Huellas de una historia olvidada

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Claudia Scheiber
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Huellas de una historia olvidada
Miles de republicanos españoles en los campos de exterminio nazis
“La nieve estaba helada, color de cristal. Era un frío terrible, y unos gritos de bestias...“
Esta es la primera impresión que tenían los deportados españoles al entrar en el campo de
concentración de Mauthausen. De cerca de 8000 republicanos que fueron deportados a ese
lugar de infierno casi 5000 perdieron la vida. Desde luego que tenemos que tener en cuenta
que la mayoría murieron en los campos exteriores y no en Mauthausen, en otras palabras, en
los “Kommandos“.
Los deportados republicanos llegaron a un campo de concentración a través de cuatro vías
diferentes: desde los batallones de marcha, desde las compañías de trabajo, como civiles refugiados
o como resistentes contra los alemanes en Francia. Aunque nos encontramos con muchos grupos
diferentes, se registra una característica que los une: se trata de antifascistas.
Concretamente, están los republicanos españoles que se alistaron en la resistencia francesa.
Escondían hombres, escribían, imprimían y repartían la propaganda antifascista contra los alemanes
en catalán y en castellano con el fin de evitar que los refugiados se alistaran al trabajo „voluntario“
de los nazis. En resumen, combatían al invasor alemán en todas las ocasiones posibles.
Asimismo, están los passeurs d´hommes, es decir, resistentes que formaban las famosas cadenas de
evasión.
Después de todo, el grupo de mayor cantidad de deportados republicanos que fueron a parar a
Mauthausen fueron detenidos en las “Compañías de Trabajo“ durante la “drôle de guerre“, dicho de
otra forma, en los campos de trabajo del gobierno francés, por motivos de haber luchado contra el
fascismo en España.
Igualmente, nos encontramos con un grupo de españoles que fueron enviados a los campos de
concentración aun cuando no habían luchado contra los alemanes en la resistencia francesa, ni
habían estado en las compañías de trabajo, ni eran judíos. Fueron considerados apátridas y, por lo
tanto, en Mauthausen los hacían llevar el triángulo azul mientras que en los “Stalags“, o sea, en los
campos de prisioneros de guerra de los alemanes, fueron considerados como “rojos españoles“. Es
un capítulo misterioso por qué este grupo formado por hombres de todas las edades, mujeres y
niños fueron trasladados a un campo de concentración de tercera categoría mientras sus compañeros
franceses fueron liberados. Según testigos la clave del enigma se encuentra en las conversaciones
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entre el ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Súñer y su colega alemán barón de
Ribbentropp. Particularmente, Súñer le contestó a Ribbentropp a la pregunta qué hacer con los
republicanos apresados que éstos no eran españoles y que no tenían Patria.
La mayoría de los civiles provenían del campo de refugiados en Angulema. Como la Gestapo y el
gobierno de Vichy no podían ver a esos refugiados, decidieron enviarlos a los campos de exterminio
nazis para solucionar ese problema. Claro que Vichy fue cómplice de la deportación de este grupo
de republicanos. Aun así no es el único culpable, ya que la Gestapo preguntó en los “Stalags“ quién
había participado en la Guerra Civil y los que contestaron que sí fueron deportados a Mauthausen,
en cambio, los que respondieron negativamente fueron enviados a reparar el dique del río Elba. Ahí
también había civiles alemanes y los españoles hablaron con ellos sobre sus aventuras en la guerra
de España. Cuando la Gestapo se enteró de sus actividades en España los mandó inmediatamente y
sin excepción a Mauthausen.
Parece que el gobierno español sabía perfectamente que había republicanos españoles en los
campos de exterminio nazis. Sin embargo, no hizo nada por liberarlos. Aun así faltan documentos,
por ejemplo algún protocolo firmado de la entrevista entre Súñer y Ribbentropp. Lo único que
tenemos son declaraciones de diversos testigos.
Aparte de saber cómo llegaron los diferentes grupos de españoles a los campos de concentración del
III Reich, es interesante enterarse de quiénes fueron como individuos.
Los deportados que irían a morir habían atravesado la frontera de los Pirineos y, por consiguiente,
encontramos a muchos catalanes entre ellos. Asimismo, encontramos a hijos de inmigrados en
Cataluña, sobre todo de las zonas industriales. De todos modos, los españoles de la clase trabajadora
eran los más desvalidos, dicho de otra forma, eran los que no tenían a nadie. En concreto, los que
acabaron en Mauthausen tratados como bestias, como infrahombres, eran maestros, dibujantes,
campesinos, barberos, camareros, jóvenes prisioneros, emigrados de otras zonas más miserables de
la Península Ibérica y voluntarios en la guerra de España. En definitiva, provenían del campo, de la
ciudad, de la clase obrera o de las capas medias, del campesinado. Todos ellos tenían algo en
común: se trata de dobles víctimas del fascismo. La mayoría de ellos perdieron la vida y los que
sobrevivieron se habían convertido en personas diferentes.
Debemos aclarar que no sólo Mauthausen, sino también el campo de Bretstein fue el lugar donde
los republicanos españoles conocieron el lado más cruel del nazifascismo.
Los campos solían pertenecer a un centro superior, en el caso de Bretstein era Mauthausen, que
enviaba los alimentos, el personal y todos los efectos necesarios. Cada comando tenía una función
distinta. Pues bien, la función de Bretstein consistía en construir una carretera alpina, ya que los
nazis querían llevar a cabo un proyecto de la “Deutschen Versuchsanstalt für Ernährung und
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Verpflegung“. Por un lado realizaban experimentos de agricultura y, por otro lado, experimentos de
la cría de caballos y ovejas. En consecuencia, los nazis pidieron voluntarios que estuvieran en
buenas condiciones físicas. En busca de nuevos horizontes muchos deportados españoles de
Mauthausen se alistaron a las expediciones a Bretstein.
Ahora bien, los españoles no encontraron nuevos horizontes, sino que pasaron muchas penalidades.
Según testigos incluso el transporte a Bretstein fue horrible. Primeramente los hicieron subir a
vagones de carga y, posteriormente, los deportados cambiaron a unos camiones al cabo de cinco
horas. Durante el viaje en camión tenían que permanecer en cuclillas, lo que no permitía el
movimiento, era doloroso y molesto. Encima, se les quedaron las piernas adormecidas de dolor al
cabo de un tiempo.
De igual forma, la vida cotidiana en Bretstein fue horrible. Los nazis no les daban nada de nada a
los internados, tenían que dormir en ayunas, aparte de esto, una gran disciplina y un ritmo de trabajo
dificil de sostener marcaban el comando. Asimismo, la vida era escasa y el clima muy ingrato en
invierno.
En resumidas cuentas, los deportados españoles en Bretstein pasaron lo más doloroso que se habían
imaginado jamás.
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