Luces de Bohemia – Pruebas PAU 2013

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EJEMPLOS DE PREGUNTAS. CURSO 2013/14.
Ramón Mª del Valle-Inclán, Luces de bohemia
Confeccionadas por los/as alumnos/as de 2º Bachillerato A:
Cristina Albero, Silvia Ballester, Mireia Calero, Zaida Ferrando, Anna Payà, Vicente Javier
Puerto, Mamuni Sidi y Verónica Valero.
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1) Evolución de la obra de Valle-Inclán. Justifica su inclusión de Luces de
bohemia en la etapa que le corresponda.
Ramón María del Valle- Inclán (1866-1936) fue uno de los escritores más importantes del
Modernismo y de la Generación del 98. Su obra evoluciona desde un interés en lo puramente
estético hasta una literatura que irá más allá de la crítica social. La obra literaria de Valle-Inclán es
susceptible de dividirse en tres etapas:
a) Etapa modernista (1895-1905). Siguiendo la tendencia del momento, Valle se sumó al
Modernismo al inicio de su producción literaria. En sus obras mezcla de manera perfecta lo real y lo
legendario, lo artístico y lo popular. En esta etapa destacamos sus Sonatas (Sonata de otoño, 1902;
Sonata de estío, 1903; Sonata de primavera, 1904; Sonata de invierno, 1905). En estas novelas,
Valle-Inclán nos ofrece una visión artística de la excelencia, con un gran peso romántico. Debido al
predominio del esteticismo, son el reflejo de un tiempo y una moda literaria.
b) Etapa de transición (1907-1920). Poco a poco, el presente histórico y la realidad
sociopolítica se imponen al autor y harán que Valle-Inclán se aproxime hacia las inquietudes de los
hombres del 98. Dentro de esta etapa de transición podemos diferenciar dos ciclos:
—El ciclo mítico se constituye por obras que resaltan la importancia de lo irracional. ValleInclán, en contra del teatro burgués, creó obras con un sentido dramático universal. El escenario
principal es una Galicia rural, oscura y ancestral, y los personajes son extraños tarados y violentos.
A este periodo corresponden las dos trilogías Comedias Bárbaras (1907-1922), piezas teatrales
donde el autor nos presenta un mundo dominado por la miseria y la brutalidad, y La Guerra carlista
(1908-1909), novelas en las que encontramos precedentes del esperpento.
—El ciclo de la farsa se compone de obras situadas en el siglo XVIII, época muy apreciada
por los modernistas. El autor refleja de este modo la realidad que le gustaría para su tiempo. Valle
introduce rasgos sentimentales que se complementan con otros de carácter grotesco. Como
consecuencia, las obras adquieren un tono tragicómico, que es el sello de este ciclo. Destacan las
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piezas teatrales Farsa infantil de la cabeza de dragón y Farsa y licencia de la reina casta, en la que
aparecen también elementos propios del esperpento.
c) Etapa del esperpento (1920-1936). A partir de 1920 la obra de Valle se centrará en la
denuncia de un mundo dominado por lo deforme y lo absurdo, con un lenguaje también deformado.
Este cambio ideológico y estético aparece ya en el drama Divinas palabras (1920), obra que vuelve
a ambientarse en el mundo rural gallego, caracterizado por lo deformidad, la brutalidad y el
desgarro. Sin embargo, será Luces de Bohemia (1920-1924) la obra que inaugure definitivamente el
esperpento, género literario creado por Valle-Inclán que deforma sistemáticamente la realidad,
recargando sus rasgos grotescos y absurdos, a la vez que se dignifica artísticamente el lenguaje
coloquial y desgarrado. A este ciclo pertenecen también otras piezas teatrales como Tablado de
marionetas (1927) y Martes de carnaval (1930). En el ámbito de la novela son Tirano Banderas
(1926) o el inconcluso ciclo de El ruedo ibérico (1927-1936) las obras representativas de esta nueva
estética.
Por tanto, Luces de Bohemia es una obra profundamente renovadora desde el punto de vista
teatral y muy crítica desde el punto de vista social. En ella, Valle-Inclán cuestiona los puntos más
polémicos de la España de su tiempo, la cual veía, al igual que los intelectuales de su época, con un
gran pesimismo. Era la España de la Restauración, el caciquismo y “el desastre del 98”.
De este modo, podemos comprobar cómo Valle-Inclán evoluciona desde un Modernismo
elegante y nostálgico por los tiempos pasados hasta una literatura de hondo contenido crítico,
basada en la distorsión de la realidad: el esperpento. Consecuentemente el entierro de Max Estrella,
en Luces de Bohemia, es también el entierro del Modernismo y de su “inutilidad”.
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2) Luces de bohemia en el contexto histórico y literario de su época.
Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) inicia su carrera literaria tras el denominado
desastre del 98, fecha en la que se pierden las últimas colonias españolas (Cuba, Filipinas y Puerto
Rico). España era en aquel tiempo un país rural con una industrialización creciente en escasos
focos, unos altos niveles de analfabetismo, unos salarios terriblemente bajos y un gran conflicto
social al que el régimen político de la Restauración ya no podía dar una respuesta satisfactoria.
Valle-Inclán publicó por entregas la primera versión de Luces de bohemia en 1920 en la
revista España. Más tarde, en 1924, la obra apareció en forma de libro con notables ampliaciones y
cambios. A pesar de su relevancia, la dificultad escénica que entrañaba imposibilitó la
representación del drama hasta 1968, año en que se estrenó en París, en francés. En España conoció
un estreno ese mismo año, en Sabadell, y en 1970 otro, el más representativo, en Valencia.
Frente a otras obras literarias más “elitistas” (como las del Modernismo), Luces de Bohemia
es una obra de su tiempo: retrata el estado de degradación de la Restauración, un sistema político
bastante longevo, que se caracterizaba por la alternancia pacífica en el poder de los dos partidos
mayoritarios, el liberal y el conservador. Este régimen acabó produciendo un sistema corrupto y
caciquil donde el movimiento obrero no tuvo fácil la entrada y donde el fraude electoral era muy
común. Ante esta situación, la monarquía promovió el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923.
Sin embargo, este cambio no sirvió para mejorar la situación social y política, de modo que, tras la
dictadura (o “dictablanda”, como también se la llamó), la monarquía desapareció y se proclamó la II
República (14 de abril de 1931).
En su pieza teatral, Valle-Inclán nos aproxima a la vida bohemia. La bohemia había sido
para muchos artistas de fin de siglo más que un simple modo de vivir: fue una forma de entender el
arte y la vida; fue una época heroica, donde con orgullo aristocrático se confinaba el Arte al mundo
de la Belleza. Ese es el mundo de Max, pero este mundo en 1920 ya no tiene sentido. Luces de
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bohemia es, pues, una particular queja de este universo ya consumado. Junto a la crítica al mundo
artístico, en la obra destaca también la crítica a una realidad política, social y económica que estaba
destinada a periclitar y que, dentro del contexto europeo, era una realidad anticuada y
subdesarrollada. Las críticas hacia el contexto histórico recorren toda la obra tanto en la visión de
un Madrid a un paso del alzamiento popular como en los personajes trágicos, ridículos y
convertidos en títeres.
En lo que respecta al contexto cultural de la época, el esperpento de Valle convive con otras
muchas fórmulas de hacer teatro:
a) la comedia burguesa, cuyo principal representante es Jacinto Benavente con obras como
La cena de las fieras o Los intereses creados;
b) el drama poético en verso, que mezcla el Romanticismo con el modernismo, donde se
encuentran autores tan importantes como Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa;
c) el teatro cómico, creado únicamente para entretener al publico mediante un humor facilón
y burlesco y de juegos de palabras;
d) o las producciones del 98 que probaran suerte con un teatro no siempre comprendido y
apoyado por el público donde destacan autores como Unamuno, Jacinto Grau y Azorín.
Leída con atención, Luces de bohemia es la parodia de muchas de estas fórmulas y, también,
la superación de todas ellas.
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3) Características del esperpento y su reflejo en Luces de bohemia.
Valle-Inclán publicó por entregas la primera versión de Luces de bohemia en 1920 en la
revista España. Más tarde, en 1924, la obra apareció en forma de libro con notables ampliaciones y
cambios. A pesar de su relevancia, la dificultad escénica que entrañaba imposibilitó la
representación del drama hasta 1968, año en que se estrenó en París, en francés. En España conoció
un estreno ese mismo año, en Sabadell, y en 1970 otro, el más representativo, en Valencia.
El esperpento de Valle-Inclán no es solo un género literario, sino una estética y una visión
del mundo, a la cual llega el escritor desde unas concretas circunstancias históricas españolas y una
determinada posición crítica. Es, por tanto, una parodia del sentido de la vida y una manera grotesca
de dar forma a la tragedia nacional.
Considerada como la primera manifestación de la estética del esperpento, en Luces de
bohemia hallamos la primera definición de esta corriente estética (escena XII). Mientras Max
Estrella agoniza, explica que la tragedia española no es tragedia en el sentido clásico, sino que se
expresa a través de una «estética sistemáticamente deformada», que ya había utilizado Goya en sus
pinturas: «Los héroes clásicos han ido a pasearse en el Callejón del Gato”, una callejuela madrileña
cuyas paredes lucían espejos cóncavos y convexos que distorsionaban las imágenes que reflejaban.
Con esto, Valle intenta dar una idea de qué pretende con el esperpento: reflejar la realidad
como si se la colocara delante de un espejo cóncavo, de esta forma algo trágico se convierte en
grotesco y ridículo.
Según Valle-Inclán, hay tres maneras de ver el mundo desde un punto de vista estético. En
primer lugar, estaría la Tragedia, en la cual los espectadores contemplan desde abajo a los
protagonistas de las historias, que suelen ser héroes, como por ejemplo, en el teatro griego. En
segundo lugar, encontramos el Drama y la Comedia en el que los espectadores están al mismo nivel
que los personajes de la historia y por tanto se pueden identificar con ellos. Aquí se enmarcaría todo
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el teatro moderno y contemporáneo (desde el renacentista y barroco hasta el de los siglos XIX y
XX). Por último, estaría el esperpento, creado por Valle-Inclán, donde los espectadores observan a
los personajes, ridículos y grotescos, desde arriba, y por lo tanto no pueden identificarse con ellos.
Estos personajes representan la miseria moral al ser vistos como seres inferiores.
La estética del esperpento se cristaliza en diversas formas en Luces de Bohemia.
Por un lado, en el comportamiento y la descripción de los personajes: don Latino,
animalizado como un perro, es mezquino; Zaratustra es un fantoche; los modernistas, unos
impertinentes, meros imitadores de Rubén Darío, también animalizado como un cerdo triste; el
empeñista se muestra indiferente ante la muerte del niño; el borracho del bar de Pica Lagartos se
burla de todo; y Basilio Soulinake resulta ser una persona insensible en la escena del velatorio.
Por otro lado, en la descripción de los lugares donde se desarrolla la acción: la librería de
Zaratustra es una cueva; la buñolería, antro; el calabozo, la antesala del Infierno.
Sin duda, uno de los recursos más significativos del esperpento en Luces de Bohemia es la
deformación del lenguaje. Los personajes han abandonado la exquisita lengua modernista para caer
en un habla expresiva y singular, fruto de la fusión del habla más culta y la más vulgar
(encontramos voces de todos los sectores de la sociedad). En los diálogos se emplea un léxico
degradante, lleno de vulgarismos propios de Madrid (“naturaza”) y otros de uso más extendido,
como “cuála”. También se usan giros expresivos, sorprendentes y humorísticos (“cráneo
privilegiado” (sic)), gitanismos (“gachó”) y reducción de palabras como “Don Latí”.
Este rasgo lingüístico sirve de envoltura a un tono humorístico y disparatado, así como a la
crítica a la religiosidad tradicional y vacía.
Aunque Valle-Inclán no quiso escribir una tragedia, lo evita conscientemente al decidir que
Max muera en la escena XII, contraviniendo el habitual clímax final de la tragedia clásica; sin
embargo, sí queda en el lector/espectador un poso trágico.
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4) Luces de bohemia y la realidad política y social.
Valle-Inclán publicó por entregas la primera versión de Luces de bohemia en 1920 en la
revista España. Más tarde, en 1924, la obra apareció en forma de libro con notables ampliaciones y
cambios. A pesar de su relevancia, la dificultad escénica que entrañaba imposibilitó la
representación del drama hasta 1968, año en que se estrenó en París, en francés. En España conoció
un estreno ese mismo año, en Sabadell, y en 1970 otro, el más representativo, en Valencia.
En Luces de bohemia, Valle-Inclán lleva a cabo un retrato sórdido de diferentes estratos de
la sociedad madrileña y española del momento. El itinerario nocturno de Max Estrella nos sirve de
muestrario de una sociedad decadente, con una clase dirigente corrupta e incompetente.
Desde el punto de vista político, las críticas del escritor van dirigidas al sistema político de
la Restauración, que abarcó cincuenta años de la historia de España (1874-1923). Durante este
periodo, la dirección de la nación pasaba alternativamente de manos de los liberales a los
conservadores y el papel de los partidos menos acomodados tanto de derechas (carlistas) como de
izquierdas (republicanos, socialistas…) tenía un carácter marginal
El anquilosamiento y la inoperancia del sistema eran evidentes a principios del siglo XX. El
caciquismo, la corrupción, el nepotismo y la injusticia social encontraron su réplica en el aumento
de la tensión social y la violencia. Por no hablar del efecto en la conciencia nacional del desastre del
98 y las funestas campañas de la guerra de Marruecos.
En la obra, la crítica al sistema político se muestra mediante referencias burlescas a políticos
de la época, como García Prieto, Maura o el conde de Romanones (todos ellos presidentes en algún
momento del Consejo de Ministros); y alusiones a la represión policial dirigida por el Ministerio de
Gobernación. Actos como el VI (encuentro entre Max y Mateo, el anarquista catalán, en una celda)
o el XI (el espectáculo de la madre con su niño muerto en brazos) ilustran perfectamente la
situación de esos años y despiertan en lectores y espectadores el recuerdo de la Semana Trágica de
Barcelona, las huelgas generales o la Revolución Rusa. Como contrapunto a esta insurrección
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popular, en Luces de bohemia también se mencionan los colectivos defensores de la patronal y la
Restauración, como la Acción Ciudadana (citada en el la escena III).
El dramatismo de estas escenas socava el espíritu de Max Estrella. Involuntario testigo de
los acontecimientos, llega a afirmar, apesadumbrado, pesimista, que «La Leyenda Negra, en estos
días menguados, es la Historia de España» (Acto XI).
De este modo debía de sentirse Valle-Inclán, cuyo credo político se iría matizando a lo largo
de los años. Durante gran parte de su vida se había alineado con la causa carlista en su nostalgia por
una época anterior de valores nobiliarios y cristianos. Este deseo de vuelta al Antiguo Régimen
suponía un profundo rechazo al materialismo burgués y capitalista y a la corrupción sistemática de
la Restauración. De ahí que, en las últimas décadas de su vida, no viese con malos ojos el
radicalismo anarquista y la acción de otros movimientos obreros en tanto en cuanto posiciones
ideológicas contrarios al estado burgués.
Mediante la odisea nocturna de Max y Latino, se nos muestran ambientes de todo tipo: la
humilde buhardilla de Max y su familia, la librería de Zaratustra con sus intelectuales de medio
pelo, la taberna de Pica Lagartos, la buñolería modernista, el Ministerio de Gobernación y sus
calabozos, la oficina del Ministro, el Café Colón… Y, en ellos, moviéndose personajes de las clases
altas y bajas, aunque especialmente las mas bajas.
A excepción del anarquista asesinado con la excusa de su intento de fuga o la madre del
niño muerto, ambos revestidos de cierta dignidad, todos los personajes son víctimas de la
degradación moral que les impone su pobreza. Se muestran interesados y mezquinos, como se
comprueba perfectamente en la actitud de Latino, Pica Lagartos o La Pisa Bien, por ejemplo.
Luces de bohemia retrata una España ignorante, retrasada y primitiva, cuyos valores se fían
a una religión superficial y folclórica, cuya cultura tiene sus símbolos en una Academia
desprestigiada, unos modernistas trasnochados y una bohemia agonizante, y cuyo timón es
manejado por los incompetentes y corruptos políticos. En suma, y citando palabras de Max estrella,
España deviene en «una deformación grotesca de la civilización europea».
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5) Modernismo y 98 en Luces de bohemia.
La crisis de fin de siglo en España dio lugar a dos movimientos: el Modernismo y la
Generación del 98. Esta diferenciación ha sido a veces muy discutida. Para una parte de la crítica
existe un único movimiento literario, el Modernismo, que es la expresión del cambio de sensibilidad
en la cultura española de fin de siglo. Para otros, en cambio, aunque modernistas y noventayochistas
pertenezcan a una misma generación histórica, existen diferencias suficientes entre ellos como para
no incluirlos en el mismo movimiento: el Modernismo se asocia con la preocupación estética y el
refinamiento y la Generación del 98 con una orientación más intelectual y filosófica (el problema
existencial, el tema de España). Lo que es evidente es que los autores más importantes de estos años
(Machado, Azorín o el propio Rubén Darío) militan a menudo en ambos movimientos.
Valle-Inclán es uno de estos autores cuya producción literaria evoluciona de un Modernismo
inicial a una posición de crítica social que lo emparentan con los postulados de la Generación del 98
(para más datos, véase la pregunta 1).
El momento en que el autor gallego cambia su manera de reflejar la realidad se da con la
publicación Luces de bohemia, cuya primera versión apareció en 1920 en la revista España. Más
tarde, en 1924, la obra se editó en forma de libro con notables ampliaciones y cambios. A pesar de
su relevancia, la dificultad escénica que entrañaba imposibilitó la representación del drama hasta
1968, año en que se estrenó en París, en francés. En España conoció un estreno ese mismo año, en
Sabadell, y en 1970 otro, el más representativo, en Valencia.
Luces de Bohemia es una obra que presenta numerosos rasgos tanto del Modernismo como
de la llamada Generación del 98. Podríamos decir que hay dos etapas dentro del Modernismo: una
primera muy vital, sensorial, interesada por lo aristocrático y lo oriental, y muy colorista que apenas
se ve reflejada en esta pieza teatral; y una segunda etapa mucho más existencialista, pesimista y
nihilista que es la realmente bohemia, y por tanto, la que se ejemplifica en esta obra.
Las características apreciables del Modernismo en Luces de Bohemia son las siguientes:
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a) Destacan las acotaciones tan literarias que hacen de Luces de Bohemia una obra casi
irrepresentable. Se describen sensaciones y olores o situaciones que no pueden representarse sobre
un escenario, de ahí que esta obra se califique como una “novela dialogada” o un “guion
cinematográfico”. Se emplea en estas acotaciones un lenguaje cuidado, culto, refinado, muy
sensorial y lleno de cultismos o incluso neologismos, que contrasta contrasta claramente con el
lenguaje puramente coloquial y vulgar de muchos diálogos.
b) Hallamos un gran número de escenas triviales y situaciones absurdas o irrelevantes, que
generan desconcierto en el lector.
c) Por último se destaca la admiración que siente Valle-Inclán hacia todo el mundo
moderno, cosmopolita y urbano. De esta manera se entienden las referencias continuas a ciudades
como París o Londres.
En lo que respecta a su vinculación con los rasgos de la Generación del 98, podemos
destacar los siguientes aspectos:
a) En los diálogos se emplea un lenguaje vulgar, muy coloquial, que contrasta con el alto
grado de refinamiento que alcanzan las acotaciones literarias.
b) Aparece la preocupación por grandes interrogantes que el ser humano, desde un punto de
vista existencialista, puede llegar a plantearse: la fugacidad de la vida, la cercanía de la muerte, el
veloz paso del tiempo...
c) Se observa una crítica negativa a la degradación moral, social y cultural que vive la
sociedad española de principios del siglo XX. La sociedad española de los años 20 está sumida en el
oscurantismo religioso, los abusos de poder de los políticos y la ignorancia de un pueblo que
detestaba la cultura y la inteligencia. Esto es precisamente lo que critica Max Estrella, quien
representa la evolución de su autor desde las posturas bohemias del Modernismo al compromiso
activo con los más desfavorecidos.
De este modo Luces de bohemia se concibe como el reflejo de la conciencia del propio
Valle-Inclán: la evolución desde las frivolidades Modernistas hacia una literatura comprometida.
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6) Los personajes de Max Estrella y Don Latino en Luces de bohemia.
Valle-Inclán publicó por entregas la primera versión de Luces de bohemia en 1920 en la
revista España. Más tarde, en 1924, la obra apareció en forma de libro con notables ampliaciones y
cambios. A pesar de su relevancia, la dificultad escénica que entrañaba imposibilitó la
representación del drama hasta 1968, año en que se estrenó en París, en francés. En España conoció
un estreno ese mismo año, en Sabadell, y en 1970 otro, el más representativo, en Valencia.
Los personajes de Luces de bohemia, más de cincuenta, responden a una variada tipología.
En su intención de evocar la vida bohemia, Valle-Inclán introduce en la obra algunos personajes de
la vida real, con su propia identidad (Rubén Darío) o bajo una ficticia: el caso más evidente es el del
propio Max Estrella y de su esposa, madama Collet, inspirados en el escritor Alejandro Sawa,
paradigma de escritor bohemio y poeta maldito, marginal e ignorado por la cultura oficial, y su
mujer, Jeanne Poirier.
También aparecen personajes reales por alusión —Maura, Romanones, Castelar—
respondiendo al deseo de anclar la acción en la realidad de su tiempo; mientras que otros son
puramente ficticios: la Pisa Bien, el Rey de Portugal, La Lunares… y el Marqués de Bradomín,
personaje de Valle-Inclán (de quien se presenta además como trasunto) protagonista de las Sonatas.
En el grupo de los personajes de ficción también hay que incluir a los arquetípicos o genéricos (el
Sereno, los Guardias…), los colectivos (los Epígonos del Parnaso Modernista, el coro de voces de
la escena XI…) y hasta personajes animales: los de la librería de Zaratustra.
De los personajes de Luces de Bohemia dice Valle: «Son enanos, patizambos que juegan una
tragedia». De entre todos estos, sobresalen el protagonista y su acompañante.
Max Estrella es un personaje espléndido, mezcla de cobardía, viveza, egoísmo y momentos
de grandeza. No se trata de un personaje noble precisamente, pero si humano. Aparte de ser una
representación de un personaje real, Alejandro Sawa, ejerce a veces como el portavoz del propio
Valle Inclán. Posee un “nombre parlante”: Máximo Estrella, es decir, una gran luz, una guía en
mitad de la noche en que se desarrolla la obra. Aunque Valle no deja de lado la ironía: Max es un
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ciego que pretende mostrarnos (hacernos ver) la verdad. En Max, que al ser humano no está exento
de las contradicciones de la especie, hay una perpetua síntesis de humor y queja, orgullosa dignidad
y mezquina indignidad, consciencia de mediocridad y sentimiento de frustración. Ridículo o
patético, furioso con la injusticia social, crítico, mordaz o profundo. Su ceguera no le impide ver el
sufrimiento del pueblo y las injusticias proferidas por el poder de las que van convenciéndose a lo
largo de su periplo nocturno.
La degradación de Max sintetiza el enfrentamiento de dos mundos: el de la bohemia, como
marginación voluntaria, y el del poder indiferente y egoísta ante las penalidades del pueblo. De ese
modo Max es estafado por Zaratrusta, engañado por Don Latino, encarcelado, “prostituido” al
vender su dignidad al Ministro. Incluso su muerte será confundida con una borrachera y más tarde
con la catalepsia.
Don Latino de Hispalis, en cambio, encarna el antihéroe, y como tal, es la “contrafigura de
Max- Sawa”. Su nombre —de claras raíces latinas— rememora el de otro “latino” que guio a un
poeta por los infiernos: Virgilio precediendo a Dante (Max) en su búsqueda de Beatriz (la luz, la
verdad). Este personaje debe entenderse como un desdoblamiento de la personalidad del
protagonista. Si Max representa la parte más noble, Don Latino es lo que en su vida hubo también
de desengaño y de “sablazo”. Animalizado como un perro lazarillo de Max (o el Lazarillo
engañando a su amo ciego), actúa al principio como escudero paródico del protagonista y es en
definitiva el fantoche con que Valle hace caricatura de la bohemia. Caracterizado mediante un
lenguaje repleto de cultismos y, a la vez, coloquialismos, vulgarismos y modismos madrileños, Don
Latino se nos presenta como un tipo miserable, desleal, embustero, canalla, insensible ante las
penurias de Max, al que llega a robarle la cartera con el décimo premiado, en el momento de su
muerte, e irónicamente, este miserable se verá favorecido por la fortuna.
Mediante estos dos personajes, Valle-Inclán pretende describirnos el momento de crisis en
que vive la sociedad española. Ellos son las dos caras de una misma moneda: una moneda falsa que,
a la postre, no vale un pimiento… como la España de comienzos del siglo XX.
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