EL FASCISMO Los movimientos fascistas aparecen y se desarrollan

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EL FASCISMO Los movimientos fascistas aparecen y se desarrollan desde comienzos de los años veinte en algunos de los países europeos donde la crisis económica, social y política es más grave. Se trata de movimientos que, en general (más adelante veremos su ideología), se caracterizan por calar especialmente entre la juventud de las clases medias y altas y por emplear una retórica pseudoradical y pseudorevolucionaria. Estos movimientos se han interpretado sobre todo de dos formas: como una respuesta radical y autoritaria a la crisis capitalista, y que plantea por lo tanto un modelo de desarrollo alternativo tanto al capitalismo como al comunismo, o bien como un movimiento organizado y dirigido por la burguesía capitalista para reprimir al movimiento obrero en momentos de crisis revolucionaria. Los hechos avalan la segunda interpretación como la más correcta, dado que es precisamente en aquellos países donde el movimiento obrero es más fuerte y organizado, o donde la crisis del sistema es tan profunda que amenaza una revolución proletaria (casos de Alemania, Italia o España), donde los movimientos fascistas cobran fuerza y, pese a su retórica anticapitalista, son precisamente los grandes propietarios quienes amparan y financia tales movimientos. Finalmente, allí donde los fascistas se hicieron con el poder (por ejemplo, los tres países citados), el discurso revolucionario y radical fue rápidamente sustituido por políticas reaccionarias en favor de los grandes propietarios. LA IDEOLOGÍA FASCISTA El fascismo carece en principio de una ideología específica y coherente. Más bien su ideología viene conformada por una serie de mitos, diferentes de acuerdo con cada país y con una clara primacía de la acción. No obstante, podemos señalar una serie de rasgos ideológicos que comparten los movimientos fascistas en general. •
Nacionalismo extremo y exaltado, que deriva en imperialismo. •
Desarrollo de mitos nacionales que apelan a períodos del pasado donde la nación fue grande (La Roma Imperial en Italia, la Edad Media en Alemania, los Reyes Católicos y el Imperio en España) Desprecio de la razón en favor de la irracionalidad, en consecuencia se exaltan los impulsos emocionales frente a las ideologías racionalistas como el liberalismo y el marxismo. •
Culto al jefe, a la autoridad, a la jerarquía y valoración de la obediencia y la disciplina como mayores virtudes. •
Creencia en la desigualdad de los seres humanos de acuerdo con su raza, su nación, su sexo o su función social; de tal manera que los blancos son superiores al resto de las razas, los hombres a las mujeres, los militares a los civiles, etc. •
Rechazo de la democracia y el parlamentarismo, en coherencia con la creencia en la desigualdad de las personas y por lo tanto, la negación de que todas puedan tomar parte en el gobierno del Estado. •
Rechazo del comunismo, al que se ataca por su carácter racionalista, igualitario e internacionalista. •
Elogio de la violencia y en consecuencia, de la guerra como medio para el engrandecimiento de las naciones. LA ITALIA DE POSTGUERRA Y EL ASCENSO DE MUSSOLINI Italia había sido uno de los países vencedores en la Primera Guerra Mundial, sin embargo, las expectativas acerca de la ampliación de su imperio colonial no se cumplieron, lo que generó un sentimiento de frustración nacionalista. Por otra parte, la crisis de la posguerra golpeó con fuerza al estado italiano; la clase trabajadora, cuyo nivel de vida había empeorado, respondió con una creciente conflictividad social en forma de huelgas y ocupaciones de fábricas y fincas, lo que despertó el temor de la burguesía a una posible revolución social. En este contexto surge la figura de Benito Mussolini, un antiguo miembro del Partido Socialista Italiano, el cual había abandonado en 1914 para defender la participación de Italia en la Gran Guerra. Mussolini fundo los Fasci di Combattimento (Grupos de Combate), organización formada por antiguos soldados frustrados por los escasos beneficios obtenidos de la guerra, de lo que acusaban a los políticos y especialmente al movimiento obrero, calificado de antipatriótico por su oposición a la misma. Estos grupos eran apoyados y financiados por industriales y terratenientes, que, decepcionados del gobierno por la, a su juicio, escasa dureza con que se trataba a los obreros revolucionarios, empezaron a mirar con simpatías este movimiento caracterizado por su anticomunismo, su autoritarismo y sus métodos violentos. En 1921, Mussolini transforma los Fasci di Combattimento en un partido político, el Partido Nacional Fascista, que al año siguiente incrementa su apoyo entre la burguesía, los militares y la Iglesia Católica por su papel en la represión violenta de una huelga general convocada por los sindicatos obreros. A lo largo de ese año 1922, los fascistas se imponen por la fuerza en numerosos pueblos y ciudades del norte de Italia, destituyendo a los gobiernos municipales obreros y llevando a cabo diversos actos propagandísticos y de fuerza, como agresiones a personas y bienes vinculados a los partidos y sindicatos obreros o simplemente demócratas y desfiles paramilitares. Consolidado su poder en el norte, Mussolini organiza una marcha sobre Roma al frente de sus "camisas negras", que alcanza la capital el 28 de octubre; temeroso de enfrentarse a ellos, el gobierno dimite y el rey Víctor Manuel III encarga al líder fascista la formación de gobierno. El gobierno de Mussolini hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, tiene dos fases perfectamente definidas: de 1922 a 1925, en que el que los fascistas refuerzan su poder y ocupan los órganos del Estado y de 1926 a 1939, en que el Estado Fascista queda completamente establecido. En el primer período, Mussolini forma un gobierno de coalición en el que sólo aparecen tres ministros fascistas. Formalmente el país continúa siendo una democracia parlamentaria, sin embargo rápidamente se deriva hacia un modelo autoritario y dictatorial. Con los resortes del poder en su mano, el Duce no necesita dar un nuevo golpe de Estado para acabar con la democracia: comienza por amañar las elecciones de 1924 para otorgar al Partido Nacional Fascista 406 de los 535 escaños en el Parlamento. Con esta abrumadora mayoría, Mussolini podrá aprobar legalmente las leyes que van reforzando su poder: se prohíben los partidos políticos y las libertades individuales son seriamente restringidas, se crea una policía política (la OVRA), son prohibidos igualmente los sindicatos obreros, se reemplaza la elección de los alcaldes por nombramientos directos desde el gobierno, etc. En el terreno económico, se mantiene el modelo capitalista si bien con un fuerte intervencionismo estatal y un carácter marcadamente autárquico. En política exterior, Mussolini se lanzó a una política expansionista que tuvo sus principales expresiones en la ocupación de Etiopía (1935-­‐1936) y la intervención, en favor de los militares sublevados, durante la Guerra Civil española (1936-­‐1939). LA REPÚBLICA DE WEIMAR Y EL ASCENSO DE HITLER El Imperio Alemán (II Reich) se había hundido en 1918, siendo reemplazado por un régimen republicano (la llamada "República de Weimar), al que tocó la tarea de gobernar una Alemania arruinada por la guerra. La gravísima crisis económica, fruto no sólo del conflicto, sino también de la paz impuesta por los vencedores, que hipotecaba las posibilidades de recuperación de Alemania, había perjudicado seriamente las condiciones de vida de la clase obrera, cuyas organizaciones se habían radicalizado y reforzado. Los gobiernos socialdemócratas y centristas que se suceden desde 1918 hasta 1933 fueron incapaces de dar solución a los graves problemas económicos, sociales y políticos que afrontaba Alemania: con el país destruido por la guerra, perdidos algunos territorios de gran importancia económica, y obligados además a pagar fuertes indemnizaciones a Francia, la crisis económica puso Alemania al borde del colapso, crisis que se agudizó a partir del crack bursátil de 1929. La crisis económica agravó las tensiones sociales, con una radicalización de la clase trabajadora, la proletarización o amenaza de proletarización de las clases medias y el temor de los propietarios a la revolución social. Este clima social era el más favorable para que cuajara el mensaje de los grupos ultranacionalistas que culpaban de los males de Alemania a las potencias vencedoras, a los políticos nacionales, que habían aceptado el tratado de Versalles y a las organizaciones obreras que se habían opuesto primero a la guerra para contribuir después a la caída del emperador. Estos grupos, además, hacían blanco especial de sus acusaciones a los judíos, a quienes se achacaba un complot para destruir a la nación alemana. De estos grupos nacionalistas, el más destacado fue el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), abreviadamente, Partido Nazi, fundado en Munich en 1919. Dentro de ese grupo, pronto se destacó como dirigente un recién afiliado, Adolfo Hitler, quien se convirtió en su jefe en 1926. Las elecciones presidenciales de 1932 dieron la victoria al conservador presidente de la república, el mariscal Hindemburg, pero supusieron además un fuerte ascenso del Partido Nazi de Hitler, mientras que en el extremo contrario, el Partido Comunista de Ernst Thaëlmann se convertía en la principal fuerza opositora. Hindemburg decidió formar gobierno contando con los nazis y encargó a Hitler que lo encabezara él mismo en 1933. A partir de 1933 Hitler, desde el gobierno, da pasos acelerados para transformar el régimen parlamentario de Weimar en un estado totalitario. Ese mismo año, paramilitares nazis incendia el Reichstag (Parlamento) y acusan del atentado a los comunistas, lo que les sirve como excusa para desatar una persecución contra la principal fuerza opositora al tiempo que se recortan las garantías constitucionales. Hitler convocó nuevas elecciones, en las que naturalmente, amplió su mayoría, lo suficiente para lograr que el nuevo Reichstag le concediera poderes extraordinarios. En seguida son ilegalizados los partidos políticos y sindicatos, quedando constituido en el estado alemán un régimen de partido único. El siguiente paso de Hitler fue hacerse con el poder absoluto dentro de su propio partido en el que aún existían algunas voces discrepantes, para ello, organizó el 30 de junio de 1934 la llamada "noche de los cuchillos largos", en la que los principales dirigentes de las SA (un sector del partido nazi que no estaba controlado por Hitler) fueron asesinados. Al mismo tiempo fueron depurados los órganos de la administración del Estado, excluyendo de la misma a todo aquel funcionario no adepto al régimen nazi. El tercer paso fue el inicio de la persecución contra los judíos, que tiene su punto de partida en la "noche de los cristales rotos" (del 9 al 10 de noviembre de 1938). La persecución racista e ideológica fue llevada a cabo a través de las SS y la Gestapo . La política económica hitleriana estuvo marcada, como la de la Italia fascista, por la adopción de un modelo capitalista con fuerte intervencionismo estatal y tendencia autárquica, en el que las obras públicas y el fortalecimiento de la industria de guerra permitieron solucionar el problema del paro y convertir Alemania en una gran potencia. Por lo que respecta a la política exterior, la de Hitler se dirigió en primer lugar a denunciar el Tratado de Versalles, para centrarse más tarde en la ocupación de los territorios europeos donde existía población alemana. En esa línea es ocupada Austria (Anschluss) en marzo de 1938 y los sudetes checoslovacos el mismo año, para extenderse la ocupación al resto de Checoslovaquia el año siguiente. A partir de 1936, se formó una alianza de potencias fascistas, el "Pacto Antikomintern" compuesto por la propia Alemania, la Italia de Mussolini, el Japón militarista de Hiro Hito y la España de Franco, a quien la Propia Alemania había ayudado a ganar la guerra civil española. 
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