EL LEÓN ALADO

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EL LEÓN ALADO
Que relata la llegada del cartógrafo lusitano-indiano
Francisco Vásques Oporto al Virrynato del Perú, su
adscripción al Reino de España, su labor abriendo
caminos al lejano Sur, la adopción para su apellido de
la castiza “z” y su posterior radicación en la “Merced
de los Vázquez”, cuyo resabio actual es la localidad
que fuera llamada Montecristo, a fines del Siglo XIX,
en la Provincia de Córdoba.
Por Alejandra Correas Vázquez
I – Marinos de Alta Mar
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Cuando en 1581 las cortes portuguesas reunidas en el
convento de Thomar reconocieron como rey de Portugal a
Don Felipe II, de la Casa de Austria (quien heredaba este
trono de la dinastía Avís o Borgoña a la que pertenecía su
madre) muchos lusitanos vieron expandirse el escenario de
sus posibilidades en el Nuevo Mundo.
Fue así como don Felipe de Habsburgo y Avís, (o Felipe de
Austria y Borgoña) gobernó "un reino adonde no se ponía el
sol". Pero el trono lusitano llegó a sus manos por la
desaparición imprevista, dentro de África, de su díscolo
sobrino Don Sebastián de Portugal. Un joven imberbe y
talentoso, pero muy rebelde, que no obedeció a su tío y tutor,
a quien Felipe amaba como hijo propio y deseaba declararlo
su heredero.
Sebastián de Portugal con su rubia y bella estampa, amado
por todo el pueblo lusitano, desapareció en tierra africana.
Nunca fue hallado su cuerpo, por ello dudóse de su muerte.
Siendo las dos teoría existentes (aún hoy) sobre su
desaparición : la primera que murió en guerra, y la segunda
(más apropiada para él) que se internó en un monasterio sufí.
Era lo bastante soñador y místico como para ello. El pueblo
portugués constantemente creyó que seguía vivo y aguardaba
su retorno.
De una manera u otra, su tío muy a pesar suyo y con gran
disgusto de su parte, debió hacerse cargo de conducir a este
difícil reino de navegantes que nunca estaba en el mismo
lugar (para él practicante del quietismo, a quien gustaba la
soledad del Escorial en medio de montañas)...
Marinos de alta mar, los lusitanos hallábanse radicados desde
el tiempo del príncipe Enrique el Navegante -anterior a Colónen naciones de la costa africana y arábiga. Y llegarían poco
después al extremo oriente, China, India e Indonesia, donde
estos buenos marinos mercantiles colocaron colonias
portuarias de gran éxito y prosperidad. Iban a sobrevivir
hasta el siglo XX Timor, Macao y Goa,. amén de numerosas
islas marítimas dentro del mar Índico y el océano Pacífico.
Desde estas colonias ultramarinas portuguesas, sus
navegantes ávidos de empresas comerciales, pudieron
establecer una escala naviera importante con las colonias
españolas de América del Sur. Y muy especialmente su
avance empresarial se produjo con el aislado Virreinato del
Perú. Unidos los dos reinos en una sola corona, los habitantes
de las Indias Orientales y Occidentales se beneficiaron
ampliamente. Unos por derechos navegables y comercio libre.
Otros por su posibilidad de apertura hacia el mundo exterior,
para salir del aislamiento continental al cual este virreinato
sudamericano estaba sometido desde su creación.
Los lusitanos llevaban dos generaciones asentados en tierras
de Extremo Oriente (y algunos de ellos hasta tres) con todas
sus increíbles vicisitudes. Su dificultad de adaptación a los
códigos hindúes -sus castas- o la dureza de la política china.
Pero más que nada, para empeorar su situación allí, viéronse
desbordados por una gran invasión mongólica (que China
recibía a diario como quien recibe un maná). Unido a ello
hallábase la xenofobia mongol contra el hombre blanco, lo
que los convertía siempre en víctimas propiciatorias.
Aventureros a ultranza como eran los portugueses de esos
siglos, ningún camino los amilanaba. Remontaban de
continuo los inmensos ríos de la China. comisionados por los
propios Mandarines ...Pero... ¡Guay!... los mongoles odiaban
desde los confines de Rusia hasta la China a cuanto hombre
de piel clara, ojos celestes y cabellos de oro, se atravesase
por su camino.
Resultaba para mal de ellos que los marinos portugueses
seleccionados por el príncipe Enrique el Navegante para
constituir su flota, eran precisamente del norte portugués o
sea la zona celta (la Galicia Portuguesa) y no habíale faltado
tampoco por el año mil, una invasión vikinga. Eran rubios,
muchas veces pelirrojos, pecosos y siempre ojos celestes que
heredarían sus descendientes. Todo permite creer que avance
mongol sobre China en siglo XVI coincidió con la presencia de
Felipe II como rey de Portugal. Fue así que numerosos
miembros de esta colectividad lusitana con sus familias
europeas, asolados por aquel hostigamiento xenofóbico de los
mongoles y cansados ya de sufrir con ellos, anhelaron abrirse
un nuevo camino en las Indias Occidentales españolas. Y
decidieron dejar atrás suyo a las difíciles Indias Orientales
adonde habían nacido (y habíanse enriquecido)... ¿Pero cómo
hacerlo?
II - Un Dragón Chino
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Lo primero era reconocer al monarca recién coronado de la
Casa de Austria, como su legítimo rey ...¡Y que les
creyeran!... Pues era sabido que los "bandeirantes"
portugueses de Brasil habían comenzado una guerra durísima
contra el rey Felipe. La tarea diplomática más dura que ellos
tenían por delante, debido a los acontecimientos del
momento, era convencer a los españoles de su adhesión. Pero
la diplomacia fue el arte sumo de los lusitanos, talento que
permitióles acceder a la confianza de chinos e hindúes sin
disparar una sola bala. Simplemente navegando y traficando.
Sin aprestos bélicos. Comerciando. Si embargo los sucesos
internacionales eran malos para ellos. Veámoslos.
El duque de Alba posesionado de Portugal como gobernador,
había creado dentro de este país casi una guerra civil (hecho
que repitió en Flandes). En Brasil los "bandeirantes"
disconformes con el nuevo rey, avanzaban sobre la selva
amazónica con sus famosos pendones multicolores al grito de
: "¡Aquí reinarás Portugal!" ...Y clavaban en tierra española su
bandera ante el asombro de los indios guaraníes, quemando
por cierto cuanto pueblo jesuítico encontraban a su paso.
Cientos de Misiones quedaron arrasadas. Y ése fue el
momento crucial que tocóles a estos portugueses
ultramarinos de Oriente, para llegar a la Sudamérica
española, por la costa del Pacífico... El instante elegido no
podía ser peor.
Llevaban un largo periplo de navegación con casi siglos a
cuestas, desde que partieran del castillo de Guimaraes (al que
muchos de ellos ni siquiera conocían pues eran indianos
orientales) cuando los despidiera al comienzo del siglo XV el
príncipe Enrique el Navegante. Aún no se había descubierto
América y el Reino de Granada era todavía poderoso Nunca
desde entonces habían retrocedido, ni vuelto por sus pasos.
Tampoco lo harían ahora. Estaban en alta mar y la costa
española de Filipinas parecióles, desde lejos muy poco
hospitalaria. O nada en absoluto. Con sus cañones vueltos
hacia los barcos, como esperando rechazar su llegada.
Sonó desde la costa un cañonazo de alerta. Dos. Pero el
almirante portugués era un hombre avezado que sabía
controlar la conducta humana. Había decidido dar una nueva
morada a sus hombres, quienes viajaban junto con él
llevando a todas sus familias. Entre ellos participaba de esta
empresa el cartógrafo lusitano Don Francisco Vásques de
Oporto, su mano derecha en este riesgoso viaje. Aquel era en
un éxodo voluntario de Oriente a Occidente y el almirante
estaba dispuesto a lograrlo. Llevaba muchos barcos en su
flota cargados de esperanzas, y ningún cañonazo iba a
amilanarlo...
¡Y encontró la solución!
Venían desde la China con su carga de sedas y biombos,
nácares y muebles decorados orientales, que ellos esperaban
trocar por otros productos. Habían comerciado largamente
para los Mandarines. Constituían una nación navegante en
marcha hacia otro destino... El cual por cierto, parecíales
ahora muy incierto debido a los cañonazos españoles. ¡Fue
entonces cuando el Almirante lusitano tuvo una idea genial!:
Dio orden de buscar a uno de esos biombos chinos que
llevaba en la carga de su bodega, forrado de seda y adornado
con un dragón que echaba chispas. ¡Un diseño de felino alado
y feroz! ...pero muy parecido a un león... al menos desde
lejos. Y dio entonces la orden de izarlo al mástil de la nave.
Desde la costa española filipina, los vigías estaban realmente
alarmados al ver aquella flota numerosa de barcos
portugueses y llamaron a sus jefes. El encargado del puerto
ordenó dar los dos cañonazos. ¡El tercero sería la guerra! La
que ya había en Portugal y en Brasil... Pero de improviso ante
sus ojos incrédulos, la enseña izada lo impactó con fuerza... Y
la miró detenidamente con sus anteojos largavistas. Todos
ellos fueron pasándoselos unos a otros. Dudando.
Sorprendidos.
--¡Sí! ... es un león.
--Un león algo extraño... pero es un león al fin de cuentas.
--Un León... El león de Castilla y León.
--Entonces son amigos... Sí, son amigos
--¡A dar vuelta los cañones!- orden que rápidamente se
cumplió
El león del Reino de León, el león hispánico por excelencia, el
de Castilla la Vieja, estaba allí frente a ellos. Algo cambiado.
Con luces, alas y fuegos, pero poco importaba ya. El mensaje
había llegado. Los portugueses estaban al fin en Filipinas,
frente a China conferenciando con el gobernador español. Y
nadie ya los reembarcaría de retorno. Con sus ornatos y su
mobiliario. Sus familias y su ostentosidad lusitana, dispuestos
a continuar exploraciones insólitas... Pero ahora con un
devenir muy diferente.
III – Marinos de Agua Dulce
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El gobernador de Filipinas los envió hacia el Virrey del Perú
con una carta de presentación sellada y firmada por él. La
flota lusitana escoltada por una nave insignia hispánica
arribaba poco después al puerto del Callao. Los navegantes
portugueses continuaron su periplo por el océano Pacífico
(luego de acomodar en tierra firme a sus familias) y
ampliaron su derrotero desde la costa peruana hasta la
chilena, beneficiando con el tráfico entre Sudamérica y
Oriente, a esta parte aislada del continente austral.
Cambiaron su circunstancia de vida haciendo posible la
sobrevivencia, en aquellos siglos, de la empresa colonizadora
sudamericana, agobiada hasta entonces por su aislamiento.
Aquellos marinos lusitanos que viajaron desde Extremo
Oriente hasta el Virreinato del Perú (protegidos por un dragón
chino que hizo las veces de león castellano), tuvieron
distintas y diversas oportunidades a partir de allí. Se les
sucedieron ofertas de arraigo por cuenta del Virrey y de la
Audiencia de Charcas. Entre ellas arribar como Encomenderos
a la gran Provincia del Tucumán en la frontera sur de este
virreinato, al apartado Tucumanao, zona entonces totalmente
virgen y precultural, que hoy pertenece a Argentina
(conformaba siete provincias actuales).
El cartógrafo lusitano Don Francisco Vázquez de Oporto,
hispanizaría su apellido agregándole Z para comenzar una
tarea especial para él, demarcar caminos de tierra entre el
Tucumán (en la apartada zona del Tucumanao cordobés) y el
Alto Perú donde tenía su asiento la Real Audiencia de Charcas
y la bellísima ciudad de Potosí. Sin embargo, él no iba a
olvidar sus orígenes y en los 40 años que realizó esta tarea
tuvo el privilegio de reencontrarse cada 3 años en el puerto
del Callao con su antigua flota... En esas ceremonias secretas
y casi místicas, de los marinos de antaño.
Su tarea sería recompensada (o pagada) con una Merced Real
en territorio cordobés, cuyo nombre se conocerría en los
siglos siguiente como Merced de los Vázquez (entre
departamentos de Río Segundo y Río Primero). Su
descendencia futura, hoy universitaria, iba a recordarlo como
un tiempo pretérito de grandes aventura por mares orientales
y exóticos países de ese imperio donde no se ponía el Sol.
Y anclaron así finalmente todos estos lusitanos de Alta Mar en
tierra firme, convertidos ahora en marinos de agua dulce,
súbditos de la casa de Austria donde Córdoba del Tucumán su
ciudad más austral, los recibiera con los brazos abiertos...
Luego de dos siglos y más, de peregrinaje por los océanos del
mundo.
Recordando con alegría a Enrique el Navegante, su mentor, y
con el dolor al joven Sebastián de Portugal siempre bello,
soñador e imprudente. Pero que dio sin saberlo un giro
completamente distinto a sus lejanos súbditos de ultramar.
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ARS LONGA VITA BREVIS
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