Eucaristía de envío

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EUCARISTÍA
DE ENVÍO
Motivación: Llegamos al final de nuestro retiro en que hemos estado abiertos/as a las llamadas y
clamores de la realidad y hemos intentado ver las cosas con la mirada del niño y joven pobres.
Hay, sin duda, muchos interrogantes, muchos retos, muchos deseos de responder con
generosidad a nivel personal y a nivel Institucional. Todo esto queremos celebrar en esta
Eucaristía de envío. Queremos salir como MARÍA, a nuestros lugares habituales de trabajo y de
vida, pero con una mirada nueva: la del niño y joven pobre y la del Evangelio de Jesús de
Nazaret. Celebremos, pues, con alegría, esto llevamos en el corazón. Cantamos.
DONDE HAYA UN NIÑO
Oh, Señor, quisiera decirte lo que siento en mí,
hoy mi alma quiere pedirte un amor sin fin.
Donde haya un niño quiero hablarle de Ti,
fue mi Padre Marcelino quien me lo enseño así.
Una sonrisa humilde, sincera y de paz,
es tu palabra viva que se hace realidad.
UNA LÁGRIMA, LA DE UN NIÑO,
UN LAMENTO A ESCUCHAR,
UN HERMANO, UN AMIGO,
UNA VIDA QUE SE DA.
Oh, María, mi buena Madre, vives junto a mí,
hoy quisiera agradecerte el haber dicho Sí.
Donde haya un niño quiero hablarle de ti,
fue mi Padre Marcelino quien me lo enseño así.
Una fe inquebrantable, la confianza en el luchar,
fue tu ejemplo su camino, una escuela de verdad.
Acto penitencial:
Lectura: del relato de la vida de Juan Bautista Berne.
(Vida de M. Champagnat, XXI. p. 524-525)
...Cuando murió la mujer, el Padre Champagnat se hizo cargo del hijo que dejaba. A consecuencia de
la larga enfermedad de su madre y de su extrema pobreza, el muchacho no había recibido
formación religiosa alguna. Pero había adquirido malas costumbres que le malearon el carácter y el
corazón y anularon por largo tiempo los cuidados que le prodigaban. Los Hermanos, a quienes el
Padre Champagnat lo había encomendado, no le dejaron carecer de nada en cuanto a alimentación y
vestido; lo tuvieron en clase, se esforzaron por infundirle principios religiosos, por corregir sus
defectos y malos hábitos. Pero, en vez de aprovechar tanta atención y mostrar agradecimiento,
correspondía con insultos, ingratitud y rebeldía. Acostumbrado a vivir vagabundo y a merced de sus
malas inclinaciones, no pudo soportar la sujeción que le exigía la vida reglamentada de un centro
educativo, ni las lecciones y advertencias paternales de los Hermanos.
Se fugó varias veces, pues prefería mendigar el pan y vivir en la miseria que doblegar su carácter
levantisco y someterse a la disciplina de la escuela. Los Hermanos lo volvían a traer cada vez a casa
y adoptaron todos los medios que les sugería su celo para corregirlo, atraérselo e inspirarle
mejores sentimientos. Pero, desalentados ante el escaso resultado de sus esfuerzos, terminaron
por pedir al Padre que lo abandonara a su desdichada suerte. «Estamos perdiendo el tiempo con
este niño –le dijeron-, y tarde o temprano tendremos que despedirlo.»
El piadoso Fundador, cuyo celo era más tenaz y comprensivo, les animó primero a tener paciencia y a
rogar por aquel pobre desgraciado. Pero al ver que insistían en la expulsión, les dijo: «Amigos, si lo
que queréis es deshaceros de este pobre huérfano, os será muy fácil. Pero, ¿qué mérito podéis
tener con echarlo a la calle? Si lo abandonáis, ¿no os da miedo que Dios os pida cuentas de su alma?
¿No teméis tampoco perder la oportunidad de ejercitar la caridad, el celo, y, por consiguiente,
perder el mérito de conseguir que ese niño vuelva a la senda de la virtud? Si lo expulsáis, Dios
confiará a otro su cuidado y la gracia de educarlo; y, aunque demasiado tarde, lamentaréis el
haberos privado, por falta de paciencia, de tan gloriosa misión. Hemos adoptado a este niño; no
podemos abandonarlo, tenemos que guardarlo por doloroso que resulte ver que no corresponde a
nuestros desvelos.
Pero hemos de trabajar sin descanso en conseguir que sea como deseamos. «Por lo demás -añadiótened buen ánimo: Dios no puede consentir que sean estériles tantos sacrificios, tantos actos de
caridad empleados con él. Encomendadle a Dios y ya veréis cómo muy pronto os causará tanto
consuelo como disgustos os ha ocasionado hasta el presente. »
Efectivamente, poco después, aquel chico, que durante varios años había causado tantos disgustos a
los Hermanos por su mal comportamiento, cambió radicalmente: se tornó manso, dócil, bueno y
piadoso como un ángel. Después de hacer la primera comunión con edificantes disposiciones, pidió
ser admitido en la comunidad, favor que le fue concedido. Lleno de aprecio por su vocación, fue un
Hermano piadoso, observante y obediente, y murió como un predestinado a la edad de veintiún años,
en los brazos del Padre Champagnat, después de haberle agradecido cuanto había hecho por él.
A modo de reflexión y arrepentimiento:
"Hoy vengo, ante ti, Padre bueno, con el alma partida. Ya sabes por qué. Me han dicho los
Hermanos que sigue portándose mal, que no le aguantan, que le quieren echar de la casa. Eso me
duele mucho. No lo puedo soportar. ¿Qué será de ese niño solo en el mundo? ¿Quién va a cuidar
de él? No tiene ni padre ni madre. Ya ha sufrido bastante, para que ahora le dejemos indefenso,
al alcance de tantos enemigos. Señor, te veo a ti en Juanito, Tú eres él. ¿Cómo te vamos a echar a
la calle?
Canto:
Tú que siempre nos perdonas porque nos quieres mucho, tú que
siempre nos perdonas: SEÑOR TEN PIEDAD
Cambia, Señor, el corazón de estos mis hijos. Dales paciencia. Ayúdales. Entiendo que estar todo
el día con él, ver que no hay recuperación, que tiene mala conducta, debe ser duro y
desalentador. Pero te pido para que ellos entiendan que Tú tienes más paciencia con nosotros, que
Tú nos amas a todos, que Tú amas especialmente a niños como Juan, que son los que necesitan de
médico, no los sanos.
Canto:
Tú que siempre nos escuchas porque nos quieres mucho, tú que
siempre nos escuchas: CRISTO TEN PIEDAD
Señor, que no caigamos en lo que es más fácil; en deshacernos de Juan porque nos molesta. Tú
viniste especialmente para levantar al caído, para ayudar al débil, para salvar al pecador. Tú
amaste tanto a los niños, eran tus predilectos. Tú quieres que nadie se pierda. Quieres que todos
se salven. Que queramos nosotros lo mismo, Señor. Que no echen los Hermanos a Juanito. Que si
se va de la comunidad, se pierde.
Canto:
Tú que siempre nos perdonas porque nos quieres mucho, tú que
siempre nos perdonas: SEÑOR TEN PIEDAD
¿No ha sufrido ya bastante en la vida para que le hagamos sufrir más? Cambia su corazón, hazle
más dócil y obediente. Que se acerque más a los Hermanos, que sea más bueno. María, madre
buena, Juanito sólo te tiene a ti como madre. ¿Vas a permitir que se pierda en la calle? ¿Vamos a
ser nosotros, los que nos llamamos y somos tus hijos, vamos a ser nosotros los que nos
deshagamos de él? No lo permitas. Se me partiría el alma si ello ocurriera.
Te pido que mis hijos entiendan que Tú, Madre buena, y tu Hijo nos llaman a atender lo débil, lo
pobre, lo necesitado. Confío en Ti, Madre. Confío en que nos vas a ayudar a que Juanito cambie y
siga entre nosotros. Te lo pedimos con todo el corazón.
Dios todo poderoso tenga piedad de nosotros…
LA PALABRA DE DIOS NOS ILUMINA
PRIMERA LECTURA: HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS (AP 21, 1-5)
Como Salmo: Canto
Cuando tuve hambre me diste comida;
cuando tuve sed, me diste de beber;
cuando estaba intranquilo, calmaste mis penas;
cuando era niño me enseñaste a leer.
Cuando estaba sin casa, abriste tus puertas;
cuando estaba desnudo, me diste tu manto;
cuando estaba cansado, me ofreciste reposo;
cuando estaba solo, me trajiste el amor.
Tú siempre serás mi hermano, Tú serás mi hermano:
te lo dice Jesús, te lo dice Jesús.
Cuando estaba en la cárcel, viniste a mi celda;
cuando yo estaba en cama, tú me cuidaste;
en país extranjero, tú me acogiste;
cuando fui torturado, tú llevaste mi cruz.
Cuando estaba parado, me encontraste trabajo;
fui herido en combate, vendaste mis heridas;
yo buscaba bondad, me tendiste la mano;
fuera negro o blanco, eso nunca importó.
LECTURA DEL EVANGELIO: Lo que hicieron por ellos, por mí lo hicieron (Mt 25, 31-46)
Homilia o tiempo para compartir…
Oración comunitaria.
 Dirijamos a Jesús nuestras intenciones y las de aquellos que sufren o están
más necesitados, diciendo: Tú, Señor, eres nuestra salvación.
 Tú, Señor, que nos mandaste amarnos como tú nos amaste, ten misericordia de los
que nadie ama y pon en su vida personas que les muestren tu amor. Tú, Señor, eres
nuestra salvación.
 Tú, Señor, que curaste enfermos y resucitaste muertos, ten piedad de los que
sufren el peso de la enfermedad y dales el consuelo. Tú, Señor, eres nuestra
salvación.
 Tú, Señor, que proclamaste bienaventurados a los que trabajan por la paz, apiádate
de los países que sufren la guerra y pon paz en el corazón de los poderosos. Tú,
Señor, eres nuestra salvación.
 Tú, Señor, que con cinco panes y dos peces diste de comer a la multitud que te
escuchaba, pon generosidad en nuestro corazón y en el de todos los hombres para
que, con nuestro esfuerzo, podamos acortar las distancias entre ricos y pobres.
Tú, Señor, eres nuestra salvación.
 Tú, Señor … (tiempo para otras peticiones espontáneas)
Sigue la Eucaristía…
Gesto final de envío y compromiso:
Se le ofrecerá a cada uno/a, una canastita sencilla que va a expresar el
compromiso de COMPARTIR con el necesitado.
Ahí vamos a ir poniendo (con papelitos o signos) lo que hagamos por los más
necesitados: experiencias vividas en algún momento del año, compromisos que
tomamos a nivel personal o familiar o comunitario… Acciones concretas como
Institución… etc.
(Al tenerlo cada uno/a en su casa, en su habitación, en su hogar, en su comunidad, y
al verla cada día, renovaremos este compromiso de ver el mundo con los ojos de los
niños y jóvenes pobres…)
Canto final: ESCUCHA, MARÍA
Escucha, María, sonríe feliz, desde tantas estatuas con Cristo ó sin Él,
el joven que duda, el niño sin padres, el viejo olvidado sabrán que tú estás.
Escucha, María, el grito y la voz de los que sufrieron la persecución
por ser más fraternos y más Evangelio, semilla del pueblo, cosecha de Dios.
ASÍ, MARÍA, NOS GUIARÁS, TU PUEBLO ACOMPAÑARÁS,
LA JUSTICIA TRIUNFARÁ.
ASÍ, MARÍA, NUESTRA SERÁS, LA LUCHA COMPARTIRÁS,
HABRÁ UN MUNDO MÁS JUSTO, SERÁ POSIBLE EL CIELO AQUÍ.
Escucha, María, preséntale a Dios la ignorancia extrema y todo el dolor,
el llanto y el hambre de amor y de pan, el miedo y la angustia, la falta de paz.
Escucha, María, amiga serás de aquel joven solo que busca calor.
Que sea posible vivir la utopía, que sea posible seguir a Jesús.
Escucha, María, nos visitarás y traerás palabras en tu corazón,
Jesús se hará vivo en nuestras opciones,
veremos contigo el rostro de Dios.
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