psicoanálisis - Asociación Psicoanalítica del Uruguay

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REVISTA URUGUAYA DE
PSICOANÁLISIS
PROYECCION Y DESCONOCIMIENTO
DELIRANTES A PARTIR DE LOS PRIMEROS
ESCRITOS DE FREUD *
EDMUNDO GOMEZ MANGO**
En este artículo nos proponemos comparar dos modalidades de proyección
delirante: la que se reconoce en la “confusión alucinatoria” o “amencia” y la que
caracteriza a la “paranoia”. Utilizamos estos términos en la acepción
psiquiátrica de la época, es decir, antes de ser aceptada la sistematización
kraepeliniana de fin de siglo. En Freud los términos “amencia” o “confusión
alucinatoria” designan una situación clínica esencialmente caracterizada por el
cumplimiento alucinatorio de un deseo (su prototipo clínico es el caso que
discutiremos más adelante). En cuanto al término “paranoia” Freud lo utiliza, en
sus primeros escritos, en sentido muy amplio, casi equivalente a enfermedad o
psicosis delirante (1).
Partiremos de dos observaciones clínicas presentadas por Freud en sus
primeros escritos psicopatológicos (1894-5). El objetivo de la comparación que
estableceremos es describir el proceso proyectivo delirante —siempre
inseparable de un proceso de desconocimiento (***) o de desmentida (****) y
analizar, en las situaciones clínicas señaladas, sus analogías y sus diferencias
estructurales.
El campo semántico de la noción de proyección es muy vasto y difícil de
precisar. Desde el punto de vista psicoanalítico Laplanche y Pontalis la definen
de la siguiente forma: “En sentido propiamente psicoanalítico operación por la
cual el sujeto expulsa de sí y localiza en otro —persona o cosa— cualidades,
sentimientos, deseos y aun “objetos” que él desconoce, o rehúsa en sí. Se trata
*
Publicado en “Psychanalyse a’ l’universitt”. Mars 1984
Université Paris VII
***
Méconnaisance—Desconocimiento en sentido activo de una operación de no reconocimiento
intencional.
****
“Déni de la realité “es la forma en que Laplanche y Pontalis traducen el término alemán
“Verleugnung”, traducido al español por renegación o desmentida, éste último utilizado por Eheverry en
la edición de las obras completas de Freud de la Editorial Amorrortu”. (N. del T)
**
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de una defensa de origen muy arcaico y que opera particularmente en la
paranoia pero también en modos y pensamientos “normales” tales como la
superstición” (2).
Es así que la proyección, en el pensamiento freudiano, está sobre todo en
relación con una modalidad de defensa del yo que le permite desembarazarse,
expulsar fuera de sí aquello que es odiado, malo, penoso o desagradable.
Ahora bien, en la confusión alucinatoria lo que es alucinado es una
representación deseada o amada por el yo. ¿Es legítimo concebir el
cumplimiento alucinatorio de deseo, la alucinación, como una proyección?
Nuestra respuesta es afirmativa por dos tipos de argumentos. El primero, y más
importante, es que en ambos casos (en el de la confusión alucinatoria y en el
de la paranoia) podemos reconocer la doble vertiente del mecanismo
proyectivo: la puesta fuera de un contenido psíquico, pero también —y esto nos
parece esencial— la actividad de desconocimiento o de desmentida de un
aspecto de la realidad. El segundo es que Freud utilizó la noción de proyección
para designar operaciones psíquicas que no siempre coinciden con el sentido
restringido del mecanismo paranoico. Evoca. por ejemplo, la proyección a
propósito de la fobia, en la medida en que ésta logra poner fuera, en el exterior,
el peligro pulsional interno (3). Por otra parte, y siempre en sus escritos
metapsicológicos, señaló explícitamente la posibilidad de concebir el sueño, la
alucinación onírica, como una proyección: “Un sueño es para nosotros indicio
de que ocurrió algo que quiso perturbar al dormir, y nos permite inteligir el
modo en que pudo efectuarse la defensa contra esa perturbación. Al final el
durmiente soñó y pudo seguir durmiendo: en lugar del reclamo interno que
quería ocuparlo sobrevino una vivencia externa cuyo reclamo fue tramitado.
Por tanto, un sueño es también una proyección, una exteriorización de un
proceso interior” (4).
Las dos situaciones clínicas que estarán en la base de nuestra discusión
son la confusión alucinatoria o “amencia”, descrita por Freud en ‘las
psiconeurosis de defensa” de 1894 (5) y el caso de paranoia analizado en el
“Manuscrito H” de 1895 (6).
La primera observación trata de la mujer que espera al hombre amado y
alucina la representación deseada que la realidad amenaza: cree que el
hombre amado ha llegado, que está allí, que le habla: sale en camisón para
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recibirlo. Durante dos meses vive un “sueño dichoso”, siempre cerca de él. Esta
vivencia alucinatoria global y persistente sirve de ocasión a Freud para
describir el mecanismo psíquico que la sostiene: el rechazo (*) (Verwerfung). La
proyección delirante, alucinatoria, de la representación deseada o amada, es
sostenida por un triple rechazo (desestimación) o desmentida: a) de la
representación insoportable (**) (“él no me ama, no ha llegado”, es decir lo
contrario de aquello que ha sido alucinado); b) del afecto correspondiente a
esta representación; c) y de un fragmento de la realidad exterior que había
«adherido”
a
la
representación
desagradable.
Este
triple
rechazo
(desestimación) constituye la condición misma de la actividad alucinatoria.
La segunda situación clínica que quemamos evocar es la que presentó
Freud en el “Manuscrito H” de 1895. Se trata de la doncella ya madura, o de la
mujer con un pene en la mano que sufre un delirio de persecución y de
observación en relación con la tentativa de seducción (7). Esta observación
permite a Freud, por una parte, ampliar su modelo teórico de las psiconeurosis
de defensa —utilizado hasta ese momento para explicar la patología de la
histeria, de la obsesión y de la confusión alucinatoria— a la paranoia, y por otra
parte describir una nueva modalidad de defensa del yo: la proyección.
“La heroína de esta aventura” se defiende de una representación molesta,
“inconciliable”, de dos maneras: no quiere hablar, niega violentamente haber
vivido con este hombre ningún acontecimiento desagradable, a pesar de las
insistentes preguntas de Freud; por otra parte se defiende con accesos de
“paranoia”: “Ella se ahorraba algo; algo era reprimido. Se puede discernir qué
era. Es probable que cayera en irritación con la visión o con el recuerdo de esa
visión. Se ahorraba de ese modo el reproche de ser una “mala persona”. Luego
hubo de oírlo desde afuera. El contenido positivo se conservó entonces
imperturbado, pero algo varió en la posición de toda la cosa. Antes era un
reproche interno, ahora era una insinuación que venía desde afuera. El juicio
sobre ella había sido trasladado hacia afuera, la gente decía lo que ella habría
dicho de sí misma. Algo se ganaba con ello. Al juicio pronunciado desde
adentro habría debido aceptarlo; al que llegaba desde afuera podía de*
Rejet es la traducción francesa del término alemán Verwerfung traducido al español por
Elcheverry como desestimación.
**
Ver T. III. pág.55. nota 18. (N. del T).
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sautorizarlo. Con esto el juicio, el reproche, era mantenido lejos de) yo” (8).
Esta proyección delirante hacia el exterior, en el decir de los otros, es pues
posible por un rechazo o una desmentida del decir interior del sujeto.
En estas dos observaciones clínicas el proceso delirante está caracterizado por una doble actividad o una doble vertiente: por una parte, proyección
delirante de una representación psíquica; y por otra, “desconocimiento” (*) de
un fragmento de realidad, interna o externa.
La aproximación de estas dos estructuras psicopatológicas delirantes
permite establecer las distinciones siguientes:
a) en la confusión alucinatoria el contenido de la proyección delirante es
una representación deseada mientras que en la paranoia el contenido de la
proyección delirante es una representación odiada (reproche);
b) en la confusión alucinatoria el desconocimiento o el rechazo se realiza
sobre un fragmento de la realidad exterior y sobre una vertiente de la realidad
psíquica; en la paranoia, el desconocimiento encara o afecta esencialmente la
realidad psíquica;
c) en la megalomanía, considerada por Freud como una variante de la
paranoia, la proyección delirante proyectada al exterior es lo opuesto de la
representación odiada, y es siempre un aspecto de la realidad psíquica que es
afectado por la desmentida.
Teniendo en cuenta estos dos criterios (el carácter deseado u odiado de la
representación proyectada o desmentida y el carácter externo o interno de la
realidad encarado por el rechazo o el desconocimiento), podemos establecer el
cuadro comparativo siguiente:
Es posible también destacar que en ambas estructuras psicopatológicas
aquello que es desmentido no aparece como un vacío o una ausencia: el lugar,
por así decirlo, donde se ha operado el rechazo es ocupado o rellenado por el
fenómeno alucinatorio. En la confusión alucinatoria es el fragmento de realidad
exterior desmentido que es reemplazado por la representación deseada. Por el
contrario, en la paranoia opera el proceso inverso: la realidad psíquica
*
Fragmentos de la correspondencia con Fliess pág. 248: Freud utiliza Leugnen (desconocimiento, noreconocimiento). (Nota del traductor)
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desmentida, indeseable, es reemplazada por aquello que viene del exterior: el
decir de los otros.
El interés psicopatológico de la comparación estructural de estas dos
situaciones clínicas nos parece estar en relación con una problemática esencia:
la de la proyección delirante de lo deseado y de lo odiado. Es de destacar que
fue en el curso de los escritos metapsicológicos de 1915 donde Freud retomó
la amencia. Es probable, por otra parte, que en la misma época haya abordado
la proyección desde un punto de vista metapsicológico ya que uno de los
artículos destruidos por Freud parece haber estado dedicado a] tema de la
proyección (9).
En el artículo que hemos citado anteriormente (“Complemento metapsicológico de la doctrina de los sueños”), establece un paralelo entre el
sueño y la amencia englobando ambos fenómenos psíquicos en una
abstracción teórica más amplia: la psicosis alucinatoria de deseo. Este en
foque metapsicológico permite precisar el funcionamiento del aparato psíquico
en el caso de la amencia: 1) ante una situación de pérdida del objeto amado la
abolición de la prueba de realidad es el resultado de una retracción de
investidura del sistema Cc. (P); 2) las fantasías de deseo —en este caso no
reprimidas y concientes— penetran en este sistema y son investidas
alucinatoriamente siendo así reconocidas como una “realidad mejor”. Hay una
aparente dificultad en lo concerniente a las relaciones del yo y el sistema Cc.
(P) en el caso de la amencia; algunos parágrafos antes leemos: . . .“La
alucinación consiste en una investidura del sistema Cc. (P), investidura que no
se produce, como seria lo normal, del exterior, sino del interior, y tiene por
condición necesaria que la regresión vaya a alcanzar este sistema mismo y
pueda así colocarse más allá de la realidad” (Op cit. T. XIV, pág 23 1). Es
necesario pues admitir dos movimientos simultáneos y de signo contrario:
represión-desinvestidura del sistema Cc. (P), con exclusión de la prueba de
realidad e investidura alucinatoria del interior, de fantasías de deseo, que
adquiere así e) carácter de una mejor realidad, y a las cuales el yo debe dar
creencia. La retracción de investidura del sistema Cc. (P) es considerada por
Freud como un proceso de represión; la proyección alucinatoria es aquí
concomitante de una escisión del yo: “La amencia nos presenta el espectáculo
interesante de un yo escindiéndose de uno de sus órganos” (10). Es necesario
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destacar que “el rechazo”, (Verwerfung), invocado en la primera elaboración
freudiana a propósito de la confusión alucinatoria, y que parecía aplicarse o
efectuarse directamente sobre un fragmento de realidad intolerable, se ha
tornado ahora un proceso más complejo y mediatizado: se trata de una
represión particular por una retracción de investidura de sistema Cc. (P), que
pone fuera de acción la prueba de realidad, permitiendo al mismo tiempo la
investidura alucinatoria de fantasías de deseo. En la psicosis de deseo, ya se
trate de la amencia o del sueño, lo deseado obtiene una satisfacción
alucinatoria: el escenario psíquico es ocupado enteramente por el cumplimiento
alucinatorio de deseo. Desde el punto de vista tópico, la percepción, la realidad
exterior, el sistema conciente, son —con las limitaciones que hemos
señalado— desinvestidos y desconocidos. Todo el interés, toda la investidura
psíquica, se aplica a la imagen y la representación—-cosa. De manera análoga
a lo que sucede en los sueños podríamos decir que el yo, en la confusión
alucinatoria, ocupa una situación periférica o que se torna “el escenario” del
delirio. Como expresa Laplanche:”el yo, se puede decir, no está directamente
en el sueño sino por las modificaciones que él le impone, es como su “medio”,
como su escenario”( 11).
La paranoia, por el contrario, está centrada sobre la elaboración de la
proyección delirante de lo odiado. En ese trabajo el yo ocupa una Posición
central; son las representaciones—palabra las que aparecen en Un Primer
plano. La proyección delirante paranoica está pues en relación con el
preconciente, “la tercera transcripción ligada a las representaciones globales y
correspondiente a nuestro yo oficial” (12). La actividad de desconocimiento no
se realiza aquí sobre la percepción, el conciente o la realidad externa, sino
sobre la realidad psíquica: lo que es desmentido, desinvestido, es la realidad
psíquica y el sistema inconciente (13).
En una elaboración posterior Freud hará sufrir a la problemática de la
proyección de lo odiado una suerte de inversión paradojal. En efecto, a medida
que el delirante paranoico desconoce su realidad psíquica se torna capaz de
reconocer el inconciente del otro. La proyección sobre el prójimo se vuelve una
especie de lectura, de semiología de los menores índices de indiferencia, de
hostilidad del otro extraño: “...ellos (los paranoicos) no proyectan en el aire, por
así decir, ni allí donde no hay nada semejante a aquello que ellos proyectan;
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como que se dejan guiar por su conocimiento de lo inconciente y desplazan
sobre el inconciente del otro la atención que sustraen del inconciente propio”
(14).
El reconocimiento del inconciente del otro permite al delirante desconocer
su propio inconciente. De esta manera “nuestro celoso discierne la infidelidad
de su mujer en lugar de la suya propia; y en la medida en que se hace
conciente de la de su mujer aumentada en escala gigantesca, logra mantener
inconciente la propia” (15).
Esta manera de encarar el delirio como el descubrimiento, el reconocimiento del inconciente del otro, nos parece constituir un antecedente
importante de la sorprendente analogía que Freud establecerá más tarde, en
su artículo “Construcción en el análisis” de 1937, entre el trabajo de
construcción del analista y la actividad delirante del loco.
La noción de realidad interviene pues como el lugar desde donde puede
ser pensado el fenómeno delirante: las diferentes modalidades de su
desconocimiento determinan el funcionamiento de la proyección delirante. El
desconocimiento de la realidad exterior, frustrante o penosa, convoca a la
alucinación, la rememoración alucinatoria de la huella del objeto perdido. El
desconocimiento de la realidad psíquica penosa u odiada es el objetivo
esencial de la puesta afuera de la proyección paranoica. Es el trabajo negativo
del desconocimiento que opera en la alucinación y en la proyección paranoica.
Las dos situaciones paradigmáticas que hemos evocado en el curso de
este articulo podrían ser superpuestas a la actividad de los mecanismos
arcaicos de las primeras relaciones objetales. La confusión alucinatoria
reproduciría así el proceso originario de la producción alucinatoria de deseo
(retención del pecho bueno, del objeto tranquilizante). La paranoia reeditaría
las primeras tentativas de desembarazarse de un objeto interno que se ha
tornado agresivo, excitante y odiado, a través de la proyección y el
desplazamiento hacia el exterior.
En esta perspectiva fue sin duda Melanie Klein quien desarrolló más la
problemática proyectiva. Para esta autora la proyección es uno de los
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mecanismos de defensa fundamentales: el yo, confrontado a la necesidad vital
de administrar la ansiedad provocada por el instinto de muerte, intenta
desembarazarse de éste, al menos en parte, proyectándo36 lo al exterior sobre
su primer objeto externo, el seno de la madre. “La proyección, como la
describió Freud, se origina por la desviación hacia afuera del instinto de
muerte. y, desde mi punto de vista, ayuda al yo a superar la ansiedad
liberándolo de lo peligroso y de lo malo”
(1 7).
J. Laplanche (18) ha insistido en la necesidad de distinguir dos
movimientos diferentes: el de la desviación, propiamente freudiano, que resulta
de la orientación hacia el exterior de la pulsión de muerte auto-destructiva, y el
otro, más habitual en Klein, propiamente proyectivo y por el cual la
heteroagresividad del sujeto, orientada hacia el seno, retorna contra sí mismo
(“el seno me odia porque odio al seno”).
En nuestra perspectiva es interesante destacar que el doble proceso de
proyección/desconocimiento-de-lo-odiado, que hemos intentado delimitar en
Freud, puede también ser encontrado en Klein en la interacción, necesaria e
inevitable, de la proyección y del clivaje. En efecto, en el pensamiento kleiniano
la proyección de lo malo no podría tener lugar sin un doble proceso de clivaje
que afecta a la vez al yo y al objeto. Clivar al objeto es también desconocerlo
activamente: el objeto “malo” seria también el objeto “bueno” desmentido e
inversamente. En este sentido el objeto total, más que resultante de la suma de
dos aspectos parciales, surgiría de un reconocimiento diferente de la
naturaleza del objeto, lo que implicaría otra relación objetal distinta de aquella
que es característica de la proyección—clivaje.
Sería necesario, sin duda, para completar esta rápida incursión sobre la
proyección en Klein, recordar aquello que constituye, de manera discutible, su
movimiento simétrico: la introyección. Limitémonos a señalar que la
introyección
de
lo
malo
intensifica,
en
una
suerte
de
circuito
de
retroalimentación solamente equilibrada por el juego pulsional libidinal, el
mecanismo defensivo de la proyección—clivaje.
En cuanto al otro aspecto de nuestra problemática, la proyección de lo
deseado o de lo bueno, ocupa, él también, un lugar fundamental en lo que
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Klein llama posición esquizo-paranoide. La proyección de lo deseado está
estrechamente ligada a la tríada procesal caracterizada por la interacción de
tres movimientos simultáneos: el clivaje, la idealización y la negación (*). El
objeto idealizado es el producto de la proyección de una parte de la libido del
yo sobre el seno, actividad que se desprende de los sentimientos de amor que
se dirigen hacia este objeto gratificador. Pero la idealización de los “buenos”
aspectos del seno está íntimamente ligada al temor del seno perseguidor (19).
Klein encuentra este triple movimiento de clivaje, idealización y negación, en la
“gratificación alucinatoria infantil”. El objeto deseado y alucinado es mantenido
completamente clivado del objeto frustrador. Su “invocación omnipotente”, es
decir alucinatoria, se acompaña por el “aniquilamiento igualmente omnipotente”
del objeto malo y perseguidor. Este proceso implica, nuevamente, el doble
clivaje del objeto y del yo.
El conjunto de estas operaciones psíquicas precoces, características de la
posición esquizo—paranoide (clivaje, proyección de los instintos destructivos y
libidinales, introyección, idealización, negación omnipotente de la existencia del
objeto interno y externo) estaría en la base de los delirios de grandeza y de
persecución de las psicosis paranoides o esquizofrénicas.
A lo largo de esta reflexión de dualidad pulsional del amor y del odio nos ha
aparecido el problema central de la proyección y del desconocimiento
delirantes. Podríamos así hablar de un delirio de odio y de un delirio de amor.
En esta perspectiva el delirio de amor sería desencadenado por la pérdida del
objeto amado y el delirio de odio por el ataque pulsional interno. El yo delira
cuando se siente amenazado, ya sea por la pérdida del objeto amado que
vuelve la realidad externa insoportable y hostil, ya sea por el peligro que le
amenaza desde el interior.
El yo delira de amor cuando se agota intentando retener en la alucinación
la huella del objeto perdido. El yo delira de odio cuando se agota intentando
atacar y evitar los objetos perseguidores y hostiles, que ha desmentido en tanto
suyos e interiores y que reconoce en el inconciente de los otros.
*
Deni.: Se trata aquí obviamente de la negación kleiniana. (op. cit, pág. 259). (N.
del I.).
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Traducción: Daniel Gil
BIBLIOGRAFIA
(1) Para otras precisiones sobre este aspecto nosográfico reenviaremos
a nuestro trabajo de tesis: “De la noción de delirio en la obra de Freud
(1894—1900) y sus relaciones con la psiquiatría de la época”, dirigido por
Jean Laplanche y sostenido en marzo de 1982.
(2) Laplanche, J y Pontalis, J.B.— Diccionario de psicoanálisis.
(3) Freud. S.: “El inconciente”. 1. XIV, pág 181.
(4) Freud, S.: “Complemento metapsicológico de la doctrina de los
sueños”. T. XIV, pág 222.
(5) Freud, S.— Las neuropsicosis de defensa. T.111, págs. 59 y sigs.
(6) Freud, S.— Fragmentos de la correspondencia con Fliess. T. T.
págs. 246 y sig.
(7) Freud, S.— Fragmentos de la correspondencia con Fliess. T T.,
págs. 247—248.
(8) lbid, T. 1., págs. 248—249.
(9) Confrontar Strachey, J., en “Obras completas de Sigmund Freud”,
Tomo XIV, pág. 102.
(10) “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños”, (T.
XIV, pág. 232).
(11) Laplanche: “Problematiques 1. L’Angoisse, PUF, 1980.
(12) Freud, S.: Carta 52, Fragmentos de la correspondencia con
Fliess. T. 1., pág. 275.
(13) Esta tópica del proceso de represión es señalado por Freud al fin
del articulo citado, “Complemento metapsicológico...” (T. XIV, pág. 232—
233)
(14) Freud, S.: “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la
paranoia, y la homosexualidad” (1922). T XVIII, pág. 220 y sig.
(15) Ibid. T. XVIII, pág 220.
(17) Klein, M.: “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides” (1946),
Desarrollos en psicoanálisis, pág. 258.
(18) Laplanche, J.: “Problematique IV, L’inconscient et le ca, PUF,
1981, pág. 245.
ISSN 1688-7247 (1985) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (63)
(19) Klein, M.: “Nota sobre algunos mecanismos esquizoides” y
Desarrollos en psicoanálisis. pág. 259.
ISSN 1688-7247 (1985) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (63)
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