Del Campo a la Ciudad

Anuncio
Del Campo a la Ciudad
“Doy gracias a mis familiares por contribuir económica y emocionalmente para que mi hermana y yo
pudiéramos estudiar en la ciudad”
Maria Regina Aguilar Juárez reside en Masahuat, un municipio pequeñito, dedicado especialmente a la agricultura y la ganadería, que está
situado a aproximadamente 45 minutos de Santa Ana. Ella es una de
tantos habitantes naturales de la localidad que marcharon a la ciudad
para poder estudiar y desarrollarse profesionalmente. Muchas familias de Masahuat emigran a Estados Unidos para intentar salir de la
pobreza, otras optan por mudarse a los entornos urbanos de alrededor: Santa Ana y Metapán.
Masahuat, El Salvador, 12 de marzo de 2012. – El calor golpea bien fuerte en Masahuat desde primera
hora de la mañana. Son las 9.00 am y las niñas y niños pequeños corretean por el parque. En los años 80, en plena guerra, la localidad comenzó a despoblarse. Muchas familias huían de los cantones debido a la situación de inseguridad y
violencia que había en el país. Años después, la falta de oportunidades laborales y educativas son los motivos principales
para que decidan emigrar a entornos urbanos. El desarrollo, el empleo y el crecimiento económico de las ciudades perpetúan esta visión. Prueba de esto es que la cifra de población en áreas metropolitanas continúa creciendo: se estima
que entre el año 2005 y 2030, la población urbana de El Salvador pasará de un 60% a un 74%.
Marìa Regina Aguilar es una vecina de la localidad que cuando finalizó novenos grado, se tuvo que marchar a Santa Ana,
para realizar sus estudios de bachillerato. En promedio en El Salvador, 19,700 adolescentes abandonan anualmente los
estudios. Este fenómeno se debe principalmente a problemas económicos en el hogar, la violencia en las escuelas o la
comunidad y la falta de credibilidad en las ventajas que ofrece la educación. María nos explica que “hoy en día se imparte el bachillerato a distancia pero cuando aquello no existía esa posibilidad”. Ella se siente muy agradecida por la oportunidad que le dieron sus familiares: “Les doy gracias por contribuir económica y emocionalmente para que mi hermana y
yo pudiéramos estudiar en la ciudad.” Una vez allí, se instalaron en casa de una amiga de su mamá y al finalizar la secundaria, “nos dimos cuenta de que para obtener un trabajo mejor necesitábamos más preparación”. Ambas fueron a la
universidad, pero su hermana dejó los estudios en tercer grado, “se casó y tuvo hijos, yo sin embargo, continué con mi
carrera de ciencias jurídicas hasta que la finalicé”.
Tiempo después de que acabara la licenciatura, le salió una oportunidad laboral; la alcaldía de su municipio natal le ofrecía una plaza: “Aunque anhelaba trabajar en alguna otra institución, acepté la propuesta del alcalde porque al fin y al
cabo era trabajo”. Reconoce que cuando regresó le costó volver a la vida del pueblo, pero hoy en día se siente cómoda:
“hace tres años me casé y tengo un niño. Me parece una vida tranquila, sin sobresaltos, todo está cerca y en un momento dado si mi hijo necesita algo, en nada estoy ahí”. Pero al preguntarles si regresaría a Santa Ana, los ojos le brillan
y nos dice con tinte nostálgico que por ella sí: “mi hijo tendría acceso a una mejor educación estando allí. Si tuviera trabajo, si me gustaría regresar.”
Menando Nahum Mendoza Rosales es el alcalde de Masahuat y nos explica que hay muchos casos como el de María en el
municipio. “En la época de la guerra si se notaba que apenas habían niñas ni niños por la calle debido a la emigración”.
Ahora las situación ha remontando, de hecho, nada más entrar en la alcaldía nos ha recibido un grupo de niños sonrientes que estaban en la entrada. No obstante, la emigración hacia las ciudades también conlleva que niñas, niños y adolescentes se queden en ocasiones abandonados por sus progenitores, sin ningún otro familiar que les cuide.
Son las 11.am, la hora del almuerzo está cerca, los estudiantes salen de clase, las mamás van a buscar a sus niñas y
niños, las cocinas de los puestos huelen a pupusas, tortillas y frijoles. Y por las esquinas de las calles se sienten los murmullos de todas las personas que por una razón u otra se marcharon a la ciudad. Porque no olvidan sus raíces y el lugar
donde uno nace siempre ocupa un gran lugar en el corazón.
Descargar