el regreso de una muerte violenta

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EL REGRESO DE UNA MUERTE VIOLENTA
Por James S. Perkins *
Tomado del libro Experiencing Reincarnation, por James Perkins.
©1977 The Theosophical Publishing House.
El cielo del mediodía estaba brillante aquel día de marzo de 1948, cuando
caminaba por una carretera campestre, no lejos de la ciudad de Chicago. Soplaban
frías ráfagas de viento y me había levantado el borde del abrigo para cubrirme las
orejas. La amplia carretera estaba bien construida, y a esta hora en particular había
poco tráfico. Yo caminaba, no obstante, cuidadosamente por la yerba al borde de la
carretera yendo contrario al tráfico.
Acababa de regresar de un agotador
viaje como conferencista que inicié en
1947, durante el cual visité Inglaterra,
Europa, y el sub-continente de la India,
incluyendo el recién nacido Pakistán.
Disfrutaba de un momento desusual y
poco frecuente de poder estar solo,
contemplando apaciblemente la belleza
que me rodeaba. En el sitio donde
residía, nadie sabía que yo había salido a
caminar y que me había ausentado del
edificio. Sintiéndome seguro de que
nada me perturbaría en esos momentos,
estaba enfrascado por completo en un
plácido estado de meditación.
James S. Perkins
Sin Previo Aviso
Entretanto, a lo lejos en la carretera, enteramente desconocido por mí, un
automóvil se me acercaba velozmente por detrás. El chofer se había quedado dormido
en el timón, como admitió más tarde y como revelaron las marcas de las ruedas en la
superficie húmeda de la carretera. Parecerá increíble que yo no escuchara
absolutamente nada y que desconociera que el vehículo se me acercaba, pero el ruido
del viento soplando sobre el cuello de mi abrigo junto con mi seguridad y confianza de
que no había tráfico que viniese por detrás, así como el estar absorto en otros niveles
*
James S. Perkins fue Presidente de la Sociedad Teosófica en América, de 1945 a 1960.
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El Regreso de una Muerte Violenta
de conciencia, podrían explicar la falta de atención. A medida que el auto se
aproximaba, iba surcando la carretera de un lado al otro por detrás de mí, hacia el lado
por donde yo iba caminando. Súbitamente, sin aviso de ninguna clase, el vehículo me
atropelló con tremendo impacto, fracturándome los huesos de las piernas y
lanzándome hacia atrás, encima del radiador. La parte de atrás de mi cabeza golpeó el
carro con un estruendo tan fuerte, que el chofer se despertó asustado (como supe
luego), e instintivamente volteó el timón para colocar de nuevo el vehículo en la
carretera. Esta súbita maniobra del chofer catapultó mi cuerpo hacia el pavimento de
la carretera, donde caí golpeándolo con la frente y la cara.
La Muerte en Meditación
Después de semejante impacto, y a juzgar por todas las apariencias, seguramente
estaba muerto. Ciertamente, mi cuerpo había sido lanzado de la forma más violenta.
Alguien en la vecindad oyó el ruido y el rechinar de las ruedas, y llamó a la policía.
Una ambulancia llevó mi cuerpo para el hospital, donde permanecí inconsciente
durante cinco días. El asunto era si viviría o no. En lo que a mí respecta, yo había
experimentado completamente la muerte de mi cuerpo. Pero lo interesante en estos
momentos no era mi cuerpo, sino mi estado de conciencia. No experimenté un período
de oscuridad, de lo cual estaba consciente. No había en mí miedo, ni horror, ni dolor,
ni esa parálisis que causa la visión del desastre final. La asombrosa verdad es que la
corriente de mi conciencia, que se hallaba en plena meditación en el momento del
impacto, ¡no se vio interrumpida en lo absoluto! Cuanto le ocurrió al cuerpo físico
sucedió sin que la atención estuviese puesta en él. Mi conciencia se mantenía en las
regiones abstractas, donde había entrado mientras caminaba tranquilamente por el
borde de la carretera antes del accidente. La continuidad de mi proceso mental no se
rompió durante, ni después, del violento cambio en mi condición física. Esta
experiencia, me parece, tiene un desusual significado en relación con la importancia
del estado de la mente justamente antes de y durante el momento de la muerte.
Hay muchos casos de personas que “experimentan la muerte”, que recuerdan la
naturaleza de sus últimos momentos. Algunas incluso han traído consigo recuerdos de
lo que la vida parecía ser al otro lado. Pero creo que la experiencia que yo estoy
describiendo es única, porque el espantoso suceso tuvo lugar cuando yo estaba en
estado de meditación. Nada me conturbó ni me causó ansiedad alguna, porque no
hubo factores de advertencia. Lo que siguió después sugiere que se nos ofrece una
extraordinaria oportunidad en el momento de la muerte, para tener un enfoque
inteligente de esa experiencia.
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El Regreso de una Muerte Violenta
Uno con Todos y en Soledad
Gradualmente, me fui dando cuenta de que había habido un cambio, pero parecía
algo de pequeña importancia, como si mi abrigo se me hubiese caído al suelo mientras
estaba enfrascado y absorto en alguna preocupación. Lo importante era la expansión
de la conciencia que me abría a horizontes más vastos, nunca antes experimentados.
Sin duda, la expansión fue abrumadora. Parecía súbitamente estar directamente
relacionado con toda la existencia, completamente desprovisto de un sentido de
espacio y tiempo. La conciencia se enfocaba en una Fuente de Vida de la cual
irradiaban fuerzas que fluían hacia todo, como la proyección cósmica del universo que
incesantemente tiene lugar a alta velocidad, y todo participaba de esa acción. Todo
esto está velado en un profundo misterio, experimentado como un cierto estado de
conciencia, más que algo que me mostraran o revelaran. No era como en un sueño —
no disociado de mi sistema o yo personal, sino identificado con él. Yo simplemente
estaba allí, firmemente concentrado en lo que debe considerarse como un “Yo de
Todos”, porque estaba conscientemente dentro del cuerpo del Todo. ¡Tal parecía que
no había necesidad de una forma individual o un cuerpo! Este estado del ser continuó
durante los primeros cinco días que el cuerpo físico y el cerebro estuvieron
inmovilizados e inertes. “Yo” permanecía conscientemente vivo, libre, y felizmente
orientado como he descrito.
El vínculo con mi cuerpo físico no se había cortado por completo. Hallé que podía
regresar al plano físico parcialmente, si lo necesitaba. Lo hice en algunas ocasiones, y
le dí mensajes a través de mi cuerpo a la enfermera que estaba presente en ese
momento. Aparentemente, el cerebro estaba usable hasta cierto punto, pero desde otro
punto moraba enteramente aparte de él. Cuando lo utilizaba, la conciencia
inmediatamente se retiraba hacia el plano interno, donde parecía residir ahora.
Durante los cinco días que estuve localizado de esa manera, me mantenía en esa
imperturbable contemplación de la trascendencia previamente descrita, una conciencia
de lo que acontecía en mí, en cierto modo. Se caractarizaba por una unión radiante y
beatífica, no era como si estuviera en alguna condición de aislamiento o de
desapegada inspección intelectual. La unión con el Todo parece ser inmune a
cualquier estorbo. Si no fuera por esta consciencia de la unidad, de la auto-identidad
con el Todo, yo habría experimentado una enorme soledad. Podría haberme
preguntado: ¿Dónde están todas las personas?, ¿No había otras personas alrededor?
Pero la característica central de la experiencia era la identificación con toda la vida, sin
la necesidad de diferencias graduales de personas, formas y objetos.
El Vacío Potencial
De esta contemplación nació una conciencia de mis propias limitaciones. La
trascendencia que parecía estar experimentando no dejó afuera la percepción de las
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El Regreso de una Muerte Violenta
asombrosas regiones de vacío en la conciencia humana. Este era el vacío que yo ahora
percibía. Los niveles de vacío en mí se debían a que yo no había alcanzado aún la
plenitud del desarrollo en esas áreas. Claramente comprendí que el despertamiento y
la plenitud en esos niveles requerirían un futuro crecimiento evolutivo a través de
muchas relaciones con las cuales aún tenía que identificarme. Esas relaciones y
situaciones finalmente sacarían a la luz todo el potencial de amor, sabiduría y poder
que hay que desarrollar. ¡Cuán preciosas se convierten entonces todas las relaciones en
la vida, con la familia, con los parientes, con los amigos, y con los extraños, con los
conocidos, con los socios de negocio, con las instituciones y los deberes, con todas las
personas que tienen una amable disposición, y también con las personas difíciles.
Cada situación de la vida evoca algún aspecto adicional de nuestra naturaleza, alguna
nueva profundidad en nuestra capacidad personal para poder comprender y actuar
creativamente.
Un Ansia de Renovada Limitación
A medida que la comprensión de estas cosas iba siendo más clara, una urgencia
renacía en mí –una sed de renovar la experiencia de sentir, como si tuviese algo
pendiente que resolver, poderes no desarrollados que requerían atención en la gran
escuela del mundo físico. La urgencia de retornar a la experiencia transitoria me trajo
inexorablemente de vuelta a la forma física. El movimiento hacia abajo fue
definitivamente una acción del “aquí” y “ahora”. La conciencia se orientó hacia la
necesidad de limitación en los mundos inferiores —la necesidad de fronteras con las
que uno pueda lidiar— para un confinamiento dentro del cual uno pueda ver, sentir y
conocer objetivamente. Un nuevo recién nacido tiene las fronteras de su cuna. La
limitación del medio estimula el reconocimiento, la comprensión, y evoca una
respuesta. Las paredes de la limitación del adulto son el mundo entero y más allá.
Hasta el Logos Solar puede crear solamente dentro de un cierto marco de limitación.
La limitación es inevitable, porque el crecimiento ordenado no puede tener lugar sin
ésta.
La Reentrada a la Vida Terrena
Ya no podía resistir más el impulso de la marea que me llevaba de retorno a las
limitaciones de la vida física, como mismo ocurriría con una hoja flotando sobre
cataratas del Niágara. La experiencia era esencialmente la de una reencarnación en
miniatura, un descenso a través de los niveles mental y astral que había llegado hasta
los velos de la conciencia etérica —los portales a través de los cuales uno pasa hacia la
forma física. Aquí experimenté las aguas de Lethe, o el velo de Nepanto, el olvido que
corta el flujo de la conciencia interna a la conciencia del cerebro. Atravesé por él,
deslizándome hacia una completa y agonizante conciencia de la condición de mi
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cuerpo físico. El pasaje hacia el conocimiento del cerebro y el cuerpo fue un golpe
espantoso. La experiencia de la reentrada consciente fue como si una gruesa capa de
niebla cayera súbitamente sobre mi sistema completo de información, nublando la
comunicación de las líneas internas y externas. Para mí, se habían borrado los
horizontes infinitos que se me habían abierto.
Tras reanudar la vida potencial, mi primera y más notable impresión fue el
completo sometimiento al que el cuerpo queda sujeto en su confinamiento físico.
Quedamos verdaderamente atados por la conciencia del cerebro, con todos sus valores
fundamentales distorsionados. Sólo con el mayor esfuerzo podemos despertar un
interés en seguir las líneas normales de la actividad mundana. Con desgano,
emprendí de nuevo la existencia en la forma física, sabiendo ahora de las realidades
que yacen más allá del engañoso velo de la materialidad —conociendo que “Yo” no
soy ciertamente mi cuerpo físico. Nunca más podré estar completamente engañado
por la convicción de que la vida física es lo único que existe para mí, ni para nadie
más.
Libre de la Ficción de la Muerte
Mi actitud respecto de la muerte cambió para siempre. El último destino del
cuerpo físico no podía ser una temerosa preocupación. Estaba consciente de una
nueva libertad, de una cierta liberación del dominio del cuerpo físico sobre la mente y
el alma. Tenía experiencia de primera mano de que la conciencia egoica expandida,
que yace fuera de las barreras físicas, es mi Yo real. En esas regiones más allá del
cuerpo y de la mente, se conocen la liberación final y la beatitud. Ahora veía que la
completa fabricación de los temores en torno a la muerte es un engaño ficticio que se
propaga y sostiene debido a la ignorancia del hombre.
Un aspecto de esta experiencia sigue estando conmigo: el notable hecho de que
alguna parte de mi conciencia se mantiene orientada hacia esa exaltada región y
continúa proporcionando una senda mística para la exploración interna. Me sigue
recordando el desafío de esas áreas vacías aún pendientes de desarrollo. Esa extraña
facultad de ir allí y estar aquí, continúa siendo un recurso para alcanzar esos destellos
intuitivos en mi horizonte de conocimiento.
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