EL PASTELERO DE MADRIGAL “Una curiosidad en la historia de Portugal y España” Era rey de Portugal Don Sebastián, sobrino de Felipe II. Llevado de su ardor de cruzado pasó a África, a pesar del consejo en contra del monarca español. En la batalla de Alcazarquivir (1.574) desaparece el soberano portugués. Con la muerte de Don Sebastián se abría la sucesión portuguesa; heredaba el trono el anciano cardenal Don Enrique, hijo de Don Manuel el Afortunado, tío por tanto del rey desaparecido, pero existían más pretendientes, los de mayor calidad eran: Doña Catalina de Braganza, hija del Infante Don Duarte y nieta del rey don Manuel. Don Antonio, prior de Crato, hijo ilegítimo del Infante Don Luis, nieto de Don Manuel Felipe II, hijo de la Emperatriz Isabel y nieto también de Don Manuel. El rey de España tenía la ventaja de ser varón y descendiente legítimo de los reyes de Portugal; movió bien a sus peones don Felipe, gastó gran cantidad de dinero para mover voluntades y consiguió que las Cortes de Almeirin le reconocieran como heredero al trono, poco después moría el cardenal Don Henrique... Pero no todo resultó fácil, muchos portugueses alzaron bandera por Don Antonio, prior de Crato, quien había sido derrotado por Felipe II en el verano de 1580 en Cascais. En las cortes de Tomar fue jurado Felipe II; el prior de Crato, derrotado otra vez en las Azores, marchó a Francia donde permaneció hasta su muerte. Entre los muchos frailes, seguidores fanáticos de Don Antonio, prior de Crato se encontraba Fray Miguel de los Santos, agustino de poco seso y mucha fantasía, que llegó a ser superior provincial de su Orden; su predicación en Lisboa a favor de Don Antonio molestó tanto a Felipe II que decidió sacarlo de Portugal y encerrarlo durante dos años en un monasterio, después lo trasladó a Madrigal de las Altas Torres como capellán del monasterio de monjas de Santa María la Real, refugio forzado de devaneos y debilidades carnales, por ejemplo dos hijas bastardas de Fernando el Católico o varias “damitas“ penitenciadas por Doña Isabel y una doña Ana de Austria, hija ilegítima de Don Juan de Austria. En este convento estuvo durante once años Fray Miguel de los Santos, no cesando de intrigar, con gran reserva, a favor del prior de Crato. Concibió entonces la peregrina idea de explotar la creencia del vulgo portugués de que aún vivía el rey Don Sebastián, personificándolo en un simple vecino de Madrigal conocido suyo, natural de Toledo y de oficio pastelero. Se llamaba este hombre Gabriel de Espinosa y era expósito, lo que venía muy bien a los planes del fraile, había sido soldado en Portugal, conocía esta lengua y al parecer tenía una gran semejanza con Don Sebastián. Con estos antecedentes convenció al pastelero para que se prestase a la farsa por el mucho provecho que podía sacar de ello y además, incluso casarse con doña Ana de Austria, monja en el convento y a la que antes nos hemos referido. Por lo que respeta a esta monja, metida de niña en el convento, sin rastro de vocación, sin malicia ni conocimiento del mundo, viviendo mimada y tratada como una señora, llena de joyas y caprichos fue materia fácil para el capellán que poco a poco la puso en relación con el pastelero. Mientras esta fase de la intriga seguía el curso previsto por el fraile, éste escribió a Don Antonio, que se encontraba en Francia, para que viniese a conocer al pastelero. Al final se convino que fuese el pastelero a Francia para entenderse con Don Antonio y una vez que se lograse “reponerlo“ en el trono, se vería la manera de deshacerse de Gabriel Espinosa, dejando el camino libre al prior de Crato. Se inició el viaje, hicieron jornada en Valladolid y en la venta donde se albergaron trabó relaciones con una moza del partido (prostituta) a la que mostró joyas y preseas y aún quiso regalarle alguna; la mujer, creyendo que eran de algún robo (se las había dado doña Ana, en prueba de enamoramiento) lo puso en conocimiento de la Justicia. Don Rodrigo de Santillán, alcalde de la ciudad lo prendió, junto con las joyas y unas cartas que llevaba para Don Antonio y para el rey de Francia a fin de que le ayudase a “recobrar“ el trono; el alcalde fue desenvolviendo la madeja, hizo un registro en el convento, lo que acarreó censuras y excomuniones por parte de las autoridades eclesiásticas a los justicias que habían entrado en la clausura; el resumen es de que se ahorcó al pastelero, por alta traición, embustero y “…que siendo hombre de baja condición se hizo persona real…“ El fraile fue conducido a Madrid, “desgraduado“ y entregado al brazo secular y el que había sido dos veces provincial, y confesor del rey Don Sebastián vino a morir colgado de la horca en la plaza pública un 19 de octubre de 1.595. A doña Ana la condenaron a encierro perpetuo en el monasterio de Ávila, perdiendo el título de excelencia y quedando privada de voz activa y pasiva. Ese mismo año, murió en París Don Antonio, el prior de Crato.