneamente las agresiones de ambos hombres, ocasión en la que al menos uno
de los proyectiles que disparó alcanzó a B. en su pierna izquierda, por debajo de su cadera, mientras él recibió cuatro impactos (en el testículo izquierdo con perforación del recto, en la cara anterior de su pierna derecha con
salida por la pantorrilla, en el tobillo derecho y el último ingresó en el dorso
del pie izquierdo con fractura de escafoides, cfr. fs, 82 y 88/130) por los que
debió ser intervenido quirúrgicamente.
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Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
Año del Bicentenario
Causa Nro. 38.693 “F., J. s/ sobreseimiento.”
Interlocutoria Sala VI (10)
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A esta altura corresponde hacer especial hincapié en el relato del querellante (fs. 739/740) quien indicó “…yo lo ví al segundo ladrón
cuando caí al suelo, allí observé a una persona que se tiraba detrás de los
coches. F. disparaba a ese ladrón a unos diez o quince metros de distancia,
siempre desde la oficina. F. disparaba desde la puerta de la oficina, nunca
pasó más de ahí. El primer ladrón se había ido al principio pero no ví
cuando se fue el otro. Supongo que F. me confundió con uno de los ladrones, porque en ese momento los únicos que estábamos a la vista éramos el
otro ladrón y yo porque los otros empleados se habían ocultado. Cuando F.
le disparaba al ladrón que se iba, se ve que ahí recibió disparos del que
estaba junto a mí [el resaltado nos pertenece] vi cuando su cara se le desfiguró, al darse cuenta que me había herido a mí…”.
También corresponde destacar el testimonio de C. (fs.
814/815), empleado que refirió haber permanecido de pie en el fondo del
local durante el evento por lo que tuvo una visión global de su desarrollo.
Destacó que al ingresar uno de los supuestos delincuentes a la oficina se
produjo un forcejeo con el imputado y su acompañante iniciándose un intercambio de disparos. En ese momento el que permaneció en el playón
también comenzó a disparar en esa dirección. Precisó que los dos atacantes
accionaron sus armas repetidas veces hacia F. y éste intentó repeler la agresión.
A partir de lo expuesto concluimos que B. resultó herido al
haber quedado en la línea del fuego cruzado que mantenía F. con uno de los
delincuentes (ver en particular plano de fs. 738), de cuya presencia probablemente no se percató hasta el instante en que éste comenzó a disparar.
Recuérdese que el aquí encartado arremetió contra el individuo que había
ingresado haciendo explícitas sus intenciones de robo a la oficina del local.
Sentado ello, la conducta atribuida no es susceptible de un
reproche penal, pues entendemos que F. actuó en su defensa y de los terceros que allí estaban presentes, frente a la actuación de un hombre armado.
Al respecto, no se puede soslayar que hallándose en poder
de una pistola (para cuya portación estaba debidamente autorizado - cfr. fs.
37-), su decisión de esgrimirla e intentar desbaratar la conducta claramente
ilegítima aparece como la lógica y racional respuesta al cuadro de agresión
descripto, pues intentó sorprender al autor y anticiparse a su reacción antes
de que advirtiera la existencia de su arma.
Por otra parte y no es un dato menor, al generarse el tiroteo
y sumarse a éste el sujeto que se hallaba en el playón, F. evidentemente no
apuntó a zonas vitales, es decir no disparó “a matar”. Prueba de ello es que
las lesiones (cfr. fs. 866) que sufrió B. fueron en ambas piernas, por debajo
de su cintura; y el individuo que habría resultado herido y no pudo ser identificado escapó del lugar sin requerir ningún tipo de auxilio lo que permitiría inferir que su herida no era de gravedad.
Ello indica que la conducta del encartado no ha sido irresponsable como pretende el acusador privado, sino sólo dirigida a evitar la
consumación del hecho. No cabe duda que se agravó la situación al ser descubierta el arma que él portaba, máxime teniendo en cuenta que su compañero se había abierto el sobretodo ante la presencia del delincuente (ver fs.
821/822vta. y 822/825) y, probablemente, lo mismo le hubiera sido exigido
a él. Tampoco se puede soslayar que el predio en que se desarrolló el evento
es de considerables dimensiones (cuenta con cincuenta metros de largo por
veinte de ancho aproximadamente, y en uno de sus laterales se ubica la oficina) con maquinarias y vehículos estacionados que sirvieron, a excepción
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del querellante, de buen resguardo para los empleados y clientes que se escondieron tras ellos.
Por otras parte, el peritaje balístico agregado a fs. 192/209
concluye que en el lugar se hallaron trece improntas atribuibles al menos, a
once proyectiles de armas de fuego y cuatro en un vehículo estacionado.
Analizado el informe, de acuerdo a la dirección y trayectoria, nueve habrían
sido disparadas desde la ubicación del imputado y a excepción de dos, todas
impactaron a pocos centímetros del piso, en especial aquéllas que dejaron
su marca en la máquina próxima a la víctima - 44 cm. y 32 cm.-, lo que autoriza a sostener que F. disparó prudentemente, sólo para inmovilizar a sus
agresores.
Por eso, más allá que las lesiones que padeció B. escaparon
al ámbito de control del imputado, éste pretendió detener el robo y luego
repeler la agresión de dos sujetos armados, adoptando las diligencias y previsiones propias de este contexto.
Los argumentos expuestos nos persuaden de que F. actuó
ante una emergencia y la casual ubicación de la víctima, cercana al sitio
desde donde provenían los disparos, ocasionó que resultara herida en la medida en que aquél intentaba conjurar una verdadera situación de peligro para
terceros y para sí mismo.
El haber sido apuntado con un arma de fuego, entraña un
riesgo actual o inminente, cierto y positivo que innegablemente lleva al autor a la creencia verosímil de encontrarse en verdadero peligro. La ley penal
no exige que la agresión adquiera pleno desarrollo, por lo que nada obsta a
la decisión adoptada que los delincuentes no hubieran tenido voluntad de
robarle a F., como pretende introducir el recurrente, pues no es posible, en
tales circunstancias, apreciar con seguridad a qué extremos puede llegar el
atacante. Una vez manifestada la intención surge el riesgo para la propia
vida y la de terceros. Así, retrotrayéndonos al momento en que actuó el imputado (ex ante), y evaluada la situación según lo haría un hombre medio
con sus conocimientos y con los que personalmente éste tenía, es indiscutible la existencia de un peligro concreto. Valorada la necesidad de la acción
típica en el sub examine con todos los condicionamientos circunstanciales,
no caben dudas de que actuó en legítima defensa que no concreta el injusto.
Resaltamos que “su fundamentación debe partir de la idea
de que si, se reconoce que los individuos gozan de ciertos derechos básicos
que no están sometidos a consideraciones relativas al bienestar colectivo, en
muchos casos ese reconocimiento se frustraría si no se concede la libertad o
el privilegio (o sea la ausencia del deber de abstenerse) de defender por sí
mismos los bienes que son objetos de tales derechos, aún a costa de afectar
intereses más valiosos y de perjudicar de este modo, el bienestar del conjunto social” (Carlos Santiago Nino, “La legítima defensa”, Ed. Astrea, 1982,
pág. 62).
Así, ante la existencia de una agresión ilegítima, la racionalidad del medio empleado y el modo en que se lo utilizó, justifican convalidar el temperamento desincriminante adoptado respecto del encartado.
En consecuencia, el Tribunal RESUELVE:
CONFIRMAR el auto interlocutorio de fs. 890/905vta. en
todo cuanto fuera materia de recurso de apelación.
Se deja constancia que el Dr. Gustavo A. Bruzzone, Juez
subrogante de la Vocalía n° 14 no interviene en la presente por hallarse
abocado a las audiencias de la Sala I (art. 109 RJN.).Devuélvase y practíquense en primera instancia las notificaciones pertinentes. Sirva lo proveído de muy atenta nota.-
Poder Judicial de la Nación
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Julio Marcelo Lucini
Mario Filozof
Ante mí:
María Martha Carande
Prosecretaria de Cámara
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