nt En la parte más alta de la ciudad, sobre una columna, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz. Estaba toda revestida de oro y tenía en los ojos dos Un día, una golondrina se posó debajo de la estatua y le cayó encima una pesada gota de agua. Miró hacia arriba y vio que los ojos del Príncipe Feliz estaban llenos de lágrimas. El príncipe le contó que cuando estaba vivo no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación. Por eso, le llamaban el Príncipe Feliz. Ahora que podía ver toda la ciudad desde el punto más alto, se daba cuenta de cuántas personas necesitadas había y eso le hacía llorar. Le dijo que podía ver a una pobre mujer que bordaba sobre un vestido. Su hijito estaba enfermo, agua. Entonces, le pidió a la golondrina que le llevara el rubí del puño de su espada. La golondrina, aunque debía partir para Egipto, apenada por la mirada del Príncipe Feliz, se quedó y llevó el gran rubí a la mujer, dejándolo junto al dedal de la costurera. Al día siguiente, al salir la luna, volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz para despedirse, pero él le dijo: —Golondrina, allá abajo veo a un joven en un cuarto. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío y hambre para escribir más. Llévale uno Lo venderá, se comprará alimento y leña para calentarse y así concluirá su obra. Entonces la golondrina arrancó el ojo, voló hacia el estudiante y lo dejó sobre la mesa. Al día siguiente, al salir la luna, volvió hacia el príncipe para despedirse. —¡Golondrina!, ¿no te quedarás conmigo una noche más? Allá abajo, en la plazoleta, a una niña vendedora se le han caído las cerillas al arroyo. Su padre le pegará. Arráncame el otro ojo y GENEROSIDAD r Cu e El P Feliz e p i ínco de Oscar Wilde de vuelta hacia el príncipe y le dijo que se quedaría con él para siempre. Durante esos días, la golondrina volaba por la ciudad y luego le contaba la miseria en la que vivían los niños y los mendigos. Entonces, el príncipe le dijo: y dáselo a los pobres. por hoja lo distribuyó entre los pobres. Entonces llegó la nieve y, después de la nieve, el hielo. La pobre golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al príncipe: lo amaba demasiado. más sobre el hombro del príncipe. —¡Adiós, amado príncipe! Has permanecido aquí demasiado tiempo. —No es a Egipto a donde voy a ir. Voy a ir a la morada de la muerte. La muerte es hermana del sueño, ¿verdad? Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies. En ese mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua. La coraza de plomo se había partido en dos. A la mañana siguiente, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad. Al pasar junto al pedestal levantó sus ojos hacia la estatua. —¡Dios mío! ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz! El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado. Y tiene a sus pies un pájaro muerto. Entonces, fue derribada la estatua y la fundieron. Pero el corazón de plomo no quiso fundirse en el horno y fue arrojado como desecho al montón de basura en el que yacía la golondrina muerta. Cuentan que Dios le pidió a un ángel que trajera las dos cosas más preciosas de la ciudad. Y el ángel le llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto. Para conversar sobre este valor: ¿Por qué el Príncipe Feliz y la golondrina dieron todo lo que tenían por los más necesitados? Cuenta a tus compañeros alguna anécdota en la que fuiste generoso. ¿Cómo te sentiste? Observa si hay en tu barrio o escuela alguien que necesite de algo con lo que tú puedes ayudar.