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Revista Cuestiones de Población y Sociedad | 2015
Madres, mujeres y amantes. Usos y sentidos de genero en
la gestión cotidiana de políticas públicas (María Pozzio,
2011, Editorial Antropofagia).
Luis Francisco Merino
[Fecha de recepción: 26 de abril/Fecha de aceptación: 27 de mayo]
Entre los años 2004 y 2007 Maria Pozzio lleva adelante su trabajo de campo en el Barrio
Península del Gran La Plata. A partir de la descripción de la experiencia de haber
participado como “promotoras” en un centro de salud, Pozzio indaga en los sentidos desde
los cuales un grupo de vecinas redefinen su rol de mujer en el marco de políticas públicas
de salud.
Desde una perspectiva holista, la autora problematiza la utilización de categorías
“neutrales” de género presentes en dichas políticas desde las cuales se construye una mirada
normativista sobre el cuerpo, la sexualidad y la reproducción femenina. Dichas
construcciones de sentido, que parten de posturas sanitaristas, presuponen erróneamente
un proceso de empoderamiento del Estado hacia las “promotoras”, que ofician como
intermediarias entre los programas sociales y los vecinos del Barrio.
En este sentido, Pozzio procura como objetivo dar cuenta de los usos y sentidos que las
“promotoras” hacen de categorías de género a partir de la constitución de espacios de
sociabilidad entre pares. Cómo viven, padecen, manipulan y gestionan las políticas públicas
de salud en su cotidianeidad les permite redefinir categorías genéricas como sexualidad,
mujer, maternidad e intimidad. Es a partir de allí que debemos entender el proceso de
empoderamiento de este grupo de mujeres, y no como resultado directo de la aplicación de
programas sociales que involucran a un sector de la población destinataria.
Tras comenzar en 2004 su trabajo de campo desde el centro de Salud del barrio, la autora
describe a lo largo del primer capítulo: “¿Madres o mujeres con hijos? La producción y
actualización de categorías estatales vistas desde el cotidiano del centro de salud”, los
modos en la que los agentes del Estado (médicos generalistas, obstétricas y administrativos)
resignifican, en su cotidianeidad, políticas públicas de salud “bajadas” de la Nación o la
provincia. Siendo las destinatarias mujeres de clase baja en su función de madres o en edad
de concebir, los programas sociales dejan entrever la esencialización del rol de la mujer en
correspondencia a su maternidad. A partir de este acto de nombramiento, desde el cual el
Estado y los profesionales de la salud delimitan una población objetivo, se filtran categorías
de género que ubican a la mujer bajo un punto de vista estrictamente biologicista, asociado
a su mera capacidad fisiológica de gestación y parto. Sin embargo estas categorías se
actualizan en relación a la formación y trayectoria de cada agente estatal. Tal como sostiene
la Doctora Galvéz (médica generalista del centro) el tiempo y el “compromiso” son
variables fundamentales a partir de las cuales se puede establecer otro trato con las
destinatarias por fuera de su función de madres. Maricel, la obstétrica, en vez de apreciar la
maternidad adolescente como “problema” de estado, observa en su labor cotidiana
“mujeres chiquitas” queriendo ser madres. Es a partir de estas convergencias/divergencias,
en cuanto al uso de significados que hacen los profesionales de programas focalizados,
donde se resignifican y disputan sentidos de género.
Licenciado en Sociología, Universidad Empresarial Siglo XXI. Correo: [email protected]
ISSN 2314-1492,
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Madres, mujeres y amantes
La descripción del carácter vivencial de la experiencia de Coni como promotora, en el
capítulo "Estar entre mujeres: espacios de sociabilidad y resignificación de categorías
estatales de parte de las destinatarias de políticas de salud”, nos permite dar cuenta de los
procesos de resignificación de las representaciones de género que operan fuera del espacio
del centro de salud. Para Coni, haber participado de la experiencia reviste gran importancia
marcando un antes y un después en su vida. El vínculo con residentes médicos, y por sobre
todas las cosas con otras mujeres en su misma condición social da lugar a la creación de un
“nosotras mujeres” que se contrapone a categorías o modos de ser reconocidas por otros.
Es a partir de la conformación de espacios de sociabilidad entre pares-mujeres, a diferencia
de la relación asimétrica médico-paciente entablada en el centro de salud, donde las
destinatarias rearticulan y recontextualizan las diferencias de género y su rol atribuido a la
maternidad. La charla con Gálvez en el “Galponcito” resulta sumamente elocuente en
cuanto a la necesidad de Coni de recuperar espacios de sociabilidad perdidos luego de la
culminación de su participación como promotoras de salud en 2005. En un contexto en el
que la doctora se desplaza del centro de salud al comedor del Movimiento de Trabajadores
Desocupados Aníbal Verón las mujeres terminan forzando a la médica generalista a hablar
de enfermedades como la sarna. Pero la situación más significativa tiene lugar cuando ya
finalizada la charla, la médica interpela a una de las asistentes en su rol de madre. Tras los
gritos de un niño y el reto de su madre, Gálvez detiene su presentación y pregunta: “quiere
la teta?”, a lo que la madre responde: “nooo, que teta, quiere una moneda”. Las risas
generalizadas del grupo de mujeres asistentes refleja, por vía del humor, la puesta en escena
de un discurso alternativo que impugna la representación normativa del discurso
hegemónico. Dicha impugnación también tiene lugar a partir del pedido irónico de charlar
sobre hombres la próxima reunión. Fuera del centro de salud y en espacios de sociabilidad
entre pares se rearticulan y resignifican otras dimensiones posibles del ser mujer, que
responden fundamentalmente a la pertenencia étnica, nacional y por sobre todo de clase.
Pero estas distinciones en el uso de categorías genéricas de parte de las destinatarias
respecto a los agentes de salud encuentran como límite el rol femenino del “cuidado”. En
su importante rol de intermediarias entre los agentes del centro de salud y los vecinos
(quienes le otorgan reconocimiento y confianza por su pertenencia al barrio), el
compromiso que asumen con la comunidad refuerza la idea del cuidado de otros tan
emparentado a su rol doméstico.
Por último en el tercer capítulo “Los amores de Gabriela. Participación en políticas de
salud, intimidad y empoderamiento”, Pozzio aborda la problematización del concepto de
empoderamiento a partir de la trayectoria biográfica de Gabriela. Sus intentos por mantener
espacios de sociabilidad conquistados en su trabajo de promotora, permiten tornar
reflexivas algunas categorías de género a partir de las cuales se resignifican contextualmente
sus funciones de mujer. En la descripción de roles y papeles, que transcurren
cotidianamente entre la casa (tareas asignadas a su función de mamá y esposa), y la calle
(como subsecretaria de Tierra y Vivienda de la Nación) la autora nos va introduciendo en la
esfera íntima de la vida de Gabriela. El estar mucho tiempo fuera de su “casa” le permite
salir con otros hombres, donde puede vivir su sexualidad escindida de las ideas de
reproducción y maternidad. La emergencia de estos espacios de intimidad y autonomía le
permiten vivir plenamente su sexualidad plástica –Giddens-, anteponiendo el placer al rol
biológico de madre adjudicado en las políticas públicas de salud.
La consolidación de nuevos espacios de sociabilidad fuera del hogar empodera a las
mujeres no de manera automática por el manejo de recursos preciados al interior del barrio
tal como creen los técnicos del Estado. Es en el uso performativo y actualizado que las
destinatarias hacen de categorías genéricas estatales, articuladas a diferentes roles en su vida
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cotidiana, donde emergen nuevos sentidos del ser mujer. Pero cabe destacar que aún en
estos espacios de empoderamiento, que desafían estructuras de subordinación -Mosser- y
orden patriarcal, Gabriela sigue reproduciendo modelos vigentes de género que reivindican
la honra femenina –Fonseca-: el anteponer el cuidado de sus hijos al resto de las cosas,
como así también desear que sus hijas no hagan un uso erótico de su cuerpo. La trayectoria
biográfica de Gabriela nos permite bucear por los límites fluctuantes del empoderamiento
que conoce y desafía, los límites “entre ser una señora o ser una puta”.
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