V Jornadas Abiertas de Adolescencia 2011: Pertenencias y Procesos de Subjetivación en las Adolescencias Laboratorio de Adolescencia. Asociación Psicoanalítica del Uruguay Acercamiento de algunos adolescentes a ámbitos religiosos y /o a organizaciones que poseen un modelo religioso.1 María Lucila Pelento 1. Conferencia Plenaria: Panelista: María Lucila Pelento (APA): “Acercamientos de algunos adolescentes a ámbitos religiosos y/ o a organizaciones que poseen un modelo religioso”Coordinación: Adriana Ponzoni. 2 de setiembre de 2011. Montevideo 1 Suele suceder que en algún encuentro con amigos y/o colegas se comente, tal vez sin darle demasiada importancia, alguna nueva tendencia que se empieza a observar en determinados grupos de personas. Hace unos años, por ejemplo así se comentó una costumbre referida a jóvenes. Se relataba que estos, por lo general gerentes de algunas empresas, a la caída de la tarde, cambiaban su ropa informal para vestir trajes como en el 50 con saco, chaleco de color oscuro y corbata, para reunirse en un bar fashion con otros jóvenes vestidos como ellos. Como si desearan a través de esta particular moda bautizada “after hour” trasladarse a otro tiempo. Hace unos años llegaron también, entre otros comentarios, uno vinculado con una inclinación nueva entre algunos adolescentes. Una tendencia a acercarse a algún tipo de creencia propia de cierto ámbito religioso o a algún grupo u organización en el que estuviera presente un modelo religioso. Y por esto último entiendo un modelo apoyado en un proyecto de salvación de la humanidad proveniente de la voluntad divina o de alguien que directamente la represente. Estos comentarios a veces fueron previos a relatos o consultas que recibía en mi práctica con adolescentes, otras veces se dieron en simultaneidad con los mismos. En esta presentación me voy a referir a diferentes formas de acercamientos. Pero antes deseo hacer algunas puntualizaciones. Por un lado señalar que no me referiré a creencias en continuidad con un tipo de educación previa por ejemplo las que se derivan de haber asistido a una escuela católica o judía desde pequeño o haber estado relacionado con grupos conectados con la religión evangélica, y seguir manteniendo esas creencias. O pertenecer a una familia con fuerte arraigo en determinada religión. Se trata, en cambio, de otra cosa. De una especie de búsqueda y de encuentro personal de algunos adolescentes con un determinado ámbito religioso, 2 propio de las religiones más difundidas. Esos acercamientos son de distinta cualidad, incluyen diferentes elementos y producen también diferentes efectos. Trataré al describirlos de enlazar los fenómenos que vi surgir con mi modo de entender los conceptos planteados en el título de este encuentro: pertenencia, subjetividad y subjetivación. Dado que el ámbito religioso fue definido como “ámbito de las creencias” creo necesario referirme en primer lugar a los cambios en las creencias producidos en la actualidad. Comenzaré señalando que la subjetividad parecía disponer, en otros tiempos, de sitios para la fe. De prácticas en las cuales la fe podía arraigarse. De grandes relatos religiosos que le daban ese espacio a los sujetos. Como respondiendo a la idea kantiana de limitar la ciencia para dejarle un espacio a la fe. Pero luego, una vez que las fuentes vitales de la teología cristiana se agotaron, varios fueron los intentos llevados a cabo para llenar el vacío que dejó la muerte de Dios. Los mitos y luego la ciencia y más tarde la tecnología, son, como dijo G. Steiner en 1974 en “Nostalgias de lo absoluto” una especie de “teología sustituta”. Afirmar que hace tiempo que no existen los grandes relatos religiosos y que por lo menos en Occidente la religión ya no ocupa los espacios públicos que ocupaba en otros tiempos, no implica decir que ya no existen creencias. Por el contrario existe una multiplicación y fragmentación de creencias, acorde con la fragmentación social. Creencias que parecen tener como meta ya no conectarse con lo absoluto sino ofrecer caminos diferentes para solucionar problemas. Y así como en otro momento histórico, sorprendía encontrar diferencias entre no nos sujetos más inclinados a sostener creencias científicas y otros más orientados a sostener creencias religiosas, hoy en cambio, es habitual encontrar que una misma persona participa simultáneamente de diferentes creencias. Sale de una institución científica y entra sin problema a otro lugar para hacerse un estudio astrológico, asistir a 3 un grupo de meditación zen y/o hacerse tirar las cartas del ichin. Esto revela que se pasa de un paradigma a otro sin conflicto. Como si se conectaran y desconectaran áreas muy diferentes casi en forma simultánea. Esta aceptación aconflictiva es una manifestación clara de una nueva cultura, en la que parece existir una suerte de stock de soluciones para los problemas que se van presentando. Estas soluciones con el tiempo se naturalizan borrándose su carácter ilusorio al otorgarles cierto aire científico. Este tipo de creencias se presentan en diferentes escenarios: en escenarios colectivos como ofrecen las nuevas iglesias universales--entre paréntesis cada vez más pobladas-- como en escenarios privados. Ahora bien: la fragmentación de creencias observada en la práctica con adultos difiere de lo que observé en la práctica con adolescentes. Y a este grupo de fenómenos ahora me referiré. En primer lugar deseo señalar la inclinación de algunos adolescentes por participar de ámbitos religiosos propios de las religiones más difundidas: católica o judía, o en menor proporción evangélica. Observé que este acercamiento que resulta de una búsqueda individual no se mantiene demasiado en el tiempo y parece responder en este mundo tan caótico a la necesidad de encontrar puntos de referencia en los cuales apoyarse. Esa ligera expansión de la espiritualidad, movida más que por la fe, por la necesidad de sostén y de construir nuevos lazos sociales no produce efectos negativos en el adolescente. Por el contrario en ocasiones les sirve de soporte y de escalón para formar parte de una comunidad de adolescentes. Como una suerte de transición entre el adentro y el afuera: un afuera que les permite probar nuevos roles y posiciones subjetivas. Y estos posicionamientos les posibilitan crear lazos sociales y formas nuevas de solidaridad. Este acercamiento suele ser realizado por algunos adolescentes de un modo casi superficial, como si se tratara de la entrada a un club. Deja como saldo 4 vivencias más que experiencias transformadoras. Éstas son puntuales y no articuladas u organizadas dando cuenta del alerta perceptivo y de la sensibilidad que está presente en ese momento de reorganización psíquica. Observé también que en alguna de estas situaciones un elemento que atrae el interés de ellos o ellas es la forma de compromiso que parece habilitar el grupo religioso al que se acercaron. Este incluye, como diría Bauman, “cláusulas no escritas de reiscisión”, por las cuales se puede dejar de frecuentar ese espacio “sin que pase nada”. En este sentido implica ensayar una subjetividad común en esta época basada en una paradoja: la de querer estrechar lazos sociales pero al mismo tiempo que estos estén lo suficientemente flojos como para poder desatarlos en cualquier momento. Sin embargo en algunos casos las marcas afectivas que estas situaciones dejan pueden comenzar a articularse y adquirir para el adolescente otro carácter, alcanzando cierta fuerza subjetivante. Y esto supone cierto grado de elección y de procesamiento mental. Pero existen otras formas de acercamiento y participación. Ésta se produce cuando el o la adolescente se compromete de una forma más sostenida, en el tiempo y en profundidad, con cierto ámbito religioso. La fe ocupa en esas situaciones un lugar privilegiado. En ese momento de estructuración psíquica el surgimiento de fantasmas sobre la muerte de los padres, de la finitud como “presencia inquietante”, (J.C.Mélich; 2002) de la vulnerabilidad etc. exacerba en el adolescente la necesidad de creer en un padre todopoderoso capaz de mitigar la indefensión, tal como señaló Freud en 1927. Esta pertenencia genera fuertes procesos de subjetivación. Y acá deseo hacer una puntualización. Es necesario recordar que las nociones de subjetividad y subjetivación están incluidas en diferentes disciplinas sin tener en cada una de ellas una definición precisa. En nuestra disciplina con frecuencia la tomamos en préstamo de la filosofía. Frecuentemente de la 5 filosofía de Foucault. Ese autor no realizó a mi juicio una diferenciación demasiado prolija de los modos de forjarse una subjetividad social sin embargo de su lectura se desprende que habría dos modos de organización. Un modo que tiene que ver con lo consensuado y establecido con lo que este filósofo llamó “el orden del discurso” con la denominada “subjetividad instituida” con lo que otros autores siguiendo a Hannah Arendt llama “identidad” con aquello que se forja en función de sistemas de dominación y dispositivos. Es decir por un conjunto de elementos no lingüísticos y lingüísticos constituyendo una red. Existe otro modo de forjarse una subjetividad que llamamos subjetivación que dependen de los procedimientos que se efectúan en relación con los problemas que se van presentando, relacionada en Foucault con las “prácticas de sí”. Procedimientos que conducen a que un sujeto se modele y se singularice. Recordemos que si bien este autor describe con detalle como el poder toma la vida, como objeto de su ejercicio, sin embargo está profundamente interesado en determinar que es lo que en la vida resiste a ese poder. Y al resistírsele crea formas de subjetivación y de vida. Subjetivación, singularización y resistencia son términos profundamente conectados entre sí y que seguramente conducen a la construcción de verdaderas experiencias. Volviendo ahora al proceso que se opera cuando interviene la fe en el acercamiento a una determinada religión. Pude observar que en esas situaciones el aparato religioso-- uno de los aparatos de dominación de la cultura— le otorga al sujeto un lugar y ese lugar reviste fuerza identificatoria. Le ofrece pertenencia, lo que implica compartir códigos y valores y también lo subjetiva es decir le da conciencia de sí mismo y conciencia de habitar un espacio con otros. Pero el adolescente puede intentar dar un paso más allá de esa subjetividad instituida produciendo un verdadero movimiento de auto transformación, es 6 decir de subjetivación, movimiento que supone haber establecido una relación creadora consigo mismo. En ese momento el riesgo consiste en el posible deslizamiento de la creencia religiosa a un tipo de “fundamentalismo” que tiene como todo fundamentalismo, consecuencias serias. Es importante recordar que el fundamentalismo religioso no es originario en ninguna religión. Siempre es reactivo a una amenaza pero es una autodefensa violenta y autoritaria. Este tipo de fundamentalismo como cualquier otro, siempre incluye esa veta violenta y destructiva que impide poder cuestionarse las propias ideas, aceptar la alteridad, interrogarse sobre las palabras del otro. Siendo ésta una época en la que por diferentes motivos todas las personas nos sentimos amenazadas es mayor el peligro de someterse a doctrinas fundamentalistas e identificarse con su autoritarismo y violencia. Por otra parte la tendencia del adolescente a la obstinación y/o su labilidad los puede empujar al fanatismo o a la adhesión acrítica a doctrinas deslizándose a ese tipo de pensamiento. En las situaciones que estoy considerando, el dogma, cualquiera sea éste, aparta al adolescente de su medio social y familiar. Una señal peligro se observa de este cuando el espacio religioso comienza a absorber todas sus energías vitales. Y la vida cotidiana se empieza a rigidificar y ritualizar. De este modo el aferramiento literal a algún texto religioso, como a voces y mandatos incuestionables lleva a que se dibuje una frontera muy marcada entre el adentro y el afuera de esa institución. El adentro en el que se incluye el paciente y el afuera de ese campo religioso y en el que quedamos ubicados nosotros. Por supuesto que esto crea un clima sensiblemente paranoide donde nuestra palabra, la del analista, con mucha rapidez se transforma en la palabra de un enemigo. En estas situaciones es importante pesquisar el tipo de ideales sostenidos por el paciente y el modo de pertenencia puestos en juego: si se trata de una 7 modalidad conformista del paciente que a través del grupo religioso sigue prendido, sin advertirlo, al ámbito familiar o de una tendencia a adaptarse a cualquier precio con tal de pertenecer, si se trata de una pertenencia desubjetivante en la que el autoritarismo es una de sus principales expresiones o si por el contrario implica cierto grado de libertad y capacidad de elección. Este tipo de pertenencia religiosa conduce al aislamiento del adolescente También lo inclina a querer imponer normas estrictas a todos los que lo rodean: a familiares y amigos. Se vuelve así difícil compartir con ellos una comida, un comentario, un pensamiento. Las conductas de las personas de su entorno son violentamente criticadas transformándose el borde entre el adentro y el afuera en un muro más que en una frontera. Así por ejemplo la orden estricta de un nieto de 19 años a su abuela de mas de 80 de subir 10 pisos por la escalera porque era sábado y no se debía usar el ascensor mostró que la estrictez religiosa borraba el contacto con la realidad. Todo en la vida cotidiana, lo repito, se ritualiza siendo sumamente grave transgredir ese ritual. Junto con el peso y la responsabilidad que tienen algunos grupos religiosos en este proceso de aislamiento del adolescente, de todos modos debemos distinguir su funcionamiento del modo de accionar de las sectas. En éstas están presentes, permanentes estrategias de desubjetivación arrasando con la identidad y pertenencia de los sujetos. Ese proceso de desubjetivación suele ser percibido por los familiares del adolescente. Al principio les cuesta dilucidar si aquello que hace que su hija o hijo esté cada vez más raro o alejado e irritable tiene que ver con el mismo proceso de la adolescencia, si se debe a algún trastorno singular de éste o si responde a otra causa. En una consulta en la que se propusieron reuniones familiares a raíz de que se pensaba que un miembro de la familia-una hija de 19 años-estaba siendo atraída por un grupo calificado como “extraño”, el clima en los primeros encuentros se volvió irrespirable. Los padres de la joven a la que llamaré 8 Diana presionaban fuertemente para que su hija reconociera la existencia de ese grupo y el paso peligroso que estaba dando al querer pertenecer al mismo. La hija negaba enfáticamente la participación en dicho grupo calificando a sus padres de delirantes. Estas acusaciones cruzadas, cada vez de mayor voltaje, entre los padres y su hija repetían las que frecuentemente ocurrían en su casa. También llamó la atención las críticas que hacía la hija de las características de la madre y de la organización familiar. Cuando su madre le señalaba preocupada su falta de cuidado y de coquetería en su forma de vestir la paciente “saltaba” sobre su madre criticando los colores que ésta usaba—por otra parte nada llamativos-- o el lugar que ocupaba la carne en el menú familiar. Esas críticas parecían sugerir que algo impuro habitaba a la madre. Pero también resonaban como si la joven repitiera palabras que había escuchado. En las entrevistas la presencia del analista era totalmente negada. Sus hermanos permanecían en silencio hasta que uno de ellos levantándose como para irse, y dirigiéndose a sus padres con desesperación les gritó que él no sabía si su hermana quería formar parte de esos grupos pero que de todas maneras la confundían a ella con una secta, que la dejaran tranquila elegir su vida. Esta intervención produjo un cambio. Diana aceptó que se estaba reuniendo con un grupo pero que no era esa secta horrible que ellos se imaginaban: que por el contrario la estaban ayudando a ser una mejor persona… Cuando se le preguntó a Diana en que consistía esa ayuda ésta se parapetó en un silencio hosco, musitando entre dientes que no lo entenderían, agregando que ya se lo habían advertido. Después de un momento de mucho silencio y tensión una cuestión en particular crispó aún más el clima del encuentro. Mientras los padres hablaban de un intento velado de secuestro, sus hijos les reprochaban no poder pensar en una “entrega voluntaria” de su hermana a ese grupo. En ese momento se hizo difícil que se pudieran 9 escuchar y que advirtieran que la estaban ubicando a Diana ya en el lugar de una hija o hermana definitivamente perdida…Nuevamente uno de los hermanos dio un giro a la discusión preguntándole y vos ¿porqué te querés ir? Nuevamente se encerró en un silencio hostil mientras la madre le preguntaba ¿qué te hicimos nosotros? Y en esa pregunta se percibía violencia y culpa. Diferenciar los distintos elementos que confluyen para que el joven o la joven se sientan inclinados a formar parte de la secta no es fácil. Por supuesto que se mezcla la singularidad del adolescente, su fragilidad, el momento de reorganización psíquica por el que está pasando; cierta particularidad del grupo familiar y características propias de la secta utilizando algunas de ellas estrategias seductoras y desubjetivantes. Aprovechan la vulnerabilidad y la ambivalencia del adolescente con respecto a sus padres para inducir un corte total con estos y con el mundo social que los rodea. También los manipulan fascinándolos con una suerte de “mitología del misterio” rasgo común con los grupos secretos. Sin dejar de lado los factores que pueden predisponer a entrar en la secta, deseo subrayar el poder destructivo que tienen, por lo menos, algunas de ellas. Sus palabras son las palabras del poder, esas palabras que parece que nunca pueden ser puestas en duda. Una consideración especial merece la cuestión de la entrega voluntaria. Y para ello voy a considerar algunos elementos provenientes del Derecho. Si la entrega es voluntaria, como se suele decir y el joven o la joven tiene más de 18 años es imposible emprender una acción o implementar una demanda de secuestro ya que por ley sería el familiar que intenta sacarla de la secta o realizar la demanda el que sería acusado de intento de secuestro. Tampoco es posible que alguna organización de DH se haga cargo por la misma razón. Tampoco el Inadi podría actuar. En ese sentido la familia carecería de apoyo o protección jurídica para rescatar a su familiar. 10 Pienso que cuando se pone el acento en la entrega voluntaria, como durante un tiempo hicieron los hermanos de Diana y la misma Diana se desconocen o reniegan las técnicas de fuerte seducción usadas por las sectas. Técnicas que hacen que se pueda definir el accionar de la secta, como hacen algunos juristas como el despliegue de un “dolo” es decir de engaños referenciados por verdades que no son tales. Ese despliegue produce lo que se ha llamado una “voluntad viciada”. Esta es una figura jurídica que en los últimos tiempos trabajó un abogado: el Dr Javier Carbone. Esta figura tiende a desbaratar la idea de “entrega voluntaria” de la persona a la secta. A través de esta nueva figura se desea lograr que la justicia, pueda poner en acto su función protectora. Seguramente varios de nosotros hemos tenido contacto social o profesional con alguna familia que pasó por esta difícil experiencia: que cuenta entre sus integrantes con algún miembro atraído o ya totalmente absorbido por alguna secta Ésta por supuesto se presenta con un nombre que encubre sus verdaderos objetivos. Entre estos, como se pudo muchas veces constatar tienen prioridad los intereses económicos. En algunas circunstancias, tal vez las más penosas, el familiar desconoce totalmente donde está su familiar-- hijo o hija o hermano-- y queda como flotando en el aire el misterio de su desaparición... Pierde así todo contacto con la persona prácticamente chupada por la secta. En otros casos la familia sabe donde está pero le es imposible lograr un encuentro. La persona adherida a la secta se rehúsa a visitar o ser visitado por sus familiares. No acepta compartir nada con ellos: ni una fiesta, ni un cumpleaños, ni una fecha en la que la familia se solía reunir. También pudimos palpar el peso que este tipo de pérdida por atracción a una secta produce en la familia y en la mente de los hermanos. Los hermanos además de tenérselas que ver con la pérdida de contacto con un hermano o hermana tienen que hacer frente a sentimientos enormemente dolorosos por 11 sentir que este hermano tragado por la secta, ocupa todo el lugar en la mente de sus padres Por supuesto que hay muchos adolescentes que nunca se acercan al ámbito religioso pero otros sí lo hacen y es a mi juicio importante estar atentos y discriminar los efectos benéficos o no, a que estos puedan dar lugar. Al terminar esta presentación deseo señalar que los comentarios con los cuales la abrí muestran la enorme necesidad de los sujetos--adolescentes y jóvenes--de estar incluidos en vínculos que los protejan de vivencias de inermidad, vacío o soledad. Esta necesidad de pertenencia de naturaleza inconsciente y universal se agiganta en determinadas condiciones. Y esta responde no solo a la mayor vulnerabilidad de algunos sujetos sino también a sujetos vulnerados por una sociedad y cultura cada vez más compleja y difícil. Por último deseo referirme a una situación totalmente diferente: al análisis de una adolescente en cuyo transcurso aparecieron vivencias religiosas, que por su cualidad mística pusieron en jaque a su analista y a mí. Se trata de una adolescente de 17 años cuyos padres, y a pedido de ella, la traen a consulta. La jovencita se siente como perdida. Sus padres la definen como poco madura para enfrentar responsabilidades nuevas, como la de su entrada en la universidad. Andrea es una muchachita dulce que hace grandes esfuerzos para comunicar lo que siente. Esfuerzos que en realidad ponen al descubierto lo difícil que es para ella el vínculo con los otros. Extraña mucho el colegio secundario y sus amigos sintiendo que las carreras elegidas por sus distintos amigos los alejó y dispersó. Pertenece a una familia de clase alta social y económica y con estándares educativos exigentes. Tiene un hermano tres años menor. Su madre es una mujer distante y fría. Parece desconfiar del 12 vínculo que su hija pueda hacer con su analista. El padre es más cercano y cordial mostrando un trato muy cariñoso con su esposa, trato que igual no cambia la dureza y frialdad de ésta. En el primer tiempo de análisis y mientras trataba de expresar como se sentía perdida y sin rumbo, y cuánto temía que sus dificultades resultaran “molestas” para otros, como para sus padres, relató que tuvo la ocurrencia de entrar en una iglesia. La iglesia estaba llena de gente que asistía a una misa. Sintió a las personas muy unidas confesando que le hubiera gustado compartir esa costumbre—así llamó a ese ritual-- con ellos. Ella misma relacionó ese impulso con una triple necesidad: la de acudir a alguien todopoderoso que la ayudara con sus problemas, la de compartir una experiencia colectiva y cierta necesidad de desafiar tradiciones familiares porque en rigor su familia era judía. Llegado a este punto le desilusionó pensar que sus padres no hubieran puesto ninguna objeción porque una consigna fuerte en el código establecido entre ellos aseguraba que se debía permitir a los hijos que escogieran la creencia que creyeran conveniente. Por supuesto que en los hechos todo se movía de un modo diferente siendo muy estrictos en las reglas dadas a los hijos. Por ejemplo antes de cenar debían cambiarse, bañarse pero ir con el cabello seco y perfectamente peinado. Tomar de una fuente una papa frita con la mano era desde que era muy pequeña una falta muy grave, falta que hacía que la retiraran de la mesa y no la dejaran almorzar con sus padres. También con el tiempo se hizo claro que los padres sentían mucha ambivalencia con sus orígenes, sintiéndose inclinados a vanagloriarse por la libertad que como intelectuales tenían, al compararse con otras familias judías. El día que se fue a anotar para comenzar una carrera universitaria tuvo una vivencia que la conmovió enormemente pero que no sabía ni como describir ni cómo pensar. Había mucha gente en el salón. Se sintió simultáneamente muy sola y al mismo tiempo ahogada. Pero de pronto algo cambió en su interior. Se sintió rodeada más que rodeada, en contacto con alguien invisible 13 que le iba abriendo camino… ¿Qué nombre ponerle?...Un alguien que la rodeaba y la ayudaba. Aunque en el momento la vivencia había sido muy hermosa sin embargo la angustia de Andrea al relatarla borró esa sensación. Y se hizo muy intensa mientras buscaba un nombre con el que bautizar ese alguien invisible que le abría camino. Cuando terminó esa sesión su analista observó un gesto que le llamó la atención: al recoger las cosas que había dejado sobre una silla uno de esos objetos se le cayó. Como pareció no darse cuenta se lo señaló Pero entonces la jovencita la miró como si esperara que ésta se lo alcanzara. En la mente de su analista ese gesto la remitió a varios relatos de la paciente sobre su medio familiar. En este todo contacto con el mundo estaba mediatizado, hasta para servirse un vaso de agua debía tocar un timbre y pedirle a alguna empleada que se lo sirviera. Todo contacto directo-- como el de la papa frita-- se volvía “inmundo”. No había ningún punto medio entre la distancia infinita y lo inmundo. Pensamos con su analista que si ella vivía en una serie de prácticas que lo mediatizaban todo, la única conexión directa era con algo sin materia, con un principio abstracto Dios. Allí Dios podía ser una hipótesis desorganizante o podía tener potencia de organización. Tiene potencia de organización si prescribe una serie de prácticas y es algo desorganizador si surge fuera de las prácticas, si se expresa en cualquier lado y por arrebatos. Por eso en la subjetividad religiosa, como señaló Freud, son tan importantes los rituales. Estas reflexiones permitieron darle un nuevo sentido a las vivencias casi místicas que la joven relató. Y el esfuerzo de su analista consistió en no ponerle una etiqueta a la experiencia y por supuesto y a pesar de todas las presiones recibidas no medicarla. Se pudo observar que a medida que se iba desarrollando el análisis Dios, ese principio abstracto, fue tomando distintos nombres, el de su analista que le abría espacios en el torbellino de sus vivencias, el de la mamá cercana que le hubiera gustado tener, el de su padre 14 cordial y amistoso pero siempre ocupado en descifrar el deseo de su madre. En ese camino fue enormemente importante el lazo nuevo que pudo establecer con jóvenes de su edad al entrar a la universidad. No volvió a caer en momentos de éxtasis, casi místicos, momentos que luego bautizó como pertenecientes a un “período de desvarío”. Término, que cuando me fue relatado por su analista me impactó profundamente porque es el mismo término que algunos padres de la iglesia utilizan para referirse a determinados momentos en que el creyente pierde la brújula de la fe y se extravía. En que la fe se come al sujeto. Parecería que solo la vuelta a prácticas compartidas le permite encontrar de nuevo su propia senda. 15