LITERATURA MSJ Hace cincuenta años falleció el escritor alemán cuya producción se caracterizó por un anhelo de verdad propio de quien no se siente a gusto en la modernización y recurre al individualismo para recuperar el Yo que se ha escindido. Eduardo Guerrero del Río Doctor en Literatura Hermann Hesse (1877-1962) y su búsqueda de lo humano H ace algunas décadas, para muchos adolescentes la lectura de Hermann Hesse era casi un rito obligatorio. Más allá de los programas oficiales. En cierta forma marcaba un rumbo a seguir en donde lo espiritual se conectaba con el exotismo de ciertos lugares tan lejanos por la distancia y por las formas de vida. Tal vez, una especie de escape del mundanal ruido. Por eso, al celebrarse los cincuenta años de su fallecimiento, interesa recordarlo consignando algunos datos biográficos y sus principales textos narrativos. Nació el 2 de julio de 1877, a primera hora del crepúsculo (“hacia finales de la época moderna, poco antes de iniciarse el retorno a la Edad Media”), bajo el signo de Sagitario y la benévola influencia de Júpiter. En sus Relatos autobiográficos, respecto a su educación, el propio SEPTIEMBRE 2012 Hesse nos señala: “No me educaron solo padres y maestros, sino también poderes superiores, más ocultos y secretos, entre ellos también el dios Pan, que mi abuelo guardaba en su vitrina bajo forma de ídolo danzante indio. Esta divinidad y otras más se hicieron cargo de mi infancia y, mucho antes de que supiera leer y escribir, me habían llenado de tal modo de antiguas imágenes e ideas orientales que más adelante cualquier encuentro con las costumbres indias y chinas me pareció un reencuentro, un retorno a lo familiar”. Más adelante: “Estaba acostumbrado a aspirar el perfume de la poesía y la religiosidad india y china”. Se forma en el ambiente culto y muy religioso de su familia de misioneros protestantes. Siguiendo la tradición familiar, ingresa al monasterio de Nambronn para estudiar teología, pero escapa de allí al poco tiempo. Ejerce diversos oficios, decidiéndose finalmente por la literatura. Las dos guerras mundiales que le toca vivir lo marcan profundamente, huella que se manifiesta —entre otras cosas— en su decidido pacifismo y antinacionalismo. Emigra de Alemania a Suiza (es declarado traidor en su patria por un artículo llamando al antibelicismo: “¡Por favor, amigos, cambiad de tono!”), adquiriendo su nacionalidad, empapándose en esa nación de las corrientes psicoanalíticas —sobre todo, del siquiatra suizo Carl Jung— que ejercerán fuerte influjo en su obra. En 1946, obtiene el Premio Nobel de Literatura por su producción literaria “de elevada inspiración que, con audacia y hondura poco corrientes, constituye un alto ejemplo del ideal humanista y la depuración de las formas clásicas”. El mismo año se le otorga el Premio Goethe en la ciu437 53 MSJ LITERATURA dad de Frankfurt. En sus textos aparecen elementos de la tradición romántica de la Alemania Meridional, rasgos del clasicismo y, también, las tendencias del naciente siglo XX. En conjunto, la producción literaria de Hesse —con múltiples componentes autobiográficos— refleja una búsqueda constante de lo humano del hombre, una suerte de cruzada para salvar el espíritu en la civilización contemporánea, un anhelo de verdad propio de quien no se siente a gusto en la modernización y recurre al individualismo para recuperar el Yo que se ha escindido. A su vez, sus obras son, también, combinaciones de ascetismo y sensualidad, de afán de vida y de meditación, de ambientes oníricos y conciencia de la realidad; fantasía y crítica histórica están allí unidas. Finalmente, en la ciudad suiza de Montagnola, el año 1962, muere Hermann Hesse a los 85 años de edad. cia de elementos provenientes del ámbito sicoanalítico. Así, en su vinculación con varios personajes (donde sobresalta, esencialmente, Max Demian), Sinclair oscila en la dualidad de un mundo oscuro y un mundo luminoso (el mal frente al bien), sintiéndose más cercano al primero de más que inclinarme sobre el negro espejo para ver mi propia imagen, que ahora se asemeja totalmente a él, mi amigo y guía”. Otra obra que se va a constituir en un referente para la juventud es, sin duda, Siddharta (1922), calificada por su autor como “poema hindú”. Tanto este texto DEMIAN Y Siddharta, COMO REFERENTEs Entre su narrativa, muchos de sus títulos han traspasado la barrera del tiempo y del espacio. Incluso, textos como Demian y Siddharta han sido adaptados para la escena en los años noventa, eso sí, con regulares resultados (aquí se plantea la eterna problemática que conlleva adaptar textos narrativos al teatro). Veamos algunos de estos textos novelísticos. En 1905, Bajo la rueda sale a la luz, novela que contiene el recuerdo de una adolescencia dolorosa y desorientada. En ella, Hesse marca en todos sus personajes la pauta de un impulso de libertad o liberación interior, que los conduce siempre hacia una meta o un triunfo definitivo. Ya con Demian, novela aparecida después de la Primera Guerra Mundial, en 1919, comienza a sentirse su influencia en la juventud alemana de la época, necesitada de referentes en un momento de notoria desesperanza. Dentro de los múltiples aspectos dignos de considerar a nivel temático y de motivos literarios, esta novela inicial de Hesse nos sumerge en los conflictos existenciales de su protagonista, Emil Sinclair, quien en una especie de viaje interior recorre diversos caminos en busca de dar algún tipo de respuesta a su existencia, con la presen54 438 Con Demian emerge en la obra de Hesse la viva corriente subterránea de su personalidad íntima. ellos: “Mi historia sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño”. Con Demian emerge una vez más en la obra de Hesse la viva corriente subterránea de su personalidad íntima. Este libro es un grito de rebeldía contra la educación coercitiva germana que se estilaba en su época, pero, en general, toda la novela es mucho más que eso: es la superación consciente de una dualidad interior en conflicto, la aceptación y afirmación, en toda su humana complejidad y plenitud de tendencias inconciliables, de la propia personalidad, que inevitablemente coexisten en el individuo. En este contexto, las palabras de los personajes protagónicos, Demian y Sinclair, respectivamente, son decidoras: “El mundo quiere renovarse. Huele a muerte. No hay nada nuevo sin la muerte. Es más terrible de lo que yo había pensado”. Y al final del relato, Sinclair afirma: “Pero, a veces, cuando encuentro la clave y desciendo a mi interior, donde descansan, en un oscuro espejo, las imágenes del destino, no tengo como De la India (1913) tienden a buscar y proponer en el mundo sacro una renovación del espíritu indio, que Hesse siente como afín. Siddharta, el protagonista, es hijo de un brahmán (“hijo inteligente, con deseos de aprender”) y se educa en las leyes de esa casta, pero el afán de encontrar su yo verdadero lo lleva a abandonar a sus padres y experimentar múltiples aventuras, acompañado en una primera instancia de su amigo Govinda. En todo caso, en Siddharta importa menos la trama argumental que la experiencia de lectura, porque esta parábola filosófica invita a la propia introspección, a seguir el peregrinaje del protagonista en busca de aquello que se habría perdido. El tópico de la verdad y su encuentro por el hombre son la clave de este libro. En esta obra, nos encontramos con una especie de panteísmo y con una concepción circular del mundo, ambos rasgos típicamente hinduistas. En definitiva, una novela de aprendizaje: “Quiero aprender de mí mismo, deseo ser mi discípulo, conocerme, en el misterio de SEPTIEMBRE 2012 En Siddharta importa menos la trama argumental que la experiencia de lectura, porque esta parábola filosófica invita a la propia introspección. Siddharta”. Respecto a su puesta en escena, por el Teatro de la Universidad Católica en el año 1995, se trató más bien de un montaje más efectista que efectivo, en donde los lenguajes escénicos le dieron un especial colorido y movilidad a la representación, quedando sin embargo la sensación de que la historia era insuficiente en su desarrollo teatral. EL INDIVIDUO ANTE UN MUNDO HOSTIL Otro texto que ha marcado una época es El lobo estepario (1927). En esta novela presenciamos los temores, conmociones y dudas que agitan y perturban el ánimo de un espíritu atormentado, original y complejo: el sombrío y solitario Harry Haller, “el lobo estepario”, un ser introvertido, con vicios y virtudes, que no encaja en el mundo material circundante y que busca la verdad a través de todas las vivencias imaginables. Se trata de un enfermo del espíritu, un ser próximo al suicidio que reconoce su aislamiento y soledad como dolorosa predestinación. La historia de Harry Haller, en pugna con su propia personalidad y su conciencia, simbólicamente SEPTIEMBRE 2012 puede significar la lucha del individuo en un mundo hostil, pero es, además, una visión magistral del conflicto espiritual que, partiendo de la Primera Guerra Mundial, aún persiste en nuestros días. En esta novela, mediante las múltiples facetas del alma de su protagonista, Harry Haller, el autor ahonda en el conocimiento de las posibilidades anímicas insospechadas de un ser en conflicto consigo mismo. El crítico Rodolfo E. Modern apunta: “Mediante las múltiples facetas del alma de su protagonista, traía el conocimiento de las posibilidades demoníacas en un ser que se niega, o no puede, ser él mismo”. Para materializar este conocimiento, Hesse divide el texto en cuatro partes: “Introducción”, “Anotaciones de Harry Haller”, “Tractat del lobo estepario” y “Siguen las anotaciones de Harry Haller”. La introducción, extensa, forma parte de la propia obra: escrita en primera persona, supuestamente por un sobrino de la dueña de casa de la familia en donde vivió, por un tiempo, el personaje; dice, al respecto: “Contiene este libro las anotaciones que nos quedan de aquel hombre al que, con una expresión que él mismo usara muchas veces, llamábamos el lobo estepario”. Y luego: “El lobo estepario era un hombre de unos cincuenta años (…). Era realmente, como él se llamaba a veces, un lobo estepario, un ser extraño, salvaje y sombrío, muy sombrío, de otro mundo que el mío”. Es decir, el narrador es una especie de “testigo presencial”, quien además manifiesta que “por lo que atañe a las anotaciones de Haller, estas fantasías maravillosas, en parte enfermizas, en parte bellas y llenas de ideas (…). Pero veo algo más: un documento de la época, pues la enfermedad psíquica de Haller es —hoy lo sé— no la quimera de un solo individuo, sino la enfermedad del siglo mismo, la neurosis de aquella generación a la que Haller pertenece (…). Significan literalmente un paseo por el infierno, un paseo, ora lleno de angustia, ora animoso, a través del caos de un mundo psíquico en tinieblas”. Las “Anotaciones de Harry Haller”, subtituladas “Solo para locos”, son una especie de diario del propio lobo estepario, escritas en primera persona, a través del cual vamos conociendo las particulari- dades del personaje. En “Tractat del lobo estepario”, se nos proporciona más información sobre la personalidad del protagonista: “Érase una vez un individuo, de nombre Harry, llamado el lobo estepario. Andaba en dos pies, llevaba vestidos y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario”. Finalmente, en “Siguen las anotaciones de Harry Haller” aparecen pensamientos, expresiones y se ahonda en temas reiterados a lo largo del texto: soledad interior, predestinación, melancolía, nostalgia, pesimismo, desesperanza, entre otros. Otras dos novelas dignas de mencionar son: Narciso y Goldmundo (1930) y El juego de abalorios (1943). Para Modern, Narciso… “ofrece un colorido mundo medieval, con los temas habituales del autor: soledad, ensueño, abandono, pero con un final de fe y optimismo que sintetiza las tendencias terrenales y espirituales de ambos protagonistas: Narciso encarna el rigor cristiano, el espíritu ascético, la claridad; Goldmundo, artista errante y sin patria, representa el amor mundano”. Esto se refuerza por las palabras que Narciso le dirige a Goldmundo en la novela: “Tú eres un artista, yo soy un pensador. Tú duermes en el regazo de la madre, yo velo en el yermo. Para mí luce el sol, para ti brillan la luna y las estrellas. Tú sueñas con muchachas; yo, con muchachos…”. El juego de abalorios (1943), su novela más curiosa, es la síntesis de una larga meditación. Por su tono y contenido, es el resumen de la experiencia de una vida patriarcalmente llevada, es crítica constructiva de nuestra época, utópico esbozo de un mundo por venir y, sobre todo, síntesis y armonización de saber y de fe. Para Alfredo Cahn, “el protagonista, el magíster ludi Josef Knecht, es el antagonista del hombre típico y triunfante de nuestro tiempo”. Hace cincuenta años, con motivo de la muerte de Hesse, en la página editorial del diario El Mercurio, se señalaba: “Hubo en su existencia una fe inconmovible en el ser humano y una pasión inagotable por todo lo noble que entraña el hecho de vivir”. Fe y pasión, dos palabras muy necesitadas en esta galopante vida posmoderna. MSJ 439 55