Academia Nacional de Historia Militar de una flota holandesa compuesta por 15 buques y comandada por Jacobo L’Heremite, por lo que dispuso construir una flotilla de pequeñas galeras y lanchas cañoneras para proteger el Callao y sus áreas aledañas. Estas embarcaciones fueron construidas en el Callao ya que ese puerto tenía infraestructura y personal capacitado para la construcción naval con material importado. Los holandeses bloquearon y atacaron el Callao y su vecindad, durante la mayor parte del verano de 1624; pero no lograron tomar la ciudad debido a las buenas defensas portuarias, mientras la Armada del Mar del Sur se las había arreglado para escapar tomando rumbo a Panamá. Debido a la emergencia, el Marqués de Guadalcázar firmó un contrato a fines de 1623 con un prominente constructor naval de Guayaquil, José de Castro, regresando a la vieja práctica del siglo XVI. El contrato estableció las dimensiones del buque, la fecha de entrega y el costo. Desafortunadamente el buque denominado San Diego nunca llegó a terminarse, pues los holandeses lo quemaron cuando aun estaba en parrilla en su primer ataque a Guayaquil en junio de 1624. “En 1623, con ocasión de la venida de los piratas holandeses, se hicieron 3 galeones y 13 lanchas, cada una con un cañón en la proa, y una chata a manera de pontón con 4 cañones. El galeón San Diego seria construido por orden del Virrey Marqués de Guadalcázar (1622-1629), por el Sargento Mayor José de Castro Guzmán y costó 84.500 pesos, pero sería quemado por los holandeses en 1624, encontrándose aun en parrilla. Todavía existían astilleros al norte del Cerro”23. En 1632, el Conde de Chinchón (1629-1639) hizo construir el galeón Nuestra Señora de la Antigua, de 200 toneladas. No se realizaron nuevas construcciones reales en Guayaquil durante los siguientes 15 años. En 1643, cuando Pedro de Toledo y Leyva, Marqués de Mancera (1639-1648), sucedió al conde de Chinchón como virrey en 1640, al encontrarse con una Armada vieja y malgastada, decidió aumentarla y modernizarla ordenando 23. Ibídem p.97. 246 Segundo semestre •