— EUROPA, PENDIENTE DEL CALENDARIO POLÍTICO ALEMÁN— RAFAEL POCH | LA VANGUARDIA 28/04/2013 Helmut Kohl, Gerhard Schröder y Angela Merkel, tres cancilleres para tres capítulos del programa neoliberal que Paul Krugman bautizó como la Gran Desigualdad. Kohl lo realizó en Alemania del Este con una reunificación nacional que fue anexión del Este por el Oeste. Aquello fue el primer campo de pruebas alemán de algo que los anglosajones llevaban tiempo realizando y a lo que se acabaron apuntando hasta franceses y suecos: privatizar, flexibilizar, liberalizar. Kohl lo hizo a partir de 1990, pero sólo en un trozo de Alemania. Schröder amplió aquello al conjunto del país con su Agenda 2010, bajada de impuestos a los ricos, recorte del Estado social y sus garantías, precarización y más privatización del sistema de pensiones y la sanidad. Con la eurocrisis, la canciller Merkel ha exportado el programa de aquella gran devaluación sociolaboral al conjunto de Europa: pacto fiscal y recorte social para que los bancos puedan cobrar sus deudas. A costa de las clases medias y bajas que forman el grueso del tejido social europeo. Cada una de estas involuciones ha precisado su respectivo shock social; el torbellino del hundimiento comunista de hace 24 años en el primer caso, los casi cinco millones de parados de finales de la década de los noventa, consecuencia de la desindustrialización de la RDA y de los enormes costes digestivos de la anexión en el segundo, y el hundimiento financiero del 2008 ahora. Algo parecido a lo que la periodista canadiense Naomi Klein bautizó en el 2007 como "la estrategia del shock": aprovechar catástrofes y contingencias sociales fuertes para imponer cambios que en condiciones normales serían activamente rechazados por la población. Merkel pareció confirmar el diagnóstico de Klein el pasado enero, en su discurso ante el Foro de Davos: "La experiencia política nos dice que para realizar reformas estructurales muchas veces hay que ejercer presión", dijo la canciller. "Por ejemplo, para que en Alemania hubiera disposición a aplicar reformas estructurales, la cifra de parados tuvo que aumentar previamente a cinco millones, y mi conclusión fundamental es la siguiente: si Europa se encuentra hoy en una situación difícil, debemos introducir hoy reformas estructurales", sentenció. Aprovechar la ocasión. La ocasión se ha aprovechado a fondo pero el precio de la operación está siendo muy alto: el europeísmo se volatiliza por doquier porque la terapia no funciona. La austeridad no reduce la deuda ni el paro, sino que los incrementa. Sólo en el 2012 los 17 países de la eurozona han incrementado su deuda en 375.000 millones de euros, resume Der Spiegel. El semanario se maravilla de que eso ha ocurrido a pesar de la austeridad. En realidad ha ocurrido a causa de la austeridad. Para el conjunto de los 27 miembros de la Unión Europea, la cifra es 567.000 millones más. Y en materia de empleo, mientras Eurolandia ha incrementado dos puntos su índice desde el 2010, pasando del 10% al 12%, en EE.UU. se ha bajado dos puntos, desde el mismo 10% al 8%. La terapia no funciona manifiestamente. "El desbarajuste se hace mayor cada mes, el mundo entero lo nota, sobre todo la Europa del Sur e incluso Brasil, China y Rusia. Sólo en Alemania no hay empatía", resume el analista económico del Frankfurter Rundschau, Robert von Heusinger. El jueves se publicaban los datos del Eurobarómetro sobre el retroceso de la confianza en la Unión Europea que se registra en los países miembros. Entre el 2007 y el 2012 la desconfianza ha pasado del 23% al 72% en España, del 28% al 53% en Italia, del 41% al 56% en Francia y del 49% hasta el 69% en Alemania. Pero para Berlín el precio es doble. La pregunta de cuánto vale el prestigio de Alemania no se la ha formulado nadie en Berlín. Aquel ascenso, desde los lodos de la derrota hitleriana hasta el coliderazgo europeo, pasando por el milagro económico de posguerra, ¿dónde está hoy? Entre la rigidez de su ordoliberalismo y el subidón nacionalista que anima el delirio de su "Europa aprende alemán", Alemania está hoy aislada. Aislada en Europa y aislada en el G-20. La pregunta del momento en Europa es: ¿cuánto tiempo falta para que algunas naciones organicen un plante ante Alemania? Si hasta el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, un hombre que se orienta según la dirección del viento, dice que la austeridad "ha llegado a su límite", quiere decir que no falta mucho. Falte lo que falte, en Alemania son cinco meses. No habrá giro significativo en Berlín antes de las elecciones generales del 22 de septiembre. Cinco meses es mucho para una economía europea en recesión, mucho para Italia, España, Portugal, Grecia y Francia, pero para la política alemana es muy poco. En Europa estamos ante una cuestión de tiempo, pero de momento el cronómetro sigue en manos de Alemania. ¿Coincidirá el tiempo de Europa con los cinco meses que marca el tiempo de Berlín?