de virginidades y otros inventos

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DE VIRGINIDADES Y OTROS INVENTOS
Lic. Ruben Campero
“...y cuando apoyes tu cabeza en la almohada
despertarás siendo mujer mañana”
(Quince Primaveras – Trío San Javier)
Hablar de virginidad en la actualidad parece a primera vista una cuestión anacrónica. La
gente joven parece no otorgarle el mismo valor que hace unos años, al hecho de haber o no
tenido relaciones sexuales.
Los discursos actuales nos plantean una liberación de tabúes y prejuicios, la edad de
iniciación sexual media ha descendido, se habla abiertamente de las sexualidades, y hasta
para algunos sectores la virginidad en mujeres parece ser un hecho vergonzante.
Pero ¿realmente han cambiado los discursos sobre las sexualidades, y particularmente sobre
la virginidad, o simplemente se han camuflado?. ¿Podemos decir que hoy tiene exactamente
el mismo valor la iniciación sexual de un chico y una chica?. ¿Realmente ha quedado atrás el
orden social por medio del cual se veía como natural “apurar” la iniciación en el varón y
“retrasarla” en la mujer?.
¿QUÉ ES UNA “VIRGEN”?
Cuando decimos que alguien es “virgen” en general pensamos en una persona que no ha
tenido relaciones sexuales, y rápidamente la asociamos con una mujer. De hecho si le
aplicamos el calificativo de “virgen” a un varón, la respuesta emocional inmediata es de
desvalorización de ese varón en términos de infantilización o timidez. No es casual que hasta
hace poco la sociedad toda alentara el abuso sexual de niños-púberes, al obligarlos
precozmente a “debutar” en un “quilombo”.
Pero ¿cuándo una persona tiene “relaciones sexuales” por primera vez?. ¿Qué hecho, gesto,
marca o acto le da sentido de “iniciación sexual” a esa actividad erótica?. Mucha gente joven
que ha besado y tocado los genitales de otra persona, dice no haber tenido “relaciones
sexuales” aún por el solo hecho de no practicar la penetración vaginal.
Ahora bien, ¿acaso no hay actividad sexual en la infancia cuando se tienen “juegos” sexuales
entre niñ*s?, ¿porqué no es esa la primera vez?. ¿Porqué socialmente solo tiene valor de
“relación sexual” la actividad genital penetrativa del pene en la vagina, cuando los cuerpos
están maduros para la función reproductiva?. Y aún así ¿porqué no considerar como primera
vez la actividad masturbatoria que se tiene en la pubertad (aunque no olvidemos que ya
existe en la infancia)?. Y más aún ¿acaso no dejarían de ser “vírgenes” dos mujeres
adolescentes que tienen su primer contacto físico erótico entre ellas?.
Como vemos lo que se sigue valorando como “relación sexual” gira en torno a la actividad
entre dos personas de distinto sexo con capacidad reproductiva, y a la obligatoriedad de la
presencia del pene y del coito vaginal.
Y en este contexto ideológico de construcción de una y solo una sexualidad (la hegemónica),
aparece el valor de la “virginidad”. “Virginidad” destinada específicamente a las mujeres, y
sobre cuyos cuerpos el sistema patriarcal quiere naturalizar los mandatos encorsetantes, al
hecernos creer que dicha “virginidad” depende de la integridad del himen.
Pero, ¿qué pasa con las mujeres que nacen sin himen, o se les desgarra haciendo deportes, o
no sienten dolor ni experimentan sangrado en la primera penetración?. ¿Acaso no son
“vírgenes”?. Entonces ¿de qué depende la “virginidad”? y ¿porqué la llamamos con esa
palabra?.
Dentro del orden simbólico construido en occidente en base a la tradición judeo-cristiana, la
palabra “virginidad” se asocia a castidad, pureza, ingenuidad, inocencia, características que
culturalmente corresponden al registro de lo femenino. ¿Y no es acaso que percibimos a un
ser puro, ingenuo e inocente como infantil?. Si nos atenemos a la diferencia de poder
aceptada en nuestra cultura para el binomio adultez-infancia, un ser ingenuo e inocente (o
sea infantil) ¿no es fácilmente controlable, pedagogizable y dominable?.
Resulta interesante en este momento recordar que las religiones greco-latinas antiguas nos
presentaban otras imágenes de la “virginidad”. Solo basta con ver a la cazadora Diana o a la
guerrera Atenea, cuya virginidad les daba libertad, independencia, autodeterminación y
poder, al no estar bajo la dominación de un varón. ¿Porqué será entonces que nuestra
tradición cultural no concibe la “virginidad” en estos términos?. ¿Qué intencionalidad política
se evidencia al darle valor a una mujer por su “virginidad”, en tanto “no tocada” (marcada)
por un hombre, en tanto pura, inocente, infantil, ingenua.....ignorante.....dominable?.
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EL HIMEN COMO INSTRUMENTO DE CONTROL
Si bien la presencia o ausencia de un himen no se signo de “virginidad”, dicha membrana
porta aún de un destacado valor simbólico para significar los cuerpos y prácticas sexuales de
las mujeres.
Las narrativas sobre el dolor y el sangrado en la primera penetración vaginal, tienen la
función social de mitificar este acto para constituirlo en ritual, y así darle valor y función
instituyente de adultez a la primera vez que el pene de un varón “marca” el cuerpo de una
mujer con el consagrado acto heterosexual reproductivo.
No son pocas las chicas que creen que después de la primera penetración se les agrandan las
caderas o se les nota en el cuerpo. ¿Es que acaso el pene posee un poder mágico tal que
transforma el cuerpo de las mujeres?. Recordemos las telenovelas antiguas (y no tanto)
cuando la actriz decía “me hizo mujer” o “me hizo suya”, refiriéndose a la relación sexual
con el galán. Según estas expresiones ¿qué debemos pensar?, ¿que la mujer no nace mujer
sino que se constituye en tal cuando heterosexualmente un pene la penetra?. ¿Cuándo se es
mujer entonces?, y ¿qué es en definitiva una mujer y quién la define?.
Y aunque ya no se use la expresión “me hizo suya”, ¿acaso el valor de una mujer pura,
inocente, ingenua (virgen), no está dado por ser un cuerpo vacante para ser reclamado como
propio por el primer conquistador-penetrador?.
Y como el conquistador de esa tierra “pura” y “salvaje” (que se resiste en su “naturaleza”),
debe justificar su gallardía para clavar su bandera en la tierra conquistada para su
evangelización, el ritual construido en torno a la primera penetración justifica la fuerza,
insistencia y violencia masculina que el varón debe ejercer para penetrar en esa vagina (que
“naturalmente” se resiste por la presencia del himen), en esa propiedad aún no confiscada
por el deflorador. Deflorador que luego deberá colocarle a “su” mujer el “cinturón de
castidad” simbólico para cuidar “su” propiedad de otros posibles conquistadores.
Lamentablemente estas construcciones sociales sobre los cuerpos de las mujeres, y gran parte
de su significación puesta sobre la idea de “virginidad”, ha determinado que ellas sean
consideradas cuerpos-mercancías que circulan en el mercado erótico. La publicidad, la
pornografía y la prostitución, entre otras expresiones culturales, dan cuenta de ello. Cave
mencionar que actualmente dentro del tráfico sexual de personas, se “cotizan” más los
cuerpos vírgenes, ya que se los percibe como cuerpos “sin uso” y supuestamente libres de
infecciones.
REHABITANDO LOS CUERPOS
Como podemos ver el valor de la “virginidad” ha sido inventado y construido socialmente
(como muchos otros inventos sobre lo que llamamos “mujer”) para plantear como natural la
dominación de las mujeres a través de sus cuerpos.
Al ser el coito vaginal la práctica sexo-política por medio de la cual supuestamente se accede
a la “madurez” sexual, se garantiza la primacía del pene como “el” órgano primordial que
marca con un sello de propiedad los cuerpos de las mujeres, al grado de insinuar que ellas se
constituyen en tales por medio del acto heterosexual, ya que con anterioridad a ese acto se
las percibía como seres ingenuos, inocentes, infantiles, que nada sabían de la vida... es decir
“vírgenes”.
Frente a este orden simbólico androcéntrico, patriarcal, heterocentrado y reproductivo (que
nos dice que es una relación sexual, cual es “el” órgano “válido” y qué es una “mujer”), se
nos presenta el desafío de cuestionarnos si los valores de antaño realmente han cambiado o
simplemente se han disfrazado con los colores de moda.
Frente a este orden simbólico que sigue guionando los roles de género y territorializando
políticamente los cuerpos, parece que tendríamos que desechar o resignificar concepciones y
prácticas tales como “virginidad”, “relación sexual” y “coito”, para intentar rehabitar los
cuerpos y el erotismo con aires renovados, y lograr que las subjetividades humanas puedan
desplegar todas sus diversas y legítimas posibilidades de existencia.
Lic. Ruben Campero
Psicólogo – Sexólogo
[email protected]
Artículo publicado en Revista “Factor S”. Montevideo, Diciembre 2006.
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