O.J.D.: 196824 E.G.M.: 846000 Tarifa: 2782 € Fecha: 04/06/2012 Sección: VIVIR Páginas: 6 6 LA VANGUARDIA H ace unas semanas, coincidiendo con el primer aniversario del 15-M, un numeroso grupo de personas se volvió a congregar en la Plaza Catalunya de Barcelona. Previendo esta nueva concentración y su repercusión mediática, los responsables de marketing de una conocida marca de gafas hicieron instalar una colosal lona publicitaria con la reproducción de una fotografía donde se puede ver como un chico y una chica (ambos con sus gafas de sol de rigor) se besan apasionadamente en medio de una violenta manifestación. La imagen, por supuesto, no es inocente y apela a los hechos que tuvieron lugar hace un año en ese mismo lugar. Es un ejemplo obscenamente gráfico de un fenómeno que no deja de acentuarse de forma preocupante: la sistemática apropiación y banalización de conceptos, ideas y hechos importantes por parte del lenguaje publicitario. Y es que, considerando la gravísima coyuntura social, marcada por una crisis económica que sigue agravándose, la apropiación y reducción iconográfica del males- VIVIR Publicidad en tiempos de crisis tar social para vender gafas de marca (o cualquier otro producto) sólo puede interpretarse como una burla impúdica y de muy mal gusto que pone de manifiesto el actual orden de las cosas. Otro caso flagrante de publicidad inoportuna (aunque tal vez sería más exacto calificarla de indecentemente oportunista) es la que utilizan algunos bancos. Después de haber jugado un papel clave en la gestación de la actual crisis, sus anuncios los presentan como unas entidades modélicas y bondadosas, en perfecta sintonía con los deseos y las necesidades de la sociedad. Hablan de futuro, de confianza, de seguridad, de solidez... conceptos que, tal como demuestran los graves acontecimientos de los últimos días, no son de ninguna manera aplicables a muchas de estas entidades financieras (algunas ni siquiera saben cuál será su futuro más inmediato...). En resumen: la publicidad se articula demasiado a menudo a través de una tergiversación del lenguaje y la opinión pública, convirtiéndose así en una vejación que sólo puede producir un profundo y comprensible malestar. Hemos dicho muchas veces que la publicidad es un arte y aún lo creemos así. Pero es imprescindible que se haga desde la inteligencia, la coherencia y, sobre todo, el respeto por el destinatario. Por el contrario, parecería que, últimamente, un buen número de profesionales de la creatividad publicitaria han perdido los mínimos deontológicos imprescindibles. FOMENT DE LES ARTS I DEL DISSENY www.fad.cat Marina d’Or entra en liza por quedarse Eurovegas El proyecto tiene el apoyo del más de 18 millones de metros cuadrados en Castellón para urbanizar que sufren las consecuencias