El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba

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Presente y Pasado. Revista de Historia. ISSN: 1316-1369. Año 19. Nº 38. Julio-diciembre,
2014. El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba. Méndez S., Ildefonso, pp. 149-174.
El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba*
Ildefonso Méndez Salcedo**
R
esumen:
Esta investigación se ha
planteado los siguientes propósitos:
1) Revisar el origen de la devoción
por la Virgen María en Táriba
(municipio Cárdenas, estado
Táchira), bajo la advocación de
Nuestra Señora de la Consolación;
2) Fijar la atención en el papel
desempeñado por la “capilla”,
“ermita” e “iglesia”, como ha sido
denominada a lo largo del tiempo,
en el proceso de surgimiento y
consolidación de Táriba como
centro poblado; 3) Ordenar las
noticias que se tienen sobre la
construcción, reconstrucción y
remodelación de los templos que
han resguardado la imagen de la
Virgen entre los siglos XVII y XX;
y 4) Describir los principales rasgos
arquitectónicos de dichos edificios
en cinco etapas fundamentales: a)
1689-1690, b) 1786, c) 1875-1877,
d) 1904-1915 y e) 1961-1965.
Palabras clave: Táriba, Estado
Táchira, Virgen de la Consolación,
Arquitectura religiosa.
A
bstract:
In this research we examine
the following topics: 1) Reviewing
the origins of the devotion for
Virgin Mary in Táriba (Municipality
of Cárdenas, Táchira State), under
the invocation of “Nuestra Señora
de la Consolación” (Notre-Dame
de Consolation). 2) Taking notice
of the role accomplished by the
“Chapel”, “Shrine” and “Church” as it has been named over time -, in
the coming into being and growing
of Táriba as a town and as an urban
center. 3) Organizing the documents
related to the construction,
reconstruction and remodeling of
the temples that have sheltered
the Virgin´s Image between the
17th and the 20th centuries. 4)
Depicting the main architectonic
characteristics of those buildings in
5 stages of development: a) 16891690, b) 1786, c) 1875-1877, d)
1904-1915, e-) 1961-1965.
Key words: Táriba, Táchira State,
Religious Architecture, NotreDame de Consolation.
*
Este artículo fue terminado en agosto de 2013. Entregado para su evaluación en
diciembre de 2013 y aprobado para su publicación en enero de 2014.
**
Licenciado en Historia (Universidad de Los Andes, Venezuela). Magister y
Doctor en Historia (Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela). Profesor de
la Universidad Nacional Experimental del Táchira, Venezuela. Sus publicaciones
comprenden diversos temas: instituciones del período colonial, proceso
emancipador, ideario político, historiografía, historia de la cultura, entre otros.
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Correo electrónico: [email protected].
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1. Origen de una devoción
La villa de San Cristóbal se fundó el 31 de marzo de 1561 por
el capitán Juan Maldonado. Una de las acciones iniciales del capitán
fundador fue el trazado de las primeras cuadras y la asignación de
solares entre los hombres que lo acompañaron en su expedición,
quienes serían los primeros vecinos de aquel lugar, ubicado en el
itinerario entre las ciudades de Pamplona y Mérida. Poco a poco la
villa se irá poblando con la llegada de más personas procedentes de
Pamplona y otros lugares.
En 1564 se otorgaba la encomienda de los indios Táribas a
Alonso Álvarez de Zamora, llegado a la villa poco después de su
fundación, quien con el tiempo desempeñaría importantes cargos,
como los de alcalde ordinario, regidor y justicia mayor. Álvarez de
Zamora mantuvo su encomienda por más de 40 años. Un encomendero
tenía entre sus obligaciones velar por el buen trato a los indígenas, sin
permitir abusos ni maltratos, y ocuparse de que fueran adoctrinados
en los principios de la religión católica. No se sabe con certeza el año
en que llegó a Táriba la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de la
Consolación. Ni qué personas la trajeron y bajo qué circunstancias. Las
diversas versiones que existen no se apoyan en hechos comprobables.
Las referencias más antiguas proceden de dos cronistas del siglo XVII:
Fray Pedro Simón y Juan Flores de Ocáriz.
Fray Pedro Simón, autor de las Noticias historiales de Venezuela,
obra escrita después de haber visitado la provincia de Venezuela entre
1612 y 1613, cuya primera parte se publicó en 1627, afirmaba:
...la devotísima ermita de Nuestra Señora de Táriba, que es el
consuelo de todas aquellas provincias circunvecinas, por algunos
milagros y socorros que les ha hecho en sus necesidades esta
Santísima Imagen, que es pintada en un lienzo de media vara de
largo, cuadrada en proporción. La tienen en gran veneración en
toda aquella tierra, obligados de los beneficios dichos1.
Por su parte, Juan Flores de Ocáriz, en su libro Genealogías
del Nuevo Reino de Granada, publicado en varios tomos entre 1671
y 1674, escribía lo siguiente:
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Nuestra Señora de Táriba, apellidada así por el Valle en que está,
que es un llano deleitoso y fecundo, tierra templada, convecina al
río que desciende y pasa por la Villa de San Cristóbal, abundoso
en pescado, y de ella distante como una legua. Habrá cien años
que de uno de los primeros conquistadores de su distrito hubo
esta Santa Imagen una pobre mujer, que asistía en el campo, y
en su poder empezó a obrar maravillas y el primer milagro y ha
continuado otros muchos y los prosigue. Ahora ochenta años, en
el sitio donde empezó a darse a conocer con beneficios se le fundó
Iglesia frecuentada de partes distintas. Es de pincel la tabla, que
estando rajada por medio y trasluciéndose se ha cerrado, sin rasgos,
ni señal de haber padecido, ni el cuadro ni lo pintado. Está la Madre
de Dios con el Hijo en los brazos y unas lámparas en lo alto. Estaba
deslustrada de modo que no se podía reconocer bien la pintura, y
milagrosamente se remozó por sí, que parece acabada de pintar2.
Se deduce entonces que el culto hacia la Virgen de la Consolación
empezó en el sitio de Táriba pocos años después de haberse fundado
la villa de San Cristóbal, posiblemente una década más tarde, y que la
devoción llegó a ser tan importante entre los feligreses de aquel lugar y sus
alrededores, como para levantársele, veinte años después, una “ermita”
o “iglesia” en el sitio donde había ocurrido la renovación de su imagen.
Nº 1. Nuestra Señora de la Consolación. Fuente:
Nuestra Señora de la Consolación: Quae consolatur
nos. [s.l.]: Diócesis de San Cristóbal, 2011, [s.p.].
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Otras versiones le atribuyen la llegada de la imagen de la virgen a
los padres agustinos, quienes se establecieron en San Cristóbal, procedentes
de Pamplona, en 1593. Aunque no se sabe con exactitud si esta ocurrió
antes o después de dicho año. En este caso la versión más conocida se le
debe al Padre Ezequiel Arellano, párroco de Táriba entre 1878 y 1893:
Los Agustinos de San Cristóbal desearon cristianizar a los
Táribas y al efecto enviaron a dos religiosos de su Convento,
sin más equipaje que sus breviarios y una tabla en donde está
la Imagen de Nuestra Señora de la Consolación, advocación
que se debe a Santa Mónica, Madre de San Agustín.
Los dos Padres llegaron ya entrada la noche a la margen del
río, que bajaba abundando; tomaron una caña amarga y allí
ataron la tablita y asidos a la misma caña se echaron al río, que
pasaron con facilidad haciéndoles luz la Imagen de la tablita;
siguieron y llegaron a la mesa donde hoy está la Plaza Bolívar,
en donde por lo pronto fijaron la caña con la milagrosa Imagen
y a su tiempo emprendieron su misión evangélica. En aquel
lugar levantaron una Ermita donde oficiaban la Santa Misa.
Amparados por la Santísima Virgen, el Cristianismo quedó
sembrado en esta región. Años después, los Guásimos y Capachos
hicieron una irrupción contra los Táribas, que huyeron del lugar,
y los Padres también volvieron para su Convento. Una mujer se
llevó la Imagen a su casa y la colocó en un altar, pues era india
cristiana. Dice la historia, que desde los campos de Machirí y
Pueblo Nuevo veían por las noches iluminadas la casa de la mujer
y venían a ver lo que sucedía. Como eran cristianos continuaron
cultivando la devoción enseñada por los Padres Agustinos3.
Esta es la versión más divulgada sobre el origen de Nuestra
Señora de la Consolación en Táriba, siendo aceptada por la mayoría
de los autores que han escrito al respecto en el siglo XX. Se ha
asociado su origen con los padres agustinos, en virtud de que esta
fue la advocación que adoptó dicha orden religiosa en recuerdo de la
aparición de la Virgen María a Santa Mónica para consolarla por la
ausencia y mala conducta de su hijo Agustín, quien dejaría de vivir
en el pecado para convertirse en santo.
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2. Visita de Antonio Beltrán de Guevara
Las primeras noticias concretas sobre el poblamiento y la
organización de las encomiendas otorgadas a varios vecinos de San
Cristóbal, figuran en el expediente de la visita que realizara Antonio
Beltrán de Guevara en 1602 por encargo de la Real Audiencia de
Santa Fe. Entre otras parcialidades, se ocupó de conocer las de los
indios Carapos y Táribas, a cargo de Alonso Álvarez de Zamora, quien
autorizó a su hijo Diego de Colmenares para que atendiera las exigencias
del visitador. Así, el 28 de julio de ese año, se dispuso la reunión y
descripción de los indios encomendados, lo que arrojó, en total, para las
dos parcialidades las siguientes cifras: “34 indios útiles, 6 reservados, 3
ausentes, 53 indias y muchachos y 2 ausentes, que sumaban 98 piezas”4.
Luego se procedió a interrogar al cura doctrinero y a los indios
para conocer el funcionamiento de la encomienda. El cura doctrinero
era Fray Alonso de Torregrosa, quien, entre cosas, informó lo siguiente:
“En el dicho pueblo de Táriba había habido Iglesia suficiente hasta
hacía pocos días que se cayó, y tornaban a hacer de tapia buena.
Ahora los indios se doctrinaban en la Capilla de Nuestra Señora de
Táriba, y tenían 35 días de doctrina al año. El procuraba que asistiesen
todos los indios y llegasen verdaderamente al conocimiento de la fe
y doctrina cristiana”5. Sobre el mismo asunto, un indio de nombre
Andrés Cayasur, manifestó que: ‘La Iglesia que ahora tienen, decía,
es muy pequeña y de bahareque y queda en los aposentos del dicho
encomendero, y que allí los doctrinan una luna poco más o menos,
y que será bueno que se haga una Iglesia de tapias mayor y mejor’6.
Entre los cargos formulados por el visitador en contra del
encomendero figuraban los siguientes:
1º) Debiendo tener Iglesia competente de tapia en el pueblo
de los indios, donde se celebrase el culto Divino, no la tenía
ni tampoco los ornamentos completos. Se doctrinaban en la
Capilla de Nuestra Señora de Táriba, que era muy pequeña
y de paja, la cual estaba en los aposentos del encomendero.
2º) Teniendo obligación de poblar los indios de su encomienda
en forma de pueblo de españoles, no lo había hecho y estaban
divididos en muchas partes7.
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Por lo tanto, le ordenó que “hiciera Iglesia cómoda y suficiente
para doctrinar a los indios y celebrar el culto, con sus ornamentos
cumplidos” y que “poblara los indios en forma de pueblo de españoles,
para que fueran doctrinados con más comodidad”8.
El 6 de agosto siguiente, dispuso que debían reducirse a
población todas las parcialidades que había visitado: los indios Táribas
y Carapos de Alonso Álvarez de Zamora9, los Sirgara de Pedro Dionisio
Velasco10, los Sebucara de Luis de Maldonado11 y los QuenemaríMachirí-Bonara de Manuel Fernández12. Cada parcialidad se juntaría
en “barrios distintos pero cercanos” que estarían circunvecinos a
la “Capilla de Nuestra Señora de Táriba”13. Veamos los términos
asignados a la primera parcialidad:
...el pueblo de Táriba de por sí cerca de la dicha Iglesia, en un
llano que está junto y linde a una quebrada que en lengua de
indios llaman Suagangre, en medio del cual llano está un jobo
grande. Y se le da y señala por Resguardos, desde la linde de
una labranza grande de maíz del dicho encomendero, vía recta
hasta dar a una sabanilla que llaman Enrrape, y desde ella por
la loma arriba de Tororame y Carpo e por cima del Arcabuco
que llaman Cayalapo, bajando la quebrada abajo que llaman
Suagangre, hasta dar en la dicha labranza del dicho Zamora14.
Para dar cumplimiento a sus disposiciones, el visitador Beltrán
de Guevara designó comisionado y juez poblador a Alonso de Ávila y
Rojas, quien, para el 6 de septiembre, se encontraba en Táriba, según
consta en la siguiente relación:
...en cumplimento de mi Comisión entré en este dicho pueblo,
y en la parte sitio e lugar donde se mandó poner, poblar y
asentar el dicho pueblo, y en el hallé algunos bohíos que los
indios del dicho pueblo de Táriba habían hecho, que estaban
en dos hileras, que hacían una plazuela e calle, y allí les señalé
y mostré los demás asientos e sitio para que acabasen de hacer
sus bohíos e poblasen en número de treinta y seis bohíos por
sus Calles y derecera; y los apercibí y mandé a los dichos
indios entendiesen en el hacer y edificar sus casas, y no en
otra cosa alguna15.
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Igualmente, el comisionado se trasladó “al asiento viejo y sacó a
los indios que allí estaban y los puso en la fábrica de los demás bohíos
que faltaban, así como en hacer los de los Capitanes y Principales
del pueblo”16. Transcurrido un mes, Ávila y Rojas volvió al sitio de
Suagangre para conocer el trabajo realizado:
Encontró que habían hecho 22 bohíos, conforme a la cantidad de
indios casados, y estaban armados y empezados los otros. En parte
de esos bohíos vivían varias familias, y ordenó que el resto de los
indios poblasen y ocupasen los demás. Así mismo halló poblados
en sus nuevos asientos a los indios de Sirgara, Sebucara y Machirí17.
Para finalizar este punto sobre la visita realizada por Antonio
Beltrán de Guevara a los pueblos indígenas bajo la jurisdicción de la
Real Audiencia de Santa Fe, conviene señalar que este funcionario se
ocupó de todas las encomiendas otorgadas, entre otras, la de los indios
de Capacho, con 324 personas18, a cargo de Nicolás de Nieto. El 27 de
julio de 1602 el visitador ordenó que se fundara el pueblo de Capacho:
“Escogía y señalaba el sitio de la población junto a una Capilla que
existía en la encomienda, disponía el modo como debía ser trazada,
su plaza y calles, sus casas y la Iglesia que debía sustituir la ruinosa e
inservible que había en el lugar”19. En cuanto a la construcción de la
iglesia, dictó las siguientes instrucciones:
Primeramente sea de cincuenta pies de largo y diez y ocho
de ancho, con los cimientos que salgan media vara encima
de la tierra y encima de ellos tres tapias en alto, con sus rafas
de adobes o ladrillos, dos por banda con las esquinas de lo
mismo. Iten, sea enmaderada de buena madera y cubierta de
paja de forma que no se llueva, y encima de la puerta de la
Iglesia una ventana donde se ponga una campana para llamar
a la gente. Iten, se haga un portal con sus poyos de adobes, y
la Iglesia tenga sus puertas de madera y llave. Iten, se ponga
una pila de bautismo y otra de agua bendita. Iten, se haga un
altar de tapias o adobes y en él se ponga un frontal de lienzo o
manta, y una imagen de pincel, y encima un cielo de mantas
o lienzo que se usa de ordinario. Y a un lado del altar se haga
una alacena con su llave para las crismeras20.
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Aunque para la iglesia que debía construir el encomendero
Álvarez de Zamora en Táriba no se tienen unas instrucciones tan
precisas como para la de Capacho, no obstante, ha debido ser muy
similar en cuanto a las técnicas y los materiales constructivos, e incluso
en lo que se refiere a la forma y el tamaño del edificio, porque, como
vimos, a la nueva “Capilla de Nuestra Señora de Táriba” debían acudir
los indios Táribas y Carapos (98), los Sirgara (50), los Sebucara (54)
y los Quenemarí-Machirí-Bonara (66), que en total, ascendían a 268
personas, es decir, 56 menos que los 324 de Capacho.
3. Otras noticias para los siglos XVII y XVIII
En 1619 se nombró encomendero de los Táribas a Francisco
Fernández de Rojas, vecino de San Cristóbal, quien con el tiempo sería
alférez mayor y alcalde ordinario de la villa. Al tomar posesión de la
encomienda, “encontró construida la ermita de la Virgen de Táriba,
y comprobó que la misma constituía ya una tradición”21. Conoció
la historia de la aparición de la virgen relatada por tres testigos del
hecho: los hermanos Jerónimo y Pedro de Colmenares, hijos del
encomendero Alonso Álvarez de Zamora, así como de Leonor de
Colmenares, sobrina de los mismos. Aunque no se conoce la fecha
precisa, es probable que dicha aparición haya ocurrido en los años
finales del siglo XVI o en los primeros del XVII.
En 1627, Fernando de Saavedra, visitador de los pueblos de
naturales bajo la jurisdicción de la Real Audiencia de Santa Fe, decretó
que todas las parcialidades indígenas de la villa de San Cristóbal
se reunieran en dos pueblos: Capacho y Guásimos. En cuanto a los
indios Táribas, estos debían agregarse a Guásimos, procediéndose
al traslado de la imagen de ‘Nuestra Señora de Táriba’, que hasta
entonces había estado en una ‘Iglesia muy corta e indecente y que se
está cayendo’22, a la iglesia que se levantaría en la nueva población.
Lo primero, sería cumplido, aunque los indios siguieron vinculados
con sus anteriores tierras y cultivos; pero lo segundo, no se ejecutó,
pues significaba ir en contra de la tradición que unía a Táriba con la
Virgen de la Consolación.
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En 1654, llegó a la villa de San Cristóbal el Pbro. Juan Ibáñez de
Iturmendi, visitador eclesiástico enviado por el Arzobispo de Santa Fe.
Entre otros lugares, estuvo en Táriba, el cual no había desaparecido, a
pesar de lo dispuesto en 1627 por el visitador Fernando de Saavedra.
El Pbro. Ibáñez de Iturmendi se mostró interesado en conocer las
noticias sobre la renovación y los milagros de ‘Nuestra Señora de
Táriba’, para lo cual ordenó interrogar a las personas que tuvieran
información. Según su parecer, era necesario recopilar sus ‘milagros
y prodigios’ para ‘perpetua memoria y mayor devoción’. Y antes de
partir, concedió indulgencia plenaria a ‘todos los fieles cristianos que
confesados y comulgados visitaren esta Iglesia de Nuestra Señora de
Táriba, desde las primeras vísperas de la fiesta de Nuestra Señora de
la Limpia Concepción hasta el tercero día, y en ella se rezare lo que
tuvieren por devoción’23.
En 1666, durante el juicio de residencia practicado a los
funcionarios de la villa de San Cristóbal, se formularon cargos contra
Domingo de Urbizu, teniente gobernador (1659) y alcalde ordinario
(1661), por no haber solicitado al Cabildo el servicio de los indios de
mita y alquiler general para los pobres. El acusado alegó que por ser
‘Mayordomo de la Casa y Ermita de Nuestra Señora de Táriba, y por
estar caída la dicha Iglesia despachó Su Alteza Real Provisión, para
que cesase la Mita y alquiler general y se aplicase los indios de ambas
poblaciones (Capacho y Guásimos) para el edificio de la Santa Ermita’24.
En 1687, Gregorio Jaimes de Pastrana, religioso nativo de San
Cristóbal, quien para entonces era Obispo de Santa Marta (1684-1690),
hizo un importante donativo a la Virgen de la Consolación, consistente
en un relicario de plata para guarnecer su imagen. Igualmente, le
entregó a la Virgen de Táriba y a la Cofradía del Santísimo Sacramento
de San Cristóbal, los siguientes bienes: “un Hato de ganado mayor
con 100 reses y sus tierras, estancias, corrales y casa en los sitios
de La Rinconada y Lomas del Viento”25. Era una generosa muestra
del reconocimiento que había alcanzado en un siglo de existencia la
devoción por la Virgen en Táriba.
En 1689, el Pbro. Francisco Martínez de Espinosa, cura y vicario
eclesiástico de San Cristóbal, emprendió la reconstrucción de la iglesia
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de la Virgen en Táriba, la cual esperaba fuese de “tapias y techada de
tejas, con su Capilla Mayor y Sacristía”26. El trabajo iba muy adelantado,
cuando el 17 de marzo de 1690, una parte del techo se desplomó, según
lo relata el mismo Padre Martínez de Espinosa: ‘estándose entejando la
Capilla Mayor de la Virgen Santísima de Táriba en este sitio, como a las
cuatro de la tarde poco más o menos, yendo en lo último de un lado, se
vino a plomo la mitad de lo enmaderado de dicha Capilla Mayor, que falló
por unas añadiduras que se le habían echado a los cuatro limatones de las
esquinas. Y cayeron con toda la madera, caña, teja y barro, Juan Báez,
Maestro de Albañil que la estaba entejando, y otros cuatro indios que
estaban ayudando a entejar’. Por fortuna, ni el maestro ni sus ayudantes,
sufrieron heridas de gravedad, por lo cual procedieron de inmediato ‘a
descargar la mitad de dicha Capilla que quedó sin caer, que aunque no
estaba entejada tenía cargados cinco carros y medio de teja y habiendo
quedado desencajada y torcida la macana de en medio de la Capilla, y
la dicha mitad del enmaderado cargado con la dicha teja, subieron y la
descargaron’27. Para el 15 de agosto siguiente, día de la festividad de la
Virgen, el edificio ya estaba concluido, por lo que se procedió al traslado
solemne de la imagen de Nuestra Señora de la Consolación.
En 1707, el visitador eclesiástico Pbro. Juan de Figueroa,
formulaba las Constituciones de la Cofradía de Nuestra Señora de la
Consolación, en presencia del Pbro. Francisco Martínez de Espinosa,
cura y vicario de San Cristóbal y de algunos vecinos de la villa. El
acta decía lo siguiente:
Estando juntos y congregados los vecinos de la dicha Villa,
pidieron y requirieron a Su Merced: que por cuanto tienen
mucha devoción a la Santa Imagen de Nuestra Señora de la
Consolación de Táriba, sita en la Santa Iglesia fundada en
este sitio de Táriba jurisdicción de la dicha Villa, para mayor
honra y gloria de Dios Nuestro Señor y culto y reverencia de su
Santísima Madre tienen voluntad de erigir, instituir y fundar una
Cofradía de la Virgen Santísima Nuestra Señora de Consolación
de Táriba, con número señalado de hermanos y hermanas (100
hombres y 50 mujeres), para que perpetuamente se celebre la
festividad de la Santísima Virgen y alcanzar su intercesión
como abogada y único auxilio de todos los fieles cristianos…28.
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4. Intento de creación de la parroquia
En 1786, Fray Juan Ramos de Lora, primer Obispo de Mérida
(1785-1790), iniciaba las gestiones para la creación de una parroquia
en Táriba, la cual debía separarse de San Cristóbal. En tal sentido,
comisionó al Pbro. Narciso Vargas Machuca, cura de Capacho, para
que le informara sobre los límites que debía tener la nueva parroquia,
descripción y distancias del territorio, número de feligreses, rentas,
libros parroquiales y otros asuntos. Del informe elaborado por el Pbro.
Vargas Machuca se desprenden los siguientes datos: la parroquia de
San Cristóbal tenía a su cargo 877 familias y 4.407 almas, lo cual era
‘excesivo’, según el comisionado, para ‘un solo Pastor en una mies tan
dilatada’; por lo tanto, proponía una demarcación territorial entre San
Cristóbal y Táriba29, que le generaría a esta última una feligresía de
407 familias y 1.754 almas; en cuanto a las rentas, la nueva parroquia
dispondría de 5.333 pesos en obras pías para el ‘culto de su imagen
y adorno del templo’, más lo generado por arrendamiento del ‘plan
y terreno del sitio’, lo cual se pagaba con ‘trabajo personal’, y otros
ingresos que ascendían a 522 pesos anuales; y por último, en lo que
respecta al edificio e interior de la capilla, informaba lo siguiente:
Facilita esta nueva erección hallarse en el susodicho sitio de
Táriba una Capilla de tapia y teja con 50 varas de largo y 11½ de
ancho, dedicada a María Santísima con el título de Consolación
de Táriba; hay en ella cinco altares, incluso el mayor, y éste
suficientemente adornado que abraza toda la frontera, dorado
la mayor parte y el resto a verificarse, con sus efigies de pincel;
tiene su coro alto, cuatro campanas, dos confesionarios, púlpito,
tres lámparas de plata y una Cruz alta de plata con sus mangos
de los correspondientes colores y cirios de madera, un Sagrario
con su urna; una Sacristía ornamentada, hay en ella un pixis,
dos relicarios de administrar, y el uno sobredorado, tres cálices
de plata y los dos sobredorados, con sus patenas y vinajeras, un
hisopo de plata, un incensario de plata con sus navetas y cuchara
de lo mismo y una Cruz de plata que sirve al altar mayor…;
otras varias alhajas de aprecio y valor tiene esta Sta. Imagen,
que por no hacer al caso de erección de Curato no las pongo”30.
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La propuesta del Obispo Ramos de Lora sobre la creación de
la parroquia de Táriba no tuvo acogida en San Cristóbal, pues ni el
Cabildo ni el cura párroco la apoyaron, esgrimiendo los perjuicios
que se le causarían a la parroquia sancristobalense y a los feligreses
bajo su jurisdicción (1786). Tampoco el Gobernador de la Provincia
de Mérida y Maracaibo, como Vice-Patrono Real, le otorgó el visto
bueno al proyecto del Obispo (1787-1789)31.
5. Creación de la parroquia y visita pastoral
En 1804, Santiago Hernández Milanés, tercer Obispo de Mérida
(1801-1812), decretó la creación de la parroquia de Táriba, después de
haber recibido la autorización del Gobernador de Mérida y Maracaibo
como Vice-Patrono Real. También en esta oportunidad, las autoridades
y vecinos más notables de San Cristóbal se opusieron a lo dispuesto
por el Obispo y el Gobernador, alegando que afectaba los intereses de
la villa y de la parroquia sancristobalense. Tal era el antagonismo entre
las dos poblaciones, que el Obispo Hernández Milanés recomendó
nombrar un Teniente de Justicia para Táriba por ‘dos o cuatro años o
hasta que se acabe el resentimiento, porque en el día los vecinos de
Táriba sufren, padecen y ya no pueden librarse de padecer y sufrir
con los Tenientes y Alcaldes de la Villa32.
En 1816, Rafael Lasso de La Vega, cuarto Obispo de Mérida
(1815-1828), emprendió su primera visita pastoral al territorio de la
diócesis bajo su jurisdicción. Su llegada a Táriba se produjo el 2 de
octubre, siendo recibido en la iglesia por el cura párroco y una gran
cantidad de feligreses. Ese día el Obispo recorrió el templo para
conocer el altar mayor, el sagrario y la pila bautismal. Al otro día visitó
la sacristía, revisó el inventario de objetos y examinó las cuentas de
las cuatro cofradías de la parroquia: la del Santísimo Sacramento, la
de Nuestra Señora de la Concepción, la de las Ánimas y la de Nuestra
Señora de la Consolación de Táriba. Observó que el edificio de la iglesia
estaba deteriorado, al igual que el de Guásimos, por lo cual ordenó:
...se conserven siempre los Templos así de Guásimos como
el de Táriba, y sus Capillas y Ermitas reparados; el de Táriba
160
Presente y Pasado. Revista de Historia. ISSN: 1316-1369. Año 19. Nº 38. Julio-diciembre,
2014. El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba. Méndez S., Ildefonso, pp. 149-174.
se reconocerá por peritos, y si amenazare ruina se tratará de
descargarlo, aunque para ello se haya de echar mano, no solo a las
rentas de la Cofradía de Nuestra Señora sino también de las demás;
y que el mismo cuidado se tenga con las casas de los Curas33.
6. Construcción de una capilla provisional
El terremoto de 1875 causó graves daños a la población de
Táriba. Entre los edificios destruidos por completo estuvo el de la
iglesia. Según Rafael María Rosales: “En consecuencia hubo de ser
levantada provisionalmente una Capilla en la antigua Plaza Mayor, o
sea en el mismo lugar de la despensa donde hubo la renovación de la
pintura de la imagen veneranda, mientras se edificaba el nuevo Templo
Parroquial”34. Esta tarea la asumió el Pbro. Pedro Nolasco Sánchez
como párroco de Táriba (1858-1877).
Una vieja imagen, divulgada por José Ernesto Becerra
Golindano, nos permite trazar las características de la capilla. Era un
edificio sencillo, construido a doble altura, sin mayores pretensiones
estéticas (ver página siguiente). Estaba colocado por encima del terreno
inmediato y se accedía al mismo por escalinatas laterales. Su fachada
tenía un solo acceso en arco de medio punto, con un borde adornado
en albañilería y una cornisa como remate superior. Su cubierta era a
dos aguas. El techo se apoyaba en una estructura de madera, sobre la
que descansaba el tejado hasta finalizar en los aleros. Hacia la derecha
se extendía un muro a doble altura, que le servía de protección a un
pequeño anexo de dos plantas, con tres vanos en arco de medio punto en
el piso superior y cubierta a cuatro aguas. A pesar de su sencillez, este
no era un edificio improvisado o hecho para durar sólo unos pocos años.
7. Construcción de una nueva iglesia
En 1904, con la llegada del nuevo párroco, Pbro. Miguel Ignacio
Briceño Picón (1904-1957), se inició la construcción de otro templo.
Fue muy importante el apoyo recibido de algunas personas y familias,
así como de la feligresía en general. Aportaron su experiencia varios
161
Presente y Pasado. Revista de Historia. ISSN: 1316-1369. Año 19. Nº 38. Julio-diciembre,
2014. El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba. Méndez S., Ildefonso, pp. 149-174.
Nº 2. Fachada de la Capilla de Nuestra Señora de la Consolación. Táriba, s.f.
Fuente: José Ernesto Becerra Golindano, “Pbro. Pedro Nolasco Sánchez, párroco
de Táriba, 1859-77”, en: www.tariba.blogspot.com.
maestros de obra y artesanos: Juan de los Santos Rangel se encargó de
las columnas, los capitales, los arcos, la cúpula y el cuadrángulo con
las esculturas de los evangelistas; Sixto Antonio Contreras realizó el
trabajo de ebanistería y Pompilio Dulcey elaboró el púlpito de madera.
Entre 1907 y 1908 se terminó la cúpula, el presbiterio, las naves, las
capillas y la sacristía. En 1910 se instaló el altar de mármol. El edificio
fue consagrado en 1911 por Monseñor Antonio Ramón Silva, Obispo
de Mérida (1895-1923), “aun cuando quedaba pendiente una torre, el
piso y el techo definitivos”. En 1914 se culminó el “piso de mosaico” y
el “techo de metal labrado”. Para 1915 el templo ya estaba concluido;
sólo faltaba el coro, el cual se ejecutó diez años después35.
162
Presente y Pasado. Revista de Historia. ISSN: 1316-1369. Año 19. Nº 38. Julio-diciembre,
2014. El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba. Méndez S., Ildefonso, pp. 149-174.
La fachada tenía un cuerpo central y dos torres laterales que se
elevaban por encima del mismo. El cuerpo central o frontispicio se
iniciaba con una franja horizontal, en cuyos salientes se apoyaban tres
pares de pilastras cilíndricas de orden jónico que le servían de marco a
los accesos del edificio; a continuación, figuraba una sección delgada
con seis pilastras de fuste liso que parecían sostener una hilera de gotas
y la cornisa; y por último, coronaba el edificio un antepecho o barandilla
con adornos puntiagudos y tres nichos centrales con imágenes religiosas.
Las torres eran de base cuadrada y se distribuían en cuatro niveles
escalonados. El primero, se iniciaba con la prolongación de la franja
horizontal desde el cuerpo central; a los lados figuraba una pilastra con
fuste de estrías, capitel y basa; y en el centro había un vano rectangular
con pilastras acanaladas, cornisa y alféizar. El segundo, presentaba a
cada lado una pilastra con fuste ahuecado y bordes interiores, la cual
se apoyaba en una basa sobresaliente; y en el centro figuraba un vano
en forma de flor, especie de claraboya, cuyos bordes gruesos estaban
tallados en el muro. El tercero, era diferente para cada torre, pues la
de la izquierda presentaba pilastras con fuste liso, capitel y basa, y
en el centro un reloj con marco polilobulado, y la de la derecha tenía
pilastras con fuste ahuecado, bordes interiores y basa, y en el centro
un vano limitado por dos pilastras de fuste liso, con arco polilobulado
y bordes exteriores, así como un balcón en el campanario. Y el último,
era de base octagonal, con pilastras de fuste ahuecado, vanos ojivales
entre las pilastras y cubierta de forma piramidal cuyos lados concluían
en un anillo que servía de apoyo a la cruz de cada torre.
La planta de la iglesia tenía una nave central y dos laterales,
separadas por dos hileras de columnas que soportaban los arcos de
medio y la cubierta del edificio. El presbiterio se elevaba por encima
del piso y estaba separado de la nave central por un arco toral. La
nave central tenía un cielo raso plano, metálico y adornado. El altar
era de mármol y semejaba la fachada de una iglesia gótica. Leamos
la descripción que hace Becerra Golindano de las naves laterales:
El Templo de Nuestra Señora de la Consolación construido
bajo la dirección del Padre Briceño tenía por la Nave derecha
(sic) cuatro Capillas, desde la parte externa hacia el Presbiterio
163
Presente y Pasado. Revista de Historia. ISSN: 1316-1369. Año 19. Nº 38. Julio-diciembre,
2014. El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba. Méndez S., Ildefonso, pp. 149-174.
Nº 3. Grupo de feligreses frente a la fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de la
Consolación. Táriba, s.f. Fuente: Archivo de la Alcaldía del Municipio San Cristóbal.
estaban la de San Isidro, la de San Antonio, la del Rosario y la del
Nacimiento; por la Nave Derecha encontramos el Bautisterio,
la Capilla de Nuestra Señora de Las Mercedes, la de Nuestra
Señora del Carmen y la del Calvario. La remodelación que se
hizo como consecuencia del incendio de 1960 solo mantuvo
el Bautisterio y las Capillas del Nacimiento y El Calvario36.
Juvenal Anzola, a su paso por Táriba en 1912, se admiró por la
calidad de la iglesia, la cual “puede servir de catedral, la fachada es
alta, ornamentada con lujo y luce las estatuas de algunos Apóstoles”37.
Humberto Díaz Brantes anotaba en 1930 que Táriba poseía “un templo de
sobrio aspecto exterior e interior, que figura a la altura de los mejores de
la Diócesis”38. Anselmo Amado hacía la siguiente descripción del edificio
164
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2014. El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba. Méndez S., Ildefonso, pp. 149-174.
en 1954: “fastuosa iglesia de estilo gótico, altares de mármol de Carrara,
cielorraso metálico, pisos de mosaicos, valiosas imágenes y viacrucis,
dos lujosos púlpitos, un majestuoso órgano y un juego de melodiosas
campanas”39. Y por último, R. A. Rondón Márquez, escribía en 1962, que
el Padre Briceño se había preocupado por seguir en la construcción de la
iglesia ‘normas arquitectónicas definidas en lo posible, lo cual extremó
en cuanto al estilo gótico, especialmente en las torres de la fachada,
cuyas enhiestas ojivas y agujas lucían verdaderamente imponentes’40.
8. Remodelación de la iglesia
En 1959, por solicitud de Monseñor Alejandro Fernández Feo,
tercer Obispo de San Cristóbal (1952-1985), el Papa Juan XXIII elevó
la Iglesia de Táriba a la categoría de Basílica Menor y autorizó la
coronación de la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la
Consolación. Era el reconocimiento de la máxima autoridad de la Iglesia
Católica hacia una devoción que se había extendido a la tierra tachirense
en las décadas finales del siglo XVI. En el breve pontificio, fechado en
Roma, el 9 de noviembre de dicho año, se autorizaba la coronación de
la Virgen, en razón de que “el templo parroquial de la ciudad de Táriba
donde, desde aquellos remotos tiempos se conserva esa preciosa imagen,
llegó a ser el centro principal de la piedad de los habitantes de dicha
comarca”. Esta disposición buscaba contribuir a “un mayor incremento
de la religión y provecho espiritual del pueblo cristiano”41.
En 1960 se produjo un incendio en la iglesia que destruyó los
techos de la sacristía, del corredor anexo y de las capillas inmediatas.
Ese mismo año, el Obispo Fernández Feo decretó la remodelación
del edificio de acuerdo con el proyecto elaborado por el arquitecto
Graziano Gasparini. Entre 1961 y 1965 la constructora Esfega ejecutó
el trabajo por encargo del Obispo, el cual consistió en la “demolición de
los techos y ático hechos de teja, losa de concreto sobre armaduras de
hierro y con plafones de yeso en bóveda; realce de las paredes laterales
y de las que descansan sobre los arcos, mediante machones, vigas
y paredes de relleno; nuevo frontispicio entre las torres existentes;
impermeabilización de los techos; reconstrucción del Presbiterio;
arreglo de los dinteles de las Capillas laterales y los demás trabajos
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2014. El templo de la Virgen de la Consolación en Táriba. Méndez S., Ildefonso, pp. 149-174.
inherentes a la remodelación”42. Veamos las características del edificio
después de su remodelación.
En la fachada se observa un cuerpo central y dos torres laterales,
que ahora guardan más armonía con el frontispicio. El cuerpo central
se divide en dos partes. La de abajo, que se inicia con una franja
horizontal, diferenciada con un revestimiento de color gris, en cuyos
salientes se apoyan tres pares de pilastras cilíndricas de orden jónico
que enmarcan los accesos del edificio; continúa una sección delgada
con seis pilastras de fuste liso que parecen sostener una hilera de gotas
y la cornisa. Se eliminó el antepecho o barandilla con sus adornos
puntiagudos y los tres nichos del centro y se agregó la parte superior,
la cual se limita al espacio ocupado por las cuatro pilastras centrales,
también de orden jónico como las de la parte inferior, pero más cortas
y apoyadas en una base cuadrada. En el centro se colocó una hornacina
con alféizar para la imagen de la Virgen. Luego sigue otra sección muy
Nº 4. Nave central de la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación. Táriba, s.f.
Fuente: José Ernesto Becerra Golindano, “Monseñor Miguel Ignacio Briceño
Picón, párroco de Táriba, 1904-1957”, en: www.tariba.blogspot.com.
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Nº 5. Fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación. Táriba, s.f.
Fuente: José Ernesto Becerra Golindano, “Monseñor Miguel Ignacio Briceño
Picón, párroco de Táriba, 1904-1957”, en: www.tariba.blogspot.com.
delgada, con cuatro pequeños fustes lisos como prolongación de las
pilastras. Y por último, figura el frontón con sus molduras, tímpano
liso y escudo circular en el centro.
Las torres conservaron su aspecto original, excepto por los
siguientes cambios. En el primer nivel, la franja horizontal que se
prolonga desde el frontispicio ahora tiene más presencia visual con
el revestimiento gris que se le colocó, aunque se conservaron los
adornos iniciales. En el segundo, se homologó la presencia de los
vanos en forma de flor, que antes lucían desiguales por sus bordes
tallados en el muro. Y en el tercero, para la torre de la izquierda, el
reloj mantuvo su marco polilobulado, aunque ahora no es de bordes
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sobresalientes sino tallado en el muro, y para la torre de la derecha,
el vano del campanario conservó su arco polilobulado, pero sin los
bordes exteriores que tenía al principio.
El edificio se distribuye a lo largo de una planta basilical dividida
en tres naves, las cuales están separadas por dos hileras de ocho columnas,
cuyo fuste se asemeja al del orden dórico, aunque su capitel es desigual
y tiene una basa diferente a la de los órdenes clásicos. Al final de cada
hilera de columnas, en el presbiterio, se ubica un pilar compuesto. Cada
nave tiene una bóveda de cañón corrido y está decorada con dos tipos
Nº 6. Planta de distribución de la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación. Fuente:
Elsi Solvey Romero de Contreras, “Basílica de Nuestra Señora de la Consolación
de Táriba: Valoración cultural”, en Autores Varios, El patrimonio eclesiástico
venezolano: Pasado y futuro. Caracas: Fundación Archivo Arquidiocesano de Mérida,
Universidad Católica Andrés Bello, Konrad Adenauer Stiftung, 2007, t. III, p. 387.
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Nº 7. Nave central de la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación. Táriba,
2012. Fuente: Jhony García y Yolmaira Durán, Basílica de Nuestra Señora de
la Consolación: Táriba, estado Táchira, 1961-1965. Trabajo presentado en la
Universidad Nacional Experimental del Táchira. San Cristóbal, 2012, [s.p.].
de figuras geométricas: una grande, en forma de octógono con molduras
decrecientes; y una pequeña, en forma de cuadrado con una flor en su
interior (estigma y cuatro pétalos). El presbiterio se eleva por encima de
las naves y está separado de la nave central por un arco toral. La cúpula
se levanta sobre una base cuadrangular. A la izquierda del presbiterio
figura la capilla del Nacimiento y a la derecha la del Calvario. Al fondo
destaca el altar mayor, cuyo retablo de madera está decorado con motivos
dorados teniendo en el centro un nicho con la imagen de Nuestra Señora
de la Consolación. Junto a las naves laterales se extienden dos corredores
que llegan hasta las capillas: el de la izquierda alberga a las cofradías y
el de la derecha es el boulevard dedicado a la Virgen.
En cuanto a lo estético se observan dos estilos: el neoclásico
y el neogótico. Ambos son el resultado del proceso de ejecución y
transformación del edificio durante el siglo XX. En lo que respecta a la
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fachada, el neoclásico está presente en las dos partes del frontispicio:
la de abajo, con los arcos de medio punto y las pilastras cilíndricas de
orden jónico, que se prolongan en una sección delgada con pilastras
de fuste liso, hilera de gotas y cornisa pronunciada; y la de arriba,
reducida en el centro, limitándose a cuatro pilastras jónicas que parecen
sostener el frontón de la parte superior. Y el neogótico, aunque menos
notorio, se puede identificar en el último nivel de las dos torres, con
su base octagonal, pilastras de fuste ahuecado, vanos en arco ojival y
chapitel que se eleva hasta terminar en un anillo sobresaliente.
9. Consideraciones finales
No se sabe con certeza el año en que llegó a Táriba la imagen
de la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de la
Consolación. Ni qué personas la trajeron y bajo qué circunstancias.
Las diversas versiones que existen al respecto no se apoyan en hechos
comprobables. Es posible que el culto a la Virgen haya empezado en
aquel lugar, pocos años después de haberse fundado la villa de San
Cristóbal, llegando a ser tan importante la devoción general, que se
hizo necesario levantarle una “ermita” o “iglesia” en el sitio donde
ocurrió la renovación de su imagen.
Se tienen noticias sobre el poblamiento y la organización de las
encomiendas otorgadas a vecinos de San Cristóbal, a partir del expediente
de la visita realizada por Antonio Beltrán de Guevara en 1602. En
cuanto a los indios Carapos y Táribas, a cargo de Alonso Álvarez de
Zamora, se sabe que la iglesia se había caído, por lo que todos acudían
a la “Capilla de Nuestra Señora de Táriba”, “que era muy pequeña y de
paja”, y se encontraba en los “aposentos” del encomendero; y que los
indios no habían sido organizados en “forma de pueblo de españoles” y
“estaban divididos en muchas partes”. Por lo cual, el visitador le ordenó
al encomendero que “hiciera Iglesia cómoda y suficiente para doctrinar
a los indios y celebrar el culto” y que “poblara los indios en forma de
pueblo de españoles, para que fueran doctrinados con más comodidad”.
El culto hacia la Virgen de la Consolación fue creciendo a lo
largo del siglo XVII. La historia sobre la renovación de la imagen
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coadyuvó en este sentido. La “ermita” o “iglesia”, como se le
denomina en testimonios de la época, se construyó y reconstruyó en
varias oportunidades, hasta que en 1689 el Pbro. Francisco Martínez
de Espinosa, cura y vicario eclesiástico de San Cristóbal, se empeñó
en que fuera de “tapias y techada de tejas, con su Capilla Mayor y
Sacristía”. Con el paso del tiempo, el edificio continuó siendo objeto
de modificaciones. Para 1786, Fray Juan Ramos de Lora, primer
Obispo de Mérida, se propuso, sin conseguirlo, la elevación de Táriba
a parroquia, apoyado, entre otras razones, en que el pueblo disponía
de una ‘Capilla de tapia y teja con 50 varas de largo y 11½ de ancho’,
con ‘cinco altares, incluso el mayor’, un ‘coro alto, cuatro campanas,
dos confesionarios, púlpito, tres lámparas de plata y una Cruz alta de
plata’, una ‘Sacristía ornamentada’ y otros objetos religiosos.
El siglo XIX se inició con la creación de la parroquia de Táriba
en 1804 por Santiago Hernández Milanés, tercer Obispo de Mérida.
En 1816, la población recibía la visita pastoral de Rafael Lasso de La
Vega, el nuevo Obispo de la Diócesis, quien observó que la iglesia
estaba deteriorada y necesitada de reparaciones. Es probable que las
mismas se hayan ejecutado ese año o los siguientes. El terremoto
de 1875 destruyó por completo la edificación, por lo que hubo de
levantarse una capilla provisional para resguardar la imagen de la
Virgen, tarea que asumió el Pbro. Pedro Nolasco Sánchez. El resultado
fue un edificio sencillo, a doble altura, con un solo acceso, cubierta a
dos aguas y techo de madera y tejas.
Y por último, en el siglo XX se construyó y remodeló la iglesia
que conocemos en la actualidad. Entre 1904 y 1915 se levantó la obra
por iniciativa del Pbro. Miguel Ignacio Briceño Picón, para quien
trabajaron varios artesanos y maestros de obra, entre ellos Juan de
los Santos Rangel. La fachada del nuevo edificio tenía un cuerpo
central y dos torres laterales de base cuadrada. La planta basilical se
distribuía en una nave central y dos laterales, separadas por dos hileras
de columnas con arcos de medio punto. La nave central presentaba un
cielo raso plano, metálico y adornado. El estilo predominante en la
fachada era el neogótico. Y entre 1961 y 1965 se remodeló el templo
por iniciativa de Monseñor Alejandro Fernández Feo, tercer Obispo
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de San Cristóbal, quien decretó que se trabajara de acuerdo con el
proyecto del arquitecto Graziano Gasparini. Entre otros cambios se
advierte una fachada con un cuerpo central y dos torres laterales, que
ahora guardan más armonía con el frontispicio. El cuerpo central
quedó dividido en dos partes. Se eliminó el antepecho o barandilla
con sus adornos puntiagudos y los nichos del centro y se agregó la
parte superior. En el centro se colocó una hornacina con alféizar y en
la cúspide un frontón con molduras, tímpano liso y escudo circular.
Las torres conservaron su aspecto original, con algunos cambios que
homologaron su aspecto. La planta mantuvo sus tres naves, que ahora
presentan bóvedas de cañón corrido y están decoradas con figuras
geométricas. Y en lo estético, se observa una fachada en la que se
combinan los estilos neoclásico y neogótico.
Notas
1
2
3
4
5
6
7
8
9
Fray Pedro Simón, Noticias historiales de Venezuela. Caracas: Academia
Nacional de la Historia, 1963, t. II, p. 193. Citado por Lucas Guillermo
Castillo Lara, Elementos historiales del San Cristóbal colonial: el proceso
formativo. Caracas: Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 1987, p. 554.
Juan Flores de Ocáriz, Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Madrid,
1674, t. II, p. 182. Citado por L. G. Castillo Lara, Op. cit., p. 544.
Ezequiel Arellano, Breve reseña de la devoción a la Santísima Virgen de
Táriba, s.f. Citado por Lucas Guillermo Castillo Lara, Raíces pobladoras
del Táchira: Táriba, Guásimos (Palmira), Capacho. Caracas: Academia
Nacional de la Historia, 1986, pp. 53-54. Castillo Lara le hace varios
reparos a la historia relatada por el Padre Arellano, pp. 56-57.
L. G. Castillo Lara, Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos
(Palmira), Capacho, p. 75.
L. G. Castillo Lara, Op. cit., pp. 78-79.
Ibídem, pp. 79-80.
Ibídem, p. 82.
Ídem.
Véase la nota núm. 4.
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“50 indígenas, distribuidos así: 18 hombres útiles, 4 ausentes, y 18 de
chusma de mujeres y muchachos” (Ibídem, p. 86).
“en total 54 ánimas, así: 14 indios útiles, 1 ausente y 39 chusma de mujeres
y muchachos” (Ibídem, p. 84).
“66 indígenas, de los cuales había 16 indios útiles, 5 indios reservados
(inválidos o más de 60 años), 8 indios ausentes, 35 chusma de mujeres y
muchachos, y 2 indias ausentes” (Ibídem, pp. 88-89).
Ibídem, p. 93.
Ibídem, p. 94.
Ibídem, p. 96.
Idem.
Ibídem, p. 97.
“324 ánimas, entre hombres, mujeres y muchachos. Estos se distribuían así:
112 indios útiles, 10 indios reservados por viejos, 210 indias y muchachos,
y 1 india ausente” (Ibídem, p. 371).
Ibídem, p. 369.
Ibídem, p. 375. Véase lo escrito al respecto por Samir A. Sánchez E. en
San Cristóbal, urbs quadrata: El hecho histórico urbano de una villa
venezolana en el período hispánico. San Cristóbal: Universidad Católica
del Táchira, 2003, pp. 597-598.
Julián León Robuster, Un libro para la historia: Coronación de la
Virgen de Táriba, 12 de marzo de 1967. San Cristóbal: [s.n.], 1969, p.
296.
L. G. Castillo Lara, Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos
(Palmira), Capacho, pp. 103-104.
L. G. Castillo Lara, Op. cit., pp. 67-68.
Ibídem, p. 106. Los argumentos de Urbizu coinciden con los del alcalde
ordinario Gerónimo de Colmenares (Ibídem, p. 106) y el vecino Rodrigo
Sánchez de Parada (S. A. Sánchez E., Op. cit., p. 557).
L. G. Castillo Lara, Op. cit., pp. 108-109.
Ibídem, p. 107.
Ibídem, pp. 110-111.
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41
42
L. G. Castillo Lara, Elementos historiales del San Cristóbal colonial: El
proceso formativo, pp. 556-557.
L. G. Castillo Lara, Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos
(Palmira), Capacho, p. 148. Leamos la demarcación propuesta: ‘tomando
el paso Real del Río de la Villa, siguiendo todo el camino que gobierna para
hacia Capacho y Cúcuta hasta el paso de la quebrada de Sorca, o montes
arriba, todo lo que abraza dicha Quebrada desde su nacimiento al Río de la
Villa con todos los sitios que en este globo de tierra se encierran, que son
parte de Sorca, de Peribeca, Caneyes, Boca, Sitio de Táriba, Caña Vieja,
La Laguna, hasta la raya de Lobatera y La Grita, esto es por lo que mira
a la parte del Poniente y Septentrión; y por la parte del Oriente y Villa,
la quebrada de Machirí de alto abajo, montes arriba y aguas del Río de la
Villa hasta la Mesa de Laura’.
L. G. Castillo Lara, Op. cit., p. 148.
Ibídem, pp. 151-162.
Ibídem, p. 164.
Ibídem, p. 186.
Rafael María Rosales, La virgen que alumbró una historia. 2a. ed. San
Cristóbal: Centro de Historia del Táchira, 1972, pp. 47-48.
Rafael María Rosales, Op. cit., pp. 50 y 52; y José Ernesto Becerra
Golindano, “Monseñor Miguel Ignacio Briceño Picón, párroco de Táriba,
1904-1957”, en: www.tariba.blogspot.com
J. E. Becerra Golindano, Op. cit. [s.p.].
Juvenal Anzola, De Caracas a San Cristóbal. 2a. ed. Caracas: Biblioteca
de Autores y Temas Tachirenses, 1981, p. 161.
Humberto Díaz Brantes, El estado Táchira: álbum gráfico, 1930. Caracas:
[s.n.], 1930, [s.p.].
Anselmo Amado, Así era la vida en San Cristóbal. 2a. ed. San Cristóbal:
Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 1999, p. 155.
Citado por Rafael María Rosales, Op. cit., p. 50.
León Robuster, Op. cit., p. 10.
Ibídem, p. 61.
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