EL MARESME El Maresme es una de les comarcas costeras de

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EL MARESME
El Maresme es una de les comarcas costeras de Cataluña.
A partir del Neolítico ya podemos constatar la presencia de actividad humana en este territorio. Los
sepulcros de fosa excavados en Vilassar de Dalt, Canyamars y Mataró son la muestra de actividad humana
durante este período. Del Calcolítico se han encontrado abundantes vestigios en Alella (fosa de Can Cues)
y Vilassar de Dalt (cuevas de Pau y de la Granota). En este municipio es importante también el dolmen
conocido como la Roca d'en Toni.
Los restos más abundantes de los primeros habitantes del Maresme corresponden a los llamados poblados
ibéricos, aunque a menudo se confunden o mezclan con otros más antiguos que son de la Edad del Bronce
(segundo milenio a.C.). Los poblados ibéricos a veces solo eran pequeños hábitats dispersos, y otras eran
auténticas poblaciones bien estructuradas. Podemos encontrarlos en todo el territorio (Burriac en Cabrera,
Cellecs en Orrius y Cadira del Bisbe en Premia de Dalt, son algunos ejemplos). Alrededor del siglo VI a.C.
ya se puede constatar la fortificación de un gran poblado en la montaña de Burriac. Sin duda fue el centro
del poder político del Estado Layetano que durante el siglo III a.C. vivió su máximo esplendor. Gracias a
los estudios de los arqueólogos e historiadores sabemos que en este momento los layetanos participaban
en amplias redes comerciales que se extendían por todo el mundo Mediterráneo. También sabemos que
sus soldados fueron mercenarios al servicio de las grandes potencias de la época.
La ocupación militar romana de la Península Ibérica, a partir del 218 a.C. y como consecuencia de las
Guerras Púnicas también afectó el territorio del Maresme, donde a menudo se hacían expediciones de
pacificación.
La red de villas se empezó a formar durante el siglo II a.C configurando el sistema organizativo romano
que se consolida hacia el año 70 aC con la fundación de los núcleos urbanos de Baetulo (Badalona) e
Iluro (Mataró).
En el Maresme la villa fue muy importante. Los arqueólogos han descubierto los restos de 264 núcleos
rurales algunos de los cuales debieron ser importantes villas. Destacan la villa de Can Sent-Romà (Tiana),
la de Torre Llauder (Mataró), las de Can Aiguaviva y Can Catà de Dalt (Arenys de Munt) y la del Castillo
de Santa Florentina (Canet de Mar). También se conoce la denominación de otras villas que fueron el
origen de pueblos actuales: Praemiliano (Premià), Agellum (Agell), Taiano (Teià) y Palatiolo (Palafolls).
El pasado romano de la zona se concentra fundamentalmente en el área de Iluro (Mataró), que nació
alrededor del año 70 en lo alto de un pequeño cerro de 20 m. Las villas de Can Rafart, Can Xamar y Can
Llauder son sus principales testigos.
El siglo II d.C. fue la época de plenitud del mundo romano en el Maresme. A partir de entonces se inició
en todo el territorio una lenta decadencia. Durante el siglo III d.C. desaparecieron algunas villas y hubo
un proceso de concentración de núcleos rurales, básicamente a causa de la inestabilidad económica y
social. Después la vida urbana entró en crisis y el mundo tardo romano evolucionó hacia el mundo medieval.
El abandono de la ciudad de Iluro se produjo entre los siglos V i VII d.C.
A partir del siglo X la estructura agraria pasó a ser minifundista y de subsistencia. Durante los siglos XI,
XII y XIII podemos constatar que hubo un aumento de la producción que también causó un aumento
demográfico. La ocupación del territorio se hizo mediante masías (casas de campo) dispersas por los
límites parroquiales. Se dedicaban a la agricultura y muchas veces también a la explotación forestal. La
población se concentró entonces en las zonas de montaña, a media pendiente de la sierra y lejos del mar,
al contrario de lo que había ocurrido en la época anterior. Tres siglos más tarde nacieron los primeros
barrios marítimos.
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Por razones de defensa, se formaron progresivamente los núcleos urbanos. Crecieron siempre cerca de
una iglesia. La sagrera era un lugar de atracción, porqué treinta pasos a su alrededor se consideraba
como zona de paz. Bajo su amparo tomaron forma el mercado y las primeras calles.
Las ermitas que a menudo fueron levantadas sobre antiguas villas romanas, confirman la tendencia de
los habitantes de la época a instalarse lejos de la costa. Rápidamente el territorio quedó dividido en
parroquias. Las más antiguas son las de Santa Maria de Civitas Fracta (Mataró), Premià y Alella, las tres
del siglo X.
En el siglo XI el feudalismo entró en la comarca. En el Bajo Maresme se han documentado ocho castillos:
el de Montalt, el del Far, el de Dosrius, el de Mataró, el de Sant Vicenç o de Burriac, el de Vilassar, el de
Premià y el de Montgat. Sin embargo, solo dos tuvieron el dominio del territorio, el de Sant Vicenç (Cabrera)
y el de Mata (Mataró).
En el Alto Maresme solo dos castillos concentraron todo el poder jurisdiccional, el de Montpalau (Pineda)
y el de Palafolls.
A finales de la Edad Media y según el censo de hogares del año 1497, la población de la comarca era de
unas cinco o seis mil personas.
La construcción de nuevas iglesias parroquiales a lo largo del siglo XVI, da cuenta de la ordenación de
la región. Estos templos sirvieron como refugio frente a las incursiones de la piratería bereber que infestaba
los mares. La necesidad de defensa dio origen a las numerosas torres de planta circular, llamadas “de
moros”, que fueron alzadas a lo largo de la costa. En este momento se construyó la muralla de Mataró,
que rodeaba toda la villa. Aun así, los pueblos del Maresme sufrieron numerosos ataques de los piratas.
Los siglos XVI y XVII se caracterizan por el asedio de la costa por parte de los piratas bereberes, por la
peste y por las grandes migraciones de ciudadanos de la Occitania francesa.
En el año 1702 Mataró obtuvo el título de ciudad. La concesión fue hecha por Felipe V de Castilla, pese
a la oposición de Barcelona.
La Guerra de Sucesión a la corona de España también tuvo como escenario esta parte de la costa catalana.
La ciudad de Mataró fue la primera en prestar obediencia al archiduque Carlos de Austria, pero el desenlace
de los acontecimientos tenía que ser desfavorable a la causa carlina. Los Decretos de Nueva Planta abrirían
una nueva etapa para las poblaciones del Maresme.
Durante el siglo XVIII todos los pueblos de la comarca empezaron a dedicarse a las actividades marítimas,
motivo del crecimiento registrado por los vecindarios cercanos al mar. La pesca y la navegación fueron
sus principales actividades. Las poblaciones más importantes del momento fueron Mataró con su puerto
comercial y astilleros, y Arenys de Mar con la Escuela Náutica.
Durante la Guerra de Independencia, Mataró fue asaltada a sangre y fuego por tropas francesas (1808).
El 21 de enero de 1814, las tropas francesas en retirada destruyeron los astilleros de Malgrat, incendiaron
casas en Sant Pol y saquearon la Escuela Náutica de Arenys de Mar. La ocupación de los Cien Mil Hijos
de San Luís (1823) y la revuelta de los Malcontentos (1827) también tuvieron como escenario la ciudad
de Mataró que sufrió las consecuencias.
A mediados de siglo, ya había fabricación de tejidos e hilados de algodón en casi todas las localidades
del Maresme. En el año 1848 se inauguró la primera línea férrea de la península que unió Barcelona y la
capital del Maresme, obra que promovió Miquel Biada i Bunyol. La industria tuvo un crecimiento gradual
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desde la segunda mitad del siglo XIX, y el textil fue un sector fundamental. Este tejido industrial originó
un importante movimiento obrero en toda la comarca. La filoxera, la inestabilidad política y social y la crisis
económica fueron los ingredientes característicos del inicio del siglo XX, marcado por las causas y las
consecuencias de la Guerra Civil Española que se inició con la sublevación de parte del ejército Español,
el 18 de Julio de 1936.
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