CARACTERÍSTICAS HISTÓRICAS, SOCIALES Y CULTURALES DE LA SEGUNDA MITAD DEL XIX El Realismo y el Naturalismo son movimientos que se desarrollan en la segunda mitad del siglo XIX como oposición al idealismo y al individualismo románticos. El siglo XIX es un periodo turbulento y de continuos cambios. Destacan dos etapas: El sexenio revolucionario (1868 -1874) con constantes cambios de gobierno. La Restauración borbónica en 1875 en la figura de Alfonso XII. Ahora se inicia una etapa de estabilidad política y económica. Hecho de vital importancia para toda Europa es el desarrollo de la Revolución Industrial que trae consigo el cambio hacia una nueva economía. El crecimiento de la industria en las ciudades provoca un éxodo del campo a la ciudad en busca de mejores oportunidades en la lucha contra la miseria. Este hecho trae consigo la creación de grades cinturones de miseria en los suburbios de las grandes ciudades.Por consiguiente, la sociedad, afectada por todos estos cambios políticos y económicos evoluciona hacia un nuevo modelo en el que destacan tres grupos fundamentales. La burguesía es el motor de la sociedad y lucha por el poder político. La nobleza pierde su poder y su protagonismo en la vida pública de tiempos atrás. La clase trabajadora constituida por los jornaleros y los proletarios. En cuanto a la situación cultural se producen grandes avances: Progresos científicos y tecnológicos (Ferrocarril, alumbrado público, alcantarillado, telégrafo…) El Positivismo nace por el optimismo y la confianza en los avances científicos y tecnológicos. Este movimiento defiende la observación y la experimentación para el progreso. “La experiencia es la madre de la ciencia” Aparecen el Evolucionismo (Darwin) y el Determinismo (la herencia y el entorno). La literatura se convierte en reflejo de la sociedad. El Romanticismo rechazaba la realidad. Surgen ahora dos movimientos: el Realismo y el Naturalismo (como consecuencia de la evolución del Realismo) Estos movimientos pretenden reflejar fielmente la sociedad de la época, analizarla y establecer los males y defectos que la afectan con el ánimo de solucionarlos. Durante la época se cultivan todos los géneros literarios, sin embargo, la narrativa es el preferido en este periodo. La novela es el género literario por excelencia ya que es el medio ideal para reflejar la realidad. EL REALISMO Y EL NATURALISMO Recibe el nombre de REALISMO el movimiento cultural propio de la sociedad burguesa del siglo XIX, a la que no agradaban ya la fantasía y el idealismo propios del Romanticismo. Por tanto surge como oposición a los excesos del movimiento romántico. Se piensa que la literatura no puede dar la espalda a la realidad social. CARACTERÍSTICAS • • • • • Observación y descripción precisa de la realidad. Éste es el principio básico del Realismo. El interés por la observación de la realidad es paralelo a los métodos de observación característicos de las ciencias experimentales. Los escritores llegan a documentarse sobre el terreno anotando apuntes sobre personajes o ambientes, o bien consultan libros y periódicos de los que extraen la información precisa. Ubicación próxima de los hechos. Frente a la evasión en el espacio y en el tiempo del Romanticismo, los realistas escriben sobre lo que conocen. La mirada se desplaza a lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía y controlando los excesos de la imaginación y del sentimentalismo. Propósito de crítica social y política. Esta intención varía según la ideología de cada escritor. Los autores conservadores describen la realidad para mostrar su degradación y reclamar un retorno a los valores tradicionales. Los progresistas también muestran las lacras sociales, pero éstas, según ellos, obedecen a la pervivencia de una mentalidad conservadora que impide el progreso; muestran la realidad para criticar los males que aquejan a la sociedad, intentan buscar la raíz de éstos y su solución. Estilo sencillo y sobrio. Los realistas rechazan la retórica romántica. El ideal de estilo es la exactitud, pues el escritor pretende asemejar su labor a la del científico. Predilección por la novela. El género literario por excelencia fue la novela, que, según los realistas, era el medio más adecuado para reflejar la realidad en su totalidad. Los rasgos típicos de la novela realista son: Verosimilitud. Las historias son como fragmentos de realidad. Desaparecen del relato los sucesos inverosímiles, los hechos maravillosos y las aventuras insólitas. Protagonistas individuales o colectivos. Los protagonistas de las novelas son, o bien individuos, o bien grandes grupos sociales. En el primer caso interesa el análisis psicológico del protagonista y en el segundo la descripción de ambientes. Se distinguen, pues, dos tipos de novela: la psicológica y la de ambientación social. Narrador omnisciente. El narrador maneja por completo los hilos del relato: sabe lo que va a suceder, conoce los pensamientos de los personajes, interviene en la obra con juicios sobre hechos y personajes y con observaciones dirigidas al lector. Didactismo. Es corriente que los autores pretendan con sus novelas dar al lector una lección moral o social. Esto es así en las llamadas “novelas de tesis”, en las que el escritor desea demostrar una idea general a la que quedan subordinados el argumento, los personajes y el ambiente de la novela. Estructura lineal. Los hechos suelen transcurrir de forma lineal en el tiempo, aunque no son extrañas las vueltas atrás para contar episodios anteriores, pero estos saltos solo interrumpen momentáneamente el hilo de la narración. Descripciones minuciosas. Las descripciones son extremadamente detalladas. Esto lleva a captar en muchos personajes rasgos tan concretos que bastan para individualizarlos, lo que justifica la abundancia de meticulosos retratos físicos y psicológicos. Aproximación de la lengua al uso coloquial. Se utiliza una lengua próxima a la de la conversación. Los autores se esfuerzan por adecuar la lengua a los personajes, que hablan de acuerdo con su condición social, su origen seográfico o sus propias particularidades. Se conoce como NATURALISMO una corriente literaria que se desarrolló durante el último tercio del siglo XIX, fundamentalmente en Francia y que tuvo como precursor a Emile Zola. El Naturalismo pretende que la literatura se convierta, a semejanza de las ciencias naturales, en otra ciencia cuyo objeto de estudio es el medio social. La literatura debe analizar científicamente el comportamiento humano siguiendo los principios de la observación y de la experimentación. Parte de la idea de que el hombre se encuentra determinado biológica y socialmente; no es libre, sino que está condicionado por su herencia genética y por el ambiente social en el que vive. El novelista, a semejanza del científico, experimenta con sus personajes para comprobar cómo se comportan. Esto explica la predilección de los naturalistas por los ambientes miserables y sórdidos y por los personajes tarados, alcohólicos, embrutecidos o víctimas de enfermedades diversas ya que tales casos permiten demostrar la influencia determinante de la biología y del medio social. Técnicamente, se extreman los rasgos del Realismo: descripciones minuciosas, reproducción fiel del lenguaje hablado… en cuanto al punto de vista narrativo, el novelista debe abstenerse de intervenir en la narración, de la misma manera que el científico únicamente observa y experimenta. Por ello se propugna la idea del narrador impersonal y objetivo. Las novelas tienen, además, una intención moral. Ya que no se puede modificar la herencia biológica, sí es posible igualar las condiciones sociales en que viven los hombres. La novela naturalista contribuiría a proporcionar un conocimiento más exacto de los seres humanos y de la sociedad con el fin de mejorarlos. PRINCIPALES AUTORES Y SUS OBRAS • Fernán Caballero (pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber): La Gaviota, la familia de Alvareda. • Pedro Antonio de Alarcón: El escándalo. • Juan Valera: Pepita Jiménez, Juanita la larga, Doña Luz. • José María de Pereda: El sabor de la tierruca, Peñas Arriba, Sotileza. • Benito Pérez Galdós: Los Episodios Nacionales, Fortunata y Jacinta, La Fontana de oro, Doña Perfecta, Marianela, La familia de León Roch, Miau, Misericordia, Tormento. • Leopoldo Alas “Clarín”: La regenta, Su único hijo, Adiós Cordera. • Emilia Pardo Bazán: Los Pazos de Ulloa, Madre Naturaleza. • Vicente Blasco Ibáñez: La barraca, Cañas y barro, Arroz y tartana. PRINCIPALES AUTORES REALISTAS Y NATURALISTAS BENITO PÉREZ GALDÓS Biografía Nació en Las Palmas de Gran Canaria (Islas Canarias) en 1843, el décimo hijo de un coronel del Ejército. Fue un niño reservado, interesado por la pintura, la música y los libros. La llegada a Las Palmas de una prima le trastornó emocionalmente y sus padres decidieron que fuera a Madrid a estudiar Derecho, en 1862. Leyó con voracidad a los autores realistas europeos y con devoción a Cervantes. En Madrid entra en contacto con el krausismo por medio de Francisco Giner de los Ríos, el cual le anima a escribir y le presenta en la redacción de algunas revistas. Se transforma en un madrileño que frecuenta tertulias literarias en los cafés, que asiste puntualmente al Ateneo madrileño, que recorre incesantemente la ciudad y se interesa por los problemas políticos y sociales del momento: se define a sí mismo como progresista y anticlerical. En 1868 viaja a París y descubre a los grandes novelistas franceses. A su regreso traduce a Dickens, escribe teatro y, por fin, en 1870 se decide a publicar su primera novela, La Fontana de oro, con el dinero que le da una tía, ya que en esa época las novelas o se publicaban por entregas en publicaciones periódicas, revistas y periódicos, o corrían a costa del autor; la obra era todavía romántica pero en ella ya empezaban a verse sus ideas radicales que aflorarán en el decenio siguiente. En estos años comienza a escribir los Episodios nacionales, en la década de 1880, su época de máxima creación. También en estos años se compromete activamente en política, ya que de 1886 a 1890 es diputado por el partido de Sagasta, aunque nunca pronunció un discurso. A pesar de la oposición ultracatólica que no le perdonó haber escrito Doña Perfecta (1876), un panfleto anticlerical, fue elegido miembro de la Real Academia Española. El paso de los años le daban brío y en 1892 se entregó a la reforma del teatro nacional. El estreno de Electra (1901) supuso un acontecimiento nacional: al acabar la representación los jóvenes modernistas (ver modernismo) acompañaron al autor hasta su casa en loor de multitud. En 1907 volvió al Congreso, como republicano, y en 1909 con Pablo Iglesias, fue jefe titular de la “conjunción republicanosocialista”. Su izquierdismo fue el causante de que no se le otorgara el Premio Nobel. En 1920 murió ciego y pobre en Madrid, su ciudad de adopción. Valoración de su obra La obra de Galdós se caracteriza por su marcado y nítido realismo. Él es un gran observador con toques geniales de intuición que le permiten reflejar tanto las atmósferas de los ambientes y las situaciones que describe como los retratos de lugares y de personajes. Se sirve del lenguaje para identificar a sus personajes y esto ha hecho que muchas veces se le acuse de lo que no es: usa un lenguaje ramplón cuando describe o habla un personaje ramplón. El encanto de Galdós está en la sensación de espontaneidad y viveza que nos transmite mediante un estilo expresivo, ágil y sugerente. Es revelador el número de obras suyas que han pasado al cine o a la televisión. Tras Cervantes, numerosos estudios lo sitúan en la mayor altura de la novela española. Galdós dividió su obra en “Episodios nacionales”, “Novelas españolas de la primera época” y “Novelas españolas contemporáneas”. Además hay que considerar su teatro. Episodios nacionales Desde 1873 a 1912, Pérez Galdós se propuso el ambicioso proyecto de contar la historia novelada de la España del siglo XIX, es decir, desde 1807 hasta la Restauración (1875), con la intención de analizar el protagonismo de las fuerzas conservadoras y de progreso en España. Son 46 novelas distribuidas en cinco series de diez obras cada una, excepto la última que quedó interrumpida y sólo tiene seis. Obras de personaje múltiple en las que interesa la recreación de ambientes más que la psicología de los personajes, épicas, que cubren la anécdota del protagonista individual. Galdós se documenta con rigor, y hasta donde puede, sobre los hechos históricos y los comentarios están narrados con gran objetividad. Entre las obras más celebradas de estas series se encuentran Trafalgar, Bailén, Napoleón en Chamartín o La familia de Carlos IV, Zumalacarregui, Mendizábal, Zaragoza, Gerona, De Oñate a La Granja, Amadeo I , Las tormentas del 48,o el último episodio, Cánovas. Novelas españolas de la primera época Hasta 1880 escribe unas novelas de tesis (en las que defiende sus ideales liberales), maniqueas, donde los buenos son personajes modernos, abiertos, liberales y progresistas, y los malos, conservadores, tradicionalistas, fanáticos religiosos e intransigentes. Obras simplistas llenas de ardor juvenil. Entre éstas destacan Doña Perfecta (1876), Gloria (1877) y La familia de León Roch (1878). En Doña Perfecta se centra en el anticlericalismo y en el enfrentamiento entre progreso y tradición; en Gloria repartió por igual la intransigencia religiosa entre judíos y católicos, y en La familia de León Roch entre católicos y liberales. Novelas españolas contemporáneas Así llamó Galdós a veinticuatro novelas que publicó a partir de 1880. Es un impresionante cuadro del Madrid y de la España del momento, en que se dan cita toda clase de ambientes, tipos, sentimientos, desde los más nobles a los más bajos. En estas obras el autor ya no utiliza planteamientos maniqueos religiosos o políticos para valorar las conductas de sus personajes, y con plena libertad analiza sus sentimientos, deseos y frustraciones. Lo que surge es un conjunto impresionante de mezquinos, bondadosos, burgueses adinerados, nobles arruinados, desheredados, grandezas y miserias de gentes que viven para aparentar. Galdós consigue captar esta pluralidad social y vital con técnicas narrativas nuevas sirviéndose tanto del monólogo interior, como del estilo indirecto o del personaje narrador —que ya había utilizado en los primeros Episodios Nacionales—. Ahora el autor presenta y el lector juzga. La primera de estas novelas es La desheredada (1881), obra naturalista en la que la protagonista, Isidora Rufete, una muchacha loca que está en el manicomio de Leganés (Madrid), se cree descendiente de un aristócrata y acaba en la prostitución; El amigo Manso (1883) plantea el contraste entre un profesor y su superficial alumno; en Tormento (1884) la protagonista es engañada y seducida por un sacerdote disoluto y la recoge un indiano enriquecido aunque no se casa con ella; en Miau (1888) describe las penalidades de un cesante progresista durante un gobierno conservador, y el infierno de la burocracia; la usura aparece tratada en Torquemada en la hoguera (1889) en la que se narra la ascensión social de un usurero que acaba convertido en senador. Entre todas estas obras destaca Fortunata y Jacinta (1887) el mural más extraordinario sobre la historia y la sociedad madrileña de la época y una de las mejores novelas de la literatura española: Juan Santa Cruz es el amante de una muchacha pobre, apasionada y enamorada, pero se casa con su prima, la dulce Jacinta, que sufre las infidelidades del marido. Fortunata se queda embarazada y el “señorito satisfecho” busca otra amiga. Fortunata tiene a su hijo pero llena de celos provoca una riña con la nueva amante que la llevará a la muerte no sin antes haber entregado el hijo a Jacinta. Sobre este argumento central en el que se tejen otros y con la realidad político social del momento de fondo, Galdós se situó como narrador cómplice de la Naturaleza que rectifica los errores de sus hijos. En los años noventa surge una actitud espiritualista en la novelística de Galdós. El tema ético y religioso se aborda en Nazarín (1895) —que Luis Buñuel llevó a la pantalla, como también hizo con otra novela de Galdós, Tristana— en la que se ve a un sacerdote perder la fe porque su pureza evangélica no es comprendida ni aceptada por un mundo mezquino; Misericordia (1897) está considerada como una de sus obras maestras y en ella retrata a la dulce Benina que mendiga para llevar dinero a la casa en la que trabaja de criada sin cobrar y en la que aparece el retablo más descarnado de la miseria madrileña. Fortunata y Jacinta (1886-1887) Al igual que la Regenta, se trata de una novela extensa y muy cuidadosamente construida que desarrolla, sobre la base de diversos triángulos amorosos, la convulsa y cambiante vida social madrileña entre 1873 y 1876, entrelazando los elementos de ficción y los históricos. En la obra Galdós despliega muchas de sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y tipos, uso magistral de diálogos, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio manejo de múltiples anécdotas argumentales, etc. Consta de cuatro partes. Lleva el subtítulo de Dos historias de casadas. Básicamente narra las aventuras amorosas de Juanito Santa Cruz, joven madrileño de clase media, casado con su prima Jacinta, tras sus relaciones con Fortunata, mujer de condición humilde, a la que abandona al quedar ésta embarazada. Fortunata se entrega a la prostitución, pero es redimida por Maximiliano Rubín, joven idealista al que ella admira y con el que acepta contraer matrimonio, sin que pueda olvidar su amor por Santa Cruz. Éste, exasperado por la esterilidad de Jacinta, busca de nuevo a Fortunata, quien al día siguiente de su boda vuelve a unirse con su antigua amante, de quien quedará otra vez encinta. Pero el carácter inestable de Santa Cruz lo lleva a infidelidades con Fortunata y, de nuevo, a la reconciliación con Jacinta. Fortunata muere después del parto, y es llorada por su esposo y por su amante. Se trata de una historia más o menos folletinesca enriquecida con insinuaciones simbólicas de tipo político. LEOPOLDO ALAS “CLARÍN” Datos biográficos Nació en Zamora, en 1852, pero se sintió profundamente asturiano, como su familia, y pasó la mayor parte de su vida en Oviedo, donde estudió Derecho y fue catedrático de Universidad. Allí murió en 1901. Hombre de grandes inquietudes espirituales, perdió la fe en una crisis juvenil y la recobró en 1892, aunque al margen de la ortodoxia. Fue muy crítico con el catolicismo tradicional. En política fue un liberal republicano muy sensible ante las inquietudes sociales. Es, ante todo, un intelectual independiente que desarrolló una importante actividad crítica y nos dejó una activada narrativa no muy amplia, pero de gran valor. Obra crítica y narrativa Como crítico literario destaca por la agudeza de sus juicios. Además sus artículos de crítica literaria nos revelan sus preferencias de escritor: admira a Balzac y, más aún, a Flaubert; defendió a Zola, con reservas. Entre los españoles, alabó a Galdós. Como novelista, comienza con La Regenta (1884). Publicó después Su único hijo (1890), estimable, pero inferior a aquella. Además compuso más de setenta cuentos, en cuyas páginas conviven enfoques críticos con la ternura hacia las gentes humildes. El más famoso es ¡Adiós, Cordera!, obra maestra del género por su hondura emotiva y su perfección formal. La Regenta Una de las mejores obras de toda la narrativa. Estamos ante una novela excelente porque reúne profundos problemas humanos, un vasto panorama social y un máximo rigor artístico. No hay novela del siglo XIX que la iguale en riqueza psicológica de los personajes, sobre todo de los dos más importantes: Ana y don Fermín. El panorama social que refleja es el de Oviedo (Vetusta en la obra), pero resume el de toda España: una aristocracia corrupta, un clero materializado, una burguesía vulgar... Todos los variados escenarios no son simples decorados, sino que condicionan los comportamientos de los personajes. (En este sentido se puede hablar de naturalismo). Asombra su técnica constructiva. En los capítulos 1-15, sólo transcurren tres días, y a ritmo lento penetramos en el ambiente y en las almas. Los capítulos 16-30 desarrollan los conflictos planteados. El estilo es de gran modernidad. Se pasa de la objetivad a la ironía. Los diálogos están llenos de variedad y viveza. Resumen del argumento: Ana Ozores está casada con el Regente de la Audiencia, don Víctor Quintanar, hombre bonachón, mucho mayor que ella. El temperamento insatisfecho y soñador de “La Regenta” le hace oscilar entre una religiosidad sentimental (que aprovecha su confesor, el turbio D. Fermín de Pas) y una sensualidad romántica (que la hará caer en las manos del cínico seductor Álvaro Mesía). El final es desolador: el marido muere en un duelo con don Álvaro; Ana será abandonada por todos y condenada por una sociedad tan hipócrita como implacable. EMILIA PARDO BAZÁN (1851-1921) De la escuela naturalista tomó el gusto por los rudos ambientes sociales, con sus pasiones violentas y sus crudezas. La Tribuna, Los pazos de Ulloa y La madre Naturaleza (18861887) componen un intenso cuadro de gentes y paisajes de su Galicia. En sus novelas uno de sus temas preferidos es el contraste entre el campo y la ciudad; así nos presenta a personajes aristocráticos junto a campesinos y destaca la influencia que ambos ambientes ejercen sobre sus personajes. Aparte otras novelas, es autora de varios centenares de cuentos, a menudo excelentes y de artículos entre los que destaca La cuestión palpitante. JUAN VALERA (1824-1905) Aristócrata cordobés, cultísimo, liberal y escéptico, comenzó a los cincuenta años su carrera de novelista con una obra maestra, Pepita Jiménez (1874), cuyo protagonista se debate entre una vocación religiosa más convencional que profunda y la fuerte atracción que siente por la mujer que da título a la obra. Los impulsos humanos vencerán. Y lo mismo sucede en varias obras suyas, como Juanita la Larga, otra novela espléndida. Valera es realista por lo riguroso de su observación, pero rehuye, sin embargo, los aspectos más penosos o crudos de la realidad. Su arma crítica es una sutil ironía. Lo caracterizan, además, su penetración psicológica (sobre todo en los personajes femeninos) y un estilo cuidado, tan elegante como sencillo. Otra obra importante es Doña Luz. JOSÉ MARÍA DE PEREDA (1833-1906) Santanderino. Se sitúa en una línea tradicionalista, apegada a una visión idílica e idealizada del campo y de los valores tradicionales que piensa que están en peligro de desaparición frente al dinamismo urbano y los avances del progreso tecnológico. Así exalta la naturaleza y las gentes sencillas de su tierra: el mar y los pescadores en Sotileza (1885), la montaña en Peñas arriba (1895). Sobresalen sus pinturas de paisajes, aunque demasiado minuciosos a veces. Otras obras importantes suyas son El sabor de la tierruca y don Gonzalo González de la Gonzalera. PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891) Granadino.Comenzó también como escritor costumbrista y romántico. Elementos románticos hay aún en novelas suyas como El escándalo (1875). En cambio, es de un transparente realismo El sombrero de tres picos (1874), auténtica joya de la novela corta española, por lo divertido del argumento, la aguda captación de tipos y ambiente y la viveza del estilo. “FERNÁN CABALLERO” (1796-1877) Pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber, hija del cónsul alemán en Cádiz. Cultivó un costumbrismo andaluz, con enfoques sentimentales y moralizantes. Destaca su novela La Gaviota (1849). Fernán Caballero y Pedro Antonio Alarcón representan el prerrealismo o transición del Romanticismo al Realismo. ARMANDO PALACIO VALDÉS (1853-1937) Asturiano. Presenta también una exaltación de las virtudes tradicionales, frente al progreso. Así, en La aldea perdida (1903) cuenta los estragos de la invasión minera en un valle asturiano, antes idílico y luego degradado. Se hicieron famosas otras novelas suyas como La hermana San Sulpicio o La alegría del capitán Ribot. VICENTE BLASCO IBÁÑEZ (1867-1928) Es el novelista más cercano a la escuela naturalista: se le llamó “el Zola español” y, en efecto, comparte con éste el gusto por ambientes sórdidos y degradados, la crudeza de los temas y la preocupación por las taras hereditarias. Ello va unido al vigor con que supo captar el mundo rural de su tierra, Valencia, en novelas que se harían famosísimas, como La barraca (1894), Cañas y barro (1902), Arroz y Tartana (1894) etc…