El Consejo Escolar del Estado: A Marta Mata con afecto y gratitud

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El Consejo Escolar del Estado:
A Marta Mata con afecto y gratitud
Carmen Maestro
Presidenta del Consejo Escolar del Estado
Las organizaciones y personas que componemos el Consejo Escolar del Estado hemos querido dedicar un homenaje sentido y sencillo a la que ha sido nuestra compañera, amiga y
Presidenta, Marta Mata i Garriga. Y lo hemos querido hacer a su estilo, alegre y austero a la
vez, plasmándolo en algo que era tan de su gusto, un libro. Un libro que quiere ser, a la vez,
recuerdo de su paso por esta casa, testimonio y estímulo para quienes no tuvieron la oportunidad de conocerla.
Este Consejo, que representa los diferentes puntos de vista y los intereses en juego en torno
a la educación y que discute, muchas veces apasionadamente, de todo lo que concierne
a nuestro sistema educativo, ha debatido en estos últimos años la reforma educativa y la
reforma del propio Consejo con más intensidad y, probablemente, con más pasión de lo
que lo hizo en sus más de veinte años de existencia. A Marta Mata le tocó presidir el Consejo
durante esta etapa especialmente rica y compleja. Y lo hizo con templanza, sosiego y con
un optimismo y alegría que han contribuido a limar diferencias entre nosotros y a favorecer el
respeto a las posiciones ajenas. Todo ello la hace acreedora de nuestro respeto y de nuestro
reconocimiento.
Después de la Presidencia de Marta, una presidencia bien corta, el Consejo Escolar del Estado está mejor equipado para hacer frente a sus tareas y responsabilidades. Dispone de una
biblioteca, destinada a convertirse en punto de referencia sobre la participación, y de un
órgano propio de expresión: la revista digital Participación educativa creadas, ambas, por la
tenacidad y el esfuerzo de Marta. Ella entendía que la labor del Consejo no debía circunscri-
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birse a emitir su informe anual y a pronunciarse acerca de las normas que le fueran sometidas
a dictamen. Creía que, en la encrucijada en que se encuentra nuestro sistema educativo y la
propia tarea de educar, el Consejo tenía mucho que decir. Por eso, profundizar el concepto
y la práctica de la participación, fijar nuevas metas, hacer del Consejo un instrumento más
digno al servicio de la educación fueron sus aspiraciones para el CEE y constituyen, hoy, un
motivo más de gratitud para los consejeros.
Hay, claro está, un elemento más que nos mueve a rendirle el pequeño homenaje que le tributamos con este libro. Marta Mata consagró su vida entera a la educación, hasta el final, y
fue trabajando en el Consejo, entre nosotros, cuando la sorprendió la muerte y cuando concluyó su carrera y su vida. Y lo hizo desde un compromiso político y pedagógico con el que
fue siempre coherente: su amor a los niños (recordaremos sus permanentes referencias a la
Convención de los Derechos de la infancia), su confianza y su respeto a los maestros, el empeño por ampliar la participación y su fe en la escuela como lugar privilegiado para el aprendizaje de la convivencia. Precisamente por ello, y por encima de las diferencias de opinión
y de criterio que algunos consejeros pudieran mantener en asuntos concretos y al margen
de las discrepancias, algunas bien notorias, nuestro reconocimiento se dirige, por encima de
otras consideraciones, a la coherencia de su trayectoria al servicio de unos ideales nobles.
Corren tiempos en los que priva la comodidad, la renuencia a aceptar responsabilidades,
la tendencia a desdibujar las convicciones y devaluar el compromiso con la “res pública”.
Creemos, por todo ello, que la trayectoria de Marta constituye una hermosa lección, que
merece ser recordada.
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