Homilía Nuestra Señora de la Merced, Patrona de la Ciudad Jerez de la Frontera, 24 de septiembre de 2010 Exmos Sres: Cabildo Catedral; Sra Alcaldesa y Corporación Municipal; Rvdo P. Prior; sacerdotes concelebrantes; Sres Representantes de Instituciones Locales y Diocesanas; hermanos todos en el Señor: “Tú eres la gloria de Jerusalén y el orgullo de nuestra raza”. Con estas palabras a Judit –como hemos escuchado en la primera lectura- que la Iglesia dedica a la Virgen María, saludamos nosotros a Ntra Sra de la Merced, Patrona de la Ciudad, cuya Fiesta hoy nos convoca a este acto de comunión en la fe y en la esperanza. A Ella nos encomendamos como nuestra Protectora y de Ella esperamos el amparo y la ayuda. No solamente en las circunstancias extraordinarias, sino en todos los momentos de nuestra vida. Por eso, ante nuestra Madre y junto a Ella no tenemos más remedio que comenzar dando gracias a Dios por esta Merced que entregó a la Ciudad de Jerez para que ayudara a sus hijos a liberarse de las esclavitudes de la vida. ¡Gracias Dios mío por darnos esta Madre que ha sido y es el consuelo para tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos!. ¡Gracias Señor por nuestras familias, por nuestros mayores que nos supieron transmitir el amor a la Virgen de la Merced!. Comunión en la fe Al mismo tiempo, acogerla como Patrona sabemos que significa para nosotros tratar de vivir también de la misma fe que María la Virgen. Aprender de Ella que esta celebración, que es una renovación de nuestra fe en Cristo, sea una llamada a todos a abrir nuestro corazón al Hijo de Dios. Hoy más que nunca tenemos necesidad de acoger ese Niño que nos presenta su Madre humilde y pequeño. Y Acogerlo implica escuchar su Palabra y “hacer lo que Él nos diga”. Así, en un mundo en el que -como ha afirmado Benedicto XVI en su reciente viaje a Inglaterra-, la “dictadura del relativismo” amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último… En un mundo en el que algunos buscan excluir de la esfera pública las creencias religiosas y relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad…. Ante esta realidad, la mirada a nuestra Virgen de la Merced nos muestra la luz de la sabiduría. En ese Niño tan lindo nos invita a no dejarnos someter por aquellos que no buscan el bien del hombre, sino dejarnos llenar por la única Verdad que es Cristo. Jesucristo es la Verdad La verdad de que la felicidad del hombre no está en la prepotencia y en la soberbia de creerse por encima de Dios, sino en la humildad de sabernos criaturas que necesitamos de los demás y sobre todo de Dios, nuestro Creador y Padre. La verdad de que la familia es el auténtico nido ecológico donde el ser humano ha sido llamado a nacer y donde aprende a crecer en amor y en armonía con toda la creación. La verdad de que cuando el hombre quiere construir el mundo sin Dios, éste se convierte en un "infierno", donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, de alegría y de esperanza. Benedicto XVI lo expresaba así en su última Encíclica “Caritas in veritate”: 1 “El amor -caritas- es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”. (nº 1) Hemos conocido el amor de Dios Efectivamente, la Virgen, mostrando a su Hijo en los brazos nos confirma que es el encuentro con el Hijo de Dios el que proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. No conducen a la felicidad y a la plenitud de la existencia las drogas, el dinero, el sexo, la pornografía, el alcohol, pues todas ellas son destructivas y crean división. Sólo una cosa permanece: el amor personal de Jesús por cada uno de nosotros. Es ese amor el único que puede llenar nuestro vacío existencial; el que llena nuestra soledad profunda, pues sólo él puede curar las heridas profundas de nuestro ser. Dejemos de lado todo lo que es indigno y descubramos, a su luz, nuestra propia dignidad como hijos de Dios. El Niño pequeño que nos muestra María es el auténtico amigo con quien podemos compartir el camino de nuestra vida. Con Cristo a nuestro lado podremos afrontar con valentía y esperanza tanto las dificultades y los problemas, como también las desilusiones y los fracasos. Comunión en la esperanza Por otra parte, me alegra contar hoy con la presencia de la representación de la Corporación municipal y, como pastor, compartir el gozo y ofrecer a todos la experiencia de que para los que veneramos a la Virgen de la Merced, el encuentro con su Hijo es garantía de auténtica libertad y respeto, que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana. Su amor nos mueve a ser testigos de la fe y a trabajar por un verdadero bienestar para todos; bienestar que no se puede conseguir si no hay una preocupación por los más débiles. Y sobre todo ahora en tiempos de crisis. Así que, queridos hermanos, vayamos con María a buscarlo, conocerlo y amarlo, y Él nos librará de la esclavitud de la existencia deslumbrante, pero superficial, que propone frecuentemente la sociedad actual. Por eso esta festividad de la Merced nos llama a todos a tomar conciencia de la necesidad que tenemos de construir una civilización del amor, donde cada uno sea respetado en su dignidad y haga crecer la comunión entre los hombres. En definitiva, queridos hermanos, de la mano de María proclamemos con Ella las grandezas del Señor que nos ha dado este regalo, este don, esta bendita Madre de la Merced. Escuchemos a María que con su sí nos alienta a desafiar la cultura de la muerte y a no tener miedo: “para Dios nada hay imposible” (cf Lc 1, 37). Su Hijo Jesús es Aquel que vino a traer a “los cautivos la libertad”. (cf Lc 4 ). Ella nos confirma en la fe de que sólo con Dios es posible un mundo más humano y bondadoso donde se respete la vida de todos los seres humanos y todos puedan crecer en dignidad y acogida solidaria. Bajo tu amparo, nos acogemos .. Y sobre todo es Ella la que a los pies de la cruz nos susurra al oído que “nada podrá apartarnos del amor de Dios”. Ante la cruz de la enfermedad, de la soledad, del fracaso y de las dificultades de la vida, nuestra Patrona nos sostiene como a San Juan y nos abre una ventana de esperanza. Por eso hoy venimos a ponernos bajo el manto de Nuestra Madre de la Merced –como nos recuerda la antigua oración “Bajo tu amparo, nos acogemos, Santa Madre de Dios”- y le encomendamos especialmente a nuestras familias; a los matrimonios, a los niños; y a todos los enfermos para que la Santísima Virgen los consuele y los anime en los momentos de oscuridad. Y a todos los hombres. ¡Tú eres, Madre nuestra, el verdadero regalo, la auténtica Merced, que día a día ante los males del mundo y tantas esclavitudes como nos amenazan, nos mantienes en la gozosa esperanza de que el amor derramado en tu Hijo Jesucristo alcance por tu intercesión a toda la familia humana como un mensaje efectivo de libertad, de salvación y de paz. Así sea. + José Mazuelos Pérez Obispo de Asidonia-Jerez 2