Los CRISTIANOS y las FUERZAS DEL MAL

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PREDICAR, CURAR y EXPULSAR DEMONIOS
Domingo 15º tiempo ordinario - B /12 julio 2012
P. Jesús Álvarez ssp.
COMENTARIOS
Marcos 6, 7-13
Jesús envía a los discípulos, de dos
en dos, a proclamar el Evangelio, y
les dice que vayan con lo indispensable, pues sólo de Él depende la
eficacia salvadora de su misión; y
que no confíen en la sola efi-ciencia
de su saber y de los recur-sos
materiales, incluidos los mo-dernos
medios masivos, impres-cindibles
hoy en la evangelización, como fue
imprescindible la escri-tura en el
Antiguo Testamento para comunicar
la Palabra de Dios a los hombres de
entonces y de todos los tiempos.
Jesús manda a sus discípulos no sólo
a predicar, sino también a obrar
como él: curar enfermos, expulsar
demonios, denunciar injusticias... Y
así lo hacen.
La
gran
mayoría
de
las
enfermedades de hoy se curan
gracias
a
los
adelantos
“milagrosos” de la medicina y a
las manos de los médicos, entre
los
cuales
se
encuentran
verdaderos
discípulos
Cristo,
declarados o anónimos, que
prestan al Señor sus manos para
curar los enfermos, con los
cuales Él se identifica.
Por otra parte, muchos sacerdotes,
consagrados,
consagradas,
catequistas, misioneros y simples
cristianos,
curan
y
evitan
innumerables enfermedades con la
Palabra de Dios, la oración, los
sacramentos,
el consejo
y
la
orientación, y así vencen al demonio
y al pecado, causa primera de tanta
enfermedad física, moral, psíquica,
espiritual y social.
Los discípulos de hoy siguen la
lucha contra las otras grandes
enfermedades que amenazan al
hombre:
egoísmo,
injusticia,
vicio, violencia, abusos, pobreza,
hambre, corrupción, explotación,
mentira, hipocresía... Donde llega
la palabra y la acción del
discípulo unido a Cristo, el mal
queda al descubierto y retrocede.
Difundir el Evangelio es el
objetivo prioritario de la vida y
misión de los discípulos, que no
pueden ocupar su corazón, su
mente y su tiempo con otros
intereses. Por su parte, los
destinatarios,
agradecidos,
sostienen con sus bienes a los
mensajeros que les ofrecen el
bien máximo: el Evangelio de
Cristo, mensaje de la salvación,
que es absolutamente impagable.
Los gobernantes y los
suelen pretender que la
limite a sus templos, que
no se meta en asuntos
1
poderosos
Iglesia se
sólo rece y
sociales o
políticos: que no defienda la vida,
que no salga a favor de los pobres y
de los explotados por los poderosos,
para
así
poder
disfrutar
impunemente
las
riquezas
acumuladas a costa de la pobreza,
del sufrimiento e incluso de la
muerte de muchos.
Cuando el cristiano lo es de verdad –
persona que vive unida a Cristo-, es
imposible que su vida no “hable” ni
produzca fruto en su ambiente,
aunque ni él ni los demás se den
cuenta, pues está de por medio la
palabra infalible de Jesús: “Quien
está unido a mí, produce mucho
fruto”, sin más condiciones.
Seguir a Cristo, obrar y hablar en
su nombre, no es un privilegio
del clero, sino también derecho,
vocación
y
gloria
de
todo
bautizado, consciente de que la
palabra más eficaz no es la que
sale de los labios, sino la que
brota de una vida unida a Cristo:
“Quien está unido a mí, produce
mucho fruto”, sea sacerdote,
religioso o laico.
Romanos 8,18-23
San Pablo había estado en el “tercer
cielo”,
y
al
comunicar
esa
experiencia, exclamó: “Ni oído oyó,
ni ojo vio, ni mente humana puede
sospechar
lo
que
Dios
tiene
preparado para quienes lo aman”.
Por eso decía también: “Para mí es
con mucho lo mejor morirme para
estar con Cristo”.
No
se
pueden
buscar
fáciles
pretextos para no escuchar ni vivir la
Palabra de Dios, alegando que no se
simpatiza con el predicador, que no
cumple lo que predica, que no tiene
cualidades, que hay pastores y fieles
que escandalizan…
Pero Jesús
declara: “Quien los escucha a
ustedes, a mí me escucha, y
quien los rechaza a ustedes, a mí
me rechaza”. Hay que fijarse en el
Buen Pastor y en los buenos
pastores, no en los malos.
El
Apóstol
habla
con
conocimiento de causa cuando
afirma
que
los
sufrimientos
temporales
son
nada
en
comparación con la inmensa
gloria y gozo que Dios dará en su
casa eterna a quienes lo aman en
el tiempo. Gloria y gozo que
compartirá toda la creación, una
vez liberada de la esclavitud y del
afán de dominio acaparador de
los pervertidos.
Isaías 55, 10-11
Esos dolores de parto, inútiles por sí
solos, Dios los va haciendo dolores
fecundos que darán vida, y por la
resurrección darán a luz un mundo
nuevo presidido por Cristo, Rey del
Universo; un mundo donde reinará la
vida y la verdad, la justicia y la paz,
el amor y la libertad. Esa es nuestra
esperanza
anclada
en
Jesús
crucificado y resucitado, el único que
puede y quiere liberarnos del
sufrimiento y de la muerte para
glorificarnos con Él en su reino
eterno.
La Palabra de Dios no es como la
nuestra, sino que hace realidad lo
que anuncia: la salvación a quien la
busca, la espera y la acoge. Es
fuente de vida, y no simple sonido
que comunica ideas, sentimientos,
información, verdades, emociones.
La palabra del predicador y del
simple cristiano, tendrá eficacia
salvadora, si se inspira en la
Palabra de Cristo, sintoniza con
ella y se refleja en la persona del
evangelizador, que así se hace
evangelio viviente y abierto, el
único que sabrán leer muchos de
su entorno, empezando por el
propio hogar. Esa Palabra no
vuelve a Dios sin producir fruto.
Cristo ha tomado muy en serio
nuestra salvación, y es justo que
pidamos con insistencia lo mismo
2
que él desea para nosotros y
hagamos
lo
imposible
para
conseguirlo. Entonces el éxito
final de nuestra vida estará
asegurado,
a
pesar
de
los
sufrimientos
de
los
últimos
tiempos.
Dice san Agustín: “Quien te creó sin
ti, no te salvará sin ti”. Acojamos la
oferta gratuita de salvación que
Jesús nos brinda, pero condicionada
a nuestro esfuerzo. Deseemos y
preparemos en serio la “la hora de
ser hijos de Dios, la resurrección de
nuestro
cuerpo”,
“que
Cristo
transformará en cuerpo glorioso
como el suyo”.
P. Jesús Álvarez, ssp
Jesús envía a sus discípulos a
PREDICAR, CURAR y EXPULSAR DEMONIOS
Domingo 15º tiempo ordinario - B /12 julio 2012
TEXTOS BÍBLICOS
Marcos 6, 7-13
Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles
poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que llevaran para el
camino un bastón y nada más, pero ni pan en la alforja ni dinero en la
faja; que llevasen sandalias y un manto solo. Y añadió: - Quédense en la
casa donde les den alojamiento, hasta que se vayan de ese sitio. Y si en
algún lugar no los reciben ni escuchan, al salir sacudan el polvo de sus
pies para dar testimonio contra ellos. Salieron, pues, a predicar la
conversión; echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban.
Isaías 55, 10-11
Esto dice el Señor: Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no
vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla
germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será
mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi
voluntad y cumplirá mi encargo.
Romanos 8,18-23
Hermanos: Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la
gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación expectante está
aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue
sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la
sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería
liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad
gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación
entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso;
también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en
nuestro interior aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de
nuestro cuerpo.
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