Fr. Carlos A. Azpiroz Costa, O.P. Maestro de la Orden Mensaje de Navidad Queridos hermanos y hermanas: Les escribo este saludo de Navidad, mientras muchos hermanos y hermanas nuestros sufren violencia, dolor, soledad, guerras, o la consecuencia de las guerras. Vivimos tiempos de angustia y dolor. Algunos símbolos del bienestar, de la seguridad, de un estilo de vida, se han caído a pedazos a causa del odio; el mundo, absorto, se ha preguntado ¿por qué? También otros muchos inocentes, en poblados sujetos a bombardeos, se preguntan ¿por qué?. Contemplamos paralizados el terrible espectáculo de las luchas fratricidas intentando alguna clave de lectura. Por otro lado se alzan algunos hombres que desafían al resto, a sus amigos y enemigos: “o con nosotros o contra nosotros”, “o con el bien o con el mal”. Este año hemos compartido como familia el horror de las atrocidades que se han cometido. En efecto, el dolor de la humanidad ha visitado también nuestras comunidades. Digna Ochoa, laica amiga de la Orden, fue asesinada en la ciudad de México por su compromiso con la Justicia y la Paz. La Hermana Lita Castillo, dominica de la Anunciata ha sido herida de muerte en su casa religiosa de la Serena (Chile). Varios hermanos y hermanas en Cristo fueron ametrallados dentro de nuestro templo de Santo Domingo en Bawalpur (Pakistán), en nuestra casa habían encontrado un sitio para rezar, allí encontraron la muerte. «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» ¡No se ha “disfrazado” de nosotros! Tampoco ha considerado su igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente, al contrario se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres… «Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado». El niño que nos ha nacido, crecido en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres, ha querido ser un pobre Predicador itinerante. Ha querido ser un hombre libre de veras, para desplegar no sólo esa capacidad que todos tenemos de disponer de nosotros mismos, sino para vivir en comunión con la creación, con los hombres, con Dios. Ofreciéndonos su amistad, por pura iniciativa suya, ha querido participarnos esa triple comunión, para que también nosotros seamos Señores de las cosas, Hermanos de todos los hombres y mujeres e Hijos de Dios. Pero su predicación, su mensaje de libertad, no ha encontrado sitio en nuestra casa, no siempre ha habido lugar para él en el albergue, el mundo no lo ha conocido… Por sus palabras y obras, por ser Señor, Hermano e Hijo mereció morir. En definitiva: Jesús ha muerto en la cruz porque los hombres somos mortales y porque los hombres asesinamos ¡Somos capaces de matar en nombre de Dios y haciéndonos lugartenientes de Dios! Sólo Él puede alzarse como Juez de las Naciones y de la Humanidad…, nadie más. «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre diciendo “Soy yo” y también “El tiempo está cerca”. No los sigan». La paz no va a poderse garantizar recurriendo simplemente a la retórica del poder, menos incluso la de la venganza o revancha … La justicia debe ser distinguida del castigo. Por ello cuando Jesús se presenta –tantas veces- diciendo “soy yo”, agrega “no teman”. Mis hermanos y hermanas. ¡No temamos!. Que este tiempo de Navidad nos haga fecundos en la Esperanza. Seamos predicadores de paz, aunque ello supere inmensamente nuestras fuerzas y nos exija la vida, caminemos pobres, es decir libres, hacia Cristo, nuestra Paz. ¡Feliz Navidad!. Les deseo un año 2002 lleno de cosas buenas, verdaderas, bellas ¡cosas de Dios! Fr. Carlos Azpíroz Costa OP Maestro de la Orden