la homilia del obispo de bilbao

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parte, a las personas. Cada pueblo es
una m uestra del poder inagotable de
creación del espíritu humano.
Por eso, la salvación, en cuanto libera­
ción integral de la persona humana,
es inseparable de la liberación del pue­
blo al que la persona pertenece. Por­
que los pueblos son una parte consti­
tutiva de las personas que los forman.
Una persona separada de su pueblo
es como un árbol al que se le han
cortado sus raíces originales.
Monseñor Antonio Añoveros Ataún, nacido el 13 de jun io de 1909 y ordenado
sacerdote el 29 de ju lio de 1933. Desde 1952 obispo auxilia r en M alaga y desde
1964 obispo titular.
LA HOMILIA DEL OBISPO DE BILBAO
Es de todos conocido el revuelo que armó la homilía leída en las parroquias
de la diócesis de Vizcaya el domingo día 24 de febrero, en la que el Obispo
de Bilbao, monseñor Antonio Añoveros Ataún, se pronunciaba en favor de los
derechos del pueblo vasco a fomentar y desarrollar su propia personalidad.
Este derecho es elementalísimo, y exigir su respeto y cumplimiento es obliga­
ción de todo demócrata. Así decía la homilía.
Problema pastoral
Uno de los problem as que dañan más
seriam ente la convivencia ciudadana
en el País Vasco y que afecta igual­
mente a la buena marcha de nuestra
Iglesia diocesana es el así llam ado
problem a vasco. ¿En qué consiste
dicho problem a?
R educiéndolo a lo esencial, puede
expresarse de esta manera: M ientras
unos grupos de ciudadanos, aunque
con m atices distintos, afirm an la exis­
te ncia de una opresión del pueblo vas­
co y exigen el reconocim iento prác­
tico de sus derechos, otros grupos
rechazan indignados esta acusación
y proclam an que todo intento de mo­
d ifica r la situación establecida cons­
tituye un grave atentado contra el
orden social.
Este problem a, dentro de ciertos lím i­
tes, entra dentro del cam po de la
m isión evangelizadora de la Iglesia
diocesana. Así lo ha recordado re­
cientem ente el Papa Pablo VI:
„L a Iglesia C atólica tom a muy en
serio los derechos de las personas y
de los pueblos, e igualm ente las con­
10
diciones de libertad, de dignidad, de
igualdad étnica, de justicia, de respon­
sabilidad, que requieren para su pleno
d e sa rro llo .“
Por esta razón, querem os ofrecer hoy
a todos los ciudadanos, p articu la r­
mente a los creyentes que desean
sinceram ente inspirar su conducta en
el Evangelio, unos crite rio s cristianos
que sirvan para una doble finalidad:
-
Para lograr una mayor fidelidad del
pueblo de Dios en Vizcaya al plan
salvador de C risto sobre nuestra
sociedad.
— Para c o n trib u ir a la creación de
una convivencia ciudadana basada
sobre la justicia, el amor, la verdad
y la libertad.
El Cristianismo, mensaje de
salvación para los pueblos
La Iglesia de C risto es un signo visi­
ble y eficaz de salvación para todos
los hombres. Pero la persona humana
nace en un pueblo, recibe de él la
lengua, la cultura, las tradiciones, en
una palabra, su rostro espiritual. Las
personas hacen a los pueblos; pero a
la vez, los pueblos m odelan, en gran
La dim ensión social y política de la
salvación cristiana afecta no sólo a
las personas, sino tam bién a los gru­
pos étnicos y a los diversos pueblos,
en cuanto que son la expresión co le c­
tiva de una com unidad de personas
humanas.
Así se explica que la Iglesia de Cristo,
llam ada a proclam ar y a hacer pre­
sente la salvación en m edio del mun­
do, anuncie y exija la liberación de
los pueblos oprim idos.
„Reafírm anos - dicen los Obispos en
el Sínodo de 1971 — el derecho de los
pueblos a conservar su propia identi­
dad. “
Y el Papa Juan XXIII, en su Encíclica
„L a paz en la T ie rra “ concretaba el
contenido de este derecho:
„Hay que afirm ar claram ente que todo
cuanto se haga para reprim ir la v ita li­
dad de las m inorías étnicas, viola gra­
vemente los deberes de la justicia.
Responde por el contrario, y plena­
mente, a lo que la ju sticia demanda,
que los gobernantes se consagren a
prom over con eficacia los valores hu­
manos de dichas m inorías, especial­
mente en lo tocante a su lengua, cu l­
tura y tra d icio n e s.“
En ocasiones, los pueblos, o m ejor
dicho, las clases dirigentes de los
pueblos que deciden sus destinos,
pueden ceder a la tentación de sa cri­
ficar las características y valores pe­
culiares del propio país a las ventajas
que reporta el sim ple crecim iento
económ ico.
Tal decisión, inspirada en el cálculo
y el provecho de unas clases dom i­
nantes, m erece una clara desaproba­
ción.
„R ico o pobre, cada país posee una
civilización recibida de sus mayores:
instituciones exigidas por la vida te­
rrena y m anifestaciones superiores,
artísticas, intelectuales y religiosas, de
vida del espíritu. M ientras que éstas
contengan verdaderos valores hum a­
nos, sería un grave e rro r sacrificarlos
a intereses m ateriales. Un pueblo que
lo perm itiera perdería con ello lo me­
jo r de si mismo y sacrificaría, para
vivir, sus razones de vivir. La ense­
ñanza de C risto vale tam bién para
los pueblos: ¿De qué le sirve al hom ­
bre ganar todo el m undo si pierde su
EXPRÉS E S P A Ñ O L /A b ril 1974
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