Domingo XXIX del Tiempo Ordinario

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Domingo XXIX del Tiempo Ordinario
El Hijo del Hombre ha venido a dar su vida en rescate por todos
(Mc 10,35-45)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 16, 6-8)
Yo te invoco porque Tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Guárdame
como a las niñas de tus ojos; a la sombra de tus alas escóndeme.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero
corazón.
PRIMERA LECTURA (Is 53,10-11)
Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años
Lectura del libro de Isaías
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su
descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. A causa de los
trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido mi Siervo justificará a muchos, porque
cargó con los crímenes de ellos.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 32)
R/. Que tu misericordia, Señor venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor,
que la Palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
Él ama la justicia y el derecho
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor:
Él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
SEGUNDA LECTURA (Heb 4,14-16)
Acerquémonos con seguridad al trono dela gracia
Lectura de la Carta a los Hebreos
Hermanos, mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha
atravesado el cielo. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras
debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por
eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia
que nos auxilie oportunamente.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 10,45)
R/. Aleluya, aleluya
El Hijo del Hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Mc 10,35-45)
El Hijo del Hombre ha venido a dar su vida en rescate por todos
Del Evangelio según san Marco
En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan y le dijeron: «Maestro,
queremos que hagas lo que te vamos a pedir.» Les preguntó: «¿qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús
replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber y de bautizaros
con el bautismo que yo me voy a bautizar?» Contestaron: «Lo somos» Jesús les respondió: «El cáliz
que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero
el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo; está ya reservado» Los otros
diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reuniéndolos les dijo: «Sabéis que
los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea
esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar
su vida en rescate por todos.»
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor, ofrecerte estos dones con un corazón libre, para que tu gracia pueda
purificarnos en estos misterios que ahora celebramos.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 32, 18-19)
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus
vidas de l muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
o bien (Mc 10,45)
El Hijo del Hombre h venido para dar su vida en rescate por todos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
La participación frecuente en esta Eucaristía nos sea provechosa, Señor, para que disfrutemos de tus
beneficios en la tierra y crezca nuestros conocimientos de los bienes del cielo.
Lectio
Seguimos paso a paso el camino de formación de Jesús con sus discípulos, el cual coincide con la
subida a Jerusalén. Llegamos a la lección central que se desprende del discipulado de la Cruz: el
servicio a los demás aún con sacrificio.
Jesús le propone a aquellos que quieren ser grandes, que asuman la función de servidores de
aquellos que quieren superar y de descender hasta lo más bajo en la escala social, hasta hacerse
esclavos. El Maestro mismo es el modelo de esta enseñanza: él da su vida para redimir la
humanidad.
Se nos propone un pasaje muy diciente para estos tiempos en que los que lo para algunas personas
lo que cuenta es el éxito a toda costa, el sobresalir por encima de los demás y de búsqueda de
puestos.
Anotaciones sobre el pasaje
El evangelista Marcos, extraordinario pedagogo de la fe, continúa mostrándonos en este domingo
las implicaciones de la vida nueva en el seguimiento de Jesús, o sean entrando en el Reino de Dios.
Hoy lo hace colocando sobre el tapete el tema, humano y demasiado humano, del “poder”. ¿Cuáles
son los criterios de acción de un discípulo de Jesús al respecto?
No perdamos de vista que Jesús indicó la dirección del seguimiento desde que dijo: “Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8,34) y que esto
implica un discernimiento de espíritus para escoger –dentro de las múltiples atracciones que ejerce
sobre nosotros la vida- lo que está en sintonía con la opción de la Cruz (8,35-38).
Ahora bien, después de Pedro (ver el evangelio del domingo pasado), toman la palabra los dos
hermanos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, también llamados “hijos del trueno” (quizás por su
temperamento fuerte; ver 3,17), pertenecientes al grupo llamado el primer día del evangelio (1,1620). Se esperaría que estos discípulos, que “han dejado todo y han seguido” a Jesús, estén ya en un
alto nivel de discipulado y, por tanto, capaces de diferenciarse de los demás en el ámbito del
liderazgo y el ejercicio de la autoridad en la comunidad. Pero parece que no.
Como si se tratara de una carrera administrativa, los dos discípulos temperamentales le piden a
Jesús los puestos más altos en el Reino de Dios: “Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a
tu derecha y otro a tu izquierda” (v.37). La petición suscita una reacción fuerte tanto de Jesús (v.38)
como del resto de la comunidad (v.41). También aquí notamos dentro del texto un arco que conecta
la petición inicial con la respuesta final, mientras que en el desarrollo del texto se van desmontando
los viejos hábitos y al mismo tiempo que se forman en las actitudes que caracterizan a aquel que
está “entrando en el Reino” por la vía del seguimiento, “tomando la Cruz”.
El núcleo de texto está relacionado con el del domingo pasado: la conversión pascual. Por eso a este
pasaje le precede el tercer anuncio de la pasión y resurrección (vv.31-34) y tiene su expresión
culminante en la última y bien subrayada frase de Jesús: “El Hijo del hombre no ha venido a ser
servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (v.45). Para un discípulo el único
camino posible para ejercer la autoridad es vaciándose a sí mismo en el camino de la Cruz, dando
vida con su propia vida.
Entonces, bajo la sombra de la cruz las relaciones de influencia sobre los otros son vistas con otra
lente: en primer lugar, la cruz pone en severa crisis los intereses de fondo de cada uno y, en segundo
lugar, porque es un darse, orienta todos los mejores esfuerzos humanos en función de único
objetivo, que es la vida que crece y realiza su proyecto, como Dios la quiere y en un ámbito de
libertad (=el “rescate”, v.45). Es confrontándonos con el crucificado que podemos discernir si la
influencia que ejercemos sobre los demás es sometimiento que “mata” o entrega amorosa que
“vivifica”.
Releyendo despacio y atentamente el texto, veamos los puntos relevantes de la Buena Nueva
de Jesús sobre el poder-servicio:
- Jesús no rechaza por principio las aspiraciones de los discípulos, Él no desea discípulos
pusilánimes, sin iniciativa y sin proyección, por eso admite que se llegue a ser “grande” y “el
primero” (vv.43-44; ver el v.40). El problema no está en el “qué” sino en el “para qué” (en función
de qué) y el “cómo”.
- Jesús cuestiona la actitud egocéntrica: cuando el interés por el éxito terreno, el prestigio y la honra
personal es la aspiración fundamental. El individualismo vanidoso y egocéntrico, que lleva a una
persona a querer sobreponerse sobre los demás, es la fuente de la mayor parte de los conflictos de la
convivencia, como bien lo ilustra la división –en la indignación de unos contra otros- que brota
inmediatamente en la comunidad de los Doce (ver el v.41)
- Jesús responde, no con una teoría, sino sobre el fundamento de su propia vida: Él es el criterio
último del actuar del discípulo. Las aspiraciones espontáneas (o naturales) de los discípulos v(v.3537) y los modelos de comportamiento de la sociedad (v.42) se confrontan con la instrucción de
Jesús que indica cómo es que se le sigue (vv.38-40 y 43-45).
- Jesús enseña, no con la coacción de una ley , sino a partir del ejemplo de su propia vida. Su
autoridad no es la imposición sino la atracción del ejemplo (ver el “así como” que introduce el
v.45).
- Jesús reorienta la mirada del discípulo hacia la radicalidad de la pasión, momento cumbre de su
ministerio y de su revelación. Así aprende que la comunión con Jesús o es total o simplemente no
existe. Si es total, entonces incluye el camino de la cruz, de la cual se derivan los principios que
determinan su comportamiento. Ver los vv.38 y 39 sobre la “copa” y el “bautismo”.
- Jesús revela que si bien, desde el punto de vista externo experimentó la cruz como la agresión del
poder religioso y político que intentaron anularlo, desde el punto de vista interno la vivió
activamente como un servicio a la vida (v.45 en relación con los vv.33-34).
- Jesús indica, desde la palabra clave “servir” (v.45), que el camino del prestigio y de la grandeza
está en el constituirse “servidor” y “esclavo” (vv.43-44). El puesto más alto es el más bajo, sólo se
es primero si se ocupa el puesto de los últimos. El discípulo es el que hace de las necesidades de los
demás el centro de sus preocupaciones, el centro no es él mismo sino los otros.
- Jesús diseña el perfil del discípulos con los matices que tienen los términos. El “servicio” es el de
la mesa, lo cual indica todo lo que contribuye a la formación de la comunidad (v.43). El “ser
esclavo” es una manera de enfatizar que el servicio es “gratuito”, no espera contraprestación, se
hace porque hay un sentido de pertenencia profundo (v.44).
- Jesús visualiza también la comunidad a señalar los destinatarios del servicio no sólo son los de
dentro (el “vosotros” y el “vuestro” del v.43), sino también los de fuera. En el servicio cristiano no
hay fronteras (el “de todos” del v.44, que le hace eco al “muchos” del v.45). Pero también es verdad
que el amor a los cercanos no puede ser sustituido por el servicio a los lejanos (tentación del ser
“luz en la calle” y “tiniebla en la casa”).
- Finalmente, Jesús y los que le siguen estrechamente van en proféticamente en contravía con los
intereses económicos y políticos de toda sociedad cuya ética del poder excluye, margina, mata o
niega la persona. En el oído de uno queda resonando la frase: “Entre Ustedes no será así” (v.43).
Conectando con el evangelio del domingo anterior, el pasaje de hoy pone de relieve que la
naturaleza esencial de la renuncia a sí mismo es el don de sí mismo en el servicio. Entonces, en la
vida cristiana sí hay carrera, pero sólo por la ruta y en el ejercicio de la Cruz.
Apéndice
Leyendo el Evangelio a la luz del Catecismo de la Iglesia Católica
Jesús es el Siervo sufriente, servidor de todo ser humano
440: Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la
próxima pasión del Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la
identidad trascendente del Hijo del Hombre «que ha bajado del Cielo» (Jn 3,13), a la vez que en su
misión redentora como Siervo sufriente: «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).
608: Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y
señaló a Jesús como el «Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Jn 1,29). Manifestó así
que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53,7) y carga
con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando
celebró la primera Pascua (Ex 12,3-14). Toda la vida de Cristo expresa su misión: «Servir y dar su
vida en rescate por muchos» (Mc 10,45).
606: "Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en
su misión redentora: ``Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su
obra'' (Jn 4,34). El sacrificio de Jesús ``por los pecados del mundo entero'' (1 Jn 2,2), es la expresión
de su comunión de amor con el Padre: ``El Padre me ama porque doy mi vida'' (Jn 10,17). ``El
mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado'' (Jn 14,31)" (cf.
2716. 2749).
623: Por su obediencia amorosa a su Padre, “hasta la muerte de Cruz” (Flp 2,8), Jesús cumplió la
misión expiatoria del Siervo doliente que “justifica a muchos cargando con las culpas de ellos” (Is
53,11).
1505: "Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que
hace suyas sus miserias: ``Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades'' (Mt
8,17). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios.
Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la
Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el ``pecado del mundo'' (Jn 1,29), del que la
enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un
sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión
redentora. ``Sanad a los enfermos...''" (cf. 517).
María, Sierva de Dios y de sus designios reconciliadores
494: Al anuncio de que ella dará a luz al «Hijo del Altísimo» sin conocer varón, por la virtud del
Espíritu Santo. María respondió por «la obediencia de la fe» (Rom 1,5), segura de que «nada hay
imposible para Dios»: «He aquí la sierva del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,37-38).
Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de
todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí
misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con Él, por la
gracia de Dios, al Misterio de la Redención.
Llamados a seguir el ejemplo de Cristo
786: El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza
atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección. Cristo, Rey y Señor del
universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida
en rescate por muchos» (Mt 20,28). Para el cristiano, «servir es reinar» particularmente «en los
pobres y en los que sufren» donde descubre «la imagen de su Fundador pobre y sufriente». El
pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.
_ "Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que no ha
venido para ser servido sino para servir. Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se
puede verdaderamente ``reinar'' sólo ``sirviendo'', a la vez el ``servir'' exige tal madurez espiritual
que es necesario definirla como el ``reinar''.... para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay
que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio" (Juan Pablo II,
RH 21).
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