El sentimiento de inseguridad Javier F. Palacios [email protected] La Argentina puede pensarse de varias maneras. En efecto, sea o no de nuestro agrado, existen tantas Argentinas como personas que la habitan. Por otro lado, si restringimos un poco la cuestión, nos encontramos no ya con individuos que la imaginan de determinado modo, sino con grupos de personas que, solidariamente, comparten en conjunto una misma mirada, al igual que un mismo pasado para explicar el presente; entre otras cosas, esto implica que se comparte un mismo proyecto de futuro, el cual sirve como guía para determinar aquellas acciones que se esperan que tengan lugar en el presente desde donde se lo avizora. Dentro del territorio nacional, la polémica en torno a la inseguridad ha sido objeto de análisis por parte de diversos ámbitos, ya se trate del ámbito que denominamos “medios de comunicación”, del ámbito de la política, de la comunidad académica, como así también de aquel sector que convenimos en designar –acertadamente- como de “la calle”. Por su puesto que no estamos presentando una lista acabada de los actores que participan de la crítica social; para confirmar esto, basta recordar que existen otros ámbitos de atribuida competencia que exceden o se encuentran más allá de los límites territoriales. Estos ámbitos de opinión también deberían tomarse en cuenta a la hora de confeccionar la lista de expositores críticos de la realidad Argentina, porque también ellos forman parte en la creación de imaginarios colectivos o en la conformación de representaciones sociales. Nos referimos, en concreto, a medios de comunicación de la esfera internacional, políticos extranjeros y organismos supranacionales, entre otros. Si la publicación de “El sentimiento de inseguridad” se da en está coyuntura histórica y no en otra, se debe a dos razones de no menor trascendencia. La primera de ellas tiene que ver con la irrupción repentina de ciertos temas de relevancia pública en el escenario social, cuya singularidad radica no sólo en que se imponen de manera insoslayable, como si fuera natural hablar de ello, sino que a su vez parecerían emerger de un lugar indescifrable, oculto, como si nadie se hubiera percatado del estadio de su gestación antes de emerger definitivamente para imponer sus primeros gritos; entre paréntesis, la imposición de estas temáticas, cuya singularidad, repetimos, podemos caracterizarla por su repentina irrupción, constituyen, desde luego, uno de los focos de atención por excelencia de los cientistas sociales, ya que ellas sugieren ciertas preguntas relevantes, como por ejemplo, ¿por qué “ese tema” y no “aquel otro”? La segunda razón, no menos compleja, remite ineludiblemente a la sensibilidad del investigador en cuanto a la elección de su objeto de estudio. Dicha sensibilidad amerita, por otro lado, que nos preguntemos: ¿Por qué, entre tantos temas de la problemática social, elije éste y no algún otro que, desde cierta visión crítica, podría considerarse de mayor relevancia, a la vez que una propuesta sociológica más pertinente para la mejora de las políticas públicas? Sin duda alguna, la respuesta la encontraremos no a lo largo de esta reseña, sino, por el contrario, adentrándonos en el arduo trabajo que el autor nos propone, en donde el sentimiento de inseguridad no se prefija solamente como una categoría abstracta de la sociología, sino que se piensa desde allí, como un terreno para la reflexión, y cuyo aporte intenta contribuir a desmitificar ciertas representaciones sociales en relación al delito y a los miedos que este suscita, con el fin de vitalizar los lazos social que se han roto en el camino. Uno de los debates más fuertes, relativos a la inseguridad que se vive hoy en la Argentina, gira en torno a la divergencia de discursos respecto a si se trata de una sensación o de un estado de inseguridad real. En el presente trabajo, Gabriel Kessler se corre de dicha dicotomía con el fin de abordar la cuestión de la inseguridad desde un análisis riguroso que no sólo de cuenta del discurso hegemónico y omnipresente, centrado en los distintos medios de comunicación, sino a partir de la combinación de distintas metodologías que ayuden a explicar el problema. En este sentido, su trabajo nos propone un modo integral de abordar la cuestión, en donde se confrontan los datos estadísticos con aquellos cualitativos que se desprenden de los relatos de los diversos actores de la sociedad. Además de esto, Gabriel Kessler cuenta con el respaldo de otros trabajos realizados en referencia al miedo y la sociedad, tales como Sociología del delito amateur (2004), Seguridad y ciudadanía (2008) y Violencias, delitos y justicias en la Argentina (con Sandra Gayol, 2002) El libro se encuentra dividido en tres grandes partes. En la primera, define el “sentimiento de inseguridad” como “(…) un entramado de representaciones, discursos, emociones y acciones” que se configuran dentro de una “(…) trama de sentido mayor" (Kessler, 2009: 35) Tal definición gravitará, a lo largo del libro, como el sustento teórico de la hipótesis o tesis que se verificará al final del trabajo. Dicha categoría conceptual intenta poner en evidencia la discontinuidad existente entre el sentimiento, suscitado por la “idea” que el sujeto tenga de la inseguridad, y la inseguridad misma o real. Con esto no intenta, desde ya, negar que la inseguridad exista. De hecho, a través de los datos extraídos de diversas estadísticas y encuestas de victimización cotejadas a lo largo del período estudiado, se verifica fehacientemente que el aumento del delito tiene asidero en la realidad y no se trata, en cambio, de una sensación irracional generalizada. Sin embargo, Kessler pondrá el acento en desentrañar cuál es la lógica que rige el sentimiento de inseguridad y el temor al crimen. Además, propone un abordaje cuantitativo, en donde se analizan los datos estadísticos y tazas de victimización del período histórico que abarca desde los comienzos de la democracia hasta la época actual. Esto le permite constatar, por un lado, cuál fue la evolución de la inseguridad, es decir, verificar si hubo o no, desde el comienzo de la democracia, un aumento significativo de la delincuencia y, por el otro, estudiar la preponderancia del delito como preocupación pública en cada una de las tres décadas que conforman el período. En la segunda parte del trabajo, el análisis cualitativo, que se desprende de las entrevistas realizadas a distintos actores de diversos estratos o grupos sociales, lo lleva a identificar una pluralidad de relatos no convergentes entre sí. A partir de dichas entrevistas se propone una especie de tipología del sentimiento de inseguridad, en donde dichos actores expresan no sólo su grado de temor frente al delito, sino que además proponen una explicación particular respecto a las causas que lo suscitan a la vez que proponen diversas medidas para solucionarlo. Esta sección del estudio resulta la más fecunda y esclarecedora. En principio, porque confronta discursos y posiciones frente al delito divergentes. En efecto, se verifica cómo el sentimiento de inseguridad varía, y no sólo respecto a individuos de un mismo barrio o clase social, sino que, incluso, los relatos muchas veces no coinciden con las tazas de victimización de la zona de residencia. A su vez, el temor al delito –en el sentido de atribución de peligrosidad a individuos indefinidos- tampoco resulta univoco al comparar diferentes clases sociales. Mientras que el temor al delito, en las clases medias altas, identifica a los potenciales agresores como pertenecientes a clases bajas de la sociedad, por el contrario, los integrantes de estas últimas identifican a sus potenciales agresores en las fuerzas de seguridad ciudadana, patovicas, individuos de otros barrios e inmigrantes. Al momento de establecer las causas y posibles soluciones al problema de la inseguridad, las divergencias en los discursos de los sujetos otra vez se hacen presentes. Kessler propone –ya en la tercera parte del libro- que detrás de las representaciones sociales respecto al delito se encuentran fundamentos o explicaciones que derivan de la propia biografía de la persona, es decir, del tipo de ideología a la que suscriba como parámetro para analizar la realidad. De este modo, actores constitutivos de una misma clase social elucidan dichas causas y soluciones de forma heterogénea respecto a su grupo. Así, es posible encontrar posturas afines entre sujetos de clases diferentes. Entre las causas esgrimidas por los entrevistados, destaca la degradación social, sobre todo asociada a las políticas de corte neoliberal por parte del Estado en los años noventa y a la crisis del 2001. En cuanto a las soluciones, los discursos van desde la implementación de medidas punitivas extremas hasta aspectos relacionados con la educación y la posibilidad de acceder a un empleo. En este punto, es clave destacar el exhaustivo análisis que se hace respecto a la pluralidad de estos relatos. Constituyen, en sí mismos, un amplio catálogo que nos informa acerca de la disparidad de criterios y configuraciones que circulan relativas al delito y que, sobre todo, permanecen ocultos para la sociedad en general. Para concluir, destacamos dos cuestiones. La primera de ellas es que el presente trabajo posibilita ampliar la mirada respecto a la configuración de la inseguridad en la argentina, a través de la consideración de variables y dimensiones de la realidad social que difícilmente pueden ser percibidas desde los contextos cotidianos de la interacción social. Entre los numerosos aportes significativos de la obra, el autor nos permite abordar que, más allá de los datos objetivos para identificar el grado de criminalidad dentro de un país o de zonas más acotadas, el sentimiento de inseguridad deriva de las formas particulares de representarse la realidad por parte de los individuos, las cuales surgen através diversos mecanismos que intervienen a la hora de determinar quiénes serán los diversos actores de atribuible peligrosidad; además, se constata el poder de influencia, no sólo de los medios de comunicación, sino de los distintos dispositivos de seguridad privada, los cuales actúan como detonantes del temor y crean a su vez una dinámica de retroalimentación del miedo. Dichas representaciones variarán –siguiendo a Kessler-, y se irán configurando conforme a la biografía e ideología de los distintos actores. Por último, la segunda cuestión tiene que ver con que las discusiones, entorno a la inseguridad, plantean otro problema y de un orden distinto, y es el relativo a la posibilidad consenso –entre tanta diversidad- a la hora de establecer políticas públicas para mejorar las condiciones de existencia de todos los ciudadanos. A nuestro entender, esta última cuestión constituye uno de los planteos que más preocupa y se destaca en el libro del autor, ante la creciente demanda de medidas punitivas y endurecimiento de las leyes que, muchas veces, fogoneadas desde los medios de comunicación, parecen influir en la conformación de las emociones colectivas. Respecto a esto, consideramos la posibilidad de que detrás de dicho fogoneo se escondan ciertos intereses; a lo mejor, éstos constituyan la trama de otro trabajo de investigación que, por razones relativas al objeto de estudio, exceden las competencias de esta mirada acerca de los “miedos” que Kessler nos presenta como “El sentimiento de inseguridad” en la Argentina. Kessler, Gabriel , El sentimiento de inseguridad, Siglo XXI, 2009