078. Sed del Dios vivo Llevamos más de dos siglos en el mundo hablando de Dios casi siempre en un plan defensivo. Quiero decir, nos hemos empeñado en hacer ver a los incrédulos que Dios existe. Como se metió la moda de negar a Dios, hemos querido hacer ver, con palabras y testimonios de los sabios, que Dios existe, y que son unos necios aquellos que lo niegan. ¿Hemos hecho bien? ¿No habremos perdido bastante el tiempo?... ¿No hubiera sido mejor no hacer caso de ellos, sino dejarlos en su presunción, porque estaban tan convencidos de la existencia de Dios como nosotros? A Dios no se lo quitaba nadie de su conciencia, y su gran pecado debía estar, no en negar a Dios porque no existía, sino en querer negarlo porque no se lo podían echar de encima para vivir a sus anchas... Son muchos los casos que se cuentan sobre esto. Uno entre tantos. Aquel grupo de amigos, todos incrédulos, se metieron en una barca e iban de Baltimore a New York. Se levanta una fuerte tempestad, y la pequeña embarcación que se iba a pique. Y todos aquellos descreídos, empiezan cada uno a su manera: - ¡Oh Dios!... ¡Dios mío!... Padre nuestro... Entre ellos, el más impío y famoso incrédulo, recordando algo que había oído de niño: ¡Ave María!.... Pasa el peligro, y le preguntan a éste: - Pero, ¿a quién dirigías tu plegaria, si Dios no existe? - ¡Oh! Eso de que no existe Dios está muy bien en la tranquilidad de la casa o cuando nos vamos a divertir. Pero, en medio de las olas que te engullen, la cosa cambia bastante... (Volney, descreído total) Ante los que negaban a Dios, ¿qué hubiera sido lo mejor de todo? Dejarlos gritar, e ir nosotros a lo nuestro. Es decir, a vivir los creyentes de tal manera de Dios, que todos, al vernos, se dijeran: - Pues, sí; Dios es alguien. No hay más que verlo en la vida de los mejores... Dios se llama a Sí mismo, con expresión muy típica de la Biblia, El Dios Vivo, El Viviente, El que soy, frente a los ídolos de los pueblos paganos. Y lo dice igualmente hoy frente a los que consideran a Dios un ser muerto o poco menos, dado lo poco que les interesa. El creyente verdadero, por el contrario, no tiene más que una obsesión, expresada en esta fórmula: - Lo único que anhelo, alcanzar a Dios. Lo único que temo, perder a mi Dios. Y convencidos, se dicen con los versillos inmortales de Teresa de Ávila: - Quien a Dios tiene - nada le falta. - Sólo Dios basta. Las expresiones de la Biblia, sobre todo en muchos salmos, cantan este anhelo ardiente sin cesar. - ¡Oh Dios, Tú eres mi Dios! Por ti madrugo. Mi alma está sedienta de ti. Mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.- Como busca la cierva corrientes de agua, mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?... (Salmos 62 y 041) El Dios Vivo, está muerto para quienes no lo quieren llevar ni en la mente ni en el corazón. Pero está vivo, vivísimo, para los que viven de Él y para Él. Y éste es el Dios que hoy presentamos al mundo. Estamos convencidos de que quienes niegan a Dios lo hacen de labios afuera. Por eso, más que hablarles de Dios, les queremos demostrar que nosotros vivimos de Dios. Les basta mirar cómo vivimos — siempre bajo la mirada de Dios, siempre fieles a nuestro Dios— para que se convenzan de que Dios es Alguien, de que es el Todo en la vida de los hombres. Es cierto que la fe de muchos puede sufrir tentación y prueba, como le pasó a aquel joven brillante y magnífico de París. Duda... ¿Y si todo fuera mentira?... Se angustia... ¡No, Dios mío, esto no! ¡Yo quiero creer!... En medio de su tribulación, entra en la iglesia, y en la capilla del Santísimo, se encuentra con el sabio Ampère, que, arrodillado y con la cabeza inclinada, ora profundamente. - ¡Ampère! ¡Ampère! ¿Usted aquí, de esta manera?... - Sí, hijo mío. Así estoy ante Dios. Al joven se le disiparon todas las dudas. Hoy, en los altares, es el Beato Federico Ozanam. El Dios que vive desde siempre y para siempre, el Dios de la Biblia, no puede ser un Dios muerto en la sociedad. Y los creyentes somos los llamados a mantener con vida a Dios. (¡Válgame Dios, qué expresión que me ha salido! “Nosotros a mantener con vida a Dios”. Pero, esta es la verdad: Queremos a Dios VIVO en todos los corazones, y no “muerto” porque tantos lo tienen olvidado...) Se ha dicho muy acertadamente que “Dios es en el mundo el más popular de todos los seres” (Lacordaire). Y es cierto. Nosotros lo comprobamos con la experiencia de cada día, con lo que ven nuestros ojos. Lo alaba quien se siente feliz y ha tenido un éxito: ¡Bendito sea Dios! ¡Gracias a Dios!... Confía quien se ve en un apuro: ¡Primero Dios!... Lo llama quien se ve injustamente tratado: ¡Mi Dios lo ve!... Y el nombre de Dios lo tiene la mamá en los labios, igual que el enfermo y el moribundo... Y lo tiene el malhechor, cuando ve que no tiene más recurso que Dios... Alejandro Volta, el inmortal inventor de la pila, no hizo mucho bien solamente a nuestros transistores... Lo hizo a todos lo creyentes, a los que reafirmó en la fe con su propia fe en Dios, y a los presumidos incrédulos, a los que decía: He dudado, he investigado mucho, y ahora veo a Dios. ¡Yo veo a Dios en todo! Llamar a Dios “El Dios Vivo”, no es sólo hacer un acto de fe en la Palabra de Dios, tan repetida en la Biblia. Es dar testimonio de que Dios es un ser viviente en nuestro corazón. El Ser Viviente por antonomasia. Vive en nosotros por la fe, Vive en nosotros por el amor. Vive en nuestra vida, porque hacemos que la vida nuestra sea digna de Dios. ¿Qué más quiere Dios de nosotros?...