La revolución y el deseo. En memoria a Marta Mata

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La revolución y el deseo.
En memoria a Marta Mata
Pedro Badía
Director del Periódico Profesional de
Educación “Escuela”
“Hay suficiente pan en esta tierra para todos los hombres, y
rosas y mirto, belleza y placer…El cielo, dejadlo para los ángeles y los gorriones.” Heine.
-Dedicado a Miguel Núñez, autor del libro La revolución y el
deseo.
Este texto pretende ser un sentido y sincero homenaje a Marta Mata, un símbolo para muchas generaciones de maestros
y de maestras. No escribo sobre pedagogía en sentido estricto; sí lo intento hacer sobre personas: sobre aquello que les
mueve y aquello que representan.
Marta, una mujer de sólidos principios –en ocasiones inamovibles- de gran carácter y de enorme capacidad de trabajo y
de lucha, es junto a Eloy Terrón, Luis Gómez Llorente, Mariano
Pérez Galán, Francisca Majó, Jaime Ruiz, Pamela OMaley, Javier Arista, Pilar Sainz, Aurora Ruiz o Javier Doz y otras y otros
luchadores, el nombre de referencia que hizo posible la alternativa de escuela pública en
España. Un país que vislumbraba la salida democrática después de una larga dictadura política. Sin las ideas de Marta Mata, de las personas nombradas y de otras tantas que guarda
la memoria, es imposible comprender los principios que han de sustentar el sistema educativo
español durante la transición y hasta nuestros días.
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Marta Mata pertenece a una generación cuya musculatura política y militancia son inconcebibles en estos tiempos de desasosiego y tibieza. Marta ha tenido, y ha hecho suya, una
vida heroica. Una vida y una obra, ambas fuertemente imbricadas, que se nos revela como
testigo indispensable para conocer en toda su dimensión un proyecto de escuela pública en
España que entre vaivenes y desencuentros nos llega hasta hoy. Hasta este mismo momento
en el que le rendimos homenaje. Una vida y una obra que también son un referente político y
un referente ético. Creadora de energía; de gran vitalidad; de enorme optimismo. Una vida
y una obra, que han hecho circular afectos.
Marta es una resistente. Quedan muy pocos resistentes. El día a día de su trabajo es una
muestra de lo que significó la cultura de la resistencia, pero también lo que significó saber
adaptarse a las nuevas exigencias de la transición y de la democracia. Como escribió un día
no muy lejano Manuel Vázquez Montalbán sobre Miguel Núñez “la gente adapta en cada
época su musculatura a las circunstancias históricas que tiene que vivir”. Marta no se queda
atrapada por la transición. La “moqueta” y los despachos no la seducen, aunque conoce la
política y su gestión: es diputada y concejal de educación del ayuntamiento de Barcelona
y presidenta del Consejo Escolar del Estado. Y tiene mil condecoraciones, medallas y cruces.
Ella sigue en línea, e inicia con la joven democracia española una nueva vida de lucha y desvelos por ver cumplidos (el deseo), aquellos ideales educativos, sociales y políticos que había
creado y desarrollado durante la dictadura (la resistencia) y que suponía dar un vuelco al
sistema educativo conocido (la revolución). También sabe leer las nuevas claves en las que
se mueve la sociedad y la política. Y una vez más acierta en el análisis, y acepta la pelea. El
mundo que la vio nacer y crecer no le gustaba; el mundo tal y como es ahora no le gusta;
hay que seguir trabajando para cambiarlo poco a poco. Hay que negarse a aceptar que
este mundo es como es y que las cosas son como son. La memoria de Marta es el recuerdo
de una luchadora incansable.
Escribe Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo del libro La revolución y el deseo de Miguel
Núñez (Edit. Península) refiriéndose a Miguel: “no creo que la genética condicione la capacidad de sacrificio y de fuerza moral con los que los humanos respondemos a los desafíos históricos. Son estos desafíos los que nos construyen la musculatura para sobrevivirlos y darles una
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sensación que nos parezca positiva.” Pues bien, esto mismo se podría haber dicho de Marta
Mata. Y esto mismo es lo que provoca la tensión necesaria para no acomodarse ni integrarse.
Es el motor que una y otra vez se echa a andar y propicia el descubrimiento de nuevos campos de lucha, de nuevas ilusiones. De permanecer en contacto con los problemas educativos, sociales, políticos y culturales de los hombres y de las mujeres. De seguir aspirando, en el
caso de Marta Mata, a un futuro más justo a través de la educación.
Pero me van a permitir seguir con el paralelismo entre Marta Mata y Miguel Núñez. Me voy
a permitir seguir hablando de la revolución y el deseo, el libro, y de la revolución y el deseo
como pretensión y actitud ante la vida. El extraordinario poeta y amigo Leopoldo de Luis escribe el 4 de marzo del 2004 para la presentación del mencionado libro una frase preciosa y
llena de matices y sugerencias que referida a Miguel es perfectamente trasladable a Marta.
Dice así: “Desde esta torre de entusiasmo un hombre tremola sus banderas. Las sacude el aire
de la adversidad: no importa. Las zarandean ráfagas de tristeza: no importa. “La revolución y
el deseo”: o el deseo de la revolución. Toda vida vivida con pasión es un deseo y todo deseo
supone una revolución. Eso es lo que tiene este libro de lección moral. Su fervor no se agota y
su bandera no se arría. Este libro es un árbol cuyas hojas no se marchita:” Así fue, es y permanecerá en nuestra memoria la vida y la obra de Marta Mata.
Pero quiero seguir haciendo para Marta Mata un homenaje literario, y me viene a la memoria
unas palabras escritas por Andrés Trapiello en su libro El Jardín de la Pólvora (Pre-textos): “Tal
vez algún día alguien, como en aquel poema memorable, viendo este surco tal solo, señero
y sin propósito, se arranque su corazón y lo entierre en él, como semilla…de donde nacerán
los buenos días ya vividos, como si no hubiera pasado el tiempo, y nos pareceremos todos a
uno de esos jóvenes de Homero a los que una diosa joven protegía de los venablos enemigos….”
La pasión de Marta era la vida y la entendía, como escribe Emilio LLedó en Imágenes y palabras (Taurus) un bien sobre el que “se alzan todos los otros posibles bienes”. Es desde donde
miramos el mundo desde donde engarzamos nuestro impulso de amor, nuestro deseo de
conocer. Para Marta Mata, que es maestra y maestra de maestros, su otro “posible bien”,
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quizás el más preciado para ella, era la educación y la escuela. Los niños y las niñas. La comunidad educativa que de verdad educa. Y una de sus palabras preferida era participación
a la que nos lleva el uso de la libertad y la necesidad de optar; y también la imposibilidad de
ser neutro. Marta Mata nunca fue neutral, sí independiente. Nos planteaba constantemente
el deber de tomar posición como maestros. Como escribía Paulo Freire: “El deber de no omitirnos. El derecho y el deber de vivir la práctica educativa en coherencia con nuestra opción
política”.
Marta era apasionada y contundente cuando hablaba de la práctica educativa. En una
entrevista concedida al periódico profesional Escuela explicaba que la formación inicial del
profesorado era “trágica”; continuaba: “la de Primaria creo que la hemos empeorado un
poco por las especializaciones. La formación del profesorado es el cáncer oculto.”
Su amplitud de miras era sorprendente; en una reflexión más que oportuna comentaba al
periódico Escuela que “el mercado tiene su sitio. La política, el arte, el ocio tiene su sitio. Esto
es humanidad”. Y ésta era Marta Mata que en paz descanse.
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