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GRANDES LAGOS NICARAGÜENSES.
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Por lo que toca al territorio cuya descripción topográfica lia
sido objeto del precedente capítulo, puede dé un modo general considerarse demarcado geológicamente por los grandes
lagos: al NE. de ellos está constituido en su mayor parte por
rocas antiguas, continuación de esa gran formación de pizarras, cuarcitas y doleritas que atraviesan la América desde el
Brasil hasta las Montañas Rocosas: al SO. de aquéllos, en cambio, el suelo está formado principalmente por lavas y tobas
volcánicas recientes, cuya erupción no ha cesado aun de un
modo definitivo. La península que divide el lago de Managua
es el arranque de la gran zona que se prolonga en tierra firme
en dirección al Pacífico, originando un cuello que hay que
franquear para ir de Managua á León. Esta región corre de
E. á O. entre el Momotombo y el Viejo sobre el Pacífico, constituyendo un grupo aislado tan importante, que probablemente supera á todas las extensiones iguales del continente
en el número de los cráteres, de conos aislados ó dispersos al
pié de los colosos que los dominan y de cavidades qué han
proyectado en otro tiempo cenizas ó materias gaseosas. Al
N. de los lagos se hallan las magníficas planicies de León.'
cortada ésta por el mar, que separa el de Managua del Océano
Pacífico en un espacio medio de doce leguas, y otra, no pequeña tampoco—la del Llano del Conejo—limitada por las colinas de Segovia;, de la formación más antigua que antes
mencioné, rica allí en yacimientos auríferos.
La geología, como la topografía, comprueban el aserto de
que los lagos nicaragüenses no están situados en el trayecto
de una verdadera cuenca, ni es dado considerarles como porciones ensanchadas de rio alguno. MM. Dollfus y Mont-S'errat,
que parecen inclinarse á una opinión diferente de la mía,
consideran el relieve actual de Centro-América como el resultado de tres momentos diferentes: el primero, extremadamente
antiguo, es atribuido por ellos á los granitos, el cual consiguió apenas indicar vagamente la distribución de las tierras
y mares; á éste siguió otro mucho menos alejado de nuestra
época, de emisiones pórfido-traquíticas, y un tercero, relativamente moderno, al que se refieren los gigantescos volcanes
del país, cuyos efectos se reducen á modificaciones poco importantes. La formación de los lagos debería, según sus consecuencias; referirse al segundo momento, y en tanto, á au-
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