EVANGELIO - Santiago

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SANTIAGO, Apóstol
25 de julio 2007
EVANGELIO: Mateo 20, 20-28
“Mi cáliz lo beberéis”
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la
madre de los Zebedeos con sus hijos y
se postró para hacerle una petición. Él
le preguntó:
- «¿Qué deseas?».
Ella contestó:
- «Ordena que estos dos hijos míos se
sienten en tu reino uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
- «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que
yo he de beber?».
Contestaron:
- «Lo somos».
Él les dijo:
- «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi
izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos a
quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos
hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo:
- «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los
grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera
ser más grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el
que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del Hombre, no ha venido para que le sirvan,
sino para dar su vida en rescate por muchos».
ACERCARNOS AL TEXTO
Detrás de este relato evangélico se esconde un grave malentendido
que es necesario ser consciente para captar toda la profundidad
del mensaje que nos ofrece. La escena nos es conocida: una madre
que, movida por un amor apasionado a sus hijos, se acerca a Jesús
pidiendo para ellos los puestos de más honor y poder. Y la reacción
inmediata de Jesús que trata de aclarar un grave malentendido:
«No sabéis lo que pedís». Esto es, la falsa concepción del Reino,
expresada en las apetencias de los discípulos más destacados, con la
consiguiente corrección del Maestro.
El lector del evangelio conoce ya las apetencias de los discípulos en
el Reino que predicaba su Maestro y las discusiones entre ellos por
cuestiones de precedencia (18, 13). Esto mismo vuelve a aparecer
aquí personificado en los hijos del Zebedeo (Mateo pone la petición
en boca de su madre, pero esto, evidentemente, es cosa suya en orden
a salvar el prestigio de los dos hermanos. Marcos pone la petición en
boca de los propios interesados. Y la versión de Marcos es la que
mejor responde a la realidad. Es Mateo el responsable de introducir en
escena a la madre).
Las apetencias en el Reino suponen un desconocimiento radical
del mismo. Son justificadas únicamente cuando se le consideraba bajo
el mismo baremo que los demás reinos de la tierra. Pero el Reino de
Dios es muy distinto. Aquí el principio determinante es el del
SERVICIO A LOS DEMÁS. Las apetencias, por tanto, deben estar
determinadas por la responsabilidad y capacidad de sacrificio y
servicio al prójimo, por la decisión de «beber el mismo cáliz» que el
Maestro, de correr su misma suerte, de hacer de su vida una
entrega al prójimo. Todo lo que no sea eso es equiparar el Reino de
Dios a los reinos de la tierra. Y esta equiparación ha sido
radicalmente condenada por Jesús. Equivale a trastocar por
completo la naturaleza de las cosas, traer a Dios al propio camino,
convertirse en Satanás (16, 22-23).
El discípulo debe marchar por el camino del Maestro, que no vino
a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.
Entrega de la vida en rescate de la vida de los demás. Un aspecto que
no debía ser desconocido por los discípulos. La muerte del justo era
considerada en el judaísmo como rescate por Israel. Un rescate que, ya
en el Antiguo Testamento, era entendido como reparación-expiación
(Is 53, 11-12). La vida de Jesús fue entregada por el rescate de
«muchos». Es un semitismo: «muchos» es sinónimo de «todos». Al
hablar de «muchos» se quiere acentuar la desproporción entre el que
entrega la vida, que es uno, y aquéllos por quienes la entrega, que son
muchos, todos. Esta plena solidaridad con los hombres y la entrega
de la vida por ellos es el programa permanente de los discípulos de
Jesús. Su vida entregada como servicio al Reino.
En el Reino mesiánico, no hay jerarquías de mando ni puestos de
honor. Sólo le cabe al discípulo «beber la copa como Jesús». ¿Cuál es
el significado de esta imagen? «Beber la copa» tiene el significado
de experimentar un sufrimiento hasta la muerte (Is 51, 17-22). Lo
que se nos está diciendo, pues, a través de esta imagen, es que los
discípulos compartirán las vicisitudes de Jesús, de su muerte y
resurrección. Eso es ser discípulo.
La tradición que recibe Mateo sabe que Santiago ya ha derramado su
sangre por el Evangelio. Le rinde aquí un homenaje porque, con
Cristo y por el Evangelio, ha bebido el cáliz y ha derramado su
sangre siguiendo al Maestro y prosiguiendo su causa, a pesar de las
ansias de grandeza que pudo tener en otro tiempo.
REFLEXIONES PARA NUESTRA VIDA DE CREYENTES
El cristiano debe saber que sólo hay un camino para ser grande al
estilo de Jesús. Y este camino no es el dominar, tiranizar y oprimir a
los más débiles. Al contrario, es el camino del SERVICIO
DESINTERESADO a los demás.
Los malentendidos no han desaparecido. Curiosamente y por una de
esas paradojas que suceden en la historia, se ha querido hacer de
Santiago, el discípulo invitado por Jesús al servicio y al martirio, una
especie de guerrero mitológico y poderoso, encargado de salvar la
patria y de luchar contra sus enemigos. Los cristianos tenemos que ir
purificando nuestra religión de todo aquello que la falsea y
distorsiona convirtiendo nuestro cristianismo en caricatura del
Evangelio. Y no creamos que es una tentación que acecha siempre a
otros. Todos los pueblos corren el riesgo de manipular
interesadamente la religión. Entonces, la comunidad cristiana,
llamada a ser comunidad de perdón, de fraternidad, de apertura y
servicio a todos, puede degenerar en formas diversas de nacionalcatolicismo que se alejan radicalmente de lo que debe ser la
comunidad creyente.
Lo más importante en la vida no es tener éxito y superar a los
demás. Lo verdaderamente decisivo es ser auténtico y saber crecer
como ser humano. Sin embargo, con frecuencia, nos equivocamos ya
en el punto de partida. Creemos que, para afirmar nuestra propia vida
y asegurar nuestra pequeña felicidad y libertad, debemos
necesariamente dominar a los demás. Insatisfechos por no tener
siempre todo lo que queremos, temerosos de perder la felicidad,
intentamos asegurarnos frente a todo y frente a todos tratando de
dominar la situación desde una posición de superioridad y de poder
sobre los otros. Y así manipulamos de mil maneras a quienes son
más débiles que nosotros, esforzándonos por mantenerlos al
servicio de nuestras expectativas e intereses. Se diría que no
acertamos a crecer ni estamos satisfechos si no es manipulando,
dominando y oprimiendo a los demás.
Este pasaje evangélico nos recuerda que existen otros caminos para
encauzar nuestra vida y ser auténticamente grandes. Según Jesús,
el que quiera ser grande y primero tiene que renunciar a su deseo
de poder sobre los demás y aprender sencillamente a servir desde
una postura de amor fraterno. Los que viven desde la generosidad,
el servicio y la solidaridad son personas que irradian una autoridad
única. No necesitan dar coba, adular ni amenazar. Su vida es grande
precisamente porque saben darla.
Normalmente, al escuchar estas palabras solemos pensar en el
sacrificio último realizado por Jesús en la cruz, olvidando que toda su
vida fue entrega y servicio. En realidad, la muerte de Jesús no fue
sino la culminación de un desvivirse constantemente. Día tras día
fue entregando sus fuerzas, su juventud, sus energías, su tiempo, su
esperanza, su amor. La entrega final fue el mejor sello a una vida
de servicio total.
Dar así la vida es siempre, según el Evangelio, un gesto que
enriquece, que ayuda a vivir, que crea vida en los demás, que
rescata, que libera y salva a las personas, y que plenifica nuestro
propio vivir. Sólo quien da su vida por los demás la hace
fructificar. Muchas personas acaban desfondadas, desilusionadas, sin
saber qué hacer con su vida. Han trabajado incansablemente, han
logrado casi todo lo que se han propuesto, han alcanzado el éxito, pero
no saben qué es dar la vida. Tal vez el secreto más importante de la
vida y el más ignorado sea que sólo se puede vivir cuando se hace
vivir a otros.
COMPROMISO DE VIDA
Este día y esta fiesta de un apóstol nos plantea claramente la
IDENTIDAD de un SEGUIDOR de Jesús. ¡Esto es algo serio para
la vida.
 ¿Qué PALABRAS CLAVES definen, hoy, mi ser de creyente y
seguidor de Jesús? Conviene que no sean más de 5 palabras.
 Realizada la lista de las palabras claves, leo de nuevo el texto
evangélico y el comentario de hoy y entresaco las palabras claves
que ofrece.
 Ahora intento confrontar “mis” palabras claves con las que se me
han ofrecido “en el texto y en el comentario”. ¿Qué tal? ¿Coinciden o
no?
 Utilizaré, en este día y durante la semana, las oraciones que se me
ofrecen a continuación.
ORACIONES para estos DÍAS
EN LA MUERTE DE MONSEÑOR ROMERO
En oscuros siglos, se cuenta,
algún obispo murió por orden de un rey,
salpicando con su sangre el cáliz,
por defender la libertad de la Iglesia frente al poder.
Está muy bien, pero
¿desde cuándo no se había contado que mataran
a un obispo en el altar,
sin hablar de libertad de la Iglesia,
sino simplemente porque se puso del lado de los pobres,
y dio voz a su sed de justicia que clama al cielo?
Quizá hay que ir al origen mismo,
al que mataron con muerte de esclavo subversivo.
Sí, una bala explosiva es más rápida que colgar de una cruz,
pero es que había prisa.
Valverde, José María
SERVIR
Donde hay un árbol que plantar,
plántalo tú.
Donde haya un error que enmendar,
enmiéndalo tú.
Donde haya un esfuerzo que todos esquiven,
acéptalo tú.
Sé el que apartó del camino la piedra,
el odio de los corazones,
y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y justo,
pero hay, sobre todo, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo
si todo en él estuviera hecho.
Si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender.
No caigas en el error de que sólo se hacen
méritos con los grandes trabajos.
Hay pequeños servicios que nos hacen grandes:
poner una mesa,
ordenar unos libros,
peinar una niña...
El servir no es una faena de seres inferiores.
Dios, que es el fruto y la luz, sirve.
Y te pregunta cada día: ¿Serviste hoy?
Fuertes, Gloria
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