Maurice Rostand

Anuncio
Maurice Rostand
(26 de mayo de 1891 – 22 de febrero 1968)
Maurice Rostand nació de la unión de dos poetas, Edmond Rostand y
Rosemonde Gérard. Vino al mundo el 26 de mayo de 1891 en París y vive sus primeros
años en la calle Fortuny, en el apartamento donde su padre escribiera Cyrano de
Bergerac. El fuerte vínculo que siente Maurice hacia su madre se manifiesta desde la
infancia 1. En su autobiografía “Confession d’un demi-siècle" (Confesiones de medio
siglo), nos cuenta una anécdota donde siente miedo de perderla: cuando niño, si su
madre salía a la ciudad, le amarraba un hilo al dedo y sentía la presencia de ella a
través de la tensión del mismo (no se daría cuenta hasta mucho más tarde que ella
amarraba el hilo a un objeto de la casa para mantener la ilusión de su presencia). Este
“amor único” –como él mismo describe en su autobiografía– que siente por su madre
puede explicarse a través de la falta de atención paterna. Siempre insatisfecho,
ensimismado en su trabajo, Edmond Rostand consagra muy poco tiempo a sus hijos, lo
cual lamentarán Maurice y su hermano Jean, menor por tres años 2. La familia se instala
en Cambo-les-Bains, donde el autor de Cyrano construye su Villa Arnaga, que consigue
terminar para 1906.
Desde muy joven, Maurice se interesa en la poesía. Dice discernir su destino de
“niño-poeta”, así como de dramaturgo desde los cinco años gracias a Sarah Bernhardt a
quien vio interpretar La Dama de las Camelias y que lo dejó impresionado. Maurice
comienza a escribir a partir de los siete años y gana el primer lugar de un concurso 3 a
los doce. Hacia 1908, comienza a escribir con su madre, quien descubre desde el
principio la vocación de su hijo, la obra Un Bon Petit Diable. Se despierta a la belleza de
la poesía ante los ojos de sus tutores, quienes le hacen descubrir a Renan,
Shakespeare, Byron y Shelley. Maurice compone poemas acerca de la “maravilla de la
vida, el milagro de existir 4”, la exaltación de la juventud que será agrupado en una
antología publicada en 1909 gracias a Fasquelle, el editor familiar de los Rostand. Al
contrario de Rosemonde, Edmond nunca alentó a su hijo a escribir. Siempre es difícil,
para el hijo de un escritor, de hacerse un nombre y gloria como los de su padre, por
quien siempre sintió una gran admiración, lo cual pesó toda la vida sobre los hombros
de Maurice:
“El coraje que hace falta, hombre como veis
para ser vuestro hijo, y nada más que eso.” 5
La fama de Edmond Rostand es deslumbrante para el hijo mayor, cuya vida, al
igual que la de su familia, era registrada en los diarios. Maurice lamentará más tarde en
su vida, la frivolidad despreocupada de sus veinte años, la extravagancia de sus trajes,
ya que su imagen negativa, difundida por la prensa, quedará fijada al resto de su vida.
1
“Esta gran ternura que siento por ella desde mi infancia es quizás lo mejor que hay en mí, lo cual ha inspirado
mis acciones más desinteresadas, las cuales defenderán lo mejor para los demás, ante los ojos de un juez
invisible”, Escribe Maurice en “Confession d’un demi- siècle”
2
“¡Mi padre! Por más lejos que me inmersa en mis recuerdos, aunque lo encuentre, es su trabajo lo que siempre
veo. […] comprendimos, mi hermano y yo, que ella [su obra] era lo suficientemente importante para inspirar
silencio en nuestros juegos de niños. Algunos niños jugaban frente al mar, nosotros jugábamos frente a su
trabajo.” escribe Maurice en “Confession d’un demi-siècle”.
3
Concurso de poesía organizado por Les Annales.
4
Maurice Rostand, conferencia sobre la poesía de su juventud.
5
Maurice Rostand, La Gloire.
“¡Claro que sí! Sin duda tuve ciertas extravagancias, mis cabellos largos, una coquetería
que no era un crimen! escribió más tarde en su autobiografía.
Maurice se deja seducir por la vida mundana de París, la cual descubre en uno
de los viajes a la capital con su madre en 1906, y que reencontrará casi cada año en
viajes donde venía toda la familia o a veces solamente Rosemonde Gérard. Su
adolescencia, siempre llena de poesía, alternará entre la vida parisina y la del País
Vasco, mucho más calmada, aunque él intentase a menudo encontrar en Biarritz la
mundanería de París. Mauricio acude a los estrenos, participa en las cenas, frecuenta
las ferias, a menudo acompañado por su amigo Jean Cocteau. Animados por el mismo
interés en la literatura, los dos jóvenes se relacionarían rápidamente desde que se
encontrasen en el proyecto de lanzamiento de la revista Schéhérazade en 1909. Cuatro
años más tarde, da comienzo la amistad entre Maurice y Marcel Proust 6, ambos amigos
de Jean Cocteau. El primogénito de Edmond Rostand es uno de los primeros en percibir
todo el genio de Proust, quien le leyó sus trabajos, de él viene la idea del título “Du côté
de chez Swann” 7 (en español: Por el Camino de Swann). Maurice no deja de escribir
poemas e inclusive encuentra el orgullo de ve muchos de ellos publicados en las
primeras planas de Le Figaro, renombrado diario francés. En 1911, organiza el estreno
de su obra “Un Bon Petit Diable” (Un pequeño diablillo) la cual es bien recibida por la
crítica pero no alcanza las treinta actuaciones. Dos años más tarde, agrupará sus
poemas para publicar “Le Page de la Vie” 8 (La Página de la Vida).
El hijo de Edmond Rostand transcribe en “Le Cercueil de Cristal” (El Sarcófago
de Cristal) las fuertes emociones causadas en él a la muerte de Jean Jaurès, figura del
ideal de Paz que se afirmaba en él. Maurice y Jean, exonerados de la guerra por
razones de salud, no se movilizan durante la Gran Guerra, lo cual hiere los sentimientos
de su padre, quien era un gran patriota. Deciden entonces buscar la forma de enlistarse,
y el autor de “Le Page de la Vie” se hace enfermero en un hospital de París. Entre tanto,
las tensiones persisten en la relación entre Maurice Rostand y su padre 9.En una
ocasión, encontrándose en permiso, Maurice conoce a Pierre Le Neuthiec, con quien
entabla una fuerte amistad 10. Desmovilizado por causa de una infección, parte a Biarritz,
después de lo cual llevaría a Pierre Le Neuthiec a conocer Arnaga. Ambos hombres
volverán a visitar Cambo en 1919 y 1920.
6
Proust escribe “Mi libro era ya amigo suyo, antes que yo sea el vuestro, puesto que la misma admiración por
Maurice Rostand nos unía. Todo lo que le debo es tan innombrable como inestimable” a Sacha Bernard quien,
motivada por un artículo muy halagador hacia Maurice Rostand, lee Du Côté de chez Swann.
7
Maurice propone a Proust, quien buscaba un título para su obra, que utilice la fórmula, inspirada en el hablar
cotidiano del campo: “Aller du côté de chez Swann” podría traducirse por “Ir por el lado de la casa de Swann”,
cuando en realidad quiere expresar “Ponerse en el lugar de Swann”.
8
Maurice dirá en su autobiografía comenzada en 1945 que muchos de los poemas en su antología le eran aún
válidos.
9
Maurice Rostand evoca en su autobiografía los malentendidos que existen entre ellos durante la guerra.
Edmond Rostand escribe a su esposa que se halla en París con Maurice (cuyo sobrenombre es “Tis”), en 1906:
“Besa de mi parte a Tis –prefiero llamarlo así, ya que me da la impresión de hacerlo más pequeño, y verlo sin
pólvora ni rojo– cuánto lo amo, muy violentamente. Yo sé qué esperar de él: lo que él querrá dar de sí y nada
más; lo cual puede ser inmenso como puede ser muy poco. Pero nada hará falta para obtener más. Comienzo a
comprender su carácter, en el cual ni razonamiento ni piedad alguna influencian, a las almas que no hacen más
que de ellas mismas”.
10
Maurice Rostand cuenta de su amistad con Pierre Le Neuthiec en su autobiografía: “Él es de esos amigos,
como las casas, como los países: hacen bien o hacen mal. […] Yo diría además: “Ser poeta es depender de todo,
de un encuentro, de una amistad, del color de una tela, de las flores de u jardín, de una mirada que se cruza con
la tuya”.”
Aunque Maurice no lo diga explícitamente en su autobiografía –donde no habla
sobre su homosexualidad– él muestra desde 1917 un “gran amor” por Pierre Le
Neuthiec, con quien mantendrá una relación que parece durar una decena de años pero
que terminará por convertirse en nada más que un gran afecto 11.
El autor de “Le Page de la Vie” no permitió que la guerra interrumpa su labor de
escritor, ya que firma múltiples obras entre las cuales tenemos “Le Ballet des Sirènes”
(El ballet de las sirenas), “La Sonate de l’Ange” (La Sonata del Ángel), “La Messe de
cinq heures” (La Misa de Cinco Horas), “Le Moyen d’être aimé” (El Medio de ser
Amado), y se instala en París para organizar las representaciones en teatro de su
Casanova. La muerte de su padre, causada por la gripe española, es fuente de gran
tristeza para Maurice: “La fecha de hoy, 2 de diciembre de 1918, quedará grabada por
siempre en mi alma, en mis memorias. Mi padre fallece tan joven, cuando quedaba entre
nosotros un malentendido nunca disipado. […] Cada poeta tiene un drama personal: el
de Musset fue el drama de Venecia. El mío fue quizás ese del padre ilustre fallecido tan
pronto cuya sombra me exaltaba y me aplastaba a la vez. ¡Tan solo estrofas
desesperadas dedicaba yo a ese gran fantasma! Pero siempre la nada fue la respuesta
que venía a mí como un Leitmotiv. En su tumba, murmuraba:
“Adiós, fuente de mi juventud,
Hoguera donde mi corazón ardía
Henos aquí, separados sin cesar,
Ya que “Adiós” significa “Hasta nunca”. 12”
La partida de su padre conlleva a un cambio profundo en la obra de Maurice; su
poesía se hace más grave, más dolorosa, se vuelve hacia la muerte y hacia Dios 13.
Le Cercueil de Cristal, que cuenta las relaciones conflictivas entre un hijo pacifista
y su padre hasta el deceso de este último, es en gran parte autobiográfica. Él redacta
dos novelas más: “Le Pilori” (La Picota), publicada en 1921, y “L’Homme que j’ai Tué” (El
Hombre que maté), obra pacifista que encuentra gran repercusión. La literatura se
convierte en un escape para su dolor, se siente acercase a Edmond Rostand, quien lo
inspira “Después del deceso de mi padre, me apegué a dos cosas: mi amor por mi
madre y mi trabajo” escribe en su autobiografía. Rosemonde Rostand y su hijo mayor se
instalan efectivamente, juntos en un apartamento parisino en la Plaza de la Estrella
Ambos entablan una amistad muy cercana con Sarah Bernhardt, quien a menudo
los invita a cenar. A pedido de ella, Maurice escribe “La Gloire” (La Gloria), que la actriz
lleva a escena en 1921 y que será su última parición en el teatro francés. Maurice que
ama la poesía “del corazón”, las “obras de alma”, según sus palabras, siente una mayor
preferencia por “La Gloire” que por sus otros escritos. “¡Este drama lo escribí con el
drama de mi juventud! El joven Clarence que yo despeinaba, sus angustias, su
11
Maurice Rostand, Confession d’un demi-siècle, p. 291.
Maurice Rostand, Confession d’un demi-siècle.
13
“¿Quién era yo en 1918, cuando mi padre falleció? un niño desequilibrado cuya vida no era quizás digna del
apellido que llevaba: había escrito algunos versos, intenté el teatro y había sin duda en Le Page de la Vie de qué
permitir a Rostand, en su indulgencia paternal de creerme talentoso Y, bruscamente, con La Gloire, cambio de
registro: mi lado grave se apodera de mi obra; si leemos con cuidado “Le Cercueil de Cristal”, “La Gloire” y
ciertos otros poemas, es imposible no percibir un ser nuevo, ¡un poeta diferente de aquel que escribía mis
primeros poemas!” Relata Maurice en Confession d’un demi-siècle.
12
impaciente inquietud, ¡yo mismo las viví antes de escribirlas!” escribe en su
autobiografía.
La obra fue un gran éxito pero Maurice, que sufría la falta de reconocimiento
paterno, lamenta que su talento se revele únicamente después de la muerte de Edmond
Rostand; lo cual expresa en un poema escrito en la noche de La Gloire:
“Es en el fondo de tu corazón que yo quería,
quizás ser grande, ser bello, merecer tu mirada,
- Todo lo que obtengo ya no tiene razón de ser.
- Más vale tarde que nunca.
Qué me importa a mí lo que los demás creerán,
Qué me importa un instante que llega muy tarde,
¡Qué me importa un éxito! ¡Qué me importa la Gloria!
¡Tú no me conociste!"
En 1922 en Lisieux, Maurice pone fin a su falta de fe al asegurar ver a Santa
Teresa en la ceremonia funeraria de una santa normanda a la cual asiste
aleatoriamente. Su fe en Dios toma un lugar importante en su obra como en su vida,
aunque no sea muy practicante ya que ella le da “esperanza” pues la muerte no es una
separación definitiva 14. Él cuenta su retorno a Dios en el prefacio de “L’Ange du Suicide”
(El ángel del suicidio), editado en 1925, luego redacta “La Vie amoureuse de Casanova”
(La Vida amorosa de Casanova) y dos años más tarde publica otra novela “Le Second
Werther” (El segundo Werther). Igualmente, continúa escribiendo poemas, en los cuales
pone mucho de sí mismo y que juntará en dos antologías que son de su especial
agrado: “Les Insomnies” (1923) y “Morbidezza” (1928).
El teatro continúa siendo el arte en el cual Maurice ubica la mayoría de su
producción pero que le dan “ciertas desilusiones personales” ya que algunas de sus
obras (Le Phénix, Le Masque de Fer, Le Secret du Sphinx, L’Archange, La Nuit des
Amants, La Déserteuse) casi no tienen éxito hasta “Napoléon IV”, presentado en
l’Ambigu y La Porte Saint-Martin en 1928, que son bien recibidos por el público.
Después de “Le dernier Tzar”, el hijo mayor de Edmond Rostand adapta al teatro su
novela “L’Homme que j’ai Tué”, representado en 1930 en Mathurins y después en el
mundo entero, ya que esta obra pacifista encuentra un gran éxito 15. El narrador, un
soldado francés mató en la guerra a un soldado alemán y, no pudiendo soportar su
propio acto criminal que nadie reprocha, toma la decisión de suicidarse, después de
visitar a la familia del difunto. Se trata en realidad de un suicidio moral ya que el narrador
toma el lugar del soldado alemán –quien llegará inclusive a casarse con su prometida–
14
“¡Esta fe que os da la idea de supervivencia al lado de la cual se apagan todas las supervivencias de orgullo!
¡Ah! aquella, aquella, yo la puedo oponer a todo, blandirla por encima de todo, construirme con ella una
armadura en diamante y acero.
Aquella como la del recuerdo de Musset, ¡Se la llevo a Dios porque es Dios en sí misma! Y por causa de
aquella, a pesar de todo lo que me pueda pasar, me siento más joven en esta declaración de guerra que en
aquella otra, donde bordeando mis veinte años, no creía en nada, y donde todo aquellos que iban a morir me
parecían condenados a una muerte definitiva… […] sentiremos que lo más importante no fue tanto ser felices, o
tristes, vencido o vencedor, famoso o desconocido, sino de haberse sentido perfilar sobre su destino humano, la
hipótesis sublime de Dios”, en su autobiografía “Confession d’un demi-siècle” p. 341.
15
La obra es adaptada al cine por Ernest Lubitsch, quien conserva el título original en francés “L’Homme que j’ai
Tué”, y en 1932 la Comedia francesa retoma la obra tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
como Maurice cuenta en “L’Homme que j’ai Fait Naître” (El hombre que Hice Nacer),
novela publicada en 1931.
Escribe, a continuación, “M. de Létorière”, “Le Général Boulanger” (El General
pastelero), "La Fin du Monde" (El Fin del Mundo) y "Une Jeune Fille Espagnole" (Una
jovencita Española), pero habría que esperar hasta “Le Procès d’Oscar Wilde” (El
Proceso de Oscar Wilde), éxito de 1935 para que el escritor se sienta plenamente
satisfecho de una de sus obras, desde “La Gloire” y con excepción de “L’Homme que j’ai
Tué”. El pacifismo de Maurice, que denuncia el “crimen universal” que es la guerra 16, se
expresa igualmente en “Europa” (1936) en la antología de poemas “Il ne Faut Plus
Jamais” (1938) y en “Les marchands de canons" (Los comerciantes de cañones), obra
prohibida luego de algunas representaciones en 1933 por entrometerse con la industria
del armamento, cuyas prácticas denuncia en dicha obra. Así, en el contexto de una
próxima guerra y el aumento de patriotismo, el deseo de paz era mal visto por algunas
personas y la publicación de obras pacifistas era arriesgada.
Maurice es descrito por sus amigos cercanos como un hombre generoso. Él
mismo comenta en una entrevista para la revista Revue des visages, que aún siendo
crítico de arte dramático para el diario La Soir, no es capaz de “vapulear la obra de un
amigo, aunque lo merezca”. A principios de los años 1930, Maurice forma parte durante
tres años, de la Commission de la Société des Auteurs. En 1931, Maurice dice tener un
nuevo amor 17, pero se reserva el nombre. Proclama su homosexualidad, la cual muestra
con una imagen de elegancia bastante prolija, considerada como afeminada por algunas
personas 18. Defiende el amor homosexual en su novela "La Femme qui était en lui" (La
mujer que estaba en él), publicada en 1933 que presenta el trágico y triste amor, por ser
negado, existente entre el narrador y Emmanuel: “Todo aquello de mí que fue lo más
bello y lo más puro le ha amado y no me arrepiento, al contrario, Emmanuel, estoy
orgulloso. […] solamente a usted he amado naturalmente y mi único pesar es que no
hayamos tenido la fuerza moral, el uno y el otro, ¡para obedecer a este amor!... ¿Qué es
el sexo, Emmanuel, las fronteras, la distancia, la edad?... […] Lo importante, Emmanuel,
16
Él utiliza la expresión “crimen universal” en su poema “Il ne faut plus jamais” y en una de sus conferencias
escribe: “Nosotros solo queríamos amar; […] tomábamos nuestra juventud por nuestro provenir: nada nos
había acostumbrado a esta brusca, a esta inolvidable hecatombe, y a que este gran matadero humano se
instale durante cuatro años en Europa: y de un instante al otro fue así. De golpe, una mañana un afiche blanco,
ilustrado con cuatro banderas invita al mundo a morir y nos despierta de nuestra juventud, como si tan solo
hubiese esta sido un sueño. Unos partirán para hacerse matar. Otros se quedarán para llorarlos pero no había
más, en verdad, un solo corazón joven en toda la sangrante extensión de Francia. En verdad nadie continuó
siendo joven desde ese día. Y es cierto que los primeros en lamentarse, aquellos entre nosotros que
permanecerán de luto, son esos dos millones de jóvenes más importantes que ninguna provincia quienes,
bruscamente, bajo una orden monstruosa, por intereses que ignoraban, causado por turbios políticos, fueron a
tropezar en sus tumbas, maravillosa y palpitante muchedumbre por quienes todo porvenir es posible, joven
biblioteca humana llena de jefes vestidos de blanco, corredores divinos que no pudieron correr su carrera, ¡para
poder llevar hasta el final su elegante flama!... Cierto, ¡Aquellos que quedarán de luto son ellos! Pero nosotros
mismos hemos visto desaparecer entre esos millones de tumbas imprevistas, en esta inmensa peste juvenil,
¡toda nuestra juventud y nuestra alegría! [...] El día que la guerra estalló, yo tenía veinte años. Al día siguiente,
me había convertido en un anciano. Cuando el tren humano había terminado de atravesar este monstruoso
tunel, ya había yo perdido toda esperanza, toda la credibilidad maravillosa que mi entusiasmo entregaba a la
humanidad, al futuro, ¡a la vida! […] Esta guerra fue el gran fracaso del amor, de la inteligencia, del ensueño.
Ella le dejó nuevamente abierta la puerta a la Barbarie”.
17
Maurice Rostand, Confession d’un demi-siècle, p. 291.
18
Maurice se maquillaba (sombras, labial) y el etnólogo Renaud Camus evoca en sus Notes Archiennes: “Un
personaje ultra-amanerado que se parecía a Maurice Rostand, rizos amaestrados, fumador de cigarrillos,
abrigo bien entallado, rase-pet de talla minúscula hecho de pelliza.” p. 25.
no es tanto que las convenciones humanas sean respetadas, sino el hecho perentorio
que estemos seguros que él era el ser que hemos amado… Y ahora Emmanuel, en este
supremo minuto, yo sé que ese ser era usted, ¡y yo sé que usted debió tener el coraje
de amar a la mujer que había en mí! 19”
Maurice y su madre, cercanos desde siempre 20, salen a menudo juntos al mundo:
frecuentan los teatros, asisten a las cenas… Debido a sus restricciones financieras,
deben dejar el apartamento que el escritor amaba tanto, pero se quedan en el mismo
barrio, en la Plaza de la Estrella. El amor que Maurice sentía por su madre era
demasiado fuerte para que desaparezca con ella, a su deceso en 1953.
“Se les veía siempre juntos como dos aves en la misma percha. Es posible que
Maurice muriese con esta muerte. Lucien Daudet –Nel Boudot-Lamotte– Maurice. Su
luto es aquel de los viudos. No había nunca cortado su cordón umbilical […]. Para el
fiero corazón de Maurice yo daría intelectos. No soportó la muerte de su madre. Esta
ahora agonizante en una clínica” escribiría Jean Cocteau luego de la muerte de
Rosemonde Gérard 21.
Sufriendo hasta el fin de sus días de neurastenia, estado de cansancio extremo
debido a una fuerte depresión, Maurice no escribe más y se aleja de los que lo
rodeaban. Su hermano Jean, que consideraba con su madre, como las personas más
importantes en su vida 22, lo recibe entonces en Ville-d’Arvay donde vive con su esposa,
André Mante. Maurice Rostand decede un 22 de febrero de 1968 a la edad de setenta y
siete años. En su entierro dos días después, en la iglesia de Notre-Dame-de-Grâce de
Passy en París, Hélène Séguin, de la Société des Poètes français, lee dos de sus
poemas. Luego Jean Sarment, de la Société des Auteurs, y el actor Maurice Escande
hacen elogio de su vida y obras.
19
Maurice Rostand, La Femme qui était en lui. p. 224.
De la misma forma que dedica versos a su padre, Maurice escribe poemas para Rosemonde Gérard: Les
Lauriers et ma mère, publicado en Le Page de la Vie:
"¡Yo no dormiré más que en tu sombra verde!
- Y entonces te me apareces, oh tú de la cual nací
¡Más pequeña que yo! y, con ambas manos abiertas,
Venías delante de tu hijo sorprendido.
20
¿Qué me importaban la Gloria y su suprema carga,
O el árbol que se hacía negro bajo el cielo del cuchillo?...
- Y dejándolos caer negligentemente sobre el césped
¡Dejaba mis laureles para besarte más temprano!”
21
Jean Cocteau, Diario de 1953-54. Igualmente, Jean Sarment escribe en un “Homenaje a Maurice Rostand”:
“El día que la partida de su madre lo deja, de un solo golpe envejece, sobre la otra rivera, no será más –y sin
duda voluntariamente– que una sombra y el reflejo de una existencia perdida”.
22
“Sí, recapitulándose a sí mismo, ¡se encuentra uno asqueado del vacío de su vida! A parte de mi madre y mi
hermano, ¿qué hay como afección profunda en mi existencia, de afecto vital? El amor demostrado a los seres se
transformó en amistad o piedad, según el caso. Y el resto de transeúntes que nos han amado, que amamos una
noche, no queda ni si quiera un grano de polvo como recuerdo.” Escribe Maurice en Confession d’un demisiècle, p. 340.
Autora: Julie Lavielle
Estudiante en master 2, investigación efectuada en contexto de prácticas profesionales
en el Museo de Edmond Rostand.
Traducción al español: Dennis Santillán
Guía políglota del Museo de Edmond Rostand
Descargar