La puerta secreta de otenson Jesus fernandez diz En la noche de Halloween del 2000 los esposos canadiense, felizmente casados y aristocráticos “Fred otenson y miranda de la espriella” se vistieron con sus trajes de gala de la más alta calidad no por petulancia ni por vanidad sino porque, como acaudaladas personas decentes y pulcras que eran, se preparaban para asistir a la congregación religiosa familiar “senda de salvación” ubicada al norte de Ottawa. Era un lugar sagrado en donde debutaban predicas sobre la vida eterna y reflexionaban compulsivamente acerca de los preceptos celestiales. Pero antes de partir en su limusina “hummer” importada de Suecia tenían que asegurarse de dejar en buenos cuidados a su pequeño hijo de 7 años Matthew otenson quien se quedaría jugando solo en las suculentas habitaciones de recreación que tenían en la mansión o en los pestillos del jardín ya que el pequeño era muy hiperactivo. El mayordomo, el sr ortencio romero, sería el encargado para vigilar y cuidar al pequeño otenson junto con la Sra. de la limpieza. Los padres, ya satisfechos se disponen a retirarse con una oración de despedida y con una serie de rigurosas reglas detalladas sobre hábitos sanos que preferia su hijo. Dentro de esa lista detallada figuraban la restricción de la televisión: la sra de la espriella no permitía bajo ninguna circunstancia que matthew viera la televisión ya que ella consideraba la tv como “una fuente del mal y de los vicios del bajo mundo”. La sra de la espriella tenía una inquietante obsesión por comprometerse fielmente a los cuidados disciplinarios y psicológicos de su único hijo a travez de los fanáticos rituales y ceremonias que se celebraba dentro y fuera del recinto. Ella deseaba con todo su corazón que no le ocurriera nada malo a su hijo ni que tampoco el fuera tomado por el mal. Pero Esa noche prometía una posible oscura tempestad pero más prometía el fogoso resplandor rojo que emanaba de las luces enceguecedoras de los postes de luz. La Sra. miranda sentía un escalofrió que le erizaba todo su cuerpo, una sensación de mala señal le recorria en la mente como si ella pudiera ver lo que iba a pasar como una premonición, pero encomendando su alma a la divina providencia despeja su mente de toda idea negativa y hace caso omiso de sus malos presentimientos porque estaba plenamente convencida de que angeles guardianes cuidaban y protegían su mansión y a los que allí habitaban de las acechanzas del diablo puesto que la Sra. de la espriella estaba tan apoyada en el resguardo divino que considero que sería un gasto innecesario mandar a instalar cámaras y alarmas de seguridad en la mansión. La mansión de los otenson era una maravilla infraestructural, construida desde hace siglos y heredada a los descendientes desde generaciones remotas. Con el tiempo la fueron reformando en todos sus cimientos y columnas, reemplazando sus ladrillos, tablas y tapizados y mejorando su magistral elegancia hasta convertirla en una colosal mansión digna de la familia otenson. Sin embargo no todos conocían todos los interiores de esta mansión ya que la mansión era tan inmensa que en ciertos pasillos se hallaban escondrijos secretos y lugares ocultos y oscuros detrás de los marcos de cuadros carísimos de picasso o detrás de un monumento de mármol del faraon ramses o incluso debajo de las esculturas de cerámica de la cultura maya. Pero ningún pasadizo secreto era tan desconcertante y tenebroso como el que quedaba al final de pasillo detrás de un cuadro de alto relieve que representaba una mujer desnuda hecha de mármol. Detrás del cuadro estaba situada una puerta secreta cuya existencia desconocían los padres de Matthew. Pero a lo que ellos les preocupaba únicamente en el mundo, (mas especialmente a la sra de la espriella), era que su hijo fuera feliz, para eso le obsequiaban todos los regalos y pretensiones infantiles que él quisiera con tal que el entregara su vida completamente a la luz del señor. Pese a que se hacía tarde y a la luz de la luna llena, los padres de Matthew terminaron su reverente oración y arrancaron de inmediato hacia la congregación dejando a Matthew en su alcoba jugando con sus juguetes como siempre. Aunque Matthew tenía todo lo que un chico de su edad pudiera desear en sueños, las cosas materiales no le brindaban la felicidad que el tanto anhelaba. Se sentía como un chico dentro de una burbuja, atrapado en su propio imperio de bienes materiales y subordinado al reglamento exegético de su obsesiva madre. El no comprendía porque la sra de la espriella lo quería mantener encerrado en esas cuatro paredes, alejado de todo contacto con el mundo exterior. El deseaba con todas sus fuerzas socializar con otros niños y entablar una relación de sana amistad con cualquier joven de su edad, pero era inútil, ya que tampoco lo dejaba salir a jugar, y para colmo de males, tenían pocos vecinos en el barrio. Para matar el tiempo Matthew leía libros avanzados para su edad, de anatomía, de filosofía y matemáticas. También se dedicó a jugar a ser doctor con un gatito que tenia de mascota, lo acariaba y le rascaba la panza, luego le daba la vuelta y le ponía el tensiómetro en el pelaje del lomo y así se la pasaba jugando con otras herramientas que se utilizan en el quirófano para realizar operaciones intensivas. De vez en cuando echaba una ojeada por la ventana de aspecto gótico decorada con una cortina almidonada de seda a los niños que paseaban en la acera pidiendo inquietante dulces a los pocos vecinos que tenía, cantando alegremente por toda la calle con sus disfraces de fantasmas, de brujas, de animales y de payasos, aunque a Matthew no le agradaban los disfraces de payaso por esa noche suspiraba de flagelo deseado el también disfrazarse de algo. sin embargo el tiempo que agotaba en la mansión lo invertía productivamente ya que el leía libros de psicología analítica, psicología inversa, le gustaba ver las ilustraciones chistosas de los libros de filosofía socrática y, estando asomado por la ventana para ver jugar y divertirse a los niños que llevaban sus dulces en sus canastos de calabaza, no dejaba de meditar en lo que seria se vida si él estuviera allá fuera divirtiéndose normalmente como lo hacían otros niños de sus edad. Pero Matthew no los miraba con envidia sino más bien con apetencia y ganas por salir afuera y divertirse como lo haría cualquier chico de su edad pero debido a las restricciones de su madre no le era permitido ni siquiera hacer amigos con “chicos seculares y soberbios como los de esa generación”, según la misma sra de la espriella afirmaba. Con todo eso Matthew encontraba siempre la forma de entrenerse y matar el aburrimiento ya sea telefoneando a sus tíos Andy otenson y a Gina otenson (que se unieron matrimonialmente siendo ellos parientes del cuarto grado de consanguinidad en línea colateral) para saludarles y pedirles regalos y juguetes; o haciéndole bromas a su mayordomo a quien tanto apreciaba. El también confiaba en que la mansión estaba siendo protegida por el poder divino y por eso se postraba en su cama para pedirle a la divina providencia que cuidara su mansión de toda acechanza del diablo. La mansión de los otenson, si bien es cierto que estaba protegida de las acechanzas del diablo, no lo estaba del todo protegida por las andanzas de sus agentes, ya que esa noche anunciaba mortandad y oscuridad detrás de las sombras de matízales de casas vecinas donde se escondia un mal intermitente que tenía el retorcido propósito de hacerles pasar la peor de las noches al joven matthew otenson, con el resultado de la obtención de un provecho económico ilícito, la obtención del poder y la ambición por poseer el depósito de la caja fuerte. Hasta el mayordomo ortencio percibió el olor a desastre y mal auguro del frio que le rodeaba todo su cuerpo, se dio la vuelta mirando hacia ambos lados en la penumbra de la noche fijándose y cerciorándose de que nada raro ocurria a su alrededor. Luego de mirar detenidamente a distintos lugares disimuladamente presupone que no ocurre nada sospechoso y sin más preámbulos retorna a la mansión con una ligera preocupación que le retumbaba en la cabeza. Pero cuando se dirige a la puerta agudiza sus oídos y cree escuchar lo que parece ser las pisadas de una persona a lo lejos, se da la vuelta nuevamente pero no distingue nada desde lejos. Aun precavido enciende su linterna y se da cuenta de que a lo lejos se acercan regocijadamente unos niños disfrazados de caricaturas pidiendo “dulce o truco”. Un alivio inmenso envuelve al mayordomo que, sin dar importancia al asunto de los niños disfrazados abre la puerta de la mansión y se dirige a la alcoba de matthew. Los chicuelos pasan inocentemente por la mansión pero deciden no entrar, ya que la fuente en forma de sirena que chorreaba aguas cristalinas les producía cierto temor, así que continuaron con su juego cantando alegremente por los dulces que habían consumido. Después que se fueron los niños, surgieron, de entre las sombras, dos lunáticos asesinos y armados que estaban dispuestos a conseguir sus fines lucrativos a cualquier costo y por eso planearon vigilar la mansión de los otenson y a penetrar en ella esa noche sabiendo ellos que la mansión carecía de sistemas de seguridad y dispositivos de alarmas. Detrás de los arbustos del jardín de una casa vecina se hallaban escondidos estos dos criminales quienes dejaron de estar a la sombra para aparecer en el andén desolado fingiendo ser simples peatones aunque el gesto de sus caras revelaba cierta sospecha y suspicacia a la vez. Uno de ellos, (aparentemente la mente maestra del plan) tenía el pelo desaliñado y una mirada de capataz ultra violento, con gestos ansiosos y agresivos como queriendo irrumpir de inmediato la mansión de los otenson para desahogar sus más oscuros placeres y deseos materiales. El mayordomo ortencio no se mostró muy confiado a la vista de la calle pero dentro de la mansión tenia preparada su pistola calibre 32 por si sucedía una emergencia en la que no fuera posible llamar a la policía sin que Matthew saliera lastimado. Pero impulsado más por instinto que por procedimientos de defensa previa el mayordomo marco el número de uno de sus amigos que era inspector de policía, para que se mantuviera al tanto de lo que pasaba ´por la calle “kenessis” y le pidió que estuviera pendiente de todo lo que pasara cerca de esa calle y en especial en la mansión. El mal auguro también lo había presentido el sr ortencio pero limitándose a echar una ultima ojeada a travez de la ventana de principal de cristal templado y al no observar nada más que el resplandor de la luz roja de los postes de luz reflejada en el asfalto mojado y a dos insignificantes personas paradas vagamente en el anden como buscando limosna o regufio hospitalario el mayordomo cierra las cortinas y se va a la alcoba de Matthew por las alfombradas escaleras. Al ir subiendo se encuentra con la sra del servicio, este le dice que se quedara en la sala con actitud alerta y que lo llamara si no pasaba algo extraño. Ella asintió un poco confundida, pero acatando las ordenes se dirige a los sillones amoblados de terciopelo ruso para hacer las veces de celadora nocturna. El mayordomo sigue subiendo las escaleras y luego dobla a la izquierda, se detiene en la primera puerta del vestíbulo y al asomarse se asombra al no encontrar allí a Matthew durmiendo en su cama de agua. El mayordomo llama casi a gritos a Matthew y lo busca en cada habitación pero no lo encuentra. Medio desesperado el mayordomo saca su linterna y se asoma por la ventana del segundo piso para notar si había actividad irregular en la calle o si Matthew se había escapado a la terraza, pero como no ve nada más que el zumbido de unas luciérnagas el mayordomo zarpa corriendo con intrigante histeria, temiendo que al pequeño Matthew le haya pasado algo malo. Lo busca en el salón de mosaicos y pinturas del siglo XV, en el atico, en el sotano, pero no logra encontrarlo. Como ultima instancia el mayordomo decide llamar al 911 pero para su sorpresa y en el momento exacto en que la operadora le contesta, Matthew se le aparece sorpresivamente por detrás diciéndole: ¡quieto o disparo! Con una pistola de juguetes cargada con balines de plástico. El mayordomo siente que se le baja la presión y con mucha alegría y regocijo paternal carga a Matthew entre sus brazos, mientras este todavía se burlaba de él. -me diste un gran susto jovencito, casi me matas del susto, ¡pequeño travieso! –le comenta el mayordomo en tono divertido -esa era la idea, asustarte y ¡fue divertido verdad! –exclama Matthew a carcajadas -fue una broma pesada joven Matthew. En estos tiempos hay gente muy mala suelta y temo que a ti te pueda pasar algo.