CALSAMIGLIA BLANCAFORT, Helena y TUSÓN VALLS, Amparo

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CALSAMIGLIA BLANCAFORT, Helena y TUSÓN VALLS, Amparo. LAS COSAS DEL
DECIR. MANUAL DE ANÁLISIS DEL DISCURSO. Barcelona: Editorial Ariel, S.A., 1999,
386 p.
La lingüística estructural y la gramática generativa transformacional, pese a las diferencias
epistemológicas que las caracterizan como dos formas de abordar el hecho lingüístico,
comparten como unidad de análisis la oración; de esta forma, tanto las distintas escuelas
estructuralistas así como las diferentes versiones del generativismo, constituyen lo que se
ha denominado la lingüística oracional.
Frente a esta propuesta surge, a partir de los años setenta en el desarrollo de la
lingüística, la llamada lingüística del texto, que también ha recibido los nombres de
gramática del texto, análisis del discurso, teoría del texto; esta propuesta desborda los
límites de la lingüística oracional pues su unidad de análisis ya no es la oración sino una
entidad de orden mayor: el texto o discurso. El presupuesto del cual parte este modelo de
análisis lingüístico plantea que el individuo cuando realiza una emisión verbal, no produce
oraciones aisladas sino que construye textos, esto es, conjuntos de oraciones
interrelacionadas de cierta forma.
De acuerdo con esto, el trabajo de los teóricos del análisis del discurso en los últimos
años se ha centrado en elaborar y determinar el marco conceptual y metodológico que
sustente dicho modelo lingüístico. En este sentido, el trabajo que nos ofrecen las
profesoras Calsamiglia y Tusón intenta presentar lo que hoy por hoy se entiende por
análisis del discurso. El trabajo surge, entonces, por el creciente interés que ha generado
el estudio del uso lingüístico contextualizado, esto es, el estudio del hecho comunicativo
real, lo cual supone dejar de lado los presupuestos formalistas de la lingüística oracional.
No olvidemos que ésta última centró su atención en el estudio del sistema por el sistema
(la lengua saussureana, o la competencia lingüística chomskiana), dejando de lado el uso
(habla; actuación lingüística) de ese sistema o de ese conocimiento gramatical en
situaciones comunicativas concretas y reales. De acuerdo con lo anterior, el objetivo que
se proponen las profesoras Calsamiglia y Tusón se encamina a aportar una herramienta
útil para entender, explicar y abordar el uso lingüístico contextualizado, el uso del código
verbal en situación comunicativa.
Para cumplir dicho objetivo, su manual de análisis del discurso se encuentra dividido en
tres grandes secciones: en la primera se analiza la noción misma de discurso, las
unidades de análisis y se establece una caracterización del discurso oral y del discurso
escrito; la segunda está dedicada a tratar aspectos fundamentales del estudio del
discurso; entre tanto, la tercera centra su atención en los mecanismos de la organización
discursiva y textual.
El punto de partida de las autoras, con el cual nos introducen en el universo del análisis
del texto, es que el discurso es, ante todo, una práctica social, una forma de acción entre
los individuos que se articula a partir del uso lingüístico contextualizado, ya esa éste oral o
escrito; así, el discurso forma parte de la vida social y, a la vez, se constituye en un
instrumento que crea la vida social; por ello, hablar o escribir son procesos que consisten
en crear piezas textuales orientadas hacia la consecución de unos fines y que se dan en
interdependencia con el contexto; en este sentido, el código verbal ya no se asume sólo
como el conocimiento gramatical que posee el individuo sino como el uso de dicho
conocimiento en la interacción social. Como práctica social, el discurso es un ente
complejo y heterogéneo, por lo tanto, su estudio requiere del aporte de diversas
disciplinas, razón por la cual el análisis del discurso es un trabajo interdisciplinario en el
que intervienen la psicolingüística, la sociolingüística, la pragmática, la semiología, la
teoría del texto y la misma gramática.
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Ahora bien, la unidad de análisis, cuando se trata del estudio del discurso, es el
enunciado, entendido como el producto concreto y tangible de un proceso de enunciación.
Las autoras asumen que el enunciado se constituye en la unidad mínima comunicativa, la
cual supone interacción. Este enunciado es producto de la suma de una proposición y una
oración, en términos gramaticales. El conjunto de enunciados da como producto, tal y
como se planteó líneas atrás, textos (orales o escritos), constituidos por elementos
verbales interrelacionados que forman una unidad o hecho comunicativo que se da en el
transcurso de un devenir espacio-temporal. De acuerdo con esto, las autoras plantean
que el análisis del discurso se constituye en un instrumento que permite entender las
prácticas discursivas que se producen en todas las esferas de la vida social en las que el
uso de la palabra forma parte de las actividades que en ellas se desarrollen. El análisis
del discurso es, a la vez, una forma de investigación y una herramienta de acción social
que, a través de enfoques como el análisis crítico del discurso, pone de manifiesto y
denuncia fenómenos sociales discriminatorios, racistas, violentos que se hacen evidentes
en distintas prácticas discursivas o tipos de discursos (políticos, religiosos, pedagógicos,
periodísticos, cotidianos).
Una vez definido el discurso y la unidad de análisis, las autoras establecen la
caracterización del discurso oral y del escrito. El planteamiento de partida para esto es el
de entender la lengua como un sistema complejo de comunicación y representación del
mundo, que se materializa por medio, básicamente, de dos formas: lo oral y lo escrito;
éstas dan lugar a dos modalidades de realización: la oralidad y la escritura.
En relación con la oralidad, las profesoras Calsamiglia y Tusón centran su atención en la
conversación espontánea, dado que ésta constituye la forma “primigenia, primaria y
universal” de la realización de la oralidad. En este punto analizan aspectos relacionados
con la estructura de la conversación espontánea: sus características, la toma de turnos y
la dialogicidad. Asimismo, abordan el tema de otras prácticas discursivas de naturaleza
oral y sus propiedades, a la vez que presentan la adquisición de la competencia oral, los
aspectos psicosociales de ésta y los elementos no verbales que forman parte de la
modalidad oral.
En cuanto a la modalidad escrita, las autoras plantean que la escritura surgió alrededor
del año 3500 a.C. y que ésta, que incluye entre sus formas la escritura alfabética, se debe
entender como una práctica que puede cambiar el estilo cognitivo y los modelos de
organización social de una comunidad. Siguiendo los planteamientos de Ong y otros
estudiosos de la escritura, las autoras argumentan que esta forma discursiva posibilita el
desarrollo del poder de abstracción y de reflexión del grupo y, por supuesto, del individuo,
lo cual supone una priorización de la actividad intelectual; asimismo, la escritura se
constituye en una de las formas que ha desarrollado la humanidad para conservar la
memoria de los acontecimientos.
Quizás uno de los aspectos más relevantes de la caracterización del código escrito que
presentan las autoras, tiene que ver con el hecho de concebir este sistema sígnico como
un medio de producción y re-construcción del conocimiento; hecho que, desde luego, le
ha valido un gran estatus social, a tal punto que sólo el individuo alfabetizado, es decir,
aquél que conoce el código escrito, puede tener acceso al conocimiento. Vale la pena
también destacar el planteamiento de que la escritura es un código autónomo e
independiente, con sus propias características, cuyo dominio implica un alto grado de
ejercitación.
Según lo establecido al inicio de esta exposición, en la segunda parte del texto que aquí
nos ocupa, la profesoras Calsamiglia y Tusón dirigen su atención hacia los aspectos
básicos en el estudio del discurso, esto es: el contexto discursivo, las personas del
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discurso, las relaciones interpersonales, la cortesía y la modalización, y los fines
discursivos y los procesos de interpretación.
El concepto contexto, tan controvertido en lingüística, es analizado por las profesoras
Casamiglia y Tusón desde los distintos enfoques que han tratado de explicarlo: la
antropología, la antropología lingüística, la etnografía de la comunicación, la lingüística, la
pragmática y, desde luego, el análisis del discurso. El aspecto más relevante en lo que
tiene que ver con el contexto consiste en que éste se asume como elemento fundamental
en la producción discursiva, máxime si se considera que las autoras hacen énfasis en que
los trabajos de análisis del discurso, desde una perspectiva pragmática como la que
orienta el texto, es el estudio del uso lingüístico contextualizado, como se ha dicho ya
varias veces a lo largo de esta reseña. De acuerdo con este planteamiento, el contexto
implica la presencia de elementos de diverso orden: espaciotemporales, situacionales,
socioculturales y cognitivos. Según las autoras, el contexto es una entidad dinámica que
quienes participan en un intercambio comunicativo tienen que ir construyendo, pues en un
proceso de esta naturaleza concurren elementos como el entorno físico y ciertas normas
o tendencias de comportamiento colectivo, interiorizadas cognitivamente en forma de
marcos o guiones: “son las personas, a través de las actividades que van llevando a cabo,
quienes actualizan esos factores convirtiéndolos en una parte significativa de lo que está
sucediendo [...] los usos lingüísticos y lo que los acompaña (vocalizaciones, elementos
cinésicos y elementos proxémicos) son los instrumentos privilegiados que te nemos los
seres humanos para construir el contexto en el que se inscriben nuestras actuaciones”.
Teniendo en cuenta esto, “el contexto es algo que se construye discursivamente a través
de lo que Gumperz (1982) denomina indicios contextualizadores” (p.113). Estos
elementos contextualizadores son de diversa índole, desde el punto de vista lingüístico: el
tono de la voz, el ritmo, el léxico, las construcciones sintácticas, el registro, el estilo, entre
otros, permiten la creación de determinado contexto.
De otro lado, las autoras exponen que las lenguas poseen la capacidad de gramaticalizar,
de integrar en su estructura, algunos elementos contextuales; esto se hace a través del
fenómeno conocido como deixis. Los elementos deícticos organizan, entonces, el tiempo,
el espacio, a la vez que permiten situar a los participantes y a los propios elementos
textuales del discurso. De esta forma, las autoras establecen que la deixis puede ser de
tipo: a) personal, con la cual se señalan las personas del discurso (las presentes en la
enunciación así como las ausentes); b) espacial, que organiza el lugar en el que se
desarrolla el evento comunicativo; c) temporal, con la que el hablante indica los elementos
relacionados con el tiempo, tomando como referencia el ahora que marca quién aparece
como centro deíctico de la enunciación; d) social, que muestra las identidades de las
personas del discurso, así como la relación entre ellas o entre ellas y la posible audiencia;
e) textual, que señala y organiza las partes del texto.
Otro aspecto que tratan las profesoras Calsamiglia y Tusón en su manual de análisis del
discurso, y que está relacionado con el contexto y la deixis, es el de las personas en el
discurso. Aquí, el punto de partida lo constituye el hecho de que la reflexión sobre el uso
lingüístico implica la presencia de un apartado, dedicado al estudio del papel que juegan
los participantes en la interacción comunicativa; de esta forma, la aproximación al
fenómeno discursivo implica tener presente a quién habla y para quién habla, esto dado el
carácter dialógico del código verbal o del escrito. Esta idea lleva a plantear, una vez más,
que la unidad mínima discursiva de análisis sea el enunciado o hecho comunicativo real.
De acuerdo con las autoras, el sistema lingüístico, a partir de los elementos léxicos y los
deícticos de persona, le permite a los hablantes tener formas de presentación de sí
mismos y de su relación con los demás. La representación de la persona se lleva a cabo
en función de los interlocutores con quienes se establece una relación determinada. Para
las autoras, las prácticas sociales determinan las formas de tratamiento en cada sociedad
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que, por un lado, se distinguen por señalar una estratificación muy jerarquizada y, por el
otro, están sujetas a cambios sociales; así, la referencia de persona constituye un ámbito
del código verbal sensible a las transformaciones sociales y culturales, ya que en la vida
social, la desigualdad entre las personas -determinada por aspectos como edad, sexo,
origen étnico, cultura, religión, o clase social- se plasma en el uso lingüístico.
En sus planteamientos, las autoras afirman que la práctica lingüística es, ante todo, una
interacción social (un hecho comunicativo) que supone unos individuos (emisores y
receptores) que establecen un tipo de relación social. Desde este enfoque, el estudio de
la interacción verbal considera que la comunicación supone un acuerdo básico entre los
sujetos en disposición de interactuar. Según esto, la comunicación se puede asumir como
una especie de contrato, como el producto del acuerdo entre los interlocutores; dentro de
este contrato, la cortesía se erige como una norma de comportamiento social que también
afecta la elección de formas lingüísticas como las de tratamiento y los honoríficos.
El estudio de la cortesía lingüística se centra, entonces, en el análisis del comportamiento
verbal y la identificación y caracterización de determinados indicadores lingüísticos de
cortesía; este análisis se basa en el reconocimiento de que la función interpersonal del
lenguaje está en la base del comportamiento comunicativo. Ahora bien, la cortesía
lingüística sirve para facilitar las relaciones sociales y para canalizar y compensar la
agresividad; en términos generales, la cortesía –según las autoras- se puede caracterizar
como un conjunto de estrategias que se aplican cada vez que se emite un enunciado,
asimismo, en toda interacción se opta por un nivel de cortesía, la situación en la que se da
la interacción es la que determina el grado de agresividad de un enunciado, y el
comportamiento cortés depende de cada cultura.
Luego de analizar la cortesía, las autoras revisan el concepto de modalización, entendido
–en principio- como la forma que posee el hablante para expresar su subjetividad. La
modalidad, de acuerdo con lo expuesto por las autoras, presenta dos tipos de relaciones:
la del autor de un texto con sus propios enunciados y la del autor con sus interlocutores.
La modalidad, según ello, tiene que ver con la forma cómo se dicen las cosas; en este
sentido afecta lo dicho pues añade la perspectiva desde la cual el locutor considera lo que
dice; de esta forma, la modalidad se constituye en la expresión verbal o no verbal de la
visión de locutor frente al contenido de sus enunciados; se constituye, si se quiere, en la
forma como éste evalúa lo que dice.
La modalidad se puede manifestar de distintas formas: en la frase (asertiva, interrogativa,
exclamativa), en el modo verbal (indicativo/subjuntivo); también puede ser modalidad que
expresa el grado de certidumbre, probabilidad o posibilidad del dictum, modalidad
apreciativa que se expresa a través de medios léxicos (adjetivos o adverbios) y modalidad
expresiva que afecta el orden canónico de las palabras y que puede recurrir a aspectos
como la tematización y la focalización.
Cierra esta segunda parte del libro, el capítulo dedicado a los fines discursivos y los
procesos de interpretación. En este punto se parte del principio que plantea que la
comunicación es una transacción de información entre una fuente
–instancia
emisora- y un destino –instancia receptora-; dicha transacción se produce en un contexto
determinado y concreto. De esta forma, para las autoras, la comunicación es una acción
que transcurre entre dos polos, con una información que puede ser de varios tipos, la cual
se puede representar de forma más o menos abierta o más o menos encubierta, es decir,
la información, o la intención de transmitirla, puede ser explícita o implícita. Esto lleva a
establecer dos grandes interrogantes: a) ¿de qué manera manifiesta sus intenciones
quien emite un enunciado? y b) ¿de qué manera interpreta esas intenciones quien recibe
tal enunciado? Estas preguntas se plantean ya que desde el enfoque discursivo, la
comunicación se entiende como un proceso de interpretación de intenciones;
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planteamiento acorde con la propuesta del modelo ostensivo-inferencial de Sperber y
Wilson. Para dar respuesta a estos interrogantes, las autoras proponen que se debe
recurrir a las nociones de presuposición y conocimiento compartido, intencionalidad en los
actos de habla, el principio de cooperación y las implicaturas conversacionales, así como
al principio de relevancia o pertinencia.
En la tercera y última parte del texto, las autoras atienden aspectos relacionados con los
mecanismos que posibilitan la organización discursiva y textual. En primera instancia
analizan la textura discursiva, esto teniendo en cuenta que cualquier unidad de discurso
se compone de elementos verbales que están organizados y relacionados entre sí, ya sea
de manera explícita o implícita; es decir, el texto posee una organización, una textura, la
cual tiene que ver, entre otros, con aspectos como coherencia y cohesión.
La coherencia se constituye en el elemento fundamental para establecer sin un texto se
puede considerar como tal. La coherencia, de acuerdo con las autoras, es una noción
amplia que incluye las relaciones pragmáticas y semánticas intratextuales. Dicho
concepto hace referencia al significado del texto en su totalidad, abarcando las relaciones
de las palabras con el contexto, al igual que las relaciones de las palabras al interior del
mismo. También tiene que ver con la estabilidad y la consistencia temática subyacente, la
cual está asociada a la macroestructura, la superestructura, el anclaje enunciativo y las
inferencias.
Entre tanto, la cohesión se refiere a uno de los fenómenos propios de la coherencia; éste
tiene que ver con las relaciones particulares y locales que se dan entre los elementos
lingüísticos, tanto los que remiten unos a otros como los que tienen la función de conectar
y organizar la estructura textual. Este fenómeno es identificable a partir de elementos
lingüísticos visibles y materiales, los cuales se presentan al interior del texto y funcionan
como un conjunto de enlaces intratextuales para establecer las relaciones semánticas que
precisa el texto para constituirse como unidad significativa. Entre los mecanismos de
cohesión que plantean las autoras se encuentran: el mantenimiento del referente
(repeticiones y sustituciones, relaciones semánticas, procedimientos gramaticales), la
progresión temática (progresión lineal, tema constante, temas derivados, tema o rema
extendido o ramificado) así como los marcadores y los conectores.
Después de revisar la textura textual, las autoras hacen una revisión de los géneros
discursivos y las secuencias textuales; en este punto presentan y discuten los
planteamientos que se han dado en torno a los géneros y las clasificaciones que se han
ofrecido a lo largo de la historia: Aristóteles, Bajtin, la etnografía de la comunicación y la
tipología textual, según la lingüística del texto. De acuerdo con esto, abordan y
caracterizan, a partir de ejemplos, las formas de la presentación discursiva, que se
constituyen en una forma de tipología textual: la narración, la descripción, la
argumentación, la explicación y el diálogo.
Esta tercera parte concluye con el análisis de los registros y los procedimientos retóricos.
En este último capítulo, las profesoras tratan los problemas de la elección de unidades y
construcciones lingüísticas que realiza el hablante para formar un texto. Este aspecto se
analiza a partir de dos nociones: a) el registro, que supone los elementos de campo, tenor
(personal, interpersonal y funcional) y el modo; b) lo procedimientos retóricos,
fundamentalmente las figuras de palabras, las figuras de construcción, las figuras de
pensamiento y las figuras de sentido.
Cierra el trabajo de las profesoras Calsamiglia y Tusón, un apéndice titulado La obtención
y el tratamiento de los datos. Éste se presenta como una guía metodológica útil para
aquella persona que esté interesada en adelantar una investigación en el campo del
análisis del discurso. Esta guía parte de enfrentar estos interrogantes: ¿por qué –para
qué- queremos obtener datos?, ¿de qué tipo de problema o pregunta partimos?, ¿qué
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tipos de datos se deben recoger?, ¿cuántos datos son suficientes para que el trabajo
llegue a buen término?, ¿cómo recoger los datos? y ¿cómo tratarlos? A la vez, presentan
aspectos relacionados con el manejo de los datos orales (grabación, transcripción) y los
datos escritos, así como el tratamiento de los mismos y el establecimiento de un corpus.
De esta forma, las profesoras presentan su trabajo Las cosas del decir: manual de
análisis del discurso. Trabajo que se constituye en una excelente obra de consulta y guía
para todo aquel que quiera acercarse al tema de los estudios discursivos, ya sea novato o
experto, pues la obra ofrece la ventaja de que todos los temas y conceptos están
ejemplificados, lo cual hace que sean de fácil comprensión; asimismo, presenta una
amplia bibliografía especializada y actualizada que permite que se pueda profundizar en
determinado tema. Así pues, este libro se constituye en una buena introducción al tema
del análisis del discurso, cumpliendo con el objetivo propuesta por las autoras de que se
erija en un manual que oriente el estudio de las cosas del decir o del uso lingüístico
contextualizado.
Álvaro William Santiago Galvis
Departamento de Lenguas
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